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Atención: Esta historia fue escrita/adaptada sin fines de lucro, simplemente lo hice por gusto y diversión. InuYasha y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Ladrón de Rostros: Cómic publicado en la revista Mexicana Conexión Manga #79 y #81, año 2003. Idea: Javier Reyes/Genaro Ochoa. Argumento/Tintas: Jorge Hernández. Dibujo/Efectos digitales: Romy Villamil.***
LADRÓN DE ROSTROS
Capítulo 1: Discípulo La sangre reverbera en mi cabeza, las sienes me palpitan y mi corazón se estrangula a sí mismo, tratando de no rajarse por el esfuerzo, pero nada ni nadie evitará que te atrape. Bien, estás agotándote, puedo sentir la pesadez de tus piernas y el sofoco de tu pecho, ¿A caso tienes la esperanza de que abandone la cacería? ¡No, imbécil, voy a continuar persiguiéndote!, ¡Hasta el fin del mundo, si es necesario!, ¡No voy a renunciar!, ¡No tan cerca! ¿Qué sucede?, ah, ya veo, no te quedan fuerzas para seguir corriendo, a decir verdad, a mí tampoco. Pero el odio y la sed de venganza me mantienen en pie. ¿Te detienes?, ¿Ya no deseas continuar?, ¡Eso es bueno!, es mejor tomar un descanso antes de MATARTE. ¿Matarte?, es extraño… estoy hablando de matar, cuando mi labor siempre fue dar vida. Sí, siempre fui el mejor para dar vida. Como escultor, lograr que una materia fría como la roca despierte sentimientos, es todo un logro. Se trata de un don que no todos tienen, en especial cuando son figuras antropomorfas o expresiones faciales. Por alguna extraña razón los semblantes se volvieron una fijación en mí. No importaba que la gente dijera que mis creaciones eran perfectas, los rostros jamás me satisfacían. Una y otra vez los fabricaba en piel marmórea y con ojos ausentes. Gestos tristes, depresivos, siempre enfocados a sentimientos alejados de la alegría, que percibo tan falsa y superficial, pues para mí, plasmar felicidad en mis obras, es una hipocresía. . . Dos meses atrás, antes de esta locura, mi mundo sólo se centraba en dos personas. Mí prometida Kagome y mi mejor amigo y director de arte, Miroku. Todavía recuerdo aquella noche en que recibí la noticia, estábamos cenando los tres en mi restaurante favorito. Yo leía emocionado el artículo de la revista donde hablaban sobre mí. “Los mejores artistas han sido nominados, entre ellos tenemos al joven InuYasha Taisho, grandioso escultor cuyas obras han conmovido al mundo del arte…” El consejo mundial de las artes me había nominado para posible ganador de su máximo galardón. Si triunfaba, sería catalogado como uno de los más grandes artistas del siglo. ¡Qué mundo tan maravilloso!, ¡Miles de personas me adoraban y hasta me llamaban “Maestro”! Esa noche, después de dejar a Kagome en su casa, volví a mi departamento y me encerré en el estudio, pensando en mi siguiente creación. Tendría que ser algo superior a mis obras anteriores, algo que provocara el asombro de mis seguidores y la aprobación de los jueces. … Bocetaba sobre hojas de papel infinidad de rostros en busca de algo idóneo y cuando parecía que ya lo había encontrado, el cruel sonido del teléfono decapitó mi inspiración. —¿Maestro InuYasha? — habló una voz grave. —Sí, ¿En qué puedo ayudarlo? — contesté. —En realidad sólo deseo hablar con usted, soy un gran admirador suyo— respondió con un tono educado y serio. Por un breve instante, su voz se me hizo familiar, pero casi de inmediato lo olvidé. —¿En verdad?, ¡Vaya, me siento halagado!, ¿Puedo hacer algo por usted? — —Oh, para ser sincero, ya lo ha hecho. Verá, yo soy un artista en lo que hago y su trabajo con esas máscaras de mármol me ha inspirado a buscar nuevos horizontes. — —Muchas gracias, realmente me llena de satisfacción lo que usted comenta— dije, al tiempo que mi orgullo crecía. —Gracias a su inspiración, maestro, he decidido trabajar de nueva cuenta. Había renunciado a mi oficio por aburrimiento… pero su arte me ha dado nuevos bríos para seguir mi labor después de cuatro años de abandono— explicó, sin dejar el halago. —Quiero darle las gracias dedicándole mi primer trabajo, el cual le mostraré para que me dé su opinión. Tal vez pueda aconsejarme en cuanto a anatomía humana, en especial los músculos faciales, sino es mucha molestia para usted, maestro InuYasha. — Es curioso cómo las personas pueden hablar familiarmente con alguien que ni siquiera conocen. Para muestra, un botón, pasé toda la madrugada dando consejos a ese hombre sobre anatomía para facilitar su compresión sobre el cuerpo humano y le facilité bibliografía de libros especializados en el tema. Al final, acordamos que me enviaría muestras de su trabajo para revisarlas y corregirlas. Sin embargo, cuando colgué, me di cuenta de que no le había pedido su nombre, dirección o teléfono. Pero no le di importancia y continué con mi trabajo. . . Tres días después de la llamada, al levantarme, escuché sonar el timbre de mi departamento. Cuando atendí la puerta, vi que habían dejado una caja negra de cartón frente a ella. La llevé al interior y la deposité sobre la mesa. Con una navaja corté la cinta de sellado y la abrí para ver su contenido. Había dos pequeños paquetes envueltos en papel, abrí el primero, totalmente intrigado. Era una grabadora de mano con un casete y un periódico. Al reproducir la cinta, escuché música de rock y percibí varios gemidos apagados a la par de una voz. —Maestro InuYasha, espero que me recuerde. Tal como quedamos, le mando mi obra esperando su consejo— habló la misma voz grave y educada del otro día. —Siguiendo sus indicaciones, leí los libros que me recomendó, los cuales, a decir verdad, son fascinantes. Tenía usted razón, mi técnica era errónea, pero espero que, con su guía y mi dedicación, mejore y logre ser tan buen artista como usted. — Mientras lo escuchaba, leía el periódico. Había una nota marcada en color rojo acerca de un terrible asesinato cometido la noche anterior. Se me bajó la presión al leer que a la víctima le habían arrancado el rostro de forma brutal. En mi propia sala me enteraba del homicidio, al mismo tiempo que en la grabadora se oían los ahogados gritos de agonía de una desafortunada mujer. El hombre hablaba describiendo su obsceno avance, mientras el ruido de la carne y tendones cortados, junto a la música del grupo, acompasaban el fondo. Mi mirada se desvió al segundo paquete de la caja, había rastros carmesíes en el papel. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando lo desenvolví. El contenido sanguinolento cayó de mis manos junto con su envoltura, tiras de piel humana y sangre mancharon el piso, su forma y las marcas cutáneas delataban que era el rostro de la víctima. Las náuseas se agolparon en mi garganta cuando escuché en la grabadora los sonidos finales de la dermis desprendiéndose y la macabra voz del asesino. —Ya casi… sólo un pequeño corte y… ¡DEMONIOS, SE RASGÓ! — gritó el sujeto, provocándome una dolorosa convulsión en el estómago. —Lo siento, maestro, he sido un necio y en mi torpe impaciencia, arruiné la obra. Le prometo ser más cuidadoso la próxima vez. — —¡¿La próxima vez?! — un frío sudor corrió por mí frente al tiempo que tragaba saliva con dificultad.***
Continuará…