ID de la obra: 1278

Ladrón de Rostros

Gen
R
Finalizada
1
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
18 páginas, 6.480 palabras, 6 capítulos
Descripción:
Notas:
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6. Cruel Verdad

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Saludos a todos: Terminamos con esta historia, espero que se entienda el inesperado giro final. Gracias por leer y por sus comentarios.

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Capítulo 6: Cruel Verdad La muerte casi me alcanza. Fue un joven el que, jalándome en seco, evitó que el vehículo me destrozara por completo. Aún recuerdo su extraño gesto, no me dijo nada, pero sé que estaba desconcertado por mi errática carrera. Al volver la vista al frente, Naraku había desaparecido. ¡Lo había tenido tan cerca y lo había dejado ir! … Tardé cuatro días en volver a cazar su ritmo de trabajo. Cuatro días de no dormir y alimentarme sólo de café y brandy. Al final, logré predecir su siguiente movimiento. Seguí su rastro hasta la casa de una instructora de danza, a la que no pude salvar. Al entrar a la habitación, él ya había acabado con vida. La había asesinado en el área para las prácticas de ballet. Naraku estaba ahí, al centro de la habitación, sobre el inerte cuerpo de la mujer. Una lágrima corrió por mi mejilla al ver el cadáver y no pude evitar recordar a mi adorada Kagome. Cuando Naraku me miró, su boca se deformó en una irónica sonrisa y aprovechó mi estupor para tomar una silla a sus espaldas y arrojármela. El impacto dio en el blanco y aunque logré cubrirme, el golpe me arrojó sobre los espejos, los cuales se rompieron en mil pedazos. Al recobrarme, noté que no estaba. Sin pensar en la víctima y sin importarme la sangre que comenzó a correr por mi frente, salí de ahí e inicié la persecución. . . . Y aquí fue donde mi relato comenzó. Ahora lo tengo a unos pasos de mí. Hemos corrido por las calles y, curiosamente, volvimos al lugar de partida, el salón de danza. ¿Qué sucede?, ha dado la vuelta y me habla con burla. —Muy bien maestro, ya me tiene, ¿Qué piensa hacer ahora? — —¡Voy a matarte, pedazo de mierda! — sentencié, al tiempo que la rabia explotaba en mí. —¿Lo dice en serio?, bien, tal vez sea el momento de retribuir sus consejos enseñándole un par de cosas— dijo, gesticulando con las manos de forma desafiante. —¡Maldita basura!, ¡Voy a disfrutar el acabar con tu miserable vida! — grité iracundo, mientras tiraba el primer puñetazo contra su rostro. —¿S-Se movió?, ¿Pero cómo? — mi desconcierto fue total al ver que me había evadido. —Aquí estoy… ¿Qué sucede, maestro?, ¿Es que acaso no me he dado a odiar lo suficiente? — su mirada se afiló al tiempo que cruzaba los brazos. —¡HIJO DE PUTA!, ¡Voy a acabar contigo! — mis puños atacan una y otra vez, pero el maldito burla mis golpes, que se estrellan contra los espejos. Después de un instante me detengo. Todo me duele y mis manos sangran. Por alguna razón, sé que no puedo ganarle, pero es muy tarde para dar media vuelta. El bastardo se burla de mí sin reparo alguno. Entonces miro al suelo y encuentro el arma perfecta. La sostengo con firmeza. —¡No reirás igual cuando hunda éste cristal en tus malditas entrañas! — lo amenazo. —¡Pero que deprimente!, ¡Sus patéticos intentos han mermado toda mi admiración por usted!, pero no se alarme, aunque como hombre es un imbécil, aún le admiro como el artista que es… por ello, le prometo no moverme ni esquivar el ataque, ¡Vamos maestro InuYasha!, ¡Ni usted fallaría!, ¡Deme su mejor golpe y tome venganza por su amada Kagome! — exclamó desafiante, extendiendo los brazos y quedándose inmóvil. —¡No lo dudes!, ¡Eso hare, hijo de perra! — volví a gritar, arrojándome contra él. El sonido del vidrio rompiéndose estrepitosamente provocó la fractura de algo dentro de mi mente. Sin saber lo que era, ese algo comenzó a desmoronarse. —¿P-Pero qué? — interrogué desconcertado. —¿Sorprendido?, ¡No me mire así, maestro!, ¡He cumplido mi palabra!, ¡No me moví, ni detuve el golpe!… sigue sin entender, ¿Verdad?… mire hacia allá, observe bien los cristales del salón— dijo con seriedad. —D-Dios… t-todo… poderoso… — no podía creer lo que mis ojos estaban viendo. —¿Ahora… lo comprendes? — de nuevo su cruel y fría voz. ¡No hay nadie!… estoy solo en éste sitio, rodeado solamente de reflejos… ¿Qué está pasando? —¡Vamos InuYasha!, ¡Haz memoria! — gruñó el bastardo por lo bajo, al tiempo que volvía a cruzarse de brazos. La fractura en mi mente crece, las imágenes vuelven a mí y todo encaja a la perfección. En mi taller, moldeando el mármol… aquellos rostros que esculpía eran producto de mis recuerdos después de cada homicidio. Las miradas de las víctimas, esos ojos que no podía plasmar, eran mi propio sentimiento de culpa, por eso se los arrancaba con saña y placer. Puedo verme sentado en mi escritorio, hablándome por teléfono, con una mano sostengo el celular, mientras que, con la otra, contesto el auricular. Yo soy el criminal que sin piedad desfiguró a tantos. Yo fui quien… ¡Oh, dios!, ¡Kagome!, ¡Por eso sentía tu dolor, tu miedo!, ¡La sangre entre mis dedos no era imaginaria!, ¡ERA REAL!… tan real como recordar tu cuerpo maniatado a mi mesa de trabajo, la estruendosa música sonando y el frío instrumental en mis manos. ¡Nadie pudo hallar tu cadáver, pues yo lo deshice con ácido! Y la policía nunca sospechó de mí, pues no recordaba nada. ¡Ahora comprendo por qué supe dónde iba a atacar a su siguiente víctima! Creí seguir a la chica en el callejón y cuando volteé hacia él, sólo miré hacia el cristal más cercano… mi propia imagen mientras la degollaba. Jamás perseguí a nadie por las calles, ahora entiendo el gesto de extrañeza del joven que me salvó en la avenida, seguramente se preguntaba a quién perseguía. Por eso sabía que no podría ganarle a ese demente, ¡No se le puede ganar a un reflejo! Y mi aspecto, el joven de cabello platinado, ojos dorados y finas facciones… jamás existió. Yo era el único que me veía de ese modo. Pero, si yo era el asesino, sólo queda una duda: —¿Cómo ocurrió esto? — me pregunté, mientras tocaba la superficie del espejo estrellado. —Tú eres la mente criminal, amigo… tú dímelo— respondió Naraku al otro lado, sonriendo obscenamente. —Yo… ¿Yo te creé? — mi voz tembló. —¡Pero que estupidez!, ¡Claro que no!, ¡Yo te creé a ti!, ¡Siempre he sido un asesino! — declaró, alzando la voz y señalándome cruelmente. —¡Te lo dije!, ¡Mi labor se había tornado vacía y aburrida! — Su rostro se acercó al cristal y pude notar el siniestro brillo de sus ojos carmesí. —Por eso decidí desaparecer por un tiempo, buscar un sitio seguro, ¿Y qué mejor lugar que bajo la imagen de un talentoso artista como tú?, ¿Quién sospecharía que detrás de un famoso dador de vida, se escondía un asesino nato? — Mi mente terminó por derrumbarse con sus palabras, así como los vidrios que caían al suelo, fragmentándose más y más. —No lo voy a negar, teníamos una vida increíble InuYasha: Una carrera artística brillante, fama, dinero, un gran amigo y una bella mujer. Incluso hasta pensé en retirarme definitivamente, pero, cuando vi tus máscaras, nuevos bríos se despertaron en mí y decidí volver. — Las lágrimas escaparon de mis ojos como única respuesta a la brutal realidad. —¡Oh, vamos!, ¡No me mires así!, ¡Sólo recupero lo que es mío, mi vida y mi cuerpo!, uno de los dos estorba y ten por seguro que no soy yo. Te agradezco tu inspiración y tus consejos. No puedo decir que te extrañaré… adiós, InuYasha. — Ahora sé la verdad, jamás he existido, fui creado por un psicópata, soy un asesino y siempre lo seré. InuYasha, el artista, no es más que el último resquicio de humanidad que le queda a éste infame ser. En un último arranque de furia, intento liberarme de él y conservar lo poco que soy yo mismo… dirijo la punta del vidrio hacia mi cuerpo. —¡Voy a detenerte, desgraciado!, ¡Así tenga que arrancarme la vida! — le grito con lágrimas en los ojos todavía. —¡No puedes, InuYasha!, ¡No tienes las agallas!, ¡Tú, miserable despojo, no eres capaz de nada!, ¡Escupo sobre ti, sobre el recuerdo del imbécil de Miroku y sobre la tumba de tu ramera Kagome!, ¡Vamos maldito, hunde ese cristal y mátanos a los dos si te atreves! — explota en risas infernales. Mis manos tiemblan, pero no puedo dejarlo ir… que el cielo me perdone y también las personas que herí. Te amo Kagome, lo siento Miroku… empuño el cristal y sólo dejo que siga su camino. Me siento cansado, muy cansado… . . La galería se encuentra repleta de gente, sus muecas de admiración acompañan a las máscaras que son objeto de asombro y alabanza. Todos al unísono desatan una lluvia de aplausos y elogios. Los reporteros se arrojan en busca de conseguir la mejor foto o una declaración que los saque de la mediocridad en la que viven. Cubierto por una elegante gabardina y guantes de piel, vistiendo chaleco y pantalón negro, camisa púrpura y corbata negra, el artista avanza en medio del mar de gente. —Maestro, ¿Cuál será su siguiente obra? — pregunta un reportero. —Díganos, maestro, ¿Qué opina de ser catalogado como uno de los más grandes artistas del mundo? — interrumpe otra mujer. —¿La policía ya tiene algún dato sobre el paradero de su prometida? — cuestiona otro hombre sin tacto alguno. Naraku se detiene, su expresión es gélida. —Permítanme un momento por favor, en unos minutos estoy con ustedes— dice, antes de entrar al servicio sanitario. —¡Malditos reporteros, sólo me quitan tiempo! — masculla con desdén, mientras se quita los guantes. Se coloca frente al marco reflejante y comienza a retirar la parte superior de su atuendo. Debajo de la tela se pueden ver unos vendajes manchados de rojo, igual que los que envuelven sus manos. —Debo revisar las heridas, ¡Rayos, aún no han parado de sangrar!, hice bien en cambiarme en el auto, así nadie notará la sangre. El filo no hirió demasiado, hubiera sido una tontería cortarme el cuello. Bien, sólo terminaré de vendarme, estaré un par de minutos y me marcharé cuanto antes. — Toma un poco de papel del surtidor, limpia las zonas más húmedas y después lo arroja al bote de basura al tiempo que levanta el rostro hacia el cristal. Del otro lado, la imagen lo mira con rabia y golpea inútilmente con ambas manos la superficie. —Bueno, como te dije antes InuYasha, no tienes las agallas, no es posible que un reflejo mate a un hombre. En fin, la verdad no creo extrañarte… hasta nunca. — En la soledad de la habitación se mira a un hombre alejarse, mientras que, en el espejo, la imagen de un ser derrotado se muestra, con lágrimas silenciosas escurriendo por su rostro. Ambas figuras desaparecen, una a través de la puerta y la otra, en la oscuridad de un reflejo.

=FIN=

***

Espero que les haya gustado.
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