ID de la obra: 1285

Momentos con Papá y Mamá

Gen
G
Finalizada
0
Fandom:
Tamaño:
42 páginas, 15.348 palabras, 9 capítulos
Descripción:
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Capítulo I

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Saludos a todos: De pronto me nació el querer escribir esto después de ver algunos fanarts tiernos de DB, donde se ve reflejada una de las relaciones más bellas que puede existir entre seres vivos, el vínculo de un(a) padre/madre y su hijo. Quizás es un tema recurrente en FF, pero no puedo evitar querer aportar mi granito de arena. Iré publicando a lo largo del mes de mayo y junio, no será constante, pero trataré de no tardar demasiado. De antemano, gracias por su tiempo de lectura y sus comentarios. Atención: Dragon Ball y todos sus personajes son propiedad de Akira Toriyama. Yo sólo escribí la historia por gusto y diversión.

***

Momentos con Papá y Mamá

Capítulo I

***Vínculo***

[Gine-Kakarotto]

Cuando Gine sostuvo a Kakarotto entre sus brazos, después de sacarlo de la incubadora, el sentimiento que la invadió fue de infinita ternura. Nada común para una mujer saiyajin, ya que en su raza era poco frecuente que las madres fuesen expresivas con sus hijos. Ellas procuraban no desarrollar un vínculo, de esa forma, era más fácil separarse de sus vástagos cuando los enviaban a otro planeta. Pero a Gine no le importaba expresar sus sentimientos. Ese segundo hijo era más que un logro de la reproducción saiyajin, era otro pedazo de su corazón. Así como lo eran su primogénito Raditz y su esposo Bardock. El niño abrió los ojos y parpadeó varias veces, tratando de enfocar el rostro de su madre. Después sonrió ampliamente, al tiempo que colocaba una manita en la mejilla de Gine. —Hola mi amor, soy mami— le susurró con ternura. Kakarotto sonrió de nuevo y después se acurrucó contra su pecho, buscando el calor materno. La mujer terminó de envolverlo en una manta y después se dirigió a un pequeño banco. Tomó asiento y colocó al niño sobre su regazo, secando la humedad de su rostro y pelo con suaves toques. El pequeño saiyajin se quedó quieto, mirando a su madre a los ojos, ella le correspondió la mirada. Profundos ojos negros con un brillo especial. Un vínculo incomparable donde no existe nada más que la unión de sus almas. Gine se perdió por unos segundos en esos pequeños orbes, lo que vio a través de ellos, le hizo darse cuenta de lo grandioso que su hijo sería en el futuro. —¡Vas a convertirte en el mejor! — dijo con alegría. Su vástago rio tiernamente y de nuevo se repegó contra ella. Minutos después, terminó de asearlo y comenzó a colocarle la armadura de combate. Suspiró con tristeza al recordar la sospecha de su marido respecto al gran Freezer. Ella no quería separarse de su hijo, no ahora que por fin podía tenerlo entre sus brazos, después de sólo mirarlo a través del cristal. Kakarotto nuevamente se quedó en silencio y la miró una vez más. Sus ojos negros le hablaron y le prometieron algo que solamente ella podía comprender. —Si mi amor, lo sé… pero no puedo evitar la tristeza… — la voz se le quebró y las lágrimas escaparon. El niño colocó ambas manos en su rostro, como si pudiera entender el dolor de su madre. Después se abrazó a ella con toda la fuerza de la que era capaz. Gine se estremeció y lo rodeó también, anhelando que el tiempo se detuviera en ese momento. Ya que, muy en el fondo, algo le decía que jamás volvería a ver a su hijo. Al menos no en esta vida. Cuando miró por la ventana y vio a Bardock llegando con la cápsula, supo que era el momento de proteger la vida de su pequeño. Respiró profundamente y se colocó su mejor sonrisa. —Kakarotto, vas a dar un pequeño paseo— le alborotó el cabello, provocando la risa del chiquillo. —Papá y Mamá te verán después… —

*

***La mejor almohada***

[Rey Vegeta-Vegeta]

El dios de la destrucción se había ido por fin, dejando al rey de los saiyajines en el suelo, con el rostro sumamente golpeado. Tan pronto el salón se quedó en silencio, el hombre se levantó lo más rápido que pudo y se acercó a su hijo. —¡Vegeta! — El niño ahora estaba desmayado, después de quedar paralizado por el golpe psíquico de Bills. Lo tomó en brazos y revisó sus signos vitales. Exhaló lentamente al notar que tenía pulso, así que se encaminó a su habitación sin importarle sus propias lesiones. Cuando lo depositó sobre la cama, el príncipe comenzó a temblar y gritar entre sueños. —Tranquilo, hijo— le frotó el cabello, tratando de despertarlo. —Aquí estoy. — —¡Papá! — abrió los ojos de golpe. —Ya se fue, no tienes nada que temer. — El joven saiyajin hizo un puchero y se arrojó a los brazos de su padre. El rey correspondió al abrazo con una mano, mientras se limpiaba la sangre del rostro con la otra. —Papá, ¿Quién era? — interrogó asustado. —Es el dios de la destrucción, Bills— dijo con gesto serio, después suavizó su expresión. —Pero no tienes nada que temer, ya se fue a dormir y no volverá por ahora. — —¿Por qué te golpeó? — volvió a preguntar, mientras lo soltaba, ya más tranquilo. —Porque no le conseguí la mejor almohada del universo— rodó los ojos, restándole importancia al tema. —No entiendo— contestó desconcertado el príncipe. No comprendía porqué su padre había corrido peligro de muerte por una almohada. El rey Vegeta sonrió levemente, alborotándole el cabello. —Ese caprichoso dios no se merece algo así— contestó. Entonces, estiró el brazo hacia la cabecera de la cama y tomó un gran almohadón de color escarlata, cuya apariencia era bastante esponjosa y suave. El príncipe abrió los ojos en grande al comprender la verdad. Esa almohada llevaba tiempo con él y siempre la abrazaba por las noches, debido a lo agradable que era dormir con ella. Nunca había prestado atención a su origen, simplemente, un día apareció sobre la cama de su cuarto y él la usó sin preguntarse nada acerca de la misma. —No me importa lo que diga Bills— explicó el rey, entregándole la pieza. —La mejor almohada del universo, es para mí hijo. — El príncipe Vegeta sólo atinó a sonreír, mientras abrazaba tan valioso regalo.

***

Continuará… Muchas gracias por leer y por los comentarios que gusten regalarme.
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