ID de la obra: 1289

Mellizos

Gen
G
Finalizada
1
Fandom:
Tamaño:
58 páginas, 21.369 palabras, 9 capítulos
Descripción:
Notas:
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9. Interacciones III

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Buenas noches: Por fin terminé el capítulo final, es un poquito largo, pero con esto concluyo el fanfic. Como dije anteriormente, no es una historia detallada, pero así es como me imagino que Número 17 conoció a su esposa. Pasen a leer y muchas gracias por su tiempo y sus comentarios. Atención: Dragon Ball y todos sus personajes son propiedad de Akira Toriyama. Yo sólo escribí la historia por gusto y diversión.

***

Capítulo 9: Interacciones III

******************** Minotauro ********************

Ya amanecía cuando Daiya despertó. Había tenido un extraño sueño en el que se veía flotando en el aire y el guardabosques estaba a su lado. Le pareció ilógico y quizás esa idea había sido producto de su mente cansada después de los largos recorridos y el accidente en el árbol. De pronto, fue completamente consciente de su caída. Trató de enfocar la vista, pero aún le dolía la cabeza y se sentía un poco mareada. Al tocarse la frente, notó el vendaje de la curación que el guardabosques le había hecho, probablemente se había golpeado con alguna rama. Detectó un leve movimiento a su izquierda y al voltear, dio un respingo de sorpresa. Número 17 estaba sentado no muy lejos, limpiando su rifle y mirándola con un gesto excesivamente serio. Era la primera vez que veía una mueca diferente en él, ya que siempre parecía inexpresivo. —G-Gracias… por a-ayudarme… — dijo lentamente. —¡Nada de gracias! — regañó él. —Casi te mueres en esa caída. — —Yo… Yo lo siento, es que… — se quedó sin palabras, otro dolor en la frente la aturdió. El hombre se levantó y salió de la tienda de campaña, luego se escucharon sonidos de cacerolas y utensilios. Más tarde, regresó con comida en un sartén y una taza de café. —Come algo y tan pronto termines, regresaremos a la cabaña— ordenó, con gesto serio todavía. —No tengo porque estar cuidándote cuando te arriesgas a lo tonto, ¿Sabes qué problema representaría para mí, si tu murieras aquí? — Daiya empezó a comer en silencio, sin mirarlo a la cara y manteniendo una expresión triste. Número 17 tenía razón, pero ella no pudo evitar la emoción de encontrar al grupo de toros pastando. Su ansiedad por grabarlos y conocer un poco más de ellos, la llevó a escalar el árbol sin pensar en los riesgos. … Rato después, mientras el androide recogía la tienda de campaña, la zoóloga se alejó algunos metros en dirección a la barranca, le parecía haber escuchado un bramido. Inesperadamente, algo la hizo regresar corriendo asustada. —¡Número 17! — gritó. De inmediato él se percató de las vibraciones en la tierra. La mujer corrió a su lado y en ese instante, por la parte central del claro, aparecieron los Minotauros avanzando en tropel. No se dirigían hacia ellos, pero pasaron bastante cerca del jeep. El guardabosques pensó que lo embestirían, sin embargo, los tres animales los ignoraron por completo y se adentraron en otra parte del bosque. —Eso estuvo cerca— dijo él. Entonces, se percató de que Daiya estaba casi colgada de su brazo y con los ojos cerrados todavía. La sensación de ella aferrándolo era extraña, porque nunca había estado tan cerca de una mujer, o no podía recordar si alguna vez tuvo un acercamiento de ese tipo. Él le tocó el hombro para llamar su atención. —¡Oh, lo siento!, pensé que nos atacarían— liberó su brazo y retrocedió un poco sonrojada. —Regresemos, me imagino que tienes que reportar esto a la Universidad— indicó, mientras tomaba el equipaje y caminaba rumbo al vehículo. —Yo también debo avisar de su presencia en esta zona. — —Espera por favor— pidió de pronto la mujer. —Todavía no lo reportes, dame la oportunidad de estudiarlos un poco más, antes de que el parque y la Universidad comiencen a planear algo para ellos. — La miró impasible y no contestó nada en absoluto. … Más tarde. Número 17 revisó la herida y cambió el vendaje, afortunadamente no era nada grave. Sus reflejos aumentados, aunado a su velocidad sobrehumana le facilitaron el poder atrapar a la mujer en el aire, justo antes de que se golpeara de nuevo con otra rama. Debido a la caída del árbol en el barranco, los Minotauros ya no pastarían en el mismo lugar, migrarían a otro sitio. Lo que significaba iniciar una nueva búsqueda. —Gracias de nuevo— dijo Daiya. Él no contestó, simplemente se limitó a sentarse en el sofá y comenzar a limpiar su rifle. Ella soltó un suspiro y de nuevo trató de hablarle. —Oye, ¿Crees que podamos encontrarlos de nuevo? — Antes de contestar, hizo a un lado el arma y la miró con sus ojos azules de forma severa otra vez. —¿Por qué haces esto? — interrogó el guardabosques. —¿Por qué tanto interés en los Minotauros?, y no me digas que es por el proyecto de la Universidad— hizo una pausa al ver que ella desviaba la mirada. —En estos últimos días, me he dado cuenta de tu obsesión con esos animales. — Daiya se mantuvo mirando hacia otro lado por algunos segundos, parecía meditar su respuesta. —Antes dime una cosa, ¿Por qué proteges la naturaleza como guardabosques? — Número 17 alzó levemente una ceja, esa pregunta tenía un trasfondo. —Porque un amigo sentía un gran aprecio por ella— el tono del androide se mantuvo sereno, pero con cierta suavidad. —Él ya no está, así que lo hago en su memoria y para mí, es una actividad que me relaja y me da un enfoque. — La mujer volteó a mirarlo. —Yo también lo hago en la memoria de alguien: Mis padres— reveló con un leve temblor en la voz. —Ellos dedicaron su vida a documentar especies en peligro de extinción, logrando salvar a muchas, gracias a sus investigaciones, las cuales conseguían el apoyo económico del gobierno y otras instituciones. — Por un instante, él notó como la voz femenina disminuyó, lo que significaba que sus emociones estaban alteradas. —Lamentablemente, ellos fueron asesinados hace 5 años por cazadores furtivos— Daiya hizo una pausa y exhaló para tratar de calmarse. —Habían descubierto una red ilegal que comerciaba con los cuernos de los Minotauros, cazándolos indiscriminadamente hasta casi extinguirlos por completo. — Se quedó en silencio con una mirada melancólica. Ahora todo tenía sentido. La mujer deseaba proteger a esas criaturas debido al sacrificio de sus padres. El androide se mantuvo callado y pensativo. Era obligatorio reportar a la oficina principal del parque MIR el descubrimiento de los bovinos, pero quizás podría posponerlo por un par de días más. —Es mejor que descanses— dijo Número 17, encaminándose a su habitación. —Si realmente quieres encontrarlos, será mejor que estés recuperada para mañana. — Daiya sonrió de inmediato, haciendo un gesto de asentimiento. Después de todo, el guardabosques no era una piedra sin emociones. … Al día siguiente. Ya era media tarde y todavía no encontraban ni una sola huella de pezuña. Los Minotauros se habían alejado bastante, pero eso no los detendría para encontrarlos. El jeep avanzaba a velocidad media y mientras Número 17 observaba a lo lejos, la zoóloga revisaba unos curiosos anillos metálicos. —¿Qué es eso? — preguntó él sin voltear. —Son dispositivos de seguimiento— explicó, al tiempo que revisaba el mecanismo interno de uno de ellos. —Los diseñó la Universidad para su uso en especies muy evasivas. — Él volteó a mirarla con una mueca de incredulidad. —¿Estás pensando en colocárselos a los toros? — La zoóloga asintió y cerró el último de los tres anillos, uno para cada animal. —Así es, el aro se coloca en uno de los cuernos y se ajusta automáticamente para que no se caiga— le sonrió levemente. —Y voy a necesitar de tu ayuda para dispararles un dardo tranquilizante, ¿Tienes buena puntería? — En ese instante, el vehículo comenzó a subir por la inclinación de una loma rocosa. Se detuvieron cerca de la orilla más alta, desde la cual, se podía apreciar la extensión de la nueva pradera. Si los Minotauros habían seguido los caminos comunes de otras manadas, llegarían a ese sitio tarde o temprano. —Mi puntería es insuperable, pero no haré lo que propones— se negó el androide. —¿Acaso sabes cuánto pesan y miden esos animales?, si la cantidad del anestésico no es la exacta para sus organismos, podrían morir. — Daiya se quedó unos momentos pensando antes de contestar. —Tienes razón, pero he estudiado la información recabada acerca de ellos y la cantidad del tranquilizante que he preparado no les hará daño— hizo una pausa, tenía que decirle la información completa. —Pero tampoco puedo garantizar que los duerma lo necesario, quizás únicamente los atonte un poco. — Número 17 rodó los ojos, ya que entendía perfectamente lo que insinuaba: Podría ser peligroso si los Minotauros no estaban quietos cuando se les colocaran los dispositivos de rastreo. Lo que la mujer no sabía, era que los bovinos no representaban peligro alguno para el guardabosques, debido a lo que él era. De pronto, se escucharon mugidos, cuando miraron a lo lejos, pudieron distinguir a los tres animales caminando por el terreno tranquilamente. Por fin los habían encontrado de nuevo. —Vamos a hacer esto a mi manera— indicó el guardabosques. —Yo me acercaré a ellos y colocaré los anillos— se ajustó los guantes. —Pero, ¿Qué estás diciendo?, si uno de esos toros te embiste, morirás en el acto— dijo, bastante sorprendida. —Lo más adecuado, es dispararles el tranquilizante y luego colocarles los dispositivos. — Como si ella no hubiera hablado, Número 17 tomó los anillos metálicos y bajó del jeep. La zoóloga se desconcertó por completo al ver que hablaba en serio. —¡Espera!, ¡Es una locura lo que haces! — le gritó. Se quedó con la boca abierta al verlo caminar a la orilla y saltar sin el menor titubeo. Por un instante, pensó que el tipo estaba completamente loco al hacer eso. Pero, cuando descendió del vehículo y corrió para ver qué había sucedido, lo que observó, la dejó más confundida que antes. Él ya estaba en el suelo y avanzaba como si nada hacia los animales. —Pero… ¿Cómo es posible? — pensó Daiya. Los rumiantes siguieron pastando indiferentes. Pero, conforme el hombre se aproximaba a ellos, el líder del grupo levantó la cabeza y comenzó a golpear el suelo con una de sus patas. Sus resoplidos se hicieron amenazantes y lanzó el primer mugido de advertencia. —Tranquilízate toro, no pienso hacerte daño— murmuró el androide, preparando el primer anillo. Tenía planeado acercarse al Minotauro, someterlo y colocar el dispositivo. Quizás no debería mostrar sus habilidades estando Daiya presente, pero era necesario si no quería usar los dardos tranquilizantes. Además, los cazadores furtivos ya estaban al tanto de que él no era un sujeto ordinario. Una persona más, viendo su fuerza sobrehumana o capacidad de volar, ya le era indiferente. Y si ella decía algo al respecto, era poco probable que le creyeran. El poderoso animal azotó sus pesuñas de nuevo y el suelo tembló estrepitosamente cuando empezó a correr hacia Número 17. Desde su lugar, la zoóloga se llevó una mano a la boca para no gritar ante la increíble escena. El Minotauro estaba a punto de arrollar al guardabosques. De pronto, la bestia morada comenzó a ser frenada. El androide recibió el impacto de los cuernos con sus manos y permitió que el bovino lo empujara por varios metros, dejando surcos en la tierra con sus pies. De esta manera, evitaba lastimar a la criatura y podía someterla usando poca fuerza. El Minotauro bramaba encolerizado, ya que no podía mover la cabeza para embestir. Entonces se detuvo, pero sin lograr soltarse del agarre y únicamente fue capaz de rascar el suelo con sus patas en un intento por liberarse. —Quédate quieto, esto sólo tardará un momento— dijo Número 17, mientras aferraba una de las astas con un brazo y colocaba el anillo. El metal se ajustó automáticamente y emitió un ligero pitido. Liberó al bovino y se elevó rápidamente algunos metros por encima para evitar su ataque. Daiya estaba conmocionada ante lo que veía. Entonces, un sonido proveniente del morral en su cintura, la distrajo. Sacó una pequeña pantalla de monitoreo que estaba enlazada a los anillos, la primera señal parpadeaba, mientras la información de ubicación se registraba. Volvió su atención hacia donde estaba el extraño guardabosques. El androide voló hacia el segundo toro que ya corría en la misma dirección que su líder. Se acercó lo suficiente y se dejó caer sobre su lomo, aferrándose a la cornamenta de nuevo. El animal de inmediato se detuvo y comenzó a saltar, queriendo derribarlo. Sin embargo, esos bruscos movimientos no consiguieron desestabilizarlo. El segundo anillo de rastreo fue colocado en uno de los cuernos, activándose con otro silbido. Con un impulso, el hombre se elevó, permitiendo que el animal corriera para alejarse. Giró la vista, buscando al tercer Minotauro, éste permanecía quieto, pastando como si nada sucediera. Él alzó una ceja en gesto de extrañeza y luego sonrió levemente. —Al menos tú pareces más pacífico— dijo, mientras descendía frente al bovino. La bestia morada alzó la cabeza, masticando lentamente y después se agachó de nuevo, sin prestarle mucha atención. Era el rumiante más joven y pequeño de los tres, así que probablemente no había tenido malas experiencias con humanos, por eso se mostraba tan confiado. De repente, la tierra empezó a temblar de nuevo, los otros dos toros se acercaban velozmente. El guardabosques se aproximó con el aro metálico, listo para ser colocado. El animal no hizo ningún movimiento, ni siquiera cuando escuchó el sonido del dispositivo ajustándose. Antes de que los otros Minotauros llegaran, Número 17 inició el vuelo de regreso al jeep. … Daiya tenía una mueca de asombro. Permanecía en silencio cuando lo vio descender cerca de ella, pero tenía toda la intención reflejada en el rostro de querer hacerle muchas preguntas. —¿Están funcionando los dispositivos? — interrogó él. Ella parpadeó, tratando de reaccionar. —Si… si están registrando toda… la información— hizo una pausa y tomó aire. —Wow, sí que me has dejado sin palabras. — La mirada azul examinó las reacciones de la joven, no parecía asustada, ni tampoco exageradamente sorprendida por lo que acababa de ver. En otras ocasiones, los que lo habían visto volar, gritaban y se alteraban al grado de desmayarse a veces. Pero la zoóloga más bien parecía fascinada. —No quiero dar explicaciones, ya tienes lo que necesitabas, así que regresemos— indicó, al tiempo que caminaba rumbo al jeep. Daiya lo siguió, sin poder reprimir su expresión de curiosidad. —Es increíble que puedas volar, pero lo es más el hecho de que hayas detenido con tus propias manos la embestida de un animal que pesa más de una tonelada y media. — Él la miró de soslayo, de nuevo, reservándose sus comentarios. —Oh, vamos, no voy a poder contener mis preguntas— se quejó la mujer. —No es necesario que siempre seas tan lacónico, al menos dime si eres humano o no. — —Sube al vehículo o te dejo aquí— fue su respuesta. Ella rodó los ojos y se encogió de hombros, el guardabosques seguía siendo una piedra con algunos secretos. … El camino de regreso fue silencioso una vez más. Pero eso no le importó a la zoóloga, quien se mantenía entretenida anotando la información que llegaba desde los dispositivos de rastreo. Se notaba emocionada y eso no pasó desapercibido para el androide. —¿Por qué preguntaste si soy humano? — Sus palabras fueron inesperadas y ella respingó cuando lo escuchó. Era extraño que él comenzase a hablar por sí sólo. Lo observó por un par de segundos, él mantenía los ojos al frente, así que ella se limitó a contestarle como si hubiera preguntado algo común. —Es sólo curiosidad, espero no te ofendas. Sé que en éste mundo existen muchos tipos de criaturas antropomorfas y personas con habilidades únicas, pero pocas de ellas tienen la capacidad de frenar a un Minotauro corriendo— explicó. —¿Sabes lo que es un superhumano? — preguntó de nuevo el guardabosques. —Sí, estoy al corriente de que la ciencia ha hecho muchos avances respecto a eso y además… he visto superhumanos antes. — Número 17 giró lentamente el rostro hacia ella, la mujer no parecía sorprendida por el tema. —¿Dónde? — —Cuando apareció ese monstruo llamado Cell— hizo un leve gesto nervioso al pasar saliva. —Todo el mundo supo que Mr. Satán iría a pelear con él, pero, en aquellas transmisiones en vivo, muchos pudimos ver a más personas luchando… todas con habilidades sobrehumanas. — Esa era la razón, Daiya había visto lo que sucedió en el torneo de Cell. El androide conocía dichos eventos porque, en una visita esporádica de su hermana y cuñado, ese fue el tema de conversación. Krilin les platicó todos los detalles e incluso tuvieron la oportunidad de ver lo que se pudo grabar por parte de los reporteros de Mr. Satán. Y, al parecer, a la zoóloga no le intimidaba el hecho de estar al lado de un superhumano. —¿Y qué piensas acerca de eso? — Daiya dejó de mirarlo y volvió a la pantalla de monitoreo. —Creo que es fascinante que existan personas así y que, al menos, usen sus habilidades para ayudar a otros— dijo con sinceridad. —Y pienso que tú eres humano, un humano muy fuerte, con la capacidad de volar y que le agrada proteger la naturaleza. — Número 17 no dijo nada más, le agradaba la calma que demostraba ella ante lo que había visto. Su respuesta lo hizo sentir como una persona y no como un rechazado, o como un fenómeno, mote por el cual varios cazadores furtivos lo habían bautizado desde hace tiempo. … Al día siguiente. Daiya no había salido de su habitación para nada. Cuando el guardabosques tocó la puerta y no escuchó respuesta, decidió entrar sin esperar permiso alguno. La mujer dormía profundamente, reclinada sobre una mesita de trabajo. Su laptop estaba encendida y en la pantalla se podían apreciar los datos descargados que enviaban los anillos de rastreo. Los tres Minotauros se desplazaban ahora por la zona central de su área de vigilancia. Al parecer, había estado toda la noche recabando información y preparando su reporte para la Universidad del Sur. —Despierta— habló con un tono imparcial. La mujer se movió muy poco y su respiración se mantuvo tranquila, entremezclada con algunos murmullos ininteligibles. Número 17 tocó su hombro y la agitó levemente, pero ella no respondió. De pronto, su posición comenzó a ceder, estando a punto de caer al suelo. Sin proponérselo, el androide la atrapó en sus brazos y al ver que no despertaba, no le quedó más remedio que cargarla y llevarla hasta la cama. Después de quitarle las botas, le dejó recostada y cubierta por una manta. Tenía la intención de salir inmediatamente de la habitación, pero no supo porque se le quedó mirando por unos segundos. Había algo interesante en esa mujer y él empezaba a sentir curiosidad por saber qué era. De pronto, un inesperado e involuntario suspiro se le escapó. Hizo un gesto de asombro ante la extraña reacción de su parte, así que decidió retirarse de una vez. … Era media tarde cuando regresó de su rondín. Encontró a la zoóloga en la sala, hablando con alguien a través de una videollamada y permanecía tan concentrada, que no notó su llegada. —Si señor, ya está todo listo— dijo ella. —Entonces regresa lo más pronto posible, necesitamos apoyo con algunos pendientes— se escuchó la voz de un hombre. —Pero señor, pensé que me quedaría un poco más, para obtener muestras de sangre de los Minotauros. — —No te preocupes, por el momento, sólo nos enfocaremos en seguir sus hábitos de migración y su estado de salud. Después del gran avance que has hecho, debemos planear mejor la siguiente etapa del proyecto para poder protegerlos. — El guardabosques miraba de reojo y escuchaba con atención, mientras se servía un poco de agua. Pudo notar la decepción en el rostro de la joven, ella no quería marcharse todavía. Y, por extraño que parezca, la idea no le agradaba tampoco. —Entiendo señor, como usted diga— exhaló despacio, antes de finalizar. —Me despido y nos vemos pronto. — Cerró la laptop de mala gana y se cruzó de brazos. Estaba molesta y no se había percatado de la presencia de Número 17. —¿Has terminado tu trabajo? — preguntó él. Daiya brincó en su silla al escucharlo. —¡Cielos, que susto me has dado! — se llevó la mano al pecho, haciendo una mueca exagerada. El androide no dijo nada, pero quería saber, así que tomó asiento en el sofá cercano y se le quedó mirando. La zoóloga lo contempló con desánimo, evidentemente, no estaba a gusto con la nueva orden dada por sus superiores. —Me tengo que ir mañana, me necesitan en la Universidad— se reclinó sobre la mesa. —Al parecer, si les importa mucho el descubrimiento de los Minotauros, pero no van a dejar que yo me encargue de su estudio. — —¿Por qué? — —Pues… quizás piensen que soy demasiado apasionada por ellos, como mi jefe sabe lo de mis padres, cree que no me enfocaré profesionalmente— explicó. —¿Existe alguien más capacitado para tratar con esos animales? — pregunto él, mientras tomaba el mapa que ella había usado para marcar las zonas de pastoreo de los bovinos. —Porque de lo contrario, deberías ser tú, quien se encargase del proyecto de conservación. — La mujer suspiró e intentó sonreír un poco, él trataba de confortarla. Después de todo, Número 17 no era tan lacónico y quizás no hablaba mucho, pero podía percibir que sus palabras eran sinceras. —No creo que otros puedan hacerlo, pero bueno, tendré que acatar la orden. — —Entonces, preséntate con tu supervisor y explícale por qué debes ser tú y no otro— sugirió, devolviéndole el mapa, ya doblado. —Recuerda que has sido tú quien más empeño ha puesto en esto. — Daiya asintió y sonrió, el guardabosques tenía razón. No podía permitir que la apartaran de lo que más deseaba, proteger a los Minotauros. Tal y como sus padres lo hubiesen querido. … Un mes después. Número 17 hacía su recorrido por la zona del lago. Ya habían pasado cuatro semanas desde que la zoóloga se marchó del parque MIR. Todavía no se escuchaban noticias para empezar con el cuidado de los bovinos por parte de la Universidad del Sur, pero él ya tenía sus propias órdenes dadas por el jefe de seguridad de la reserva. Después de informar sobre el descubrimiento, el parque MIR decidió cuidar de los tres animales en lo que llegaban nuevas instrucciones. Todos los guardabosques los vigilarían si es que entraban en sus respectivas zonas a cargo. Ese día, los tres toros se refrescaban en el lago, paseando tranquilamente. El androide los observaba y no podía evitar pensar en Daiya. Después de todo, su extraña convivencia con ella no fue desagradable. Incluso había llamado a su hermana para platicarle lo sucedido, notando que ella se sintió aliviada al escucharlo hablar sobre la zoóloga. —Me alegra saber que no se te complicó demasiado convivir con esa mujer— había dicho su melliza. —Si tienes la oportunidad de volver a hablar con ella, trata de ser más sociable, quizás puedas iniciar una amistad que te saque un poco de tu aislamiento. — —No creo que eso sea necesario— contestó él. —Vamos, no trates de engañarme, por cómo me cuentas las cosas, puedo adivinar que esa chica te agrada, aunque sea un poquito. — —Estás loca, yo no necesito preocuparme por temas tan tontos— se burló. —Si, claro, yo decía lo mismo… — El guardabosques sonrió sin proponérselo. Realmente no había pasado por su cabeza pensar que algún día podría fijarse en otra persona, es decir, no consideraba tener la capacidad emocional para ello. Pero bueno, quizás sólo eran ideas tontas, ya que no estaba seguro si volvería a encontrarse con Daiya otra vez. De repente, se escuchó un mensaje en la radio del jeep. [Número 17, cambio] —Aquí Número 17, cambio. — [Repórtate en la oficina central, tenemos noticias de la Universidad del Sur, cambio y fuera] —Vaya, por fin se pondrán a trabajar— dijo, mientras desviaba el vehículo por otro sendero. … Poco después. Al menos la mitad de los guardabosques estaban reunidos. También estaban presentes algunos de los especialistas botánicos y zoólogos que habían trabajado en el parque. El decano de la facultad de ciencias biológicas había ido a presentar la siguiente etapa del proyecto de conservación para la reserva MIR. Todos los involucrados desde el inicio, volverían para continuar con el programa. Se explicaron las pautas a seguir y la forma de trabajo. Finalmente, la reunión terminó y cada especialista se reunió con su respectivo compañero guardabosques para comenzar a planear las actividades. Número 17 no vio a Daiya por ningún lado. Quizás no le habían asignado el seguimiento después de todo. Ahora se preguntaba a quién mandarían para estudiar a los bovinos. Entonces se dirigió a su jefe en busca de instrucciones. —¿Quién se encargará de los Minotauros? — El hombre revisó un expediente que tenía a la mano y vio que estaban pendientes de asignación algunas áreas del parque. —No tengo datos aquí, tendremos que esperar, aún faltan otros especialistas— contestó el hombre mayor. Número 17 se encogió de hombros y salió del lugar, debía continuar con sus rondines, así que se encaminó a su jeep. A la distancia pudo ver que había alguien sentado en el asiento del copiloto, husmeando en la parte trasera. Se acercó con calma para atrapar al ladrón. —Será mejor que bajes de ahí si no quieres que te lleve a detención— mencionó con voz serena, pero fría. —Vaya, que carácter— se oyó una voz femenina. —Pensé que podríamos seguir siendo compañeros en la nueva etapa del proyecto. — Daiya se asomó con una sonrisa. El androide no supo qué decir por un par de segundos, pero, por dentro, se alegró de verla. —¿A final de cuentas, si vas a encargarte de los Minotauros? — —Así es, después de todo, soy quien más sabe acerca de ellos— declaró alegre. El guardabosques hizo una sutil sonrisa y subió al vehículo. —¿Y por dónde vas a comenzar? — preguntó, al tiempo que encendía el motor. —Pues primero, tengo que conseguir un alojamiento permanente, no puedo quedarme en tu casa todo el tiempo— le explicó, mientras revisaba su pantalla de monitoreo. —Pero la Universidad se encargará de gestionar ese detalle, por ahora, quiero ir a verlos, estoy ansiosa por saber cómo están. — Número 17 hizo un gesto afirmativo, le gustaba ver esa emoción en la mujer, porque sentía como se le contagiaba a él. Después de todo, lo que dijo su hermana podría ser cierto, ya era tiempo de convivir un poco más con otras personas y si debía empezar con alguien, quién mejor que Daiya. —Entonces vamos. —

=FIN=

***

Así es como se conocieron el androide y la zoóloga. Más adelante, su relación evolucionaría hasta formar una familia, pero eso ya es otra historia. Sé que podría haber escrito otras escenas, pero no deseo extenderme más, porque tal vez no lo concluya o tarde demasiado, así que decidí terminarlo aquí. Gracias por leer.
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