ID de la obra: 1289

Mellizos

Gen
G
Finalizada
1
Fandom:
Tamaño:
58 páginas, 21.369 palabras, 9 capítulos
Descripción:
Notas:
Publicando en otros sitios web:
Prohibido en cualquier forma
Compartir:
1 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

8. Interacciones II

Ajustes de texto
Buenas noches: Me disculpo por tener abandonado éste fanfic por tanto tiempo. Pero ahora sí lo voy a concluir y será con una pequeña historia sobre Número 17 y su esposa. No es una trama desarrollada, pero espero que les guste mi teoría de cómo fue que el androide conoció a su compañera. Gracias por su tiempo de lectura y por los comentarios que gusten dejarme. Atención: Dragon Ball y todos sus personajes son propiedad de Akira Toriyama. Yo sólo escribí la historia por gusto y diversión.

***

Capítulo 8: Interacciones II

******************** Proyecto ********************

Número 17 concluyó su llamada. Había estado platicando con Número 18 acerca de su nueva situación. A grandes rasgos, le comentó lo del proyecto del parque MIR con la Universidad del Sur y la asignación de una mujer a su zona de vigilancia. A su hermana le pareció gracioso que él llamase para pedirle un consejo. —Sólo trata de ser amable con ella y no juzgues ni te burles de su forma de ser— había dicho su melliza. —Recuerda lo que te dije hace tiempo, necesitas convivir con otras personas, no debes aislarte. — Eso no parecía muy complicado, pero, siendo sincero consigo mismo, no sabía cómo debía tratar a una zoóloga o, mejor dicho, a otra mujer. Lamentablemente, no tenía archivos de información referente a relaciones sociales y tampoco podía recurrir a sus nulos recuerdos del pasado. Sólo podía obtener referencias de fuentes externas, como, por ejemplo, mirando a otras personas en el parque, en la oficina de vigilancia o viendo películas. Era una situación extraña para el androide, pero trataría de sobrellevarla. Su hermana le sugirió comportarse como era, pero con un poco de tacto y amabilidad. —Vamos 17, no es algo del otro mundo. Lo primero que debes hacer es saludar, tratarla con educación y quizás simplemente debas advertirle que tu forma de ser es así, impasible. Explícale que no debe tomarse a mal tu falta de sensibilidad en el trato cotidiano. — Debido al proyecto, sería necesario trabajar en equipo, osease, hablar el uno con el otro, aunque no quisiera. Lo más adecuado, era mantenerla en su área de vigilancia para facilitar su trabajo y eso implicaba compartir el mismo techo. Afortunadamente, la habitación que alguna vez ocupó su hermana, estaba disponible y podría hospedarse ahí por las siguientes semanas. El androide soltó una exhalación, tal vez no sería tan complicado. Esto quedó confirmado cuando se dio cuenta de que la zoóloga parecía casi tan indiferente como él. Después del escueto saludo a distancia, ella subió al jeep sin decir nada. Durante el recorrido todo fue silencio, mientras él conducía el todoterreno, la mujer se mantuvo observando el entorno y marcando un mapa de la zona. Número 17 supuso que ella ya estaba planeando dónde comenzaría a su investigación. Con un simple vistazo a su comportamiento, podía deducir que era una mujer del tipo que no le molestaba andar en el exterior, recorriendo parajes naturales. Pero realmente no sabía cómo iba a ser su interacción hasta que tuvieran que comunicarse más seguido. Pero, para sorpresa del guardabosques, tan pronto descendieron del jeep, la zoóloga fue la primera en hablar. —Gracias por esta oportunidad y por permitir que me quede en tu casa— dijo, con un tono imparcial pero amable. Su voz era agradable y él la miró en silencio por un par de segundos antes de hacer un gesto de asentimiento y contestar. —Puedes llamarme Número 17. Si requieres algo, sólo dime. — La mujer parpadeó extrañada, pensando que tal vez le había dicho su apodo. —¿Ese es tu nombre? — —Sí, excentricidades de los padres— contestó indiferente, marchando rumbo a la casa. La mujer se encogió de hombros y tomó su equipaje del vehículo para seguirlo al interior del lugar. —Está bien, como digas, yo me llamo Daiya. – Él ladeó levemente el rostro para asentir de nuevo, sin decir nada más, mientras la guiaba por la vivienda. … Poco después, la mujer ya estaba instalada en la habitación que fuera de Número 18. El guardabosques la puso al tanto de los pormenores del lugar y después salió para hacer su rondín. Daiya se quedó en el cuarto, preparando todo su equipo para empezar el recorrido al día siguiente. La parte del proyecto que le tocaba a ella, consistía en documentar la existencia de un animal del que poco se sabía. Una especie de bovino salvaje que estaba en peligro de extinción y al cual era prioritario encontrar, clasificar y proteger. Los últimos registros de otros investigadores, indicaban que había algunos ejemplares en esa parte de la reserva MIR. Y probablemente el guardabosques encargado de dicha zona podría ayudarla a encontrarlos. … Al día siguiente. Después de un breve desayuno de conservas precalentadas, el guardabosques y la zoóloga abordaron el jeep para iniciar la búsqueda. —¿Podrías llevarme a esta pradera? — preguntó ella, señalando una zona en el mapa. —No hay manadas en ese lugar— dijo Número 17. —Tengo que ir a estas coordenadas, los registros de mi investigación dicen que ahí podría encontrar a los últimos ejemplares de Minotauro. — El androide observó los datos que ella le mostraba en su libreta y el dibujo de un extraño toro. En el tiempo que llevaba en el parque MIR, no se había encontrado con esa criatura y no creía que hubiera algún grupo de ellos en su zona de vigilancia. —¿Qué es el Minotauro? — preguntó. —Se trata de una especie bovina en peligro de extinción por la cacería furtiva— explicó Daiya. —Es importante que lo encuentre, de esa manera, el gobierno podría aportar más recursos para el cuidado del parque y posibles estudios de clonación para salvar a la especie. — Él hizo un gesto de extrañeza, pero decidió que la llevaría a dicho lugar. Después de todo, hoy tocaba recorrer esa parte del parque precisamente. El recorrido fue silencioso de nuevo, la mujer parecía ensimismada en sus pensamientos, anotando datos, tomando algunas fotos y marcando el mapa una vez más. Número 17 mantenía fija la vista en el camino, escudriñando de vez en cuando el terreno. Por un instante, tuvo la curiosidad de saber algo más acerca de la zoóloga, pero no tenía idea de cómo iniciar una conversación. Y como si ella hubiera leído sus pensamientos, se adelantó en hablar. —¿Llevas mucho tiempo trabajando aquí? — Él le dirigió una mirada neutra con sus ojos azules y tuvo una ligera sensación de desconcierto por su pregunta. No era por la información que le cuestionaba, sino porque ella era quien facilitaba el inicio de la conversación y por un segundo, no supo cómo reaccionar. Esto de la socialización era complicado. —Aproximadamente 2 años— respondió. —Me imagino que conoces bien tu zona de trabajo, pero, ¿Estás seguro de que nunca has notado algo extraño en el área a la que vamos? — Número 17 volvió la vista al frente. —Lo único extraño son los cazadores furtivos que insisten en meterse a mi plaza de vigilancia una y otra vez— dijo tranquilamente, mientras giraba en una curva. Delante de ellos se abrió una gran extensión de tierra y arbustos de tonos cálidos. La gran pradera tenía una mezcla de colores verdes, naranjas y amarillos. Un grupo de gacelas corría a lo lejos y algunas parvadas de aves sobrevolaban el cielo. —Yo me refiero a algún animal esquivo, uno que se oculta tan pronto percibe la presencia de humanos— explicó la mujer. —La mayoría de los animales hacen eso— alzó una mano y señaló la colina cercana. —Desde ese sitio podrás tener una vista panorámica del área que buscas. — … Algunas horas después. Desde lo alto, Daiya había estado todo el tiempo observando detenidamente con sus binoculares. Paciente, mirando de un lado a otro por toda la extensión de la pradera, sin dar muestras de aburrimiento. Entonces, se enfocó en una parte que colindaba con el bosque. Una figura cuadrúpeda se asomó de pronto y comenzó a caminar rumbo a los pastizales, después otras dos la siguieron. No lograba distinguir a las criaturas, pero tuvo un presentimiento. El guardabosques mantenía su distancia, dando un rondín, cuando ella lo llamó. —¡Oye, Número 17, ¿Puedes verlos?! — le señaló el sitio para que observara lo que ella notó. Pero, cuando el muchacho llegó, los animales ya caminaban de regreso a la floresta, desapareciendo rápidamente. —Yo no veo nada ahí— comentó él, aunque sí alcanzó a percibir las formas moviéndose entre los arbustos. —¡Por favor, vamos! — pidió la zoóloga, corriendo rumbo al jeep. Número 17 suspiró, no tenía planeado desviarse del recorrido, pero no le quedaba de otra. El jefe de seguridad del parque les había pedido a todos los vigilantes, que en sus reportes semanales agregaran las actividades de apoyo al personal de la Universidad. Pasaron un rato recorriendo el sitio, no había señales de los animales, excepto algunas huellas de pezuñas. Esto animó bastante a Daiya, quien inmediatamente se puso a fotografiar y documentar. —Es extraño… esos animales se han mantenido bien ocultos por lo que veo— pensó para sí mismo el androide. Buscaron un poco más sin buenos resultados y como ya anochecía, decidieron regresar a la casa. … Una semana después. El androide estaba aburrido. Los últimos días de convivencia con la zoóloga se habían enfocado en la búsqueda de los misteriosos bovinos en aquella zona de la pradera colindante con el bosque. Sus conversaciones únicamente se componían del saludo matutino al desayunar, algunos monosílabos y las peticiones insistentes de Daiya para internarse en el bosque. La mujer ni siquiera parecía prestar atención al extraño comportamiento del guardabosques, el cual sólo comía una vez al día, siempre estaba en silencio y a veces sus contestaciones eran más escuetas que si estuviera hablando con una piedra. Pero eso no parecía ser un obstáculo para ella. A decir verdad, la joven parecía obsesionada con hallar a los Minotauros, sin importarle nada más a su alrededor. —Es suficiente, hoy no pienso ir de nuevo a la pradera— dijo Número 17, sentado en el sofá de la sala, mientras revisaba su rifle. —Tengo que ir a vigilar otra zona donde me acaban de informar sobre avistamientos de gente ajena al parque. — —Pero… — la mujer se levantó de la silla repentinamente, dejando de lado su desayuno. —¡Es importante hacer más recorridos, estoy segura de que estamos cerca de los Minotauros! — Los ojos azules la miraron con indiferencia. Ella no había dicho nada en absoluto respecto al proyecto que desarrollaba para la Universidad del Sur, sólo sabía que estaba demasiado interesada en los bovinos. Y bueno, tampoco el androide había hecho más preguntas al respecto. —Me voy, regreso en la noche. No se te ocurra alejarte demasiado y si lo haces, llévate un radio portátil. — Sin decir nada más y sin prestar atención a la cara enojada de Daiya, salió de la casa y se encaminó al sendero principal. Esta vez, haría un recorrido volando, pero primero necesitaba alejarse a pie, para que ella no se diera cuenta. La mujer lo miró desde la puerta, pero no trató de detenerlo. Suspiró lentamente y regresó al interior. Media hora después, salió con su mochila en la espalda, el radio en una mano y las llaves del vehículo en la otra. Ella sabía conducir y aprovecharía la ausencia del guardabosques para tomar prestado el jeep. … Ya anochecía cuando el androide descendió en silencio frente a la vivienda. No había luces encendidas y no estaba su jeep. Se llevó una mano al rostro, frotándose el puente de la nariz, al mismo tiempo que exhalaba molesto. —No puede ser, ahora tengo que buscarla— gruñó. No tenía buen humor, ese día estuvo atrapando a los taladores ilegales que deforestaban la zona del lago. Los sujetos no se anduvieron por las ramas en esta ocasión y llevaron armas de alto calibre para atacarlo. En los últimos meses, se había enfrentado a la insistencia de los humanos por desafiarlo, a pesar de haberles dado muestras de sus habilidades. Siempre procuraba no sobrepasarse, ni matar a nadie, pero hoy, sí le hicieron trabajar demás. Después de algunos minutos de vuelo, llegó a la zona que Daiya había estado recorriendo meticulosamente. Aún había un poco de luz crepuscular así que pudo distinguir las huellas de los neumáticos, las cuales se internaban en el bosque. La mujer no podría haber llegado muy lejos, en esa parte, los árboles eran tupidos y el camino se estrechaba para cualquier vehículo de ruedas. Descendió y comenzó a caminar, enfocando sus sentidos, ya que podía ver y escuchar de forma incrementada gracias a sus implantes cibernéticos. Además, conocía lo suficiente esa zona para no perderse, pero dudaba que la zoóloga pudiera recorrerla con la misma facilidad que él. Un poco más adelante, encontró el jeep y las huellas de ella, que aún se notaban claramente, así que las siguió. Casi una hora después y ya con la noche encima, llegó a un claro del bosque. La luz de la luna llena iluminaba lo suficiente, aunque, para su vista mejorada, era indiferente. Varios metros más allá, pudo distinguir la tienda de campaña y la mochila de la mujer. Estaba cerca y unos ruidos de estática, provenientes de su propio radio portátil, se lo confirmaron. —Vaya, esta mujer sí que no se rinde— meditó, después de analizar todo el trecho que había recorrido. Decidió que no la llamaría, porque era probable que estuviera observando algún animal y éste se asustaría al escuchar el radio. Después de un recorrido de 10 minutos más, una barranca no muy profunda apareció ante sus ojos. En el fondo de ésta, un grupo de tres bovinos pastaba tranquilamente. Se trataba de unos enormes y extraños toros de color morado y cuernos dorados. —Quién lo diría, en todo éste tiempo, no me había percatado de estas criaturas— dijo para sí mismo, consciente de que Daiya había estado en lo correcto. De repente, escuchó un sonido a unos 50 metros de él. A la orilla del barranco, se elevaba un árbol viejo y seco, la zoóloga permanecía encaramada en una de las ramas más altas, observando atentamente a los Minotauros con sus binoculares. Entonces, el tronco empezó a crujir y la mujer alzó la cara para encontrarse con su mirada azul, en el mismo instante en que comenzaba su caída al vacío.

***

Continuará… Gracias por su paciencia.
1 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)