1: En otra época
13 de octubre de 2025, 22:56
No se podía distinguir nada más que el olor a suciedad y alcantarillado. Lo primero que notó William es que estaba acompañado de su mejor amigo Dan que parecía totalmente confundido, y que todos a su alrededor vestían diferente, como de otra época, y eso lo descolocó.
William observó su alrededor con más detenimiento. Era Londres, sin duda, pero uno que él no conocía, una versión sucia y antigua.
Olía como si no existiera el agua corriente. Era nauseabundo en cierto grado. La suciedad era evidente, la pobreza y los niños trabajando hicieron entender a William que no estaban en su época.
Tal vez era un mal sueño. Pero se sentía todo tan real que era imposible que fuera un simple sueño.
Dan se sentía confundido, aturdido, se mantenía cerca de William mientras los carros con caballos y las personas pasaban por la ciudad y los empujaban.
William se dio cuenta de que estaban captando demasiado la atención al ver a campesinos y comerciantes cuchichear, a la vez que les dedicaban malas miradas.
Tenían que pensar en algo rápido. Y sobre todo no podían quedarse simplemente quietos en medio de las calles.
¿Pero a dónde irían? Allí estaban perdidos y ni siquiera tenían claro qué época en concreto era. Solo sabían que no era su siglo.
El ruido de pisadas fuertes y pesadas de armadura llamó la atención de los dos chicos. Dan fue el primero en entender que los guardias se acercaban, habrían sido llamados por los campesinos.
William se pasó una mano por su cara, frustrado y sabiendo que no podían huir, no tenían a dónde.
¿Estaba teniendo el peor día en sus dieciocho años de vida? Sí, exactamente. Al menos no parecía que pudiera empeorar… o sí.
Dan se tensó visiblemente, sus ojos grises transmitiendo su miedo. William en cambio estaba expectante, no sabía qué esperar y sus ojos castaños tenían ese destello de curiosidad.
Se vieron rodeados por unos guardias, estos los agarraron de los brazos guiándolos por las calles. William se mordió la lengua para no insultar o soltar alguna maldición.
Dan temblaba levemente. Era como una pesadilla que no sabrían cómo terminaría, con la diferencia que de una pesadilla despiertas, de esto no porque era la vida real.
William sonrió levemente al pensar que seguramente los acusarían de brujería y los quemarían.
Bueno… de algo hay que morir.
Los guardias los tiraron dentro de un carruaje. ¡Qué modales eran esos! Los trataban como viles ratas, como prisioneros cualquiera.
Dan suspiró profundo apoyando su espalda contra el asiento incómodo.
William se acomodó también. Ambos chicos estaban cansados y necesitados de respuestas.
Porque no tenían ni idea de por qué estaban allí, de cómo habían viajado al pasado, ni de a dónde los llevaban.
…
En un palco del castillo real, Hal observaba el jardín con expresión pensativa.
Pasar de ser solo Hal a ser el rey Henry V, era un cambio enorme. Sin contar los cambios que había traído la guerra contra Francia. Ahora estaba casado con la princesa francesa.
Todo era un caos y no necesitaba más problemas en su reinado. Pero sabía que los problemas serían pan de cada día, lo quisiera o no. Porque de eso trata un reinado, porque la monarquía es complicada, el liderazgo, la lealtad y la traición.
Hal estaba listo para todo. Preparado para absolutamente todo.
Sin embargo, cuando se le informó sobre dos jóvenes extraños con ropas inusuales en medio de Londres, no podía imaginar cuántos problemas significarían ellos para él.
Ahora estaba a la espera. Traerían a esos dos jóvenes ante él y decidiría su destino. Necesitaba saber por qué aparecieron de la nada.
Sería fácil decir que es brujería, pero Hal se consideraba un hombre más cabal, más científico, dentro de lo que cabía para su época.
Siguió mirando el jardín desde el ventanal. Escuchó los pasos de los guardias acercándose.
— Majestad, traemos a los dos extraños. — La voz del guardia resonó detrás del portón.
Hal cerró los ojos brevemente preparándose para, seguramente, mandar a la horca a dos hombres.
Estaba cansado de la muerte y destrucción, pero no podía evitar pensar que este era el camino.
Hizo un gesto con su mano para que su guardia personal abriera la puerta.
La puerta se abrió. William y Dan fueron arrastrados dentro. No opusieron resistencia, para este momento ya sabían que estaban ante el rey de Inglaterra.
Para Dan era un shock, él era anti-monarquía y ahora estaba frente a un rey absolutista.
William poseía un aura desafiante, casi como si dijera “no temo a nadie, ni siquiera a un rey”.
Hal los observó con detenimiento. Había algo en esos dos chicos que le resultaba demasiado raro y familiar a la vez, algo que le hacía doler la cabeza.
— Majestad, estos dos muchachos aparecieron de la nada en la avenida principal, según lo que se nos informó. — Habló uno de los consejeros que acababa de llegar.
Hal arqueó una ceja y miró directamente a los dos chicos. — ¿Sois brujos? — preguntó con autoridad.
Dan puso los ojos en blanco, qué estupidez era esa. Y William soltó un bufido conteniendo una risa.
— No, majestad. No sabemos cómo llegamos aquí. — Dijo William con la diversión brillando en sus ojos castaños.
Hal se fijó en el cabello castaño rojizo de William, le llamó la atención, también esa manera en que lo desafiaba y parecía tener realmente cero respeto por él.
— ¿De dónde sois? — Preguntó el rey nuevamente.
— Del futuro. — Soltó de sopetón Dan.
Hal estalló en una carcajada seca, hasta que se dio cuenta de que hablaba en serio.
— Genial, están locos. — Dijo entre dientes Hal.
— No lo estamos. No entendemos por qué, pero esa es la realidad, somos de Londres del siglo XXI. — Dijo Dan algo ofendido.
— Si vamos a morir que sea pronto. — Dijo con sarcasmo William.
Hal se pasó una mano por el cabello oscuro, tratando de pensar y aclarar sus ideas antes de tomar una decisión.
— Haz que preparen aposentos y ropa adecuada para nuestros visitantes. Y haz que investiguen este extraño suceso. — Dijo finalmente Hal con su autoridad de rey mirando a su consejero y sirvientes, que de inmediato obedecieron.
William dejó escapar el aire que no sabía que estaba conteniendo, mientras que Dan se apoyó contra el hombro de William, como si necesitara un apoyo físico para no caer al suelo.
El aire seguía pesado. Los guardias guiaron a los chicos a sus aposentos en la zona de invitados. Era mejor que estar en las celdas.
William y Dan se tuvieron que bañar y vestir acorde a la época. Una tarea ardua para dos chicos del siglo XXI.
Pero tendrían que acostumbrarse mientras estuvieran allí.
Esperaban que no fuera un viaje de no retorno.