ID de la obra: 1313

Lluvia y ruinas - FICTOBER 2024

Het
R
En progreso
1
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Midi, escritos 7 páginas, 2.766 palabras, 3 capítulos
Descripción:
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03.- Pelo

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The Legend of Zelda y todos sus personajes son propiedad de Miyamoto Shigeru, Tezuka Takashi y Nintendo. Palabras:1172.

03.- Pelo

Habían llegado a Hatelia hacía algo más de un mes, pero a Zelda aún le costaba acostumbrarse. El problema no era el lugar, en Hatelia todo el mundo era amable y la cuidaba, también estaban interesados en sus ideas para mejorar la vida de los habitantes de Hyrule. El problema era ella. La imagen que le devolvía el espejo agrietado era la de la misma de la Zelda que se ahogaba al no poder despertar sus poderes. Sujetó entre los dedos un largo mechón de su rubia cabellera y lo dejo resbalar. Era suave, Link siempre se lo decía, él siempre le acariciaba el pelo hasta que se quedaba dormido. Tal vez por eso mantenía aquella imagen, por Link, por darle una paz que ella sentía que le había robado durante demasiado tiempo. Zelda suspiró y apartó la mirada de su reflejo. Separó un mechón y lo analizó. ¿Por quién lo mantenía largo? ¿Lo hacía por Link realmente? Su padre siempre había insistido en la imagen que le confería una larga y dorada cabellera. «Es una señal de distinción» pronunció el rey Rhoam desde algún lugar entre sus recuerdos «es la imagen más acorde a una sacerdotisa». No, no lo mantenía así por Link, lo estaba haciendo por la memoria de su padre y la imagen que quería que le proyectase al mundo. Se acabó. No podía seguir anclada en la piel de una persona que ya no existía para complacer a alguien que ya no estaba. Había contenido a Ganon durante cien años. Había esperado paciente hasta que Link, recuperado de sus gravísimas heridas, hubo regresado con la Espada Destructora del Mal y le asestó el golpe final a quien les había robado la paz. Había demostrado más que de sobras que era válida. Era el momento de pensar en sí misma. Sacó de un cajón las tijeras con las que cortaba el pelo de Link siempre que era necesario. Sujetó un mechón y se miró al espejo. Lo cortó decidida y este ondeó por debajo de su barbilla. La risa burbujeó en su garganta y brotó sin impedimentos. Era ridículo, sólo era un mechón de pelo, pero se sentía como una niña haciendo una travesura. También se sintió libre. Ya no había vuelta atrás. Fue tomando mechón tras mechón para cortarlos hasta que ya no quedó ninguno por cortar. Repasó el corte, asegurándose de igualarlo. Se contempló en el espejo roto y, por primera vez en años, se vio a sí misma en vez de a la princesa destinada a detener el cataclismo. ¿Sería eso mismo lo que verían los demás al mirarla? Sacudió la cabeza. daba igual lo que pensasen los demás, lo único que tenía que importarle era el cómo se sentía ella. Acababa de entenderlo. La clave para ser libre radicaba en ser ella misma y no quien los demás querían que fuera.

º º º

Link se secó el sudor de la frente. Aquellos materiales de construcción pesaban una barbaridad, pero era por una buena causa y él no iba a quejarse. Su memoria seguía siendo un pequeño caos, había muchas cosas que no lograba recodar. Sin embargo, sí que se acordaba de que a Zelda siempre le había preocupado la gente del reino. Le preocupaba su seguridad, su comodidad y su acceso a todo lo que pudieran necesitar. Por eso al decir que quería construir una escuela en Hatelia se aseguró de que pudiera ponerlo en práctica. Todo el pueblo estaba trabajando en aquel proyecto, pero Zelda no parecía feliz. De hecho, la última vez que recordaba haberla visto feliz fue el mismo día en que le asignaron a su servicio como caballero de la princesa. Estaba preocupado. Ahora que ya no tenía que angustiarse por el cataclismo, Ganon o sus poderes, esperaba que pudiera relajarse al fin. Si bien era cierto que bajaba la guardia con más frecuencia, seguía estando triste y nerviosa, como si no acabase de encajar en su propio ser. Se sentía frustrado porque no sabía cómo podía ayudarla. Sólo deseaba que pudiera ser feliz y seguir adelante con su vida, sin olvidar quién era, pero sin que la responsabilidad la aplastase y abrumase. —¡Buen trabajo, chaval! —Link se tambaleó cuando uno de los goron que participaban en la construcción le dio una palmada en la espalda—. No está nada mal para un hyliano.  Daruk acudió a sus recuerdos y con él la risa de Zelda cada vez que le hacía tambalearse de la misma manera. Ojalá pudiera hacerla reír así de nuevo. —Vuelve a casa, chaval, ya es tarde. La princesa Zelda se preocupará si su guardaespaldas desaparece. Era realmente tarde, el sol empezaba a ponerse. Sus labios se curvaron en una suave sonrisa, hacía tiempo que no era sólo su guardaespaldas, claro que la gente no lo sabía y era mejor así. Al menos hasta que el reino recuperase su estabilidad y Zelda decidiera si quería intentar refundar la casa real de Hyrule. Si lo hacía ambos tendrían que enfrentarse a lo que tuvieran que decir sobre que, un don nadie como él y la princesa que contuvo y selló el Cataclismo, quisieran compartir sus vidas para siempre. Si Zelda estaba en casa estaría muerta del aburrimiento. Le había dicho que quería preparar algunos cuentos para los niños, pero Link sabía que eso no le llevaría demasiado tiempo. Así que debía estar preguntándose dónde demonios se había metido. —Hasta mañana —se despidió del goron que le respondió con una atronadora carcajada antes de regresar a sus quehaceres. Recorrió las calles de Hatelia, intentando recordarse a sí mismo haciéndolo antes de Cataclismo, pero como siempre, nada ocurrió. Zelda le había contado que era el lugar en el que había nacido y pasado los primeros años de su vida; para él sólo era el lugar en el que se había hecho con la propiedad de una casa pensando en darle un techo bajo el que cobijarse a Zelda. No tenía aquella sensación de familiaridad, ni siquiera se sentía en casa al pasar por sus calles. Se detuvo frente a la puerta y se preguntó qué podría hacer él para que riese del mismo modo en que lo hacía con Daruk. Tal vez tendría que pedir consejo. Quizás sería una buena idea visitar a Impa y preguntarle. Kakariko estaba a unas pocas horas de distancia a caballo, si salía al amanecer antes de mediodía estaría de vuelta. Empujó la puerta. —Bienvenido —musitó Zelda sonriente. Se quedó inmóvil en el paso de la puerta, sosteniéndola. Toda la seguridad que Zelda tenía en sí misma se desvaneció entre la incertidumbre. —Yo… Link soltó la puerta y avanzó recortando la distancia con ella. Sus labios se posaron en su frente, resbalaron hasta su mejilla antes de asaltar su boca. Zelda le rodeó los hombros y le correspondió. —Estás muy guapa. Zelda dejó fluir aquella risa de niña que acaba de hacer una travesura y con ella la incertidumbre se evaporó. Quiso añadir que por fin se la veía feliz, pero los labios de Zelda se lo impidieron.

Fin

Notas de la autora: ¡Hola! Este está ambientado en algún punto entre el final de Breath of the Wild y el inicio de Tears of the Kingdom. El corte de pelo de Zelda fue una de las cosas que me chocaron, aunque me encantó ver que se atrevían a deshacerse de la larga cabellera dorada de la princesa. Mañana más.
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