ID de la obra: 1331

Vértigo

Het
R
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planificada Mini, escritos 500 páginas, 166.876 palabras, 47 capítulos
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Epílogo 2

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Descargo de responsabilidad: Vertigo de Mr. G and Me, traducida con su permiso. Gracias a arrobale por su apoyo como prelectora. Aviso: la historia toca temas sensibles de salud mental — recuerda que siempre es importante buscar ayuda cuando se necesita. . Epílogo – Parte 2 Edward . —Ve allá de inmediato y averigua si está embarazada. ¡Ahora, Tyler, y lleva a Bella contigo! —estallo en cuanto abro la puerta de su habitación. Está tirado en la cama, con aspecto pálido y descompuesto, pero de inmediato recoge las piernas a un lado y se incorpora. —Papá, yo... —¡Ahora! —repito, elevando la voz—. Debería ser tu prioridad. ¡Bella! —la llamo, porque Dios sabe que ella sujetaría a esa perra y la obligaría a hacerse una prueba de embarazo si fuera necesario. Aparece detrás de mí unos momentos después. —¿Qué pasa? —pregunta, tan cansada como se ve. —Ve con él —le ordeno—, y no te vayas hasta que se haya hecho una prueba delante de ti. —¿Ir...? —repite, desconcertada. —A su casa, sea como se llame esa chica. —Tanya —dice Tyler en voz baja. —¿Ahora mismo? —frunce el ceño, dudosa—. Amor... —Bella... —Suspiré y me froté la frente con fuerza—. No necesito recordarte por qué esto es importante. —Lo sé, pero él todavía está bastante descompuesto —es su argumento. —¿Quieres que llame a James? —sugiero. Ella abre la boca para objetar justo cuando Tyler resopla. —Y tú —espeto, girándome hacia él—, la próxima vez que tengas un problema, ven conmigo. No quiero verte deambulando por la casa sintiéndote miserable otra vez. —Está bien... —murmura, arrastrando los pies al levantarse y pasándose ambas manos por el cabello. —¿Estás bien para conducir? —le pregunto—. Puedo llamar a... —Estoy bien para conducir, ¡Cristo! —protesta Bella, interrumpiéndome. Hace años que ella se impuso con ese tema, y desde entonces me ha tenido con la presión arterial por las nubes. Aunque no ha tenido un ataque en años. Al menos, no uno causado por el pánico. —¿Dónde vive? —le pregunto a Tyler. —En Glebe. —Bien, muévanse —les ordeno. —Vamos, guapito. El gran César ha hablado —dice Bella, dirigiéndose a él mientras yo resoplo. —¡Bella, Jesús! —Ay, solo estoy bromeando —hace un gesto con la mano para restarle importancia, mostrándome una sonrisa pícara—. Tyler, vámonos. —Me van a volver loco —murmuro mientras bajo las escaleras arrastrando los pies. Bella sale, con Tyler a varios pasos detrás de ella; va cabizbajo, pero está claro que es más por cómo se siente físicamente. Le he advertido docenas de veces sobre beber en exceso, pero es un masoquista. Yo también lo fui, y me sorprende seguir vivo con las borracheras que solíamos agarrar Jake y yo. —Sam tiene que dormir la siesta a la una —me recuerda Bella, tomando sus llaves del gancho junto a la entrada. —Está bien —asiento, y en cuanto se abre la puerta principal, Sam entra corriendo al cuarto con las manos alzadas. —¿Sammy va? —le pregunta a Bella, aferrándose a su pierna. —Papi te va a llevar al parque, Sammy —le promete ella, mientras yo lo despego de ella. Él arma un berrinche, y cargándolo sobre mi hombro, lo llevo en dirección contraria y salgo por la puerta trasera. No se puede razonar con él, no a esta edad, y sé que no se va a calmar hasta que se dé cuenta de a dónde lo llevo. El parque está al final de la calle, y en cuanto salimos y tomamos rumbo hacia allá, Sam deja de llorar al instante. Le encanta venir, y es la mejor forma de cansarlo. Lo dejo explorar los juegos y saltar en el arenero mientras yo me siento en la banca a observarlo, pero estoy demasiado distraído. Inquieto. No puedo dejar de mover las piernas. Nunca me he arrepentido de tener a Tyler en mi vida, pero eso no significa que quiera lo mismo para él. Las circunstancias esta vez son completamente distintas, y él es demasiado joven para verse obligado a ser padre... especialmente con una chica que solo busca dinero. Cuarenta minutos después cedo y le escribo un mensaje a Bella: —¿Todo bien? Es Tyler quien responde: —Está intimidando a su viejo. A veces da miedo, hermano. Suelto una carcajada; sí, da miedo. No mucho después, Sam empieza a frotarse los ojos y a jalarse las orejas, una señal clara de que tiene sueño. Lo cargo en brazos y volvemos a casa. No protesta. Bella y Tyler regresan justo después de que lo acuesto. —¿Se la hizo? —le pregunto en cuanto entran por la puerta, justo cuando Bella me muestra la pantalla de su celular. Está agrietada, pero no tanto como para tapar la foto del test de embarazo blanco con las palabras not pregnant claramente visibles en la ventanita. Exhalo todo el aire que tenía contenido en los pulmones, aliviado, y le tomo el teléfono. —¿Qué pasó? —Sammy —es todo lo que dice, todavía con voz agotada. —Lo acabo de acostar. Ve y acuéstate también —le digo, sacando el inhalador del bolsillo y poniéndoselo en la mano. Ha estado durmiendo mal, y con Sam enfermo la semana pasada, ha sido peor. Me dedica una sonrisa cálida y se estira para darme un beso rápido en la mandíbula. —Creo que sí lo haré. La observo mientras sube las escaleras, y cuando desaparece de mi vista, tomo a Tyler del hombro y lo giro hacia mí. —Jesús, Tyler, jamás vuelvas a acostarte con una chica de la que no estás seguro. —Pensé que sí estaba seguro —murmura, bajando la mirada al suelo. —A Bella no le gustaba —le señalo, y él resopla. —Lo sé. —Eso suele ser una buena señal para tener cuidado. —Sí... —Se encoge de hombros a medias. Lo observo un momento. Tiene cara de susto total. Probablemente igual que la que yo tuve cuando empezaron a circular los rumores sobre su madre. Rumores que resultaron ser ciertos. —¿Has comido algo? —Nah. Todavía me siento bastante mal. —¿Quieres KFC? Me mira con horror repentino. —Papá... Pongo los ojos en blanco, lo agarro de nuevo y lo empujo hacia la puerta. —Vamos. *V* —Eres un chico inteligente, Tyler. No querrás arruinar tu vida por una chica como esa —le advierto, después de verlo morder una papa con recelo por un momento. Me aseguré de sentarnos en un cubículo cerca del baño por si acaso tenía que salir corriendo. Alza la vista y me sostiene la mirada. —¿Como arruinaste la tuya? —Yo no la arruiné, pero créeme, no quieres cargar con esa clase de culpa si algún día aparece un niño en tu puerta. —Sonrío, y él me lo devuelve. —Sí —resopla por lo bajo. —Ya sabes lo que es tener un bebé en casa. Imagínate si fuera tu responsabilidad. Solo —insisto, porque después de tener a Sam me di cuenta de cuánto agradecía no haber pasado por eso a los dieciocho. Se pone pálido y asiente con la cabeza. —Lo sé. Mierda... —Así que ten cuidado. —Tranquilo, la inteligencia me viene de Bella —bromea, y yo me río mientras le doy un mordisco a mi hamburguesa. Le dejo unos minutos para que empiece a comer antes de tocar el tema que claramente está esperando. —Entonces, sabes... —Lo sé —repite, mirando su hamburguesa a medio comer. —¿Por qué no me preguntaste? —¿Por qué no me lo dijiste tú? —contraataca. —Eres un niño. —Ya no lo soy. —¿Ah, no? —Alzo una ceja. —Papá, vamos... —se queja, metiéndose otra papa a la boca. —Mira —empiezo—. Voy a pagar tus estudios universitarios y a comprarte una casa cuando quieras independizarte, pero el resto depende de ti. Eso fue lo que me dijo Abue. ¿Entendido? —Entendido. —Cuando le bajes al licor, te compro un carro —añado, porque sé que eso es lo que está esperando. —Me prometiste uno cuando cumpliera dieciocho —me recuerda. —Bella me convenció de no hacerlo. —Carajo... —murmura, bufando. —Sabes por lo que ha pasado. —Sí, lo sé —cede. —No puedes culparla, en realidad. Asiente de nuevo. —Lo sé. —¿Crees que no me doy cuenta de que cada fin de semana Bella me esconde las pruebas cuando llegas a casa borracho? —le suelto. Solo me mira por unos segundos, con la boca entreabierta de sorpresa. —¿Y cómo es que no te enojaste conmigo? Me encojo de hombros. —Tienes dieciocho. ¿Qué puedo hacer? Ya aprenderás la lección. —Aiden es un borracho, así que no sé… —añade, resoplando para sí mismo. —Jake también lo era, pero me cansé de vomitar en callejones cada sábado por la noche. Se ríe a medias, sin humor. —¿Abue te compró un carro? —Sí, pero no me dejaba manejarlo los fines de semana. Mandaba a su chofer a recogernos. —Puedes mandar a James a buscarme —dice con picardía. —Olvídalo —declaro—. Puedes tomar el autobús. —Tú haces que él recoja a Bella —señala. —Sabes lo que pasa si algo le dispara un ataque de pánico —alzo las cejas para enfatizar. —Sí, lo recuerdo —frunce el ceño—. Aunque no ha tenido un ataque así desde entonces. —Porque me aseguro de que no esté mucho tiempo en la carretera. —¿Y qué vas a hacer cuando sea doctora y esté de guardia? —Me preocuparé de eso cuando llegue el momento. Aún le faltan seis años —respondo, más para mí mismo. Dos años de licenciatura, cuatro de medicina, un año de internado y otro de residencia, y todavía seis más de formación especializada. Me sorprende que no esté agotada, aunque rara vez lo está—. ¿Te sientes mejor? —Sí —contesta. Se le ve bastante recuperado. —Y esta noche te quedas en casa. —¿Qué? —protesta enseguida. —Es por hacer que Bella limpiara tu desastre esta mañana. —Voy a decirle que tú lo sabías —dice, esbozando una sonrisa socarrona. —Y yo le voy a decir que la llamas «la vieja» a sus espaldas. Su expresión se borra de inmediato, alarmado, y se rinde. —Está bien. —Y dile a Aiden que si lo vuelvo a pillar mirándole el trasero, le voy a partir la cara. Se ríe. —¿Sabías que Bella le gusta desde que teníamos doce? —A mí también —respondo—, y aun así le rompería el cuello. *V* —Tengo una idea brillante —me dice Bella justo antes de irnos a la cama, una semana después; lo cual usualmente significa que quiere que haga algo que no me va a gustar. —¿Qué…? —gimo. Me da un golpe. —Shhh, señor Cínico. Alyssa Denali. —¿Quién? —La segunda hija de Marcus. Ally. Tiene la misma edad que Tyler. Puede que ya se conozcan; está en Pre-Derecho en la Universidad de Sídney. —Amor, ningún chico quiere que su madre le busque pareja —intento razonar con ella. —Solo tenemos que presentarlos… —aclara, con una sonrisa astuta mientras carraspea a propósito. Suelto un suspiro y niego con la cabeza, pero no es mala idea… si logramos que Tyler lo acepte, cosa que dudo. Tiene sus propias ideas sobre las chicas, y hasta ahora no han sido precisamente sus mejores elecciones. Marcus se hizo solo; lo que significa que no viene de una familia adinerada. Proviene de clase media y todo lo que tiene se lo ha ganado trabajando. Sus hijos reflejarían eso, y sin duda les ha inculcado la misma ética de trabajo. Al menos, no verían a Tyler como un boleto a la riqueza. —Ya veremos qué pasa —cedo. Los tres iremos a la boda de su hija mayor este fin de semana, así que es posible que los dos se caigan bien. —Solo no lo hagas obvio —le advierto. —Por supuesto que no —me asegura, pero ya esa sonrisa traviesa le está ganando la cara. Exhalo con frustración, pero rodeándola por la cintura, la atraigo hacia mí. —Han pasado tres días… —le recuerdo, bajando a propósito la voz, y eso suele ser todo el estímulo que necesita. Como lo es esta noche. Al momento siguiente, me está arrancando la camisa por la cabeza y arrastrándome hacia la cama. Le llevo veintiocho centímetros de estatura, así que lo primero que suele hacer es llevarme de rodillas a la cama; ahí decide en qué posición quiere estar. Casi siempre la dejo dirigir, porque Cristo, sigue siendo muchísimo mejor que yo. Su energía me deja pasmado a veces. Puede llegar de un turno de doce horas en el hospital, y aún ponerse tacones y meterme a la ducha. Esta vez yo estoy encima; encima y un poco hacia un lado, así tengo acceso a todo su cuerpo. Me gusta estar arriba, pero a ella también. Muchas veces peleamos por eso; llega a intentar voltearme a la fuerza para ponerse encima. Es absurdo considerando lo pequeña que es, pero yo juego el juego. No le digo cuánto me excita eso, aunque sería ingenuo pensar que no lo sabe ya. Al mismo tiempo, le gusta que me ponga un poco rudo, porque aunque tenga energía de sobra, sabe que no puede dominarme físicamente. Voy despacio, incluso cuando tengo que luchar contra mi propio cuerpo, pero no es algo que quiera que se acabe demasiado pronto. Empiezo a temblar, a tensarme, y justo cuando estoy por incorporarme sobre las rodillas… el peso de un cuerpo de casi trece kilos salta sobre mí y me empuja con fuerza contra Bella. Un sonido reflejo se escapa de mí, y me detengo de inmediato. —¿Qué…? —pregunta Bella, confundida, con la voz suave y quebrada. —Sam está en mi espalda —explico, intentando recuperar el aliento mientras él me rodea el cuello con los brazos y se impulsa más arriba para mirar por sobre mi hombro. —¡Hola, mami! —Eh… hola, pastelito —responde ella, luchando contra la risa evidente. —¿Yo juego también? —pregunta con inocencia, justo cuando Bella pierde la batalla y estalla en carcajadas. —Nena, no… —le suplico, pero igual lo hace. La sensación de sus músculos estremeciéndose alrededor de mí provoca que destellos blancos me nublen la vista, y dejo caer el rostro contra su cuello con un gemido profundo. Bella sigue riendo mientras Sam se suelta de mí y empieza a saltar sobre la cama. —¿No estás feliz de que lo hayamos tenido? —dice ella, riendo aún más mientras yo prácticamente me derrumbo sobre ella. —Ya no hay un solo momento aburrido, eso es seguro —murmuro contra su piel mientras el aire me sale por la nariz en una risa silenciosa. A Bella le tomó mucho más tiempo del que pensé el querer tener un bebé, pero al principio, para ella un hijo era solo otra persona a la que podía perder. No mucho después de casarnos y mudarnos a la casa, su ansiedad empezó a dispararse. Volvieron las pesadillas, aunque esta vez eran sobre mí y Tyler muriendo. Se puso tan mal que la obligué a volver con el Dr. Jenks. Al principio se resistió, pero me mantuve firme porque, aunque Bella puede funcionar con un par de horas de sueño por noche, yo no. Y además, estaba hecho un desastre de tanto preocuparme por ella. No podía concentrarme, y la falta de sueño no ayudaba. Después de unos seis meses de terapia, su ansiedad empezó a disminuir, pero ella nunca mencionó nada sobre tener hijos. No me preocupaba demasiado, y teníamos muchas cosas que sanar con Tyler. Hasta que todo el mundo a nuestro alrededor empezó a tener bebés. Jake y Ness fueron los primeros; le pusieron su nombre por mí. Edward Anthony Black, y si Tyler se parece a mí, ese niño es un clon de Jake. El dinero que les di después de vender la casa en Neutral Bay ayudó a Jake a comenzar su negocio y a comprarse una casa en Chatswood, en el North Shore alto. Aunque sus padres técnicamente lo desheredaron y no quieren saber nada de él ni de su familia, Jake está más feliz que nunca. Aun así, ojalá dejara de sentirse obligado a devolverme cada maldito centavo. Luego fue el turno de Alice y Jasper; un embarazo gemelar. Dos niñas; no idénticas. Una es una versión de cabello oscuro de su padre, lo que hace que se parezca de forma inquietante a Bella, y la otra es Alice en versión miniatura. Los últimos fueron Emmett y Rose; tuvieron tres seguidos. No fue idea de Rose, pero Emmett estaba empeñado en tener un hijo varón. Finalmente llegó después de dos niñas, pero Emmett tuvo que pagar caro los «regalos de parto» de Rose. Tienen niñera mientras el negocio de Emmett va viento en popa, pero pelean mucho. Todo el maldito tiempo, y casi siempre nos toca a Bella y a mí escuchar sus quejas. Rose quiere vivir según el nivel de ingresos que tienen ahora, mucho más alto que su estilo de vida de clase media, pero Emmett no cede. La soborna con prendas de diseñador para mantenerla feliz, pero sé que eso lo enfurece. Rose es Rose, y él ya sabía cómo era cuando se casó con ella. Con seis bebés y niños pequeños constantemente a nuestro alrededor, era inevitable que a Bella eventualmente se le despertara el instinto maternal. Se lo contó a Ness antes de que yo supiera algo, y fue entonces cuando ella y Jake nos invitaron a cenar a su casa. —Jake y yo hemos hablado del tema —dijo Ness a mitad del postre—, y realmente nos gustaría ayudarlos a tener un bebé. —¡Oh, Dios mío, no! —exclamó Bella de inmediato, horrorizada, adelantándose a mí y negando con la cabeza, tajante—. No puedo pedirles que hagan eso. —Bella. Yo quiero hacerlo —le aseguró Ness—, y Jake está completamente de acuerdo… ¿cierto, amor? —Se volvió hacia él; él solo sonrió, le puso la mano sobre la suya y asintió—. Lo que hicieron por nosotros… Fue ahí cuando intervine. —Jesús, Jake, no me debes nada. No fue por eso los ayudé. —Lo sé, hermano —respondió Jake—, pero de verdad no tienes idea de cuánto cambiaste nuestras vidas —y lo decía en serio, lo cual es raro en él—. Queremos hacer algo por ustedes a cambio. No hubo forma de hacerlos entrar en razón, y así fue como comenzó todo. Le pedí a Alec que organizara todo. Con Ness como gestante subrogada, había muchas cuestiones legales involucradas, y además nos puso en contacto con el mejor especialista en fertilidad de la ciudad. Bella tuvo que someterse a estimulación ovárica, lo que implicaba inyectarse hormonas todas las mañanas. Intentó que yo lo hiciera, pero no tengo estómago para esas cosas. Al mismo tiempo, Ness tenía que preparar su cuerpo para recibir el embarazo, así que también necesitaba inyecciones. Jake la pinchaba y se burlaba de mí por ser tan cobarde, pero ellos estaban encantados de hacer esto por nosotros y yo no podía soportarlo. El siguiente paso fue extraer los óvulos de Bella. La sedaron para el procedimiento mientras a mí me mandaron a masturbarme para que fertilizarlo. Eso fue todo lo que se requirió de mí; básicamente era el invitado invisible en todo el proceso. El primer mes falló, pero en el segundo intento funcionó. Implantaron dos embriones en Ness y uno se desarrolló. Íbamos a tener un bebé. Bella acompañó a Ness a cada una de sus citas con la obstetra, mientras Jake y yo íbamos a las ecografías. A las diecinueve semanas supimos que era un niño. Bella lloró. Y me refiero a que realmente lloró, mientras yo empezaba a sentir que tenía una segunda oportunidad: vivir todo lo que me perdí con Tyler. Todo pasó tan rápido que nunca me detuve a procesarlo, pero después de conocer su sexo, empecé a contar las semanas con Bella. Yo tenía treinta y cuatro, Bella tenía treinta y dos, y estábamos más que listos. Tyler tenía casi dieciséis, y al principio Bella temía que se sintiera reemplazado, pero estaba bastante emocionado. Hasta ese momento había sido hijo único, y nos confesó que siempre había querido un hermanito. Nunca hubo discusión sobre el nombre que le pondríamos. Sam. Sam Charlie Cullen, en honor a los dos hermanos de Bella. Gastamos demasiado preparándonos para su llegada. Tenía más ropa de la que podía usar, y aunque Bella siempre fue bastante despreocupada con las marcas de diseñador, eso se fue por la ventana con él. Tenía que tener el mejor cochecito, la mejor cuna, la mejor silla de auto; lo mejor de todo. Tyler y yo pintamos su cuarto, y Bella contrató a un artista para pintar un mural con temática selvática en la pared. El niño ya era un consentido antes de nacer. Ness se pasó tres días de la fecha cuando recibimos la llamada de que estaba en trabajo de parto; a las dos de la mañana. Bella me sacó de la casa casi a rastras, y yo apenas estaba despierto, pero después de un embarazo sin complicaciones, fue justo entonces cuando todo se fue al carajo. Casi los perdemos a los dos. Durante las primeras horas todo fue bastante normal. Cuando llegamos, Ness tenía tres centímetros de dilatación y estaba en la fase inicial de trabajo de parto. A los cinco centímetros le pusieron la epidural. Le dije al obstetra -al que yo estaba pagando- que no quería que sintiera absolutamente nada de dolor, y Jake estaba completamente de acuerdo. Bella se quedó con ella, pero Jake y yo entrábamos y salíamos del cuarto. Yo no quería ver nada, y Jake estaba demasiado nervioso. Le preocupaba Ness, y yo me sentía más cómodo manteniéndolo distraído. Llevábamos seis horas en eso, y Jake y yo volvíamos al área de partos después de ir por café cuando nos topamos con el caos total. Las alarmas sonaban por todos lados y enfermeras y médicos corrían todos en la misma dirección: la habitación de Ness. Fue entonces cuando Bella salió por la puerta; lloraba, jadeaba, y estaba tan pálida que parecía a punto de desmayarse. —Nena…¡¿qué pasó?! —solté, corriendo hacia ella con el corazón paralizado. Prácticamente se desplomó en mis brazos y se aferró a mí con todo el cuerpo temblando. —¿¡Ness está bien!? —prácticamente gritó Jake mientras yo sacaba el inhalador de Bella, pero ella solo lo apartó. —La placenta se desprendió. Ness está sangrando y el… el oxígeno del bebé fue cortado —explicó en apenas un susurro, y fue en ese momento que Jake corrió hacia la habitación. —Todo va a estar bien, nena —le prometí, apretándola contra mí, pero ni yo mismo lo creía del todo, y de pronto estaba muerto de miedo. Después de todo lo que ella ha perdido, no podía creer que el universo fuera tan cruel como para quitarle también a nuestro bebé. No podía. Diez segundos después, sacaban a Ness en una camilla rodeada por al menos una docena de personas. La urgencia era palpable; la cama estaba cubierta de sangre, Ness apenas consciente, y todos los médicos y enfermeras gritaban términos médicos que no entendía. Pero Bella sí, y como respuesta se hundió más contra mi pecho. La abracé con un brazo mientras con el otro trataba de alcanzar a Jake. Una enfermera lo sujetaba, explicándole que no podía entrar, y él parecía desmoronarse. —¡Jesucristo, no me dicen nada! —soltó, pasándose ambas manos por el cabello. —Ven, siéntate, hermano —le dije en voz baja, tirando de su camisa y guiándolo hacia la fila de sillas junto al puesto de enfermería. Casi no podía mirarlo. La culpa de que fuera mi hijo el que estaba poniendo en riesgo la vida de Ness me estaba destrozando. Él no dijo nada; ninguno de nosotros lo hizo. Jake permanecía inmóvil, luchando por contener las emociones, mientras Bella solo se aferraba a mi mano, temblando. No debieron ser más de diez minutos cuando recibimos noticias, pero se sintieron como una hora. —Fue un caso delicado, pero todo salió bien. Ambos están bien —nos informó el obstetra con una sonrisa tranquila, y por un momento no supe cómo procesarlo. Lo único que podía pensar era en el contraste entre él y el médico que una vez me dijo que Bella podría morir. Bella rompió en llanto; Jake también. Y yo, para ser honesto, igual. Mientras una enfermera conducía a Jake a la sala de recuperación para esperar a Ness, otra nos acompañó a Bella y a mí a la unidad neonatal. Después de un parto tan traumático, querían mantener al bebé en observación. Lo subieron unos minutos después, y la enfermera dejó que Bella y yo lo cargáramos antes de colocarlo en la incubadora. Era pequeñito, apenas superaba los tres kilogramos, con una cabecita llena de cabello oscuro. Era una mezcla perfecta entre Bella y yo. Tenía los ojos de ella, la forma de ellos, y aunque eran azules, supe instintivamente que se volverían marrones. También podía ver a Tyler en él. Lo único que tengo de Tyler a esa edad son unas fotos que Alec me dio, pero aun así era evidente que compartían la misma forma de la cara, la misma nariz, la misma barbilla. —Es hermoso —susurró Bella, acunándolo entre los brazos, intentando contener las lágrimas mientras yo me apresuraba a secárselas… y a las mías. Luego se inclinó y le besó suavemente la carita. Estaba emocionalmente destrozada, pero al mismo tiempo, su expresión me resultaba familiar. Tardé unos momentos en darme cuenta de que era la misma mirada insondable que tenía en los ojos el día que Tyler llegó a nuestras vidas. *V* —Papá, ayúdame —se queja Tyler, bajando las escaleras con una corbata azul marino enredada entre las manos. —Ven acá —le digo con una sonrisa, tomándola de él. —Recuérdame por qué tengo que ir a esta cosa otra vez —suspira mientras paso la corbata bajo el cuello de su camisa y empiezo a anudarla. —Porque te invitaron. —No conozco a nadie. —Pues preséntate, y los conocerás… —Tiro de su corbata para ajustarla y le doy un leve empujón. Resopla con ese tono sarcástico que tan bien domina. —Yo no fui a un colegio de niños ricos como mamá y tú, ¿recuerdas? ¿Cómo demonios iba a saber hacer uno de estos nudos? —intenta aflojarla. —Yo usaba una de gancho —admito, con una sonrisa. No es común que se refiera a Bella como «mamá», pero cuando lo hace suele ser de manera inconsciente, así que no digo nada al respecto—. ¿Dónde está tu saco? —En la cocina. —¿Ya están listos, chicos? —pregunta Bella al entrar en la sala, justo cuando Tyler y yo nos giramos hacia ella. Está vestida de rojo, el cabello recogido, pero esos tacones, ese cuerpo, esos pechos… Cristo. Se detiene en seco para mirarnos, mientras yo hago lo mismo con ella. —Voy a ser la envidia de todas las mujeres esta noche. Qué guapos se ven los dos —dice, apoyando las palmas sobre mi pecho y alzándose para besarme. —Se supone que no debes eclipsar a la novia —murmuro contra su oreja. —Eres un encanto, guapito —dice con ironía, tomándome del mentón antes de mirar a Tyler—. ¿Dónde está tu saco, cariño? Tyler gime y sale de la sala refunfuñando, mientras la sonrisa de Bella se amplía. —Hablé con Marcus —baja la voz en tono de confidencia—, y está totalmente de acuerdo con presentar a Ally y Tyler esta noche. —Solo preséntalos —digo, negando con la cabeza mientras le tomo la mano—. ¡Tyler, apúrate! —le grito. —Ya voy… —responde desde dos habitaciones más allá, con tono de fastidio. —¡Vamos, señorito Cara Larga! —añade Bella, riéndose prácticamente. —¿Sammy está bien? —le pregunto. —Sí, está viendo Buscando a Nemo con Ness en su cuarto. Apenas va a notar que no estamos —me asegura, apretándome la mano. Ness es una experta en mantenerlo distraído cuando salimos. Le pedimos a Jake y a Ness que fueran los padrinos de Sam, pero Ness y él siempre tendrán un vínculo especial, y ella siempre es la primera en ofrecerse para cuidarlo. Una semana después de que nació, le pedí a Alec que depositara cinco millones de dólares en su cuenta; le dije a Jake que el hecho de que su esposa casi muriera por darnos un hijo a Bella y a mí significaba que les debíamos una. Y así es. No sé cómo demonios vivíamos antes sin él. Cuando Sam tenía dieciocho meses, ellos tuvieron a su segundo hijo; esta vez una niña. Por suerte no le pusieron el nombre de Bella. Tiene apenas dos meses y está arriba ahora mismo con Ness y Sam. Jake ya está planeando casarlos cuando crezcan, pero por ahora Sam cree que es una extraterrestre. —Bueno, vámonos antes de que baje de nuevo —digo, jalando de Bella hacia la puerta principal justo cuando Tyler se pone el saco a regañadientes. *V* Bella me señala discretamente a Ally mientras camina por el pasillo. Es una de las damas de honor, rubia y lo suficientemente linda, aunque siempre he tenido debilidad por las castañas. Tyler, por su parte, sacó el celular apenas comenzó la ceremonia y casi no levanta la vista de la pantalla. A la primera oportunidad, se lo arrebato y lo meto en el bolsillo de mi saco. Él solo chasquea la lengua y hace pucheros hasta que termina la ceremonia, sin darse cuenta en lo más mínimo de las varias chicas en la iglesia que ya lo notaron. Ninguna de ellas es Ally, claro. La recepción se lleva a cabo en un salón sobre el muelle con vista a Walsh Bay, en el lado oeste bajo el Puente del Puerto. Y no habían pasado ni treinta minutos cuando tres chicas ya le habían pedido a Tyler que bailara. Y él ya está harto. —Menos mal que ya terminó el colegio, si no habría tenido su propio harén detrás de él —me susurra Bella al oído, inclinándose hacia mí. Cierro los ojos y gimo, apenas conteniéndome. —Por favor, no me lo recuerdes… —Esas niñas me hicieron la vida imposible. Ella se ríe suavemente, justo cuando Tyler regresa de su tercera ronda y se deja caer en la silla junto a ella con un sonoro bufido. —Sálvame, Bella, por favor —le ruega, mientras yo tengo que aclararme la garganta para contener la risa que amenaza con escaparse. —Está bien, guapito, vamos —dice ella, tomándolo de la mano y llevándolo de nuevo a la pista. Los observo bailar juntos, Tyler con la mano en la cintura de Bella y doblándola en altura, como yo, cuando de pronto Bella se detiene y se estira para decirle algo al oído. Tyler asiente, y mi esposa, con toda su picardía, le da un golpecito en el hombro a la chica que está bailando sola a su lado -que no es otra que Ally, la hija de Marcus-, y le transfiere a Tyler. Él parece aceptar, pero como está de espaldas a mí, no alcanzo a ver su expresión. Bella regresa de inmediato hacia mí, con una sonrisa inmensa iluminándole la cara. —Sabes que soy un genio, ¿cierto? —dice, completamente satisfecha consigo misma mientras se sienta de nuevo en nuestra mesa. —Nunca lo dudé —respondo con ironía, rodeándola con un brazo por los hombros—. ¿Cómo lo lograste? —Le dije que necesitaba mi inhalador —contesta, volviendo a mirar hacia Tyler—. Cristo, míralo. Está sonrojado. Levanto la vista y sigo su mirada hasta mi hijo, que de repente está tropezando con sus propios pies mientras le sonríe a Ally como si fuera de la realeza. Y por la expresión de ella, parece igual de encantada. —Awww… —murmura Bella, visiblemente emocionada mientras se lleva ambas manos al pecho. Río en voz baja y, acercándome a ella, presiono un breve beso sobre su sien. —Te das cuenta —la imito—, de que así fue como te miré por primera vez   "So long and goodnight. We love you." – Freddie Mercury.
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