Epílogo
22 de octubre de 2025, 10:39
Descargo de responsabilidad: Esta es una traducción autorizada de Bear Valley Ranch, segunda parte de The Mail Order Bride, escrita por Mrs. Brownloe (antes Lady Gwynedd). Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; la historia y su desarrollo son de la autora. Traducción sin fines comerciales. Gracias de corazón a arrobale, mi increíble prelectora.
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Capítulo 25: Epílogo
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Unos diez meses después
Edward terminó de cepillar a Kate y luego la llevó al potrero junto al granero. Sus costados estaban anchos y sabía que estaba cerca de parir. Había estado montando a su hermana, Tanya, durante esta temporada debido al avanzado estado de gestación de su yegua favorita y, aunque Tanya era buena, Kate era mejor. Podía leer su mente casi tan bien como Bella.
Sonrió cuando Kate le dio un empujoncito en el brazo con el hocico. Sabía que él siempre le daba una golosina antes de dejarla pastar.
—¿Estás esperando algo, muchacha?
Ella sopló ruidos de burbujas con los labios y movió la cabeza. Edward juraba que a veces era más lista que muchas personas que conocía. Metió la mano en el bolsillo del chaleco y sacó media zanahoria. Sus suaves labios aterciopelados la tomaron con delicadeza de su mano. Edward le dio unas palmaditas en el cuello y la observó trotar a través del potrero.
Sonriendo, se giró para regresar a la cerca cuando notó un destello de color entre la hierba alta del prado, un poco más abajo de la loma. Se detuvo y entrecerró los ojos contra la brillante luz matutina. Un familiar pañuelo rojo se elevaba con el viento y volvía a caer, ondeando una y otra vez, en marcado contraste con el verde deslavado de la hierba que lo rodeaba. Sonrió, de pronto invadido por un deseo inmenso de ver a la dueña de ese pañuelo, y se trepó por encima de la cerca.
Al acercarse, pudo oír risitas de niña entremezcladas con carcajadas femeninas, y su corazón se llenó de felicidad. Su esposa y su hija estaban disfrutando de ese hermoso día de verano. Bella había extendido una manta sobre la loma cubierta de hierba y allí yacían ella y Joy, jugando con un pañuelo rojo traslúcido. Bella lo lanzaba al aire y este descendía flotando suavemente. El pañuelo se había posado sobre la cabeza de Joy y la pequeña reía encantada.
—Buenos días, damas. ¿Les molestaría si un vaquero solitario se les une?
Bella se incorporó con una sonrisa en el rostro y dijo:
—¿Por qué tan solitario, señor vaquero?
—¡Papá! ¡Papá! —gritó Joy, aplaudiendo mientras alzaba los bracitos.
Siempre obediente ante las demandas de su hija, Edward se agachó para levantar a la pequeña de catorce meses mientras respondía a su esposa:
—Bueno, señora, han pasado ya tres horas desde la última vez que vi a mi encantadora esposa.
Sosteniendo a la inquieta niña en brazos, se sentó sobre la manta y se inclinó para besar a Bella en la mejilla.
—Parece que sí fue mucho tiempo —respondió ella, devolviéndole la mirada. A veces le costaba creer que estaba casada con ese hombre maravilloso, y aún más sorprendente le resultaba saber cuánto la amaba él en retorno. Le producía un calor en el pecho, brasas que chispeaban y ardían dulcemente.
Joy se liberó de los brazos de su padre y corrió tras el pañuelo que había volado unos metros. Edward alargó la mano y colocó la suya encima de la de Bella mientras observaban a la niña.
—Está cambiando cada día —observó Edward.
—Sí. Está creciendo rápido y hermosa, como una verdadera coloradense.
Edward atrajo a Bella contra su costado para poder rodearla con el brazo. Se quedaron allí sentados, disfrutando del sol veraniego y del cielo más azul que el azul, viendo a su hija jugar. Los ojos de Edward se deslizaron prado abajo, donde los caballos pastaban en paz, y luego más allá, hasta el campo lleno de ganado.
Suspiró con satisfacción:
—Joy está creciendo. El rancho está creciendo. Todos estamos creciendo.
—Eso es muy cierto, Edward. Más cierto de lo que imaginas —dijo Bella, con los ojos chispeando mientras se acurrucaba más en su abrazo.
Confundido, Edward la miró a los ojos.
—¿Más de lo que imagino? ¿Qué quieres decir?
Bella tomó su mano y la colocó sobre su abdomen bajo.
—Creo que Joy tendrá un hermanito o una hermanita la próxima primavera.
Edward soltó un jadeo de sorpresa.
—¿De verdad, Bella?
—Todas las señales están ahí. Lo venía sospechando desde hace unas semanas, pero cuando el olor del café me revolvió el estómago esta mañana… ese es el indicio seguro para mí.
Edward la levantó en brazos y la sentó en su regazo para besarla profundamente.
—Ay, Bella mía, me haces muy feliz.
Ella se acurrucó contra su pecho y se sorprendió unos momentos después al oírlo reír suavemente. Alzando la vista con curiosidad, él le sonrió y dijo:
—De verdad voy a tener que cambiarle el nombre al rancho… a Baby Valley.
BVR
31 de agosto de 1889
Bear Valley Ranch, Colorado
Querido hermano:
Apenas puedo creer que hayan pasado ya tres meses desde nuestra última correspondencia. El tiempo parece transcurrir muy deprisa. Mis días están llenos y mis manos siempre ocupadas, pero no podría pedir una vida mejor ni más feliz.
Los padres de Edward viajarán pronto al Distrito de Columbia por asuntos relacionados con la Nación Ute. Parece ser que Carlisle ha descubierto que las circunstancias en las que se encuentran actualmente los Ute son muy difíciles, debido a la expansión de los Estados Unidos y las reclamaciones de sus ciudadanos por las tierras. Ha visitado varios de sus campamentos y ha encontrado condiciones deplorables, que Washington podría aliviar con relativa facilidad.
Ha hecho muchos amigos en la capital de nuestra nación a lo largo de los años, así que quizás logre reunir algo de apoyo para sus nuevos amigos. Sé que mi suegra, Esmé, disfrutará del ambiente de esa ciudad, aunque lleva ya medio año gozando mucho del entorno social en Denver.
El hermano de Edward y su cuñada, Jasper y Alice, finalmente lograron resolver todos los asuntos en Chicago y trasladaron Cullen Enterprises a Denver. Están construyendo una casa hermosa en un nuevo vecindario encantador, tan fino como cualquiera de Chicago, según Alice. Tendrán todas las comodidades modernas, eso es seguro.
El bebé de Alice y Jasper, Brandon, está prácticamente a mitad de su segundo año, y es un niño fuerte, sano y encantador. Mi pequeña Joy, o Joycita, como suelo llamarla, celebró el fin de su primer año hace unos meses. Me asombra decir que se saltó la etapa de gatear y caminar, y ahora corre por todos lados. Es feliz y risueña casi todo el tiempo; verdaderamente su carácter hace honor a su nombre. Sin embargo, me mantiene constantemente ocupada, con un ojo siempre puesto en ella y el otro en mis tareas.
Lauren nos ha pedido traer a su hermana menor, Susan, desde Pensilvania para que sirva como niñera de los bebés, y Edward y yo creemos que es una buena idea, así que pronto, supongo, iremos a Denver a recibir a otra nueva residente del Bear Valley Ranch. Mi proyecto agrícola con la señora que posee el restaurante del pueblo va muy bien. De hecho, hemos duplicado el tamaño de nuestro huerto este año y le enviamos productos cada dos días durante la temporada de cosecha. Edward dice que mi jardín pronto superará su operación ganadera, pero está bromeando.
No estoy segura de cómo impactará el ferrocarril en mis operaciones cuando llegue a Bear Valley, pero tengo la esperanza de que solo atraiga más clientes al establecimiento de la señorita Kitty, y con ello aumente la demanda de mis productos.
Hablando del ferrocarril, anticipamos que la próxima arriada será la última que Edward tendrá que hacer hasta Denver. Esperaba acompañarlo este año, ahora que puedo dejar a Joy unos días y que mis habilidades como amazona han mejorado, pero ciertas circunstancias han interferido con nuestros planes, así que supongo que nunca podré participar en una arriada como alguna vez soñé.
Edward amplió su hato este año, y si todo sale según lo planeado, vamos a ampliar la casa del rancho un poco, tal vez incluso añadiendo «comodidades modernas» como las que Jasper y Alice tendrán en la suya. Te confieso que usar la letrina en pleno invierno no es la experiencia más cómoda, así que espero con ansias esas mejoras.
Bueno, querido hermano, debo despedirme por ahora, pero te dejo con una pequeña noticia. Edward y yo esperamos un nuevo integrante en nuestra familia para la próxima primavera. Edward dice que, si es niño, podríamos llamarlo como nuestro padre, Charles. ¿No sería algo maravilloso?
Cómo desearía que pudieras conocer a mis seres queridos. Me parece increíble que nunca hayas conocido a mi esposo en persona. Creo que te agradaría. Quizás algún día tú y Jess puedan venir a visitarnos. Me encantaría volver a verte, querido hermano.
Y especialmente, me encantaría que vieras la dicha que es nuestra vida aquí en Bear Valley Ranch.
Con cariño,
Tu hermana,
Isabella Cullen
Nota de la traductora: Y así, nos despedimos de esta segunda parte. Muchas gracias por acompañarme, pero... la historia sigue...