ID de la obra: 1352

El Valle de las Ausencias

Slash
NC-17
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planificada Mini, escritos 13 páginas, 6.354 palabras, 2 capítulos
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Prólogo

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Dicen que los pueblos alejados del mapa guardan secretos que nadie se atreve a contar, están ocultos y son ignorados por el mundo actual. El Valle de las Ausencias no era la excepción. Adoptó este nombre por estar escondido entre bosques espesos, brumas persistentes, vías rurales y polvorientas. Había sobrevivido al tiempo sin hacer ruido… Hasta que el gobierno, agobiado por el abandono campestre, buscó repoblar estas zonas olvidadas a través de acuerdos internacionales, ofreciendo trabajos y viviendas para atraer migración extranjera con promesas para quienes quisieran estabilidad. Japón vivía su propia crisis política y social: costos desorbitados, soledad urbanizada y jóvenes asfixiados por un sistema arcaico. La promesa de una vida más flexible y segura al otro lado del mundo no tardó en hacer eco. La tentadora oferta de una vivienda y trabajo estable era un salvavidas para los jóvenes soñadores. Así, oleadas silenciosas de japoneses comenzaron a instalarse en pequeños pueblos, entre ellos, el olvidado Valle de las Ausencias. Pero los hilos del destino formularon más que tratados internacionales. La llegada de un grupo de japoneses al pueblo, marcó para una costurera, decidida a encontrar paz para ella y para su mejor amigo, la vida que no creyeron merecer. A inicios de marzo de 1995, un bus serpenteaba entre los caminos que conducían al valle, traía a bordo al joven de cabellos negros que creía haber dejado atrás el infierno. Su fragancia a almendras, vainilla y canela apenas era perceptible cubriendo la herida que llevaba en la nuca, la marca de un amor que terminó en la ruina y humillación. Escapaba de su pasado, del lobo herido que llevaba dentro… sin saber que al llegar no hallaría descanso, sino el comienzo de algo más peligroso: ser el único omega en tierra de alfas. El valle era un pueblo donde estos abundaban, puesto que las personas omegas habían emigrado años atrás, dejando al pueblo poblado solo por alfas y betas, hasta ahora. En el mismo bus, otro destino se agitaba y se tejía sobre sí mismo. Era un hombre exiliado por su propia familia, que se excusaba en unas ligeras vacaciones antes de consumar una vida que le habían escrito por tradiciones e intereses económicos. Desbordaba atractivo a través de sus azules ojos, y su alborotado cabello platinado delataba su despreocupación. Su corazón estaba cansado de las apariencias. Estaba comprometido con una joven que jamás tocaría y amaría. Sencillamente mantendría la libertad de su cuerpo como única forma de rebelión. Nadie lo sabía aún, pero sus caminos ya se habían empezado a enredar desde el momento en que tomaron el bus hacia el Valle de las Ausencias. Y mientras tanto, en las calles, un excéntrico delta que murmuraba con las sombras, advertía a quien quisiera escucharlo:

“Ya viene el omega,

la sangre lo anhela.

Dos alfas rugiendo,

uno arde, el otro reina.”

Nadie le creyó. Nadie respondió y nadie se rió. Pero aquellos estaban por llegar. Y con ello, el equilibrio del valle comenzaría a resquebrajarse.
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