ID de la obra: 1374

El lirio del más perfecto

Mezcla
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planificada Maxi, escritos 16 páginas, 6.253 palabras, 10 capítulos
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Capítulo I: La llegada de los individuos

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Había sido un día de primavera, un lunes como se esperaba. en donde las flores esperaban ansiosas por abrir sus pétalos, en donde todo brillaba en el Instituto de la Perfección, un paraíso para Lou, el primer habitante y asignado como líder, quien no tenía competencia… o, más bien, no conocía de ella. Era su primer día como instructor y él creía que lograría ser alguien en su vida, el muñeco perfecto, tal como él solía llamarse, que no veía la hora de empezar. Llegó la primera entrega, no podía especificar la cantidad, puesto que ¡sería como contar las estrellas! En el interior del local, delante del pasillo de cemento y el campus, se encontraban unos cuantos portales que recibirían a unos muñecos grises e idénticos los unos a los otros. Ninguno de ellos conocía lo que había allá, estos apenas escuchaban las voces de los televisores, las cuales les hablaban de ser perfectos, un reto especial y, por supuesto, lo que pasaría si lo superaban con éxito. No eran distintos, o eso la fábrica adujo al crear a cada uno, que solo por esos minutos carecían de diferencia, puesto que todo eso acabaría cuando, en colas inmensas, tuvieron que ingresar por aquellos portales curiosos… y luego a los «escáneres de individualización». Uno de ellos llegó a conocerlo, aunque no sabría cómo describirlo; luego de que una tenue luz ascendiera por su cuerpo como mirada de niña presumida, ella escuchó aquella voz, que le dijo algo jocosa cómo se llamaba y a qué se dedicaba: —Te llamas Lily, eres jardinera y modelo… ¡Bienvenida! Aquel muñeco estuvo algo confundido, pero luego extrajo que el día empezó y que, ya desde ese entonces, ahora tiene algo qué hacer. —Hermosas flores, ¡aquí voy! —comentó tan risueña lo que tuvo en la mente, como si aquellas palabras hubieran sido previamente seleccionadas. Tan determinada a ir a verlas, Lily dio un brinco y fue a buscarlas. No obstante, como es la primera vez que veía un lugar así, no tenía la menor idea de dónde estaba parada, ¡parecía un ser arrojado al mundo!; sin embargo, poseía una inmensa curiosidad por conocer todo lo que había en su alrededor, que no se tardó en averiguarlo a su modo. Deambulaba por el Instituto, correteando y riéndose de la dicha por conocer un lugar tan espacioso, que le parecía un castillo. Ese primer día no parece tener algún obstáculo, así lo pensaba. Emocionada de «existir», ella se deleitaba con cada vista, olor, sabor e incluso tacto: la tela de su falda, el olor de su cabello, el plástico de su piel…, mientras divisaba los árboles y las flores. Cuando estuvo por ir a verlos más de cerca, no se percató de que había alguien en su camino… que, como en drama juvenil, tropezó con alguien que portaba un esmoquin negro salido de una tintorería de pura cepa. Lily no podía sentirse más avergonzada, «¡mira por dónde vas!» aquel caballero se lo notificó con una aspereza, ya que este no soportaba ni un grano de polvo en su traje. Luego de notar el fruncimiento en el ceño de aquel tipo, la señorita le hizo una breve reverencia antes de disculparse y apartarse en la premura, nunca antes había sentido mucho miedo. —¡Oye, un minuto…! —El tipo del traje, siendo el mismo Lou, se sacudió la cabeza antes de haberle dicho aquella frase… y suspiró.
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