Capítulo II: La razón de estar con un niño
9 de noviembre de 2025, 13:29
Ahora solo en su camino, Lou se remordió: jamás había pensado en recriminar la torpeza de semejante beldad, tanto para los ojos suyos de azul cielo… como para los de los demás; tan así que no dejaba de evocarla, desde el rubio cenizo de su cabello hasta la lozanía de sus labios…,
Pero ¿qué era perfecto además de ser bonito? Quedarse callado, seguro así lo pensó; asimismo, también tuvo que suplantar esa sonrisa por una indiferencia antes de alejarse él también.
Mientras que Lily consiguió ver aquella flora, que la contempló: el follaje de los árboles le fue algo tan curioso, que al tocar una hoja no pudo evitar enternecerse por su delicadeza y fragancia, lo mismo con las flores, en especial las que compartían su nombre: los lirios, aunque también las amadas rosas, que podría quedarse horas inventando escenarios con ellas de fondo.
—Si tan solo alguien pudiera darme una flor… —murmuró en la soledad yesperanza en lugar de lamento.
¿Por qué aquella belleza natural? Por esa misma razón: ella deseaba una amiga, alguien que la comprendiera y la acompañara en paz, que tan pronto encontró consuelo y empatía en aquellas princesas de corola y pétalos.
Y como si su petición hubiera sido escuchada…, abogados, administradores, doctores, ingenieros y hasta bailarines se le acercaron con diferentes ejemplares: pensamientos, girasoles, narcisos, margaritas, violetas…, pero ninguno era una rosa o un lirio, y ¿qué más había sido hermoso… aparentemente? El deseo en sus palabras, las de aquellos muñecos.
Ella no se había visto en un espejo, por lo que no apreciaba la razón por la que ellos se le acercaban; hasta que, todavía confundida, les preguntó con una suavidad en su voz: así fue como uno de los doctores le hizo saber la primicia pasándole un espejo que llevaba consigo. En frente de ellos, pudo descubrir su rostro, el que despertó una chispa en sus ojos, también al resto, tanto de ellos… como ellas, los mismos que luego sonreirían en limerencia ante el propio Lou.
Aunque no atinaron en aquel detalle, nuestra amiga les dedicó una sonrisa con sus mejillas sonrosadas cual azaleas. En poco segundos, sus manos dejaron de quedarse vacías, y se llevó aquel arreglo imprevisto.
Horas pasaron, «ahora toca trabajar» se decía él, mientras que un «¿qué estoy haciendo aquí?» era la pregunta de ella, más desconcertada que contrariada.
Luego de un espectáculo digno de una serie de Disney Channel o, más bien, un concierto de pop, Lily pudo ver con más detalle al tipo de traje negro: su porte, voz, facciones, cabello…, tumbaron a la muchedumbre en fascinación, como si este hubiera sido un mago, uno experto en sus encantamientos. Aunque a ella le avergonzaba admitirlo, no había sido la excepción.
Por lo último, Lou no pudo evitar sentirse tan halagado, que no podía detenerlo, pues ahora tenía la atención del público. Sin aparente acritud o agresividad, él expresaría los motivos de su existencia en el instituto y, con ellos, también sus más recalcitrantes objetivos.
Mientras que aquella flor de muñeca finalmente descubriría algo nuevo: su propósito en la vida, algo que podría entusiasmarla… y lo hizo, porque ¿quién no desearía recibir el amor que una pureza joven y humana podría darles?
«…pero ¿habrá flores también?», se dijo en un momento, luego de que el show culminara para el jolgorio de la multitud.
Por ser el primer día, los muñecos tuvieron su día de descanso, lo que significaba ratos de diversión y relax…, quizá no para Lou, ya que este último se puso a hablar con sus robots, unos asistentes mandados por la fábrica que traían, en ese momento, un par de porta hojas y se pusieron a hablarle sobre los muñecos.