Capítulo X: El martes por la tarde
9 de noviembre de 2025, 13:36
Cuando Lou reconoció el rostro canela de quien lo había llamado, suspiró en el alivio que entibiaba su cuerpo metálico. Sus ojos emitían familiaridad, una chispa que no todos, más tres sabiondas, podrían diferenciar con el más genuino interés.
—¿Qué pasa, Mandy? —dijo tratando de ocultar la vergüenza que el más osado pensamiento le invadía— ¿Se te perdió algo? ¿Querías decirme...?
—Bueno... sí —le interrumpe más confundida que avergonzada apenas procesó su propia respuesta, hasta que encontró a Lily recostada en ese rincón y rió tan alegre— Quería preguntarte si viste a... ¡Olvídalo! Me alegro que mi amiga esté bien. —Echó unas risas.
En aquel momento, nuestra amiga de cabellera carmesí se quedó pensando en algo tan trivial, tan breve todavía, y estuvo por preguntarle algo cuando él se le adelantó risueño:
—¿Tan rápido ya son amigas?
Sin esperar alguna respuesta, o más bien pregunta, de su acompañante, no pudo evitar expresarle su asombro y, en respuesta, nuestra otra figurita se dio un paso atrás.
—¿Por qué tan asustada? —agregó él con una voz suave— No me digas que...
—¿Qué cosa? —le dijo temblorosa.
—Que no estás cumpliendo tu parte del plan. —Le señaló con el indice aún no tandecerca.
Ella sentía su cuerpo enfriándose al oír la súbita insinuación y el tono de esta: serio cual una serpiente y amenazante cual una abeja, que negó con la cabeza apenas lo escuchó. ¿A qué se refería con “plan”? Nadie lo sabía salvo esos dos... o tal vez cinco.
Entonces se alejaron tras, moviendo su dedo preferido hacia ella. Lily aún se encontraba dormida, así su amiga la estaba viendo y le fue inexorable preocuparse, más cuando los demás muñecos ya se habían despertado mucho antes de haber llegado.
Solo cuando pasaron diez minutos fue que nuestra flor de muñeca finalmente abrió los ojos. Algunos muñecos la miraban con la curiosidad y confusión compartidas, excepto uno con ojos de clorofila del montón que, con su sonrisa de diente de león, le parecía una sirena.
—Chicos, ¡ya no es necesario el botiquín...! —voceó aquel antes de volver la mirada hacia ella. Y, de no ser por sus pulsiones de hombre terrenal, se quedó unos segundos más tan solo para buscar el brillo de sus ojos.
Lejos de inquietarse, la otra le siguió el juego... por unos segundos antes de apartar la mirada. Ninguno de ellos sabría explicar lo sucedido, pero el mensaje no les podría ser más... entrañable. Poco después de recuperar el sentido, el mismo desconocido de castaño echó a correr. Y, otra vez en la soledad, la joven de ojos de tierra se puso de pie, preguntándose por lo que había ocurrido en sus pensamientos andantes, vagando por los espacios de Perfección.
Mientras que, a unos metros, el trío curioso de hace poco se encontraba conversando como de costumbre. No parecía haber algo interesante en sus chismes y majaderías hipócritas, ¿cómo se conocieron? Cuestión de suerte, así lo dirían. Ellas, quienes alcanzaron a ver aquel incómodo momento entre Lily y el muchacho desconocido, no se quedarían calladas, especialmente una:
—¿Ya vieron, chicas? —preguntó Tuesday con una mueca y un fruncido más bien socarrón— ¡Por poco y se besan! —chilló al tiempo que se encogía y arrullaba con un melindre.
—¡Agh! No nací ayer, Sandy —gruñó Kitty, llamándola por su apodo de confianza—, además ¿por qué me tiene que importar eso, se puede saber?
Mientras que Lydia, quien no se cuestionaba por las cosas de su coleguita magenta, apenas asentía con la cabeza en la indiferencia.
—¡Agh! —refunfuñó la mentada celeste ante la apatía oída— Al menos ¿saben qué significa eso...? Lou lo sabrá tarde o temprano y...
—¡Ay no! Ahí va de nuevo... —murmuraban las restantes en el momento, una de ellas cubriéndose la cara con una mano de la vergüenza.
—¡Y me amará! —cantó con una sonrisita risueña mientras daba vueltas sobre sí misma.
Entonces volvió la mirada hacia sus acompañantes, buscando el entusiasmo en sus ojos, habiéndose topado en realidad con unas caras más insípidas que una hostia.
—Honestamente... —respondió la amiga púrpura luego de tomarse un respiro.
—Creí que dirías que dejaría demolestarnoscon... sabes a qué me refiero ¿verdad? —interrumpió Kitty con desagrado en su voz.
—¡Agh! Son unas víboras, aguafiestas... —denostó la otra chiquilla en su frustración disfrazada de un simple lamento— ¡y envidiosas! —cantó una vez más.
Las demás la miraron con cara de querer objetarle, pero porque de pronto vieron a alguien acercarse, prefirieron ahorrarse alguna ofensa.
—¡Uy...! Hablando del rey del Roma... —comentó Lydia con los brazos cruzados antes de darle un codazo.