Capítulo IX: Lou o el amo de la perfección muñequil
9 de noviembre de 2025, 13:35
Cuando Lou escuchó el aviso a su asistente, le devolvería el tono con una pregunta y, apenas recibió la información, le ordenaría el descanso para aquella muñeca en el “rincón de los dormidos”, primero a ella y luego a unos muñecos que dejaban ver hilo en sus pieles.
En unos minutos, el entrenamiento finalizaría con otro silbato acompañado con la voz estentórea del mentado. Uno que otro de los muñecos jadeaba con sus manos en las rodillas, incluyendo a Mandy, quien, luego de rondas en la lavadora, entrecerraba los ojos más que nunca.
—¿Lily...? —Volteando la cabeza trasfrotarse los ojos. Cuando regresó la mirada, el paisaje le parecía una pintura con acuarela, pero eso desaparecería a los segundos.
En ese preciso instante, algunos de los que estaban en el rincón despertarían en confusión; dejando sola a nuestra azucena, quien aún... dormía.
Después de notificarse el descanso para todos nuestros muchachos y muchachas, Lou se tomó un respiro y se puso a conversar con sus asistentes, pidiéndoles el informe del día, cada detalle como si fuera la enésima vez.
Apenas se queda solo, este no pudo evitar preguntarse por todo lo que pudo ver:
Los muñecos corriendo como si huyeran de un león, los súplicas y posteriores gritos de quienes caían en la lavadora ¡como si estuvieran por ir al cadalso!, los bocinazos y las sirenas retumbando en breves instantes..., aquel escenario se pintaba en su cabeza como en el lienzo. Con una todavía suelta, y neutra, expresión en su rostro, pensaba en aquella jornada.
Pese a una que otra vacilación que le llamara al sentido más común (y tal vez sencillo) de su ser, «¿Qué muñeco iría al Gran Mundo sin merecérselo... sin ganárselo?» se preguntaba, tratando de suprimir cada interrupción que lo hiciera retroceder en lamento; sin embargo, si pudiera concebir algo innegable, sería el tiempo que corría junto con sus instrucciones, tanto las de él... como las de la fábrica. Y, como un evangelio dominical, este tendría que ir luego de seis días a informar cada adversidad y oportunidad al representante de aquel lugar, su creador.
Cada trozo de recuerdo y de pensamiento se convertiría le apretujaría la cabeza que, en segundos, lo haría desviar la mirada del frente para ahora posarla en aquel rincón. Luego de masajearse la sien, él se acercaría a la muñeca dormida que, por la postura y el largo del cabello, no mostraba su rostro. No pudo negar que elsettingle perturbaba un poco, pero al mismo tiempo le susurraba por que no tenga miedo, se acercaría a mover aquel mechón.
Al inicio, su mano temblaba al pensamiento de tocar a otro muñeco, y de su “sexo” opuesto, pero la vista del cabello le alimentaría la curiosidad, como si lo reconociera. En ese rato, una imagen de pronto rebrotaría en los recuerdos del primer día: era Lily. Apenas apartó el mechón de su rostro, trató de no retroceder al verla, aún cuando sentía sus mejillas calentándose, contemplándola incesantemente.
Sin lunar de algún color o algún grano, labios pequeños, nariz respingada... él no pensaba que se preocuparía por algo así, pero no podía negar que aquellos detalles lo hacían reír tan suave... y con algo de remordimiento.
«Cómo desearía que todo muñeco fuera como tú...» suspiraba para sí... o eso creía;
Pero se sacudió la cabeza al primer segundo que notó un movimiento en ella y dio unos pasos atrás, ¿convendrá despertarla? En ese mismo momento, la veía como un gato y el solo pensamiento le era por lo menos grosero.
Él quiso alejarse, pero la vista no dejaba de tentarlo para su desgracia, que se encontraba cerca de palpar aquella melena... pero desistiría cuando, de pronto, una voz lo llamaría desde atrás:
—¡Lou!
Tan solo porque no era un grito, no se sobresaltó y volteó apenas la identificó.