ID de la obra: 1386

El hijo del prototipo

Gen
R
En progreso
2
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planificada Mini, escritos 18 páginas, 5.996 palabras, 5 capítulos
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Prólogo

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Playtime Co. siempre había sido el faro de la alegría infantil, una fábrica de sueños donde los juguetes cobraban vida en las manos de niños y padres por igual. Elliot Ludwig, su visionario fundador, era admirado como un genio benevolente, un hombre que transformaba la imaginación en realidad tangible. Pero bajo la fachada de risas y colores vibrantes, se ocultaban abismos de oscuridad que nadie osaba imaginar. En las profundidades de esa imponente estructura, más allá del orfanato subterráneo que albergaba a los huérfanos "afortunados", yacía una prisión olvidada, custodiada por sombras y silencio. Aún más abajo, laboratorios abandonados bullían con tecnología prohibida: máquinas oxidadas que palpitaban como corazones mecánicos y sustancias químicas que prometían milagros... o pesadillas. Todos sabían que Elliot había perdido a su hija adoptiva en un trágico accidente, un vacío que lo consumía. Pero nadie sospechaba hasta qué punto su duelo lo había impulsado a desafiar las leyes de la naturaleza. En la soledad de su laboratorio, Elliot se sumergió en experimentos prohibidos, fusionando ciencia y desesperación para traerla de vuelta. Primero creó al Prototipo: un ser monstruoso, una amalgama de carne y metal, peligroso pero controlable. No era perfecto; carecía de forma definida, solo un esbozo viviente para probar los límites de la resurrección. —Esto es solo el comienzo— murmuró Elliot para sí mismo, mientras observaba la criatura retorcerse en su tanque. —Pronto, mi pequeña, volverás a mí—. Y entonces llegó Poppy. Una creación exitosa, infundida con órganos y ADN de su hija fallecida. Elliot la miró con ojos empañados, su corazón latiendo de nuevo. —¡Mira lo que he hecho!— exclamó Elliot, extendiendo las manos hacia la figura diminuta y perfecta. —Eres tú... eres mi Poppy—. Pero la ambición no se detuvo allí. Autorizó más experimentos, utilizando a los niños del orfanato como sujetos. La flor de amapola, con sus propiedades alucinógenas y sedantes, fue el catalizador perfecto. De ella extrajeron un gas rojo letal, capaz de inducir un sueño temporal... o eterno. —Este gas nos dará el control absoluto— dijo Harley Sawyer, el científico jefe, con una sonrisa fría mientras manipulaba los viales. —Nadie despertará sin nuestro permiso—. Todo marchaba según el plan, expandiendo los experimentos a cuerpos más grandes, similares al Prototipo. Sin embargo, las grietas aparecieron pronto. Trabajadores murmuraban sobre salarios atrasados, jornadas exhaustivas y desapariciones inexplicables: niños que se desvanecían del orfanato, empleados que nunca regresaban de sus turnos nocturnos. En medio del caos, Harley, un hombre arrogante y calculador, se acercó a Elliot en su oficina privada. —Señor Ludwig, los problemas se acumulan— dijo Harley, cruzando los brazos con impaciencia. —Los trabajadores hablan de huelgas, y las desapariciones atraen miradas indeseadas. Necesitamos algo radical—. Elliot levantó la vista de sus notas, exhausto pero intrigado. —¿Qué propones, Harley?— —Un experimento supremo— respondió Harley, sus ojos brillando con ambición. —Más grande que Poppy o el Prototipo. Crearemos una vida desde cero: un bebé perfecto, controlable desde su concepción. Un humano ideal, un trabajador incansable que no necesite alimento para sobrevivir, como sus predecesores—. Elliot frunció el ceño, pero la idea lo tentaba. —Necesitaríamos ADN de dos progenitores. ¿Quién se ofrecería para algo así?— Harley sonrió con malicia. —No necesitamos voluntarios humanos. Usaremos a nuestros éxitos: el Prototipo y Poppy. Su ADN combinado creará algo invencible—. La propuesta fue aprobada, y pronto extrajeron muestras de los dos experimentos. Los científicos observaron con fascinación cómo el embrión se formaba en una cápsula especial, un útero artificial que aceleraba el crecimiento de manera antinatural. No en un vientre humano, ni siquiera en el de Poppy, sino en un contenedor de vidrio y circuitos, donde el feto se desarrollaba bajo luces frías y monitores parpadeantes. El día del "nacimiento" llegó, un evento presenciado por un selecto grupo: científicos, Elliot y sus confidentes. La cápsula se abrió con un siseo hidráulico, revelando a un bebé aparentemente normal, llorando con fuerza. —Es... ordinario— murmuró un científico decepcionado, ajustando sus gafas. Pero Harley se inclinó sobre la cuna improvisada, examinando al infante con ojos calculadores. —No lo subestimes. Este es el futuro. Lo llamaremos Ángel—. El niño fue integrado al orfanato, pero su vida distaba de ser normal. Mientras otros crecían jugando, a Ángel le extraían sangre, lo conectaban a máquinas y lo sometían a pruebas constantes. —Toma este dulce, pequeño— le decía un técnico con una sonrisa falsa, extendiendo un caramelo. —Es nuestro secreto. Lo hacemos porque eres especial, de nuestra confianza—. Ángel no conocía a sus "padres" biológicos —el Prototipo y Poppy—, aunque ellos, en su forma limitada de conciencia, sentían una conexión inexplicable hacia él. El niño creía ser un huérfano más, hasta que Rich, un empleado leal de la fábrica que conocía el secreto, lo adoptó con el permiso de Elliot. —Puedes llevarlo al mundo exterior— le advirtió Elliot a Rich en una reunión privada. —Pero debe volver para los experimentos. Es esencial para nuestro legado—. Rich asintió solemnemente. —Lo entiendo, señor. Lo protegeré... y lo entregaré cuando sea necesario—.
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