Capítulo 1
18 de noviembre de 2025, 14:00
Un día lluvioso en Brisbane azotaba contra lo que era la escuela preparatoria de….
“¡Esperen, esperen!”
Bluey aparece de la nada para hablar
“¿Cómo va a iniciar de una forma tan culera la presentación? ¡Pinches escritores de mierda! Ni los de Wattpad lo hacen tan mal, y eso que escriben cualquier pendejada.”
“Bueno
“Hola, soy Bluey. Y sí, estoy muerta. Ahora ni siquiera me puedo llamar Bluey. Debería llamarme Whitey. Tranquilos, no es un spoiler si yo misma lo cuento, ¿verdad?
El día en que morí no parecía nada especial.
La lluvia golpeaba las ventanas de la escuela mientras todos se amontonaban en la cafetería, tratando de no mojarse. Todavía no puedo creer que justo en ese momento tuvo que colapsar el filtro que protegía el techo y evitaba goteras.
Yo estaba en la fila, esperando mi turno, cuando lo vi: un chorizo jugoso, brillante, perfectamente dorado. No lo pensé dos veces. Todavía recuerdo la voz de Chole diciendo…
“¿¡Te vas a comer ese chorizo tan grande!? Preguntó la dálmata, viendo el tamaño del gran pedazo de carne qué había puesto Bluey en su mesa.
“No pendeja, solo lo voy a ver como tú con el chorizo de Snickers.”
Chloe rodó los ojos, fingiendo que no le afectaba mi comentario. Pero yo vi el leve sonrojo en su hocico. Puede ser una perra mala cuando crezca
"Ja, ja, muy chistosa, Bluey," murmuró, removiendo su ensalada con el tenedor como si fuera lo más interesante del mundo.
“No mames. No puedo creer que te volviste una loca como Indy.” Dijo Bluey, riéndose en la cara de Chole.
“No soy vegana, simplemente quise comer algo sano hoy.” Respondió Chole a la defensiva.
Mientras tanto, yo admiraba mi chorizo como si fuera una obra de arte. Dorado, grasoso, con el aroma perfecto que prometía una explosión de sabor en cada mordida. Le di un giro en el plato, apreciando su curvatura, su brillo bajo la tenue luz de la cafetería.
"Bingo se va a morir cuando le cuente de esto," pensé, tomando el tenedor y cuchillo para partirlo.
Pero justo cuando iba a hacerlo, Mackenzie se dejó caer en la silla frente a mí con un suspiro pesado.
"¿Qué traes, wey?", le pregunté sin levantar la vista del platillo divino que tenía enfrente.
"Malditos exámenes de matemáticas. Casi repruebo," se quejó, dejándose caer sobre la mesa con dramatismo. "La profe dijo que si saco otra calificación así, me va a poner a hacer ejercicios extra después de clase.”
Le di una palmadita en la cabeza, en modo compañera de batalla escolar, y luego me concentré en lo importante: la primera mordida.
El jugo caliente brotó al contacto, y la fragancia ahumada invadió mis sentidos. Levanté el pedazo y lo llevé a mi boca.
“¡BLUEY!”
Brinque de la mesa y volteo a ver quién era la que me quiso matar del susto.
Era Bingo.
Se detuvo de golpe junto a mí, apoyando las patas en la mesa y mirándome con esos ojos grandes y brillantes. Si no fuera mi hermana ya me hubiese lanzado hacia ella.
"¡No vas a creer lo que pasó en la clase de deportes!", dijo, aun intentando recuperar el aliento.
Suspiré, bajando el tenedor. "Bingo, si me vas a contar que alguien se cayó otra vez en el fútbol, ya lo vi venir. Es un clásico."
"¡No, esto es diferente!"
Mackenzie levantó la cabeza de la mesa, interesado. Chloe dejó su ensalada un momento, como si tal vez esto valiera la pena escucharlo.
"¿A ver? Suéltalo," dije, cruzándome de patas.
Bingo hizo una pausa dramática, asegurándose de que tenía nuestra atención.
"¡Snickers vomitó en medio de la cancha! Pero no fue un vómito normal… ¡fue como una maldita fuente! Primero salió un chorro, luego otro, y después empezó a girar en círculos porque no podía parar. ¡Casi se ahoga en su propio vómito!”
"¡NO MAMES!", exclamé, llevándome las patas a la boca.
Mackenzie soltó una carcajada. Chloe hizo una mueca de asco.
"¡Te lo juro! Todos gritaban, el profe no sabía qué hacer y Muffin salió corriendo como si hubiera visto un fantasma."
"Ja, ja, qué asco, pobre wey," dijo Mackenzie.
"¿Y a qué hora pasó eso?", preguntó Chloe, curiosa pero aun con cara de asco.
"Justo antes de que terminara la clase," respondió Bingo. "Y lo peor es que… bueno…"
"¿Qué?", insistí, inclinándome hacia ella.
Bingo bajó la voz, como si estuviera a punto de revelar un secreto. "Dicen que fue porque se tragó un chorizo entero sin masticar.”
Silencio.
Lentamente, todos voltearon a verme.
Yo, con el chorizo en la boca, congelada en el tiempo.
Chloe levantó una ceja. Mackenzie trató de aguantar la risa.
"Bluey…" dijo Bingo con voz de advertencia.
Tragué saliva. "No sean pendejos, yo sí mastico."
Y sin pensarlo, le di la mordida más exagerada de mi vida al chorizo, como para probar mi punto.
Mackenzie soltó un aplauso lento. "Wow, qué valiente."
Bingo, solo me miró con preocupación. "No quiero que termines como Snickers."
"¡Bingo, voy a estar bien! ¿Cuándo me ha pasado algo así?”
Chloe suspiró. "Tienes un historial de tragar chorizo, Bluey."
Rodé los ojos. "Nah, no exageren. Ahora déjenme comer en paz.”
De inmediato comí ese glorioso trozo de chorizo. Disfrute Cada segundo que estuvo en mi boca. Hasta que sentí un calor extraño en la garganta. Como si algo estuviera mal, como si… oh, mierda.
Intenté tragar, pero el pedazo de chorizo se quedó ahí, atorado a mitad de camino. Traté de toser, de forzar el aire, pero nada. El oxígeno no pasaba.
Mis patas se aferraron a la mesa. Quise pedir ayuda, pero no podía hablar. Solo emití un ruido raro, como un intento de jadeo ahogado.
Chloe me miró con las orejas levantadas."Bluey, ¿estás bien?"
No pendeja. No estaba bien.
La desesperación se apoderó de mí. Golpeé la mesa con la pata, tratando de llamar la atención, pero en ese momento, la directora comenzó a gritar porque el techo había cedido y una gotera del tamaño del río Brisbane había caído justo sobre la comida de alguien.
Todo el ruido de la cafetería ahogó mi lucha.
Mi visión comenzó a volverse borrosa.
Mi cuerpo se sintió más ligero.
Y entonces… oscuridad.
Lo sé. Fue la muerte más pendeja de todas. Y no se vayan a burlar culeros, que soy capaz de ir a sus casas y tomar posesión de sus cuerpos para vengarme de ustedes también.
Ugh…
“Bluey Christine Heeler, Muerte por Chorizo.”
Impresionante, y conociéndolos a ustedes culeros me van a colocar en el show “1000 maneras de morir” por pendeja
Aghhh…
…
…
…
No sé cuánto tiempo pasó en la oscuridad.
No era como estar dormida, ni como cuando cierras los ojos y sigues escuchando todo a tu alrededor. Era solo… nada. Silencio. Vacío. Como si me hubieran apagado de golpe.
Pero entonces, algo cambió.
Primero, fue un sonido. Un murmullo lejano, como cuando escuchas la tele desde otro cuarto. Luego, una sensación extraña recorrió mi cuerpo… bueno, lo que quedaba de él. Ligereza. Como si ya no tuviera peso, como si pudiera flotar.
Abrí los ojos.
La cafetería seguía ahí, el techo seguía goteando, y la directora seguía gritando. Pero había algo raro.
Nadie me estaba mirando.
Quiero decir, todos estaban viendo algo, pero no a mí.
Seguí sus miradas y… puta madre.
Ahí estaba mi cuerpo.
Tirado en el suelo. Inmóvil.
Patas estiradas. Ojos cerrados. Un pedazo de chorizo todavía asomando en mi hocico.
Qué humillante.
Caminé—o más bien floté—hacia mi propio cadáver, tratando de procesar lo que estaba viendo.
"No, no, no, no, no… esto no es real."
Intenté tocarme, sacudirme, hacer algo, pero mi pata atravesó mi propio cuerpo como si no existiera.
Oh, mierda.
Miré a mi alrededor, esperando que alguien, alguien, estuviera reaccionando al hecho de que yo estaba ahí. Pero nadie me veía. Chloe tenía las patas en la boca, en shock total. Bingo estaba llorando, abrazada a Mackenzie, que se veía más pálido que nunca.
“¡Bingo! ¡Mackenzie! ¡Estoy aquí!”, grité, pero nada.
El pánico me golpeó como un camión.
Me giré desesperada, Y entonces vi a Mackenzie.
Él me estaba viendo directamente.
Con los ojos bien abiertos y el hocico temblando.
“Está muerta.” Decían los paramédicos qué me atendían.
Escuchaba muchos mormullos, pero Mackenzie no dejaba de ver. O sea, mi… mi yo fantasma. Ya saben a qué mierda me refiero.
“¡Bluey! ¡Despierta Bluey! ¡No seas pendeja! ¡Con esto no se juega!” Gritaba Bingo.
Me dio dolor a verla así. No pensé que se iba a poner así. Me quería poner triste, pero el cabrón de Mackenzie no me dejaba de acosar.
Ojalá me hubieses visto así mientras está viva. Ni modos, me quedé con las ganas y Mackenzie no creo que sea tan valiente como para entrarle a la necrofilia.
"Mackenzie, ¿me puedes ver?", susurré, acercándome lentamente.
Sus ojos seguían fijos en mí, temblando. Podía ver cómo tragaba saliva nerviosamente mientras sostenía a mi hermana que lloraba inconsolable.
"Mack... ¿Me ves o no, cabrón?", insistí, agitando mi pata transparente frente a su cara.
Vi cómo sus pupilas seguían el movimiento de mi pata. ¡Sí me veía! Intenté tocar su hombro, pero mi pata lo atravesó como si fuera aire.
"Carajo," murmuré.
Los paramédicos estaban cargando mi cuerpo en una camilla. Se veía ridículo, con la lengua medio afuera y ese maldito trozo de chorizo aún visible en mi hocico. Si no estuviera muerta, me moriría de vergüenza.
"Tiempo de muerte: 12:37," dijo uno de ellos.
"¿Tiempo de muerte? ¡No mames! ¡Apenas son las 12:37! ¡Ni siquiera terminé el almuerzo!" grité, pero nadie me escuchó. Excepto Mackenzie, que dio un pequeño salto.
Me acerqué flotando hasta él. "Mack, ¿puedes oírme también?"
Él miró nerviosamente a su alrededor, como asegurándose de que nadie notara que estaba viendo algo invisible.
"B-Bluey... ¿Eres tú?", murmuró tan bajo que apenas lo escuché.
"¡SÍ, PENDEJO, SOY YO!", grité emocionada, lo que hizo que saltara otra vez.
"No... no puede ser... estás... estás..."
"¿Muerta? Sí, gracias por el recordatorio," respondí, cruzando mis patas fantasmales. "Y todo por un pinche chorizo. Vaya forma más patética de morir."
Mackenzie seguía pálido, como si hubiera visto un fantasma. Bueno, técnicamente lo estaba viendo.
"Pero... ¿Cómo es posible?", preguntó, disimulando mientras acariciaba el lomo de Bingo para consolarla.
"¿Crees que yo sé? Estaba comiendo tranquila y ahora soy como Gasparín pero azul. O blanca. O transparente. Ni sé cómo me veo."
"Te ves... como tú, pero medio transparente. Puedo ver a través de ti," dijo, tratando de no mover mucho los labios.
"Genial, ahora cualquiera puede ver mis órganos. Espera, ¿aún tengo órganos?"
Intenté mirarme a mí misma. Era extraño. Me veía igual, pero con un tono blanquecino y brillante. Como si alguien me hubiera puesto un filtro de Instagram bien cutre.
La cafetería empezaba a vaciarse. Los maestros estaban sacando a todos los estudiantes mientras los paramédicos se llevaban mi cuerpo. Vi a papá y mamá entrar corriendo, con caras de pánico absoluto.
"¡Oh no! ¡Mis papás!", exclamé, flotando hacia ellos.
Mamá cayó de rodillas cuando vio mi cuerpo en la camilla. Papá se quedó inmóvil, como si se hubiera congelado en el tiempo.
"No, no, no... mi bebé," sollozaba mamá.
Intenté tocarla, consolarla, pero mis patas atravesaban su cuerpo.
"Mamá, estoy aquí, estoy bien... bueno, no estoy bien, pero sigo aquí de alguna forma..."
Ella no me escuchaba. Nadie, excepto Mackenzie podía.
Volteé a verlo, suplicante. Él seguía abrazando a Bingo, pero sus ojos estaban fijos en mí.
"Mack, tienes que ayudarme. Tienes que decirles que sigo aquí."
Mackenzie tragó saliva. "No me van a creer," susurró.
"¡Pues diles algo que solo yo podría saber! Como... como..." Pensé rápidamente. "¡Como que Bingo aún duerme con su peluche de unicornio, aunque dice que ya lo tiró!"
Vi cómo Mackenzie miraba a Bingo, quien seguía llorando en su hombro, y luego a mí.
"No puedo hacerles eso ahora," murmuró. "Están destrozados."
Tenía razón. Miré a mi familia una vez más. Mamá seguía de rodillas, papá la abrazaba mientras gruesas lágrimas caían por su rostro. Bingo lloraba desconsolada.
Y yo estaba ahí, viéndolo todo, sin poder hacer nada.
-Line de separación de Fanfiction.net- no sé cómo se usa en ao3.
Los días siguientes fueron extraños. Descubrí que podía atravesar paredes, lo cual era bastante útil para espiar conversaciones ajenas. También descubrí que no necesitaba dormir, ni comer, ni ir al baño. Ventajas de estar muerta, supongo.
Seguí a mi familia a casa. Ver su dolor era lo más difícil. Mamá apenas comía. Papá trataba de mantenerse fuerte, pero lo escuché llorar en la ducha. Bingo, dormía con mi almohada.
Mackenzie fue el único consuelo que tuve. Venía a casa cada tarde, supuestamente para apoyar a Bingo, pero en realidad, para hablar conmigo. Se encerraba en el baño y susurraba para que nadie lo oyera.
"Tu funeral es mañana," me dijo tres días después de mi muerte. "Tus padres están destrozados."
"¿Cómo no? Su hija murió por un chorizo. Es humillante."
"No es por eso, Bluey. Te extrañan."
Floté en círculos por el pequeño baño, inquieta. "¿Qué va a pasar conmigo, Mack? ¿Me quedaré así para siempre? ¿Viendo cómo todos siguen con sus vidas mientras yo estoy... así?"
Él no tenía respuestas. Nadie las tenía.
-Line de separación de Fanfiction.net-
El día de mi funeral llegó más rápido de lo que esperaba. La funeraria estaba llena. No sabía que conocía a tanta gente. Compañeros de clase, maestros, vecinos, familiares que ni recordaba... todos vestidos de negro, todos con caras largas.
Mi ataúd estaba cerrado, gracias al cielo. No quería ver mi cadáver otra vez.
Flotaba entre la multitud, escuchando fragmentos de conversaciones.
"Tan joven..."
"Un accidente terrible..."
"¿Quién muere por un chorizo?"
Este último comentario vino de Judo. Siempre fue una perra, literal y figurativamente.
La ceremonia comenzó. Un sacerdote que nunca había visto en mi vida hablaba sobre mí como si me conociera de toda la vida. Mencionaba lo buena estudiante que era (mentira), lo amable (a veces), lo responsable (jamás).
"Esto no parece tu funeral," me susurré a Mackenzie, que estaba sentado en la primera fila junto a Bingo.
“Come Mierda Mackenzie.” Le respondí mostrándole el dedo del medio.
“Al menos yo no me comí un chorizo y sigo vivo.” Me respondió el cabrón. Y verga, tenía razón.
Él tosió para disimular una sonrisa.
Luego vinieron los discursos. Papá habló primero, contando anécdotas de cuando era pequeña. Mamá no pudo hablar, estaba demasiado destrozada. Bingo subió al podio, temblando.
"Bluey era..." comenzó, pero se quebró inmediatamente. Mackenzie tuvo que subir a ayudarla.
"Bluey era única," continuó él, sosteniendo a mi hermana. "Era valiente, divertida, a veces un poco mandona..."
"¡Oye!", protesté, flotando a su lado.
"Pero siempre estaba ahí para sus amigos. Para mí. Para todos nosotros. Y aunque ya no está físicamente..." hizo una pausa, mirando directamente al espacio donde yo flotaba, "siento que de alguna forma sigue aquí, vigilándonos, cuidándonos."
Sentí algo extraño en mi pecho fantasmal. Si pudiera llorar, lo habría hecho.
Después de la ceremonia, todos se dirigieron al cementerio. Ver mi propia tumba fue surrealista. "BLUEY CHRISTINE HEELER" tallado en piedra fría. Debajo, las fechas de mi nacimiento y muerte. Y más abajo aún, una frase: "Amada hija, hermana y amiga".
"Podrían haber añadido 'Víctima del Chorizo Asesino'," comenté, tratando de aligerar el ambiente.
Nadie me escuchó, excepto Mackenzie, que tosió de nuevo para disimular su risa.
Mientras todos dejaban flores y se despedían, noté algo raro. Rusty, Lucky y algunos otros chicos se reían disimuladamente cerca de mi lápida. Mackenzie también lo notó y frunció el ceño.
Cuando la mayoría de la gente se había ido, incluyendo a mis padres que llevaron a Bingo a casa porque estaba demasiado afectada, vi lo que habían hecho esos idiotas.
Habían dibujado un pito en mi lápida con marcador permanente.
"¡HIJOS DE SU PUTA MADRE!", grité, intentando en vano golpearlos. Mis patas los atravesaban sin efecto.
Mackenzie se acercó furioso. "¿Qué carajo creen que están haciendo?"
Rusty se rio. "Vamos, es divertido. A Bluey le hubiera gustado la broma."
"¡NO ME HUBIERA GUSTADO UN CARAJO!", grité, aunque solo Mackenzie podía oírme.
"Bórrenlo. Ahora," exigió Mackenzie con una voz que nunca le había escuchado antes.
"Relájate, viejo," dijo Lucky. "Solo es una broma."
"He dicho que lo borren," insistió Mackenzie, acercándose amenazadoramente.
Los chicos retrocedieron un poco.
"Bien, bien, ya vamos," dijo Rusty, sacando un pañuelo. Trató de borrar el dibujo, pero el marcador era permanente. Solo logró difuminarlo un poco.
"Lo siento," murmuró, ahora genuinamente avergonzado.
"Vayan a buscar agua y jabón," ordenó Mackenzie. "Y si esto vuelve a pasar..."
No terminó la frase, pero su mirada lo decía todo.
Cuando se fueron, Mackenzie se quedó solo frente a mi tumba. Bueno, solo conmigo, aunque nadie más podía verme.
"Gracias," le dije, flotando a su lado.
"De nada," respondió en voz baja. "No dejaré que arruinen tu recuerdo."
"Mi recuerdo... suena tan definitivo."
Nos quedamos en silencio un momento, contemplando mi nombre en la piedra.
"¿Por qué crees que solo tú puedes verme?", pregunté finalmente.
Mackenzie se encogió de hombros. "No lo sé. Tal vez... tal vez porque..."
"¿Porque qué?"
"Porque siempre te vi, Bluey. Incluso cuando nadie más lo hacía."
Sentí ese extraño calor en mi pecho fantasmal otra vez. Si hubiera tenido un corazón, habría latido más rápido.
"Eso es... inesperadamente dulce, viniendo de ti, Mack."
Él sonrió tristemente. "Hay muchas cosas que nunca te dije."
"Bueno, ahora tienes toda la eternidad para decírmelas," respondí, tratando de sonar optimista. "O al menos hasta que averigüe cómo salir de este limbo."
Los chicos regresaron con agua y jabón, y comenzaron a limpiar el dibujo obsceno de mi lápida bajo la atenta mirada de Mackenzie.
"¿Y ahora qué?", preguntó él cuando se fueron.
"Ahora... ahora tengo que averiguar por qué sigo aquí. Debe haber una razón, ¿no? En las películas siempre hay una misión pendiente o algo así."
"¿Cómo vengarte del chorizo asesino?"
Ambos reímos, y por un momento, olvidé que estaba muerta.
"No lo sé," admití. "Pero mientras lo averiguo... ¿Te quedarás conmigo?"
Mackenzie miró directamente hacia donde estaban mis ojos fantasmales. Por primera vez desde mi muerte, no sentí que me atravesaba con la mirada, sino que realmente me veía a mí.
"Me quedaré contigo, Bluey. Lo prometo."
Ser un fantasma no sería tan malo si tenía a alguien que pudiera verme.
Aunque seguía siendo una forma bastante pendeja de morir.
Maldito chorizo.