ID de la obra: 1401

En el bosque

Het
PG-13
En progreso
1
Fandom:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 30 páginas, 16.320 palabras, 6 capítulos
Descripción:
Notas:
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Sombras en el Bosque

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Aaron, el sabio y venerado rey de Coventry, había convocado a Karsh e Illeana al majestuoso salón principal del castillo. Sus ojos oscuros, normalmente tranquilos y llenos de sabiduría, esta vez reflejaban una inquietud palpable. Las líneas de preocupación en su rostro eran profundas, y su porte, siempre imponente, parecía más rígido de lo habitual. Karsh e Illeana, acostumbrados a recibir encargos importantes, no pudieron evitar sentir que esta vez algo era distinto. Una misión delicada, tal vez peligrosa, los esperaba. Era una de esas noches en que la magia de Coventry parecía espesa, casi tangible. La luna llena, alta en el cielo, iluminaba las torres del castillo con su luz plateada, pero las estrellas estaban escondidas detrás de un manto de nubes oscuras y pesadas. El viento cargaba un murmullo de advertencia, susurrando entre las ramas de los árboles como si anunciara algo ominoso. En el interior del castillo, el ambiente era más solemne que de costumbre. El eco de los pasos resonaba en los pasillos de piedra, y la calidez de las antorchas apenas contrarrestaba el frío que se colaba a través de las ventanas. —¿Dónde estaban? —preguntó Aaron con su tono grave, casi áspero, mientras su mirada firme se fijaba en la pareja frente a él—. Los he estado llamando desde hace más de media hora. Illeana, siempre lista para explicar cualquier situación con palabras ingeniosas, abrió la boca para hablar. Pero antes de que pudiera pronunciar una palabra, Karsh hizo un movimiento rápido con su mano, conjurando un hechizo en el aire. De repente, tras un destello, un bollo de azúcar apareció en la boca de Illeana, interrumpiendo su respuesta. Ella, sorprendida por el repentino dulzor, pero lejos de molestarse, miró a Karsh con una mezcla de diversión y agradecimiento, y comenzó a masticar despreocupadamente. —Mi favorito, gracias —dijo ella con la boca aún llena, devolviéndole una sonrisa entre divertida y coqueta. Karsh la miró de reojo, con una sonrisa sutil en los labios, sus ojos reflejando tanto cariño como travesura y alivio por haberla callado a tiempo. Había algo encantadoramente pícaro en sus gestos, una conexión silenciosa entre ambos que no necesitaba explicación. —Nos levantamos algo tarde —añadió Karsh, desviando la mirada con una ligera sonrisa que apretaba sus labios. El comentario flotaba entre la excusa y la confesión, y aunque lo dijo con calma, el tono de complicidad no pasó desapercibido. Illeana, sin dejar de comer su bollo, apoyó a su esposo asintiendo. Aaron, aún con el ceño fruncido, no pudo evitar levantar una ceja. Su seriedad momentáneamente quebrada por una sonrisa apenas perceptible. Aunque era el rey y las situaciones urgentes le requerían, entendía demasiado bien la vida de recién casados. El brillo en sus ojos delataba que intuía perfectamente de qué se trataba ese "retraso", pero eligió no regañarlos por ello ni tampoco hacer más preguntas. Él había pasado por lo mismo, después de todo y no hacía mucho que lo había vuelto a pasar, tras su regreso de la tierra de las sombras. —No será un problema siempre y cuando cumplan con esta misión, —respondió el rey, suavizando un poco su tono—. Lo que tengo para ustedes hoy es algo que no puede esperar. La atmósfera cambió de inmediato. El aire en el salón parecía más denso, cargado de una gravedad que borraba cualquier rastro de diversión. Illeana terminó de masticar su bollo, y ambos, Karsh e Illeana, se enderezaron, conscientes de que lo que el rey les iba a confiar no sería un simple encargo. —Necesito que vigilen una sección del bosque. Algo oscuro ha estado moviéndose en la sombra, una magia antigua y peligrosa. Los informes mencionan a magos capaces de cambiar de forma, convirtiéndose en animales místicos y poderosos. —Hizo una pausa, su mirada fija en ellos— Estas criaturas no son como las bestias mágicas que conocemos. Se dice que están inspiradas por filosofías arcaicas, reviviendo la magia antigua de las primeras eras, capaces de adoptar formas terroríficas y letales. Illeana, normalmente despreocupada y siempre buscando la diversión, sintió un escalofrío recorrer su espalda. Se mordió el labio, tratando de mantener su habitual optimismo. —Bestias terroríficas, dices... ¿tipo lobos gigantes con tres cabezas, o más bien algo como... un ciempiés con colmillos? —bromeó, aunque su sonrisa titubeó ante la severidad del rey. Karsh, por otro lado, estaba enfocado, su rostro tenso— ¿Cuán cerca han estado estas criaturas del castillo? —preguntó, su tono más serio de lo habitual. No le gustaba la idea de que algo tan oscuro estuviera tan cerca de Coventry. Además, tener que encargarse de Illeana en medio de una situación potencialmente peligrosa lo ponía más nervioso de lo normal. Aaron asintió lentamente— Han sido vistas en los límites del bosque, pero temo que estén planeando algo más. Deben ir ahora. La luna llena es un momento clave para ellos. Se dice que en noches como esta, son más poderosos. Quiero que investiguen y, si es necesario, los detengan antes de que puedan acercarse más al castillo. Illeana intentó bromear para aliviar la tensión— Suena como una gran aventura, ¿no, Karsh? Podríamos convertirlo en un paseo romántico por el bosque... solo que con monstruos cambiantes persiguiéndonos. —Esto no es una broma, Illeana —espetó Karsh, su voz resonando con una impaciencia más intensa de lo habitual. Los músculos de su mandíbula se tensaron, y sus ojos ahora destilaban una seriedad alarmante—. Nos enfrentamos a magos oscuros capaces de transformarse en criaturas horribles. No se trata de tus pasteles encantados. Illeana arqueó una ceja, desafiando la gravedad de la situación con su habitual valentía. El desafío siempre había sido su fortaleza, y en momentos como este, incluso la inminente amenaza no podía apagar su espíritu. —Hemos enfrentado a la oscuridad antes, sabemos cómo lidiar con esto —respondió, su tono decidido, mientras sus manos se entrelazaban nerviosamente. En sus ojos brillaba la chispa de la confianza, como si cada experiencia pasada les hubiera forjado un vínculo indestructible. Karsh suspiró, el aire saliendo de sus labios como un leve susurro de frustración. Recordaba momentos en los que la oscuridad había logrado abrumarles, y su mente no podía evitar regresar a un episodio en particular— Recuerdo a una bruja que colgaba de una gárgola en aquel enfrentamiento contra la oscuridad —dijo, intentando mantener la seriedad de la conversación, pero una ligera sonrisa apareció en su rostro al recordar la escena. Illeana no se dejó intimidar. Sus ojos destellaron con determinación, y una sonrisa traviesa se asomó en sus labios— Colgaba de tus zapatos, Karsh. El que colgaba de la gárgola eras tú. —Su risa suave, como un eco, llenó el aire, transformando la tensión en una chispa de complicidad. En ese instante, la gravedad del momento se disipó, y la conexión entre ellos se fortaleció. Karsh soltó una risa escasa, pero contagiosa, un respiro de alivio que les recordaba que, a pesar de los peligros que enfrentaban, la fuerza de su unión siempre podría triunfar sobre cualquier adversidad. Aaron intervino antes de que las tontearías pudieran escalar— Cuento con ambos. Su capacidad para trabajar juntos es lo que los hace fuertes. Tengan cuidado, y recuerden: estas criaturas son astutas, más allá de su apariencia salvaje. Ambos asintieron en silencio, un entendimiento tácito que surgía entre ellos mientras se daban la vuelta para dirigirse hacia la puerta que daba al exterior. El aire fresco de la noche chocó contra sus rostros, y la pareja salió del castillo, adentrándose en el bosque oscuro que se extendía ante ellos como un vasto océano de sombras. Las ramas crujían bajo sus pies, y el suave murmullo del viento se entrelazaba con susurros lejanos, creando una atmósfera cargada de misterio. La humedad de la noche parecía aumentar el peso del aire, haciendo que cada paso fuera un recordatorio de la amenaza que acechaba en la penumbra. Illeana mantenía una actitud despreocupada, una fachada valiente que Karsh conocía bien, aunque notó que, de vez en cuando, se aferraba a su amuleto con una intensidad mayor a la que le había visto antes, como si buscará un ancla en medio de la creciente tensión. Ahora que estaban casados, sus collares habían cambiado, un símbolo de su vínculo inquebrantable. Eso ocurría a menudo en su mundo, pero no siempre de esta manera. Ambos compartían un hermoso cristal de cuarzo, reforzado con una delicada montura de oro en el collar de Karsh y de zafiro en el de Illeana. Cada vez que Karsh posaba su mirada en el cristal de Illeana, una ola de orgullo lo envolvía. El brillo del zafiro reflejaba no solo el poder que ella poseía, sino también la profunda conexión que compartían, un recordatorio constante de que ella era su esposa y su compañera en todas las batallas que vinieran. —¿Qué crees que estamos buscando exactamente? —preguntó Illeana, sus ojos observando atentamente el entorno que parecía cobrar vida bajo el manto de la noche. Su tono había perdido algo de su ligereza habitual, ahora más serio y contemplativo. Karsh se detuvo, afilando la mirada hacia el horizonte del bosque. La sensación de ser observados se apoderó de él, un instinto visceral que hacía que cada fibra de su ser estuviera alerta. Sintió como si los árboles a su alrededor murmuraran secretos, y una brisa fría recorrió su espalda. —Lo sabremos cuando lo encontremos —murmuró, su voz firme pero cautelosa, sin bajar la guardia. La incertidumbre pulsaba en el aire, y el corazón de Karsh latía con fuerza, un eco del peligro inminente. —¿Pero y si es algo terrible? —Illeana frunció el ceño, su entusiasmo inicial comenzando a desvanecerse— No me gustaría encontrarme con algo peor que la oscuridad. Karsh giró su cabeza para mirarla, tratando de ofrecerle una sonrisa tranquilizadora— Podría ser algo aterrador. Pero también podría ser la oportunidad de demostrar lo que somos capaces de hacer juntos. Siempre has dicho que lo peor se enfrenta mejor en pareja. —Sí, eso dije —respondió ella, cruzando los brazos mientras miraba hacia el bosque— Pero también he dicho que a veces prefiero un cena romántica y una película a una noche de terror en un bosque lleno de criaturas oscuras. Karsh soltó una risita, agradecido por el alivio momentáneo que sus palabras traían— Tienes un talento increíble para hacer que incluso el momento más tenso suene como una broma. Pero en serio, Illeana, creo que podemos manejar cualquier cosa que se nos presente. ¿Recuerdas la última vez que luchamos juntos? No hubo nada que no pudiéramos superar. —Excepto esa torta de chocolate que intentaste hornear —replicó Illeana, esbozando una sonrisa mientras la tensión comenzaba a desvanecerse— Ese fue un verdadero monstruo. —Eso fue un malentendido culinario —Karsh se defendió, levantando las manos en señal de protesta— Además, nunca me dijiste que agregar tres tazas de sal en vez de azúcar arruinaría todo. —¡Ciertamente no era lo que esperaba! —exclamó ella, riendo. La risa resonó en la oscuridad, un eco de normalidad en medio de la amenaza que se cernía a su alrededor. Karsh disfrutó del momento, sintiendo cómo su impaciencia habitual se desvanecía al ver la luz en los ojos de Illeana. Pero esa alegría se desvaneció al recordar en qué circunstancias se encontraban, y no pudo evitar reprenderla. —¡Illeana! —exclamó en un susurro urgente— Si antes no nos habían escuchado, ahora es claro que les diste nuestra ubicación a todo el bosque. Ella se cubrió la boca, sorprendida, el color de sus mejillas intensificándose— Oh, lo siento. No pensé que mi risa pudiera ser tan escandalosa. Karsh soltó un suspiro, un gesto que mezclaba frustración y cariño. —Pero ya en serio, ¿tienes alguna idea de lo que estamos buscando? —preguntó Illeana, cambiando su enfoque de nuevo hacia la misión. Karsh se quedó pensativo, su mirada fija en las sombras que se movían entre los árboles— Tal vez un símbolo o un objeto antiguo, algo que conecte a esos magos oscuros con su poder. O simplemente huellas que nos indiquen hacia donde van. O cuantos son. O si se acercan demasiado. —Eso suena plausible —dijo Illeana, asintiendo, su expresión volviéndose más seria mientras se concentraba en el camino por delante, los ojos abiertos y vigilantes. —Entonces, mantente alerta. —le aconsejó él, la gravedad en su voz retornando—. Si encontramos algo, debemos asegurarnos de que no caiga en las manos equivocadas. Ya hemos visto qué sucede cuando el poder se utiliza de manera irresponsable. —De acuerdo, pero no me dejes sola. Prométeme que, pase lo que pase, siempre estarás a mi lado —dijo Illeana, su tono serio ahora, su mirada directa y sincera. Karsh se detuvo un momento, el peso de su promesa palpable en el aire. —Te lo prometo —respondió, con un brillo en sus ojos que reflejaba su determinación— Pero sé silenciosa o si no te dejaré de verdad sola. Ella le dio un golpe en el hombro con el dorso de la mano riendo suavemente. Pero antes de que pudiera defenderse, se detuvo en seco, mirando hacia el bosque— Oye… ¿escuchaste eso? Karsh se tensó de inmediato, afinando el oído— ¿Qué cosa? —Ese sonido… como un crujido… oh, no… —Illeana comenzó a buscar desesperadamente en sus bolsillos, murmurando para sí misma—. ¡No puede ser! ¡Lo dejé en la cocina! Karsh la miró, confundido— ¿Qué dejaste en la cocina? ¿Te refieres a algo útil para la misión? —No, peor… mi sándwich —respondió ella con cara de tragedia— ¡El de pavo con aguacate! ¡Me lo iba a comer después! Karsh parpadeó, intentando procesar lo que acababa de escuchar— ¿Tu sándwich? ¿En serio estás preocupada por eso ahora? —¡Claro que sí! Era delicioso —Illeana respondió con toda seriedad, llevándose la mano al estómago—. Y además, estar en medio de un bosque oscuro y aterrador hace que me dé más hambre. Karsh se llevó las manos al cabello, exasperado— Illeana, estamos cazando magos oscuros, no es el momento de lamentar un sándwich olvidado. ¡Podríamos estar a punto de enfrentarnos a una criatura que podría devorarnos enteros, y tú te preocupas por comida! Ella frunció los labios, pensativa. —Bueno, si nos devoran… entonces no tendré que preocuparme por haber dejado el sándwich. Karsh la miró, completamente incrédulo, aunque no pudo evitar sonreír levemente ante lo absurda que era la situación— A veces me pregunto cómo sobrevives con esa lógica. —Es un don natural —replicó Illeana, encogiéndose de hombros—. Recuerda que llevo existiendo en este mundo los mismos doscientos años que tú. Además, siempre tengo un plan B —y de repente, sacó un pequeño pastelito de uno de los bolsillos de su abrigo y lo sostuvo en alto, orgullosa—. Este no lo dejé en la cocina. Karsh abrió los ojos con incredulidad. —¿Llevas un pastelito contigo durante una misión de vida o muerte? —Uno nunca sabe cuándo puede necesitar un dulce de emergencia —respondió ella muy seria, mientras le daba un mordisco—. ¿Quieres un poco? Creo que podría ayudar a relajarte. Karsh cerró los ojos, tratando de contener su frustración— No, gracias, Illeana. Prefiero enfocarme en la misión. —Bueno, tú te lo pierdes —respondió ella, con la boca llena, sonriendo con satisfacción. En ese momento, un crujido más fuerte que el anterior en los arbustos los hizo detenerse, ambos volviéndose instantáneamente alertas. La situación volvió a volverse seria, y Karsh apretó los puños, listo para cualquier cosa que saliera de las sombras. Illeana, sin embargo, se limitó a terminar su pastelito con rapidez, como si quisiera asegurarse de que no lo desperdiciara antes de que algo les atacara. —¿Y ahora qué hacemos? —susurró ella, limpiándose las migajas. Karsh, aún incrédulo por todo lo que acababa de pasar, no pudo evitar murmurar—. Primero, intentamos sobrevivir. Luego… tal vez te consiga otro sándwich. Illeana sonrió, como si esa fuera la promesa más reconfortante del mundo— ¿De verdad harías eso por mí? Oh, Karsh, eres el mejor. Él resopló, negando con la cabeza, mientras intentaba mantener la concentración— Lo que hago por ti… es un misterio hasta para mí. Justo en ese preciso momento, un gruñido bajo y gutural resonó en la oscuridad, retumbando como un eco ominoso a través del bosque. Karsh sintió que su sangre se helaba mientras su instinto de supervivencia se agudizaba. Un movimiento rápido entre los árboles capturó su atención, y la sensación de amenaza se hizo tangible. Algo grande, algo que no pertenecía a este lugar, se movía entre las sombras, creando una inquietante danza en la penumbra. Los ojos de Karsh se entrecerraron, y conjuró un destello de luz tenue, iluminando la oscuridad que los rodeaba— mantente detrás de mí —ordenó, su voz grave y decidida. La protección de ella era su prioridad, y en ese instante, sabía que debían estar listos para enfrentar cualquier adversidad que acechara entre los árboles. Pero antes de que pudieran reaccionar, una figura emergió de entre los árboles. Illeana soltó un grito ahogado, levantando sus manos justo a tiempo para lanzar un hechizo de defensa, pero la criatura era rápida, más rápida de lo que esperaban. Se movía con una agilidad imposible, como si pudiera cambiar de forma en medio de sus ataques, y los rodeaba, acechando. Karsh se colocó frente a Illeana, su figura sólida un escudo en la penumbra que los rodeaba. Mantuvo la calma, su mente analizando cada pequeño movimiento en la oscuridad, cada susurro del viento que parecía traer ecos de advertencias. La tensión en el aire era palpable, un hilo invisible que conectaba sus corazones mientras enfrentaban la inminente amenaza. —Está jugando con nosotros —dijo entre dientes, su voz tensa, como un arco a punto de disparar. —Quiere ver si somos lo suficientemente débiles como para atacarnos de frente. Illeana, se sentía diferente ahora. Aunque su respiración era entrecortada y su pulso latía con fuerza en su pecho, había una chispa de determinación que brillaba en sus ojos, reflejando la luz tenue de Karsh. A pesar de la situación, su espíritu guerrero no se había apagado. —Bueno, no vamos a darle el gusto, ¿verdad? —dijo, esbozando una sonrisa nerviosa pero valiente, un intento de mantener el humor en medio del caos que los rodeaba— Vamos a darle algo de lo que pueda arrepentirse. Su tono ligero contrastaba con la gravedad del momento, pero era precisamente eso lo que Karsh adoraba de ella: la capacidad de encontrar luz en la oscuridad. Sabía que bajo esa fachada despreocupada, Illeana poseía una fuerza formidable, capaz de enfrentarse a cualquier monstruo que se presentara ante ellos. Era esa chispa de coraje lo que lo mantenía enfocado, lo que le recordaba que no estaban solos en esta lucha. Karsh miró a ambos lados, sintiendo el pulso mágico del bosque resonar a su alrededor. La presión en el aire parecía aumentar, como si la misma naturaleza contuviera la respiración ante la presencia de algo siniestro. El silencio fue interrumpido por un nuevo gruñido, una amenaza inminente que retumbaba en sus huesos. De repente, un movimiento brusco entre los árboles hizo que ambos se tensaran. Un ser enorme emergió de las sombras, su forma distorsionada iluminada brevemente por la luz de Karsh. Era una especie de hombre lobo, ojos que resplandecían como brasas y sus garras y colmillos prometían un dolor inimaginable. —Parece que la fiesta ha comenzado —dijo Karsh, su voz un suave susurro, pero su mirada no se apartó de la bestia. —Y yo sin mi vestido de gala —respondió Illeana, intentando parecer despreocupada. Sin embargo, sus manos se aferraron a su collar con más fuerza, un gesto que delataba su creciente nerviosismo— Karsh, ¿qué hacemos?
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