ID de la obra: 1401

En el bosque

Het
PG-13
En progreso
1
Fandom:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 30 páginas, 16.320 palabras, 6 capítulos
Descripción:
Notas:
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Sincronizados

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Karsh fue soltado con brusquedad. Su rostro chocó contra las hojas húmedas del suelo del bosque, y comprendió que habían regresado a lo profundo de esa zona desolada que antecedía al castillo abandonado. Intentó levantarse, pero una debilidad extraña lo dejó pegado a la tierra unos segundos. Se incorporó con dificultad para ver en rededor. Seguía siendo de noche ¿Cómo demonios había pasado tan poco tiempo? Parecía como si hubieran pasado días en ese mismo bosque o sus inmediaciones. Por suerte, sus atacantes habían desaparecido después de soltarlo sobre la tierra y hojas. Ellos no estaban, pero tampoco Illeana. Una súbita descarga de adrenalina producto del miedo estaba bombeando por sus venas cuando Illeana apareció por un portal de luz. Pareció que la empujaron desde el otro lado de una puerta, por lo que cayó hacia adelante con un ruido seco. Aliviado, Karsh se apresuró a acercarse a ella tan pronto como la vio aterrizar sobre la hierba. Él tuvo que moverse a gatas, porque sus muñecas estaban atadas, ignorando el sabor a tierra y hojarasca podrida que la caída le había dejado en la boca. Pero por su puesto, aunque fuera a quejarse después, su prioridad era su esposa. Llegó hasta Illeana cuando ella estaba despertando apenas, con gestos de dolor no disimulado, pero no se quejó en ningún momento. Karsh estaba a su lado pero no hizo nada por hablar por unos segundos, ella le sonrió para tranquilizarlo, pero cuando vio la preocupación en los ojos grises de él, todo pareció teñirse de oscuridad. —¿Tu cuarzo? —señaló ella y Karsh bajó la mirada— ¡No lo puedo creer, además de villanos, también son ladrones! —Oh rayos... —masculló él, llevándose las manos atadas al pelo para pasar los dedos por entre los mechones, despeinándose mucho más— por eso me sentía raro... —Generalmente siempre eres raro, amor. —le sonrió ella, tratando de quitarle hierro al asunto. Karsh alzó la vista, aún intentando mesarse el cabello como era costumbre suya y se fijó en Illeana. —¡No! ¡Tu amuleto tampoco está!  Ella bajó la vista y se llevó desesperada las manos al cuello. Estaba de más decir que tampoco estaban la espada y la daga. Sus símbolos de unión, se los habían arrebatado con gran parte de su magia. —Pareciera como si... —Illeana gesticuló hacia el aire, tratando de invocar algo— como si cada vez se pusiera peor... Siempre he podido hacer magia sin mi amuleto, desde niña... ¿Qué pasa ahora? —Nos han robado más que los amuletos, Illeana —resopló Karsh, sentándose en la hierba y buscando con la mirada por los alrededores llenos de sombras—, eso es lo que pasa. Ella se apoyó en él y reposó unos segundos, pensando en la trascendencia de esa idea. Nunca se había encontrado sin magia, ni siquiera cuando era niña. Aún sentía el poder, pero simplemente no se manifestaba cuando intentaba usarlo. Era una pesadilla más grande que cualquier otra que hubiese tenido. Ni siquiera cuando se atiborró de barritas de regaliz tuvo sueños más horribles. —Habría sido mejor que ninguno de los dos sobreviviera a ese encuentro con el lobo... —Karsh murmuró. —No digas eso... —le amonestó ella, aunque sin firmeza— suena como si no tuviéramos esperanza y debe haberla. Tiene que haberla... ¿Dónde estamos, en primer lugar? —Bueno, déjame ver... hay árboles, hierba y hojas, espacio abierto hasta donde se puede ver... —respondió él con un intento de ironía cansada—. En el bosque de nuevo... —¿Porqué nos abandonarían aquí? No tiene sentido, estamos a medio camino entre Coventry y el castillo abandonado. —Tiene sentido si cuentas que no tenemos magia —Él buscó nuevamente romper sus ataduras, pero era inútil toda tentativa—, nos quitaron las armas, estamos atados de manos, es noche cerrada... y el bosque está lleno de lobos y demás criaturas mágicas malignas... Illeana sintió por primera vez la cuerda áspera alrededor de sus muñecas y empezó a hiperventilar.  —Karsh... Karsh... sácanos de aquí... —gimoteó por lo bajo al sentirse verdaderamente atrapada— sin magia... sin protección... ¿Cómo podremos salir de esta? A él nunca le gustó verla alterada, ni antes ni ahora que estaban casados. El mago se contagió de su angustia, pero decidió canalizarla de otra forma. —Calma, Illeana, no es el fin... —buscó hablarle con suavidad, que sabía que servía más que intentar hacerla entrar en razón con un grito o una sacudida— Respira, querida, respira...  Ella a su vez se acercó cuanto pudo a él, para tratar de dejar de temblar, pero no lo consiguió. Una vez iniciado el llanto, no pudo contenerse más y dio rienda suelta a su miedo y desesperación. Karsh, conmovido e igual de impotente, pasó sus brazos atados sobre la cabeza de ella y logró de esta forma abrazarla de un modo extraño, pero efectivo. —Todo estará bien, Illeana, estoy contigo. —Lo sé... —sollozó con más calma— sé que estás aquí y te amo por eso... pero Karsh... son más poderosos que nosotros ¿Qué haremos ahora? ¡se me han acabado las ideas originales! —Nunca fueron del todo originales —se permitió una risa, apretándola con cariño—, de todas formas, Illeana... Debemos seguir adelante, nos han atado las manos e imposibilitado la magia, pero aún podemos caminar hasta Coventry y Aaron. Ahora, ya para de llorar, si nos vencen mentalmente, no tardarán en hacerlo de verdad. —¿Es que no estamos vencidos ya? —volvió a suspirar ella, tragándose las lágrimas y apoyando el rostro contra el pecho de Karsh. Buscaba el ritmo de su respiración para poder sincronizarla con la suya, eso siempre le había servido. —No mientras estemos juntos... —le aseguró él, su propio pulso también bajó al sentirla relajarse en su abrazo. —Lo siento... siempre fui una llorona, incluso antes de que nacieran las gemelas. Antes de Thantos, de ser nombrados protectores... no me sorprende actuar así. —¿De qué estás hablando? Estás siendo tan valiente como cuando nos enfrentamos a la oscuridad —le aseguró él, sin soltarla en ningún momento—. Cuando nos quitó el alma por unos momentos ¿recuerdas? Illeana dejó de temblar poco a poco, y se quedó ahí, disfrutando del calor del consuelo. Recordaba ese espantoso y oscuro momento. Aún en medio de esa desesperación, cuando Thantos parecía haber vencido, Karsh nunca se apartó de ella. Illeana siempre sintió su amor por ella desde el vacío de la muerte. —Lo recuerdo... —asintió, pensativa— No me dejaste ni siquiera cuando la oscuridad nos devoró. —No me gusta recordarlo —él cerró los ojos con fuerza y sacudió la cabeza suavemente—. Solo sé que en medio de todo ese... vacío... mi único pensamiento eras tú. Illeana se apartó de él un poco para mirarlo cara a cara. En la penumbra del bosque apenas podía distinguir sus rasgos, pero conocía cada línea y cada sombra de su rostro de memoria. Lo había visto con la luz de la vida y lo había reconocido en la oscuridad de la muerte. Le sonrió con dulzura, y se inclinó para rozar sus labios con los propios. Fue un beso cálido, agradecido, de una mujer que ama profundamente. Tomó su rostro entre las manos atadas y lo besó de nuevo más lento y más sentido. Y otra vez, cuando se sintió por fin renovada, cuando ya no temblaba y volvía a percibir algo parecido al cosquilleo de la magia. —Yo sé que te he dicho que no eres romántico... —le dijo entre besos suaves, uno tras otro, que más parecían respiraciones compartidas— y de verdad que a veces no lo eres. Karsh soltó una risa suave contra sus labios, una risa cansada pero sincera. —Pensé que tú dirías algo romántico ahora. —No me dejaste terminar… —lo besó una vez más, más hondo, más seguro, más amorosamente que nunca—. Pero cuando dices cosas así… cuando me dices lo que yo siento sin que yo lo diga primero… entonces sé que de verdad me quieres igual que yo a ti. Ambos sonrieron después de ese último beso y sonrieron así unos segundos. A pesar de todo lo que pudieran hacerles, de alguna forma siempre lograban regresar el uno hacia el otro para infundirse fuerzas.  —Podría pasarme así mil noches contigo —murmuró él, con la voz algo afectada por todos los besos—, pero lo mejor es que seamos responsables por lo menos esta vez. Illeana suspiró, derrotada en cierta forma, pero sonriendo dejó su rostro escondido en el cuello de Karsh mientras este seguía abrazándola. Luego, ella misma buscó salir de los brazos de su esposo para poder ponerse en pie.  —El manual de defensa mágica decía que había que ubicar un punto débil en el enemigo—recordó ella, pensando atropelladamente para buscar soluciones—, ¿esos dos seres de pesadilla tienen alguna debilidad que podamos usar en su contra? —Según lo que entendí —Karsh se incorporó y logró ponerse en pie por fin— ellos necesitan desprenderse de brazos y piernas para poder transformarse... ¿No te parece limitante? —Me parece escalofriante... —ella consiguió lo mismo, después de un par de caídas torpes— Pero si, eso hace que su forma más poderosa sea más difícil de conseguir. —Y puede que además sea dolorosa —especuló Karsh, pensándolo vivamente, con la respiración agitada por el esfuerzo—. Me estoy poniendo viejo... —¿Cómo podemos usar todo eso a nuestro favor? —murmuró Illeana, aún forcejeando con las ataduras. —Su magia es desconocida, pero eso no significa que sea invencible... —volvió a decir Karsh, mordiéndose los labios de impaciencia y ansiedad— ¡Ay, no sé! ¡No se me ocurre nada estando sin magia! Illeana recargó su cabeza en el hombro de Karsh, pensativa. Ese simple acto logró bajar en gran medida su estrés. Cuando Illeana se acercaba de esa forma, parecía como si de la nada el ritmo de sus corazones se sincronizara. No sabía si eso era parte de lo que se suponía que debía pasar con una pareja de magos, que compartían un vinculo mágico, eso se escapó de los concienzudos estudios que Karsh tomó en la escuela mágica. Suspirando, él volvió a pensar con mayor seriedad. —¿A donde está el castillo de Coventry? —¿Sabes qué sería mejor hacer? —ella lo volvió a mirar de nuevo a los ojos, chispeando con una idea— regresar al castillo abandonado. —¿Eh...? —Él la contempló un instante, incrédulo, antes de ladear la cabeza— ¿volver de donde nos han echado hace solo un momento? Illeana, nos acaban de dar una paliza allá y seguimos atados de manos. Alzó las ataduras para que ella las viese en la semi oscuridad. La luz de la luna no era suficiente para dejar ver bien la cuerda que unía sus muñecas, pero bastaba. Ella no se dejó amedrentar. —Justamente —Illeana alzó la barbilla, intentando verse decidida a pesar de su cabello rubio enredado y la ropa llena de tierra y hojas secas—. Tendremos el factor sorpresa. Karsh abrió la boca, la cerró y se quedó con esa idea unos segundos. A veces Illeana podía decir unas estupideces bastante increíbles, pero a veces también podía tener las ideas más grandiosas de la misma forma. Si algo le había enseñado a Karsh su convivencia con ella, su compañerismo cuidando de las gemelas, sus múltiples altercados, su noviazgo torpe y muy adulto para llevar siquiera ese nombre y su corto tiempo como marido y mujer... era que convenía ponerle atención a Illeana. —Regresar... —Se rascó la sien con las manos atadas— No entiendo ¿porqué regresaríamos en primer lugar? la idea es ir de regreso a Coventry, avisar a Aaron y que él vea qué hace con todo este caos. —Eso sería lo que ellos esperarían que hiciéramos —ella puso cara de concentración mientras pensaba—, piénsalo. Además sería muy humillante regresar así ¿no te parece? imagínate cómo se burlarán de nosotros. Karsh no evitó que se le contorsionara el rostro de dolor ante la idea de esa vergüenza. Ya eran el hazmerreir del castillo muchas veces por la torpeza que los caracterizaba. A pesar de todo lo que habían hecho, el honor y todo lo que Aaron les había dado, su reputación de incompetentes los presidía. —Ya ves a lo que me refiero —asintió ella adivinando la expresión de Karsh con la pista de su silencio—. Esos dos brujos oscuros no esperarían que dos magos sin magia, atados y desarmados, regresen al lugar donde casi los matan. —Técnicamente, eso suena como algo que haríamos nosotros —admitió él, comenzando a entender—. Lo cual no sé si habla bien de nosotros o muy mal. —Mal, la verdad, pero eso ahora no importa —Illeana le dedicó una sonrisa ladeada, de esas que siempre lo desarmaban—. En ese castillo tienen nuestros amuletos y probablemente nuestra magia también. Si queremos recuperar nuestras fuerzas, necesitamos volver allí. —Y meter la cabeza en la boca del lobo —gruñó él, aunque sin negar la lógica—. o sé si tengo deseos de volver a encontrarme con esa horrible especie de hombre lobo... ¿Sabes qué es lo peor? Que tu idea tiene sentido. Y eso me preocupa más que todo lo demás. Ella soltó una pequeñísima risa, casi un suspiro.  —A veces tu sentido común llega tarde, pero llega, que es lo importante. —Es que suelo dejarlo durmiendo en casa —admitió él con resignación siguiendo la broma—. Y hoy definitivamente no vino conmigo. Ella volvió a acercarse, esta vez con la mirada más clara, más puesta en el plan que en el miedo. —Si logramos entrar y recuperar nuestros amuletos, aunque sea por un segundo, aunque sea una chispa ¡Podremos contraatacar! —hizo el gesto de blandir una espada hacia un lado y otro, con ambas manos, porque no podía hacerlo de ninguna otra forma por el momento— No necesitamos derrotarlos del todo, Karsh, solo tomar ventaja.  —Y sobrevivir el tiempo suficiente para que Aaron llegue —completó él, respirando hondo al fin—. Bien. Bien… no es el peor plan que hemos tenido. —¿Cuál sería el peor? —preguntó ella, casi divertida. —Todo lo que hemos hecho desde que nos juntaron Aaron y Miranda —respondió él sin dudar—. Pero seguimos vivos, las gemelas llegaron a los veintiuno sanas y salvas. Y tú y yo seguimos juntos. Así que quizá estamos haciendo algo bien. Ella sonrió con aquella luz dulce que solo él veía en sus ojos.
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