ID de la obra: 1405

El peligro del matrimonio

Het
NC-17
En progreso
1
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planificada Mini, escritos 56 páginas, 26.603 palabras, 23 capítulos
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El taller del otoño

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La mañana en la Tierra de las Hadas llegaba con un tono dorado y rojizo, extendiéndose sobre las copas de los árboles y los senderos cubiertos de hojas crujientes. Vidia se encontraba en el taller del señor del Otoño, rodeada de pequeños recipientes de vidrio llenos de pigmentos. El hada lord del Otoño, alto y de porte sereno, movía sus manos con una gracia pausada mientras combinaba los polvos de tonos anaranjados y rojizos. Ella realmente no sabía porqué hacían esto, el otoño como tal tenía años sin llegar a tierra firme. Ni siquiera había invierno como tal. Solo bruma y días grises por efecto de los mismos químicos que los hombres aplicaban en sus bombas de guerra. La hada de vuelo veloz fruncía suavemente el ceño, mezclando y sacando en limpio los tonos y los colores para ayudar a su señor. —Vidia, —habló él, con su voz suave, casi un susurro—, ¿Qué te parece esta mezcla? Creo que podría aportar el brillo perfecto para los arces este año. Vidia inclinó la cabeza hacia el pequeño frasco que él sostenía en sus manos, observando cómo el polvo dorado se mezclaba en una tonalidad cálida. Su rostro, aunque habitualmente serio, reflejaba un poco de sorpresa. —Es un tono interesante, Lord Otoño. Aunque, tal vez... —se acercó más al frasco y señaló con delicadeza— si agregamos un toque de cobre, podríamos darle un poco más de profundidad al color. Así resaltará aún más cuando la luz del sol toque las hojas al atardecer. El señor del Otoño la miró con una leve sonrisa, asintiendo lentamente. Sus ojos reflejaban un aprecio genuino hacia el ingenio y la precisión de Vidia. Realmente, esto no era necesario, ya había un repertorio amplio de tonos que las hadas habían usado por milenios desde el primer otoño. El señor del Otoño buscaba mantener ocupada a Vidia y a si mismo, eran similares en muchos sentidos, ambos estaban igual de deprimidos desde el inicio de la guerra de los hombres. Y no había nada mejor para sacarse un poco del estado depresivo que trabajo duro, compañía y conversación. —Tienes buen ojo para los detalles —comentó mientras tomaba una pizca de polvo cobrizo para añadirlo—. Y dime, ¿Cómo llevas tu reciente matrimonio? ¿Te ha resultado… diferente a lo que imaginabas? Vidia, dio un respingo suave y anotó el número del color nuevo junto a la lista de colores. Algo incómoda con la pregunta, miró hacia otro lado y empezó a mezclar otro pigmento con una cucharita, tratando de mantener la concentración en su tarea. —Bueno… No es como si imaginara mucho al respecto. Terrence y yo no somos una pareja convencional. Nos casamos por un propósito, no por... —se detuvo, buscando las palabras, mientras recordaba la cercanía y la extraña mezcla de sentimientos que había experimentado la noche anterior— La verdad es que eso no importa, señor. Ambos sabemos lo que hacemos y buscamos ayudar a la tierra de las hadas... talvez pronto vuelvan las estaciones. El señor del Otoño la observó en silencio unos segundos, con un interés atento pero discreto, y luego se inclinó para verter el pigmento en una hoja de roble que reposaba en su mesa de trabajo. La hoja cambió lentamente a un hermoso tono cobrizo y Vidia, sin poder evitarlo, sonrió satisfecha por el efecto logrado. La preciosa hoja cobriza representaba todo lo que ella anhelaba ahora, volver a tener las estaciones, su otoño tan querido. —A veces —continuó el hada lord mientras inspeccionaba la hoja con un fragmento de cristal como lupa, observando las nervaduras amarillentas con ojo crítico—, los lazos inesperados traen consigo descubrimientos profundos. Y me atrevo a decir que en ocasiones esos lazos pueden sorprendernos, incluso a aquellos que creemos conocer bien nuestra naturaleza. Vidia frunció el ceño, intrigada por las palabras del hada. Había en su tono una sabiduría tranquila que la incomodaba y la reconfortaba al mismo tiempo. Es claro que ya no estaban hablando de los pigmentos como tal y eso de por si la irritaba. —¿Qué quiere decir con eso? ¿Cree que… que esto puede transformarse en algo diferente? El señor del Otoño soltó una leve risa, casi como si hablara consigo mismo. —El amor y el deber, Vidia, tienen formas muy curiosas de entrelazarse. Tú y Terrence tal vez descubran en ese lazo un propósito mayor, o quizás, una afinidad que ninguno de los dos ha previsto. Pero... esa es solo mi humilde suposición —concluyó con una sonrisa tranquila, mientras colocaba la hoja teñida sobre el escritorio. Vidia se quedó pensativa, mordiéndose ligeramente el labio, mientras tomaba otra hoja para sumergirla en la mezcla que acababan de crear. El color cálido se deslizaba por sus venas, como si cada pincelada sobre la hoja resonara con las palabras del hada lord. El taller quedó en silencio mientras las palabras del señor del Otoño se asentaban en el aire, mezclándose con el aroma terroso de los pigmentos y la luz tenue que entraba a través de las ventanas de hojas enredadas. Vidia intentaba enfocar su atención en las mezclas, pero su mente volvía una y otra vez a la posibilidad de que, quizá, hubiera más de lo que había considerado en su unión con Terrence. —Las cosas ya no son tan sencillas, ¿verdad? —murmuró Vidia, casi para sí misma, pero el hada lord la escuchó. Bajó la mirada hacia una hoja de tonos dorados que brillaba bajo la luz, como si atrapara dentro de sí los últimos destellos de una estación perdida. El señor del Otoño asintió suavemente, sus ojos oscuros reflejando una nostalgia profunda. —No, Vidia. Con el tiempo, pocas cosas permanecen simples —dijo, con ese susurro que parecía contener todos los ecos de los otoños pasados—. La guerra en el mundo humano nos afecta a todos de maneras insospechadas, incluso en lo que creemos inmutable. Vidia miró al hada lord, intrigada por la seriedad de sus palabras. Siempre había sentido una afinidad particular por él, por su calma inquebrantable, por esa tristeza serena que compartían en silencio. Se daba cuenta ahora de que él había estado lidiando con la falta del otoño tanto como ella, y quizás esa conexión les daba a ambos una comprensión mutua que pocos en la Tierra de las Hadas podrían entender. —¿Cree que volveremos a ver un otoño? —preguntó Vidia en voz baja, como si temiera que la respuesta fuera algo que su corazón no pudiera soportar. Él dejó caer el último puñado de pigmento sobre una hoja, que cambió a un rojo vibrante que casi parecía latir con vida propia. Sostuvo la hoja entre sus manos, observándola con una mezcla de orgullo y tristeza. —Creo que el otoño vive en nosotros, Vidia, aunque no se manifieste en la tierra. Cada vez que teñimos una hoja, cada vez que mezclamos un pigmento, le estamos devolviendo un poco de vida a esta estación. Quizás eso sea suficiente por ahora. Quizás nuestra labor es mantener la esencia del otoño en espera, para que cuando sea el momento, vuelva con toda su fuerza. Vidia asintió lentamente, sin poder evitar sentir una chispa de esperanza. Ella y el hada lord del Otoño compartían la misma misión, la misma esperanza de que, algún día, las estaciones regresarían a la Tierra de las Hadas. Tal vez su propio matrimonio con Terrence también tenía un propósito mayor, uno que aún no podía ver claramente, pero que sentía en el fondo de su ser. Al final de la jornada, Vidia observó las hojas teñidas que habían logrado juntos: cobrizas, doradas, rojizas, como si un eco del otoño se hubiera capturado en cada una de ellas. Mientras se preparaba para irse, el hada lord la miró una última vez, con esa ternura suave que siempre parecía acompañarlo. —Recuerda, Vidia. Aunque el mundo cambie, hay cosas que permanecen en el corazón. Y quizás ahí es donde el otoño siempre ha tenido su verdadero hogar. Vidia dejó el taller sintiendo una conexión inexplicable con la estación que tanto amaba y, por primera vez, una comprensión de que, tal vez, ella también llevaba un pedazo de otoño en su interior, esperando el momento adecuado para florecer.
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