ID de la obra: 1406

Burlando a la muerte

Het
G
En progreso
2
Fandom:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 66 páginas, 34.280 palabras, 26 capítulos
Descripción:
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Los dominios de Myrtle la llorona

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Habían pasado quizá dos meses desde que Harry había vuelto a Hogwarts, su hogar, para cumplir su último año de estudio. Todo iba bien, las clases transcurrían con normalidad, exceptuando claramente la carencia de personal docente y algunos compañeros. No podemos negar que Harry estaba feliz de volver a su hogar, con sus dos mejores amigos. Hermione estaba cada vez más estresada por los EXTASIS de lo que debería, no comenzarían sino hasta mucho después y sin embargo ella se devanaba los sesos estudiando. Ron por su parte solo se apañaba en hacerse mejor jugador de quidditch practicando cada vez que podía en el campo junto con el equipo de Gryffindor. Por eso mismo, Harry Potter se pasaba la vida deambulando solo por los terrenos del colegio, ayudando a Hagrid de vez en cuando o simplemente reposando bajo los árboles para acabar sus deberes. Se aburría en extremo. Por eso comenzó a salir de noche, con la capa de invisibilidad de su padre, husmeando aquí y allá lo que se escapó de sus ojos en los primeros años. Sin decir nada a Ron y ni a Hermione, ya que ambos se habían tomaban en serio su labor como prefectos de Gryffindor. Bueno, sólo Hermione. De igual manera no había mucho que explorar, o por lo menos, los misteros que buscaba no estaba a la vista de sus gafas redondas. Una noche especialmente oscura, Harry deambulaba por sobre el primer piso, justo encima del Gran Comedor. Por unos baños específicos, esos baños que eran los dominios de Myrtle la llorona. Entonces, mientras pasaba de largo por esa puerta, pensó que no había vuelto a pensar en esa fetichosa fantasma que "infestada" los baños de las niñas. Mientras caminaba inconscientemente de regreso a su sala común, le daba vueltas al tema de Myrtle. No recordaba haberle agradecido por aquella ocasión en que le facilitó la clave del huevo, cuando estaba en el torneo de los tres magos. Quizá ella estuviera molesta con él por no haberla visitado, o mejor dicho, por evitarla toda la vida. Es que realmente no era muy agradable acercarse siquiera a la fantasma que destilaba tristeza e intentaba culpar a medio mundo por su miseria. Pero Harry no tenía nada más que hacer, quizá hasta podría burlarse de ella. Sí, la idea le gustaba. Pero no esa noche. Era demasiado tarde y el siguiente día tendría una jornada bastante pesada de clases que no le agradaban, por lo que regresó a su sala común. Pero no pasó por ahí sino hasta unas semanas después, cuando regresaba de una práctica de quidditch. Con su saeta de fuego al hombro y andando a hurtadillas por Filch y la señora Norris, estaba seguro de que lo perseguían por el barro que dejaban sus zapatos en el abrillantado suelo de madera. Entonces escuchó pisadas apresuradas a sus espaldas, el niño que vivió quería seguir viviendo. Sin pensárselo mucho entró en los aseos de las niñas, los aseos de Myrtle la llorona. Se quedó unos segundos, con la oreja pegada a la madera de la puerta, oyendo las pisadas del conserje alejarse con un taconeo apresurado. Suspiró, bien, estaba salvado. Ahora estaba en el lugar que menos le hubiera gustado estar, pero ya que no había realmente otra opción... Se atrevió a mirar a izquierda y derecha —Myrtle— dijo en voz alta — soy yo Harry... ¿sigues aquí?— Caminó hasta los lavamanos de espejos opacos de tanta mugre. Sentada sobre uno de ellos estaba la casi traslúcida imagen de Myrtle, apenas alzó la vista de un pedazo de pergamino que estaba sosteniendo. —Miren quien a vuelto a Hogwarts— canturreó colocando el papel a su lado. Se incorporó un poco y flotó hasta él. —Harry Potter, el héroe... Pero... ¿Cuánto tiempo ha pasado? Pareces uno de mis hermosos prefectos. Harry sonrió un poco. Francamente, ahora se sentía un hombre hecho y derecho —solo unos cuantos años. —¡Oh claro! Recordémosle a Myrtle que el tiempo avanza para los vivos y no para ella que está... ¡muerta!— sollozó dándole la espalda para meterse en uno de los cubículos del baño, ese en donde murió. Harry se regañó a sí mismo por estar en donde estaba. Ideó rápidamente un plan de retirada —Sólo venía a... Saludar, y ya lo hice. Entonces me voy— tomó su saeta, que hasta ese momento había estado apoyada en la pared, y se dispuso a salir. —No te vayas, Harry— escuchó la voz quebrada de Myrtle tras él —no me dejes sola... no de nuevo. Harry sintió el cargo de conciencia. Se volvió a ella. —esta bien... Me quedaré unos minutos— quería irse, no lo negaba. Pero tampoco quería que ella gritara. Quizá solo consistía en darle por su lado, seguirle la corriente, quizá eso la calmaría un poco. Una pequeña sonrisa apareció en su juvenil rostro lleno de granos —¿en serio? Vaya, nadie nunca se quedó cuando se lo pedí, ni en vida ni mucho menos en la muerte. Me gustaría decir que Harry se divirtió hablando con Myrtle la llorona, pero me temo que solo la escuchó quejarse y casi pensar en voz alta cosas deprimentes que más que aburrirlo, lo hacían querer irse lo más pronto posible a hacer sus tareas para salir lo más pronto posible del colegio. Por lo que, a pesar de las palabrerías de Myrtle, Harry se empeñó en buscar la cámara de los secretos nuevamente, solo para matar el tiempo. Quería confirmar si aún ahora podría abrirla hablando en parsel, quería averiguar si aún podía hablar parsel siquiera. —Harry, ¿estás escuchando?— él asintió, completamente ajeno a lo que la fantasma alegaba —vaya, pues que extraño... ¿Sabes algo...? Creo que sí puedo confiar en ti Harry, ¿p-puedo... Puedo confesarte algo? Harry no tenía muchas ganas de escuchar los secretos de un deprimente y mediocre fantasma que se la pasaba en los tubos del retrete entre... Bueno. Pero no dijo nada, había encontrado otra inscripción en otro lavabo y se esforzaba por ver que decía o qué era mientras Myrtle volvía a hablar —Hace unos meses estuve saliendo por los corredores de noche, en mi forma invisible, uno de los pocos privilegios de ser fantasma... Y fui a la biblioteca— harry escuchaba ya sólo por cortesía, ya que estaba muy molesto: Las inscripciones en el lavado resultaron ser solo óxido. —al área prohibida— terminó diciendo y rió por su travesura. Cuando estaba viva esa área me parecía fascinante —continuó— por lo que ahora que puedo, los leo todos sin que se den cuenta los profesores. En particular me atrajo uno, sabes Harry, Sobre criaturas malignas y sus efectos sobre el Mago y/o Muggle, se llamaba y sin dudarlo me lo devoré en poco tiempo... Pero— Harry la miró, no sabía que los fantasmas pudiesen actuar en el mundo físico. Entonces se dio cuenta de que la niña estaba llorando de nuevo y se exasperó. Apretó los labios al considerar lo difícil y desagradable del caso, y comenzó a hablar con dureza a la inconsciente culpable, sin que en su voz se notara más que el divino enojo del que se hallaba poseído.  —¿Ahora porque lloras, Myrtle?— le escupió sin rastro de paciencia en su voz. Ella gritó en un angustioso y doloroso chillido, expresaba así a voces su inmensa desgracia, y su lamento se elevaba desgarrador, para venir luego a morir con una queja más suave, pero vibrante y tristísima, y elevarse de nuevo en penetrante grito. Flotó y se zambulló hacia el trozo de pergamino que lanzó a Harry. El retazo de pagina que había visto al principio de la noche, en la diáfana mano de la niña fantasma. No le había ofrecido ni un ápice de curiosidad hasta ahora, que lo inspeccionaba en la oscuridad. Lentamente, Harry se dio cuenta de que este era más que solo un trozo de pergamino.
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