Una Horrorosa verdad
23 de noviembre de 2025, 11:05
Myrtle alzó una mirada llena de pesadas perlas de tristeza. Harry alzó a su vez el trozo de la página de algún viejo, muy viejo, libro. El papel amarillento estaba carcomido en las esquinas y algunas letras de tinta estaban corridas por la humedad del baño. Harry lo tomó entre dos dedos por la parte inferior, intentando descifrar lo que decía y dándose cuenta de que la letra estaba tan sucia, desgastada, corrida y casi enmohecida, que era meramente una osadía poder leerlo.
—¿Myrtle?— Sinceramente no le gustaría tener como respuesta más sollozos, por lo que esta vez contuvo todas las palabras que quería decirle —¿Lo sacaste de de la sección prohibida?
Ella se calmó un poco y lo miró con ojos resplandecientes, acuosos y tristes —léelo— murmuró con renovadas lágrimas surcando sus mejillas.
Harry la observó en silencio, la habitación se había oscurecido demasiado y lo único brillante era la fantasma a su lado. —Lumos— murmuró él y con la luz de la punta de su varita leyó mentalmente el mohoso trozo de pergamino.
<< El poder del basilisco puede ser contrarrestado en parte, no en todos casos llega a asesinar. No si se ve a través de algún objeto traslucido o refractante, cualquier cosa: Tela, agua, un cristal del grosor correcto... La víctima en ese caso, solo es despojada de su espíritu hasta que este es devuelto a su cuerpo paralizado o se administre suero de mandrágora. En este caso, la víctima no registra nada de su vida fuera de su cuerpo tangible >>
Entonces, Myrtle debió estar usando sus gafas en el momento en que todo sucedió. O quizá a través de sus torrentes de lágrimas. Myrtle no estaba muerta, su cuerpo estaba paralizado, petrificado sería la palabra correcta. Pero ella no estaba muerta. Su espíritu había sido expulsado de su cuerpo. Harry miró a Myrtle que ya lo estudiaba igual de aturdida.
—No estás muerta ... ¿O sí?
Ella negó suavemente —solo petrificada y fuera de mi propio cuerpo— sollozó ahogadamente llevándonos las manos a la cara.
Harry miró de nuevo el pergamino y releyó una de las partes pero en voz alta —hasta que este es devuelto a su cuerpo paralizado ... ¿Osea que puedes volver a vivir? ¿Es eso? ¡Myrtle! ¿Sabes lo que esto significa? Podrías volver a estudiar y continuar tu vida y...
—Lo sé, Harry— se limpió las lágrimas, mientras que una sonrisa suave en su lugar iluminaba sus facciones fantasmagóricas —hablé con McGonagall tan pronto lo supe, yo estaba radiante de jubilo... imagínatelo... ¡Poder terminar mi segundo año y los demás en Hogwarts! ¡Podría volver al mundo mágico y estudiar todas las plantas mágicas que existe y...! ¡Quizá cumplir mi sueño de descubrir una especie desconocida! La idea me encantó, y me encanta, pensar en la cantidad de cosas que hacer y... las cosas que podría... podría volver a... respirar.
Todo esto lo dijo en un instante para luego sentarse y llevarse una intangible mano al pecho —Las cosas que más anhelo hacer son las más básicas... comer, beber y correr y... sentir. ¡Poder sentir sería maravilloso, Harry! ¡Y besar! Nunca di mi primer beso... pero en fin, McGonagall derrumbó todos los castillos que se habían formado en mi cabeza incorpórea. Dijo que esto era más que imposible, que la mera posibilidad de que funcionara era menos que improbable... porque mi cuerpo fue sepultado hace medio siglo... Además de castigarme duramente por robar material bibliográfico de la sección prohibida— chilló bajándo la mirada —Me confinó aquí con un hechizo, para que no dijera nada de esto a nadie, para que no perturbara a nadie con mis fantasías. Harry ¡No puedo decir nada! Pero me concedió que me quedara con ese trozo de la página si prometía no decir nada a nadie...
Harry pensó en el sentido que todo tenía y como las piezas encajaban una a una. Entonces llegó a una horrible conclusión, si, comprendía el dolor que embargaba a Myrtle, después de tanto tiempo de haber pensado que estaba muerta, se encontró una nueva esperanza y esta misma había sido disipada por McGonagall.
La miró, ella seguía llorando, pero esta vez en silencio. Con la cabeza gacha y una expresión de profundo dolor casi palpable. Nunca había visto y a lo mejor nunca vería un ser que destilara tanta tristeza que se desparramaba por el mugroso suelo del aseo de las niñas hasta casi contagiarle. Sí, Harry quería ayudarla, quería aliviar su dolor porque en cierto modo ella no era responsable de su condena.
—¿Myrtle?— preguntó, estudiándola con la mirada —¿Porqué me cuentas esto?
Ella se encogió de hombros mientras resoplaba —Necesitaba decírselo a alguien... pero da igual, no te sientas comprometido a ayudarme Harry— soltó una triste sonrisa mientras le propinaba una mirada aguada —lo sé, no es como si quisieses hacer algo por Myrtle la desgraciada. No hay nada que hacer a estas alturas y... yo no puedo salir a hacerlo por mi cuenta por el hechizo de McGonagall.
—Sin embargo, anhelas hacerlo— comentó Harry mirando fijamente el suelo.
—Me encantaría, nunca hice nada que valiese la pena durante mi existencia física. Ahora estoy dispuesta a salvar mi vida. ¿Sabes cuanto tiempo llevo aquí, Harry? No puede esperar más para volver a vivir.
Harry arrugó, sin querer, el texto de la página del libro de la sección prohibida. Su mente barajando las posibilidades y por sobre todo, lo más importante. —¿Y si yo quisiese ayudarte?
Una inusual sombra de rubor perlado apareció en el rostro platinado de la fantasma. Este año no sería aburrido al final como lo pensó en su principio, una nueva aventura se aproxima para él y asombrosamente también para Myrtle.