29: De este lado del portal
23 de noviembre de 2025, 9:32
A su regreso, los chicos en la casa de la cueva se pusieron al día con las circunstancias que los habían traído hasta ese punto. Les costó creerse el hecho de que la pitonisa realmente hubiera tenido un plan que seguir y aún más que su hermana fuera el mismo murciélago de antes. El Tony vampiro de igual forma fue una sorpresa divertida, todos sabían cuanto le gustaba a ese hombre el personaje de Drácula. J y Cesar le rogaron hasta cansarlo que abriera la boca para ver cómo eran realmente los colmillos vampíricos. Tony estuvo tentado a darle un mordisco a J para que dejase de molestar, pero no quería saber qué pasaría cuando su paladar probase la sangre, fuera de hombre o de lobo. Así que los dos estuvieron molestando y haciendo múltiples bromas por bastante rato.
La pitonisa y Cydonia no lograron salvar a ninguno de sus amigos, todos habían olvidado su vida anterior al completo. Era inútil razonar con seres de pesadilla vacíos de conciencia, dominados por instintos básicos. Quizá por eso ambas se hallaban bastante más calladas, no era una victoria total, pero era una gran victoria aun así.
La pitonisa sanó a los chicos que tenían heridas, todos estaban bien. J había sido alcanzado por unas gotas de la poción, pero se hallaba en buenas condiciones, Cydonia le aplicó un ungüento de patas de escolopendra que alivió el ardor en un instante, pero le produjo arcadas por el olor y el hecho de que lo hubiera hecho con unas escolopendras vivas. La mano de Eli no era tanto problema, pero de igual forma se arregló con otro ungüento y un poco de la magia de la reptil. Tony cosió los desgarrones de Geoff y de Rachel ayudado por Eli, repararon las quemaduras de la muñeca en su tobillo con un retazo de un color parecido al de su piel de tela. No hablaron mucho mientras, pero Tony presionó suavemente su mano antes de dejarla sola, un apretón reconfortante que venía siendo lo único que ambos se podían permitir.
Cesar tuvo que obligar a Layne a descongelar el manantial, para poder limpiar el aceite de los huesos de su pierna. J y Earl les contaron lo mucho que les costó el hecho de tener que lastimarlos y que continuamente se forzaron a desobedecer las órdenes del rey calabaza, sin conseguirlo. A los demás no les importó, sabían que todos eran buenos amigos y que nunca se lastimarían de verdad.
Después, Eli le dio unos cuantos guantazos a Tony, especialmente fuertes, hasta despeinar lo poco que él había logrado peinarse, por sacarles a todos el susto de sus vidas.
—Eli, ya basta —le gritó éste después del quinto golpe, quitándole el guante de un tirón y lanzándolo lejos— ¡Es suficiente, demonios!
—Demonio tu abuela ¿Suficiente? ¿Eso crees? —se sacó un zapato y le dio en la cabeza antes de darse por satisfecho— ¡Ay de ti si vuelves a acercarte a menos de un kilómetro de una botella! ¿Me oíste?
—De hoy en delante, todos velaremos por tu sobriedad, hermano —reiteró Earl dándole una amplia palmada en la espalda a Tony, proyectándolo hacia adelante.
—Es más, nosotros echaremos todo el alcohol a la basura al regresar a la casa. —proclamó Geoff— y después veremos si quemamos o no la casa.
—¿Todo el alcohol? —se sorprendió Layne con cierta pena— Mejor quememos a Tony y caso resuelto.
—Oye, gracias, mejor amigo —se quejó Tony, pero no evitó reírse a carcajadas como los demás. Casi daba igual las bromas fuera de tono que los chicos decían, todos estaban agradecidos de tenerse los unos a los otros.
Los chicos, entre risas y bromas, veían a Tony y Rachel de vez en cuando lanzarse miradas desde una punta o la otra de la habitación sin decirse nada. Ellos sabían que había pasado algo entre ambos, aunque no supieran qué, pero parecía que habían llegado a un acuerdo tácito. Aunque desde antes esto de las miradas ocurría a menudo, ya que convivencias como la de la casa de campo se dieron varias veces en esos nueve años, pero estas miradas eran diferentes. Había algo bueno entre ellos, a pesar de que ya ninguno intentase nada. Se notaba que las cosas habían cambiado. Eso, sea lo que fuera, los ponía a todos de buen humor, esperaban que eliminase la posibilidad de nuevas incursiones a bosques nocturnos de la mano de reyes calabaza para Tony.
—No chicos, no hay necesidad de quemar nada ni a nadie ¿saben qué haremos para evitar estas desventuras a partir de ahora? —sonrió malicioso Cesar, su piel como papel cebolla resplandeciendo ante la luz de las lamparas de aceite— Encadenaremos a Rachel y Tony. Y todos le pagaremos a su esposo el alquiler para que los deje tranquilos.
Rachel desvió la mirada, avergonzadísima, a pesar de que el tono levemente chispeante de Cesar era suficiente como hacerla reír siempre y el hecho de que sus intenciones no eran malas, solo hacer reír, cosa que conseguía sin problemas. Ella no se atrevió a mirar a Tony para ver qué le parecía la terrible idea, pero él contra todo pronostico, se rió también, pero nerviosamente.
Eli recuperó el guante solo para darle al esqueleto en la cabeza por esa broma, pero también se estaba riendo. Todos intuían, la verdad, que esa pareja solo era posible en ese reducido circulo de amigos que querían su felicidad más que cualquier cosa, pero que al regresar al mundo real, deberían volver a sus vidas de antes y por ello, volver a separarse. Porque al final, era lo correcto. Lo ético. Lo moral. Cosa que, no lo negarían, era un poco triste.
No obstante, se permitían bromas tontas como esas que hacían reír a todos. Los ayudaba a disfrutar el presente. Los hacían olvidar que las cosas no eran tan fáciles. Y que aun les quedaba el regreso, que probablemente sería otra desventura.
Layne y Tony se apartaron del grupo un instante para hablar muy seriamente. Los demás siguieron hablando, pero los miraron reírse un instante antes de que Layne se pusiese de color rojo mientras miraba a su amigo con sorpresa. Después ambos improvisaron un abrazo en el que Tony no evitó estremecerse por el frío y Layne volvía a su color nacarado brumoso natural. Rachel no estaba segura, tampoco preguntaría, pero parecía que Tony le había confesado todo a Layne y se había ganado su perdón. Eso era bueno, era muy bueno, considerando que ambos eran mejores amigos y a pesar de todo, Tony había insistido en guardarle secretos.
La pitonisa y Cydonia tomaron algunas túnicas, comida, agua amarga y el condensado de pesadilla antes de reemprender el camino al portal del sexto árbol. A Tony, lo obligaron a vestirse como una persona del medio oriente, con varias capas de telas oscuras de más, para evitar la exposición al sol, cosa que le granjearía eternas bromas por parte del resto de los chicos porque se veía especialmente ridículo. Geoff lamentó terriblemente la falta de una cámara. La pitonisa le aseguró a Tony que aun así vestido le quedase un bronceado disparejo por unos días, los vampiros en este mundo eran seres de piel muy delicada y por eso debían vivir de noche.
Pasaron a hurtadillas por el pueblo y vieron que en efecto, había caos en ese mundo de pesadilla. El pueblo estaba ya patas arriba y los hombres lobo, con sus armas y todo, no eran capaces de detenerlos. Pero eso fue sólo otra ventaja, porque en tanto relajo, nadie vio al grupo de monstruos pasar por entre las calles atestadas de peleas.
La mayoría de los chicos ahora resistía el sol abrasador, pero para infortunio de Eli, él si necesitó una nueva capa de lodo al llegar al lago. J sentía calor, por culpa de su abrigo lobuno, pero se hallaba mejor que Eli. Earl estaba sudando, pero su piel era tan dura y gruesa que no le afectaba en lo más mínimo el calor. Caminaron todo el día y cuando el sol volvió a estar tan bajo que rozaba las copas de los árboles, arribaron el bosque de los suicidas.
No se detuvieron, no había por qué detenerse, seguían adelante con paso firme y rápido. Los esqueletos no estaban. Todo monstruo se había quedado en el pueblo y por fortuna ellos tuvieron el resto del viaje libre. El río volvió a achicarse hasta volverse un arroyo, a los lados los árboles volvieron a espesarse aunque no a reverdecer.
Encontraron el sitio con aquellos restos de la fogata hecha al despertar, cuando desayunaron. Y más allá, un inquietante círculo de árboles. Como en el círculo de árboles que ellos encontraron en un principio, éste tenía sólo cinco y todos estaban carbonizados.
—Hemos hecho esto como los árboles del mundo humano por seguridad. Éste universo de terror tiene que quedarse en donde está. —dijo la reptil.
—Nadie más tiene que morir. —zanjó Cydonia.
—Entonces ¿como saldremos? —preguntó Geoff.
—Ya lo verán —aseguró la pitonisa.
La pitonisa y Cydonia sacaron los tarros con el condensado de pesadilla. A Earl, J, Eli y Tony les dieron una jarra a cada uno del líquido caliente y sospechosamente rojizo.
—El hecho de que sea rojo no implica que... —empezó a decir J, pero la pitonisa negó.
—Es peor de lo que crees, así que no preguntes.
Las dos tomaron a su vez dos rociadores extraños e instruyeron a Layne para colocarse entre ellas. Los chicos brindaron por Voiceplay, por el regreso, por la salvación de Tony, por el reencuentro de la banda entera y la vida. Mientras el resto bebían, controlando las arcadas, el fantasma fue envuelto en la niebla roja, el condensado de pesadilla. La pitonisa y Cydonia usaron los rociadores para darle la cantidad correcta de niebla que se arremolinó a su alrededor en carrizos espesos sin dispersarse. Después se alejaron y le indicaron a Rachel, Cesar y Geoff colocarse en sitios individuales, alejados unos de otros para repetir con ellos el proceso.
Cuando Earl terminó su jarra, eructó, pero en seguida se produjo el cambio. Los colmillos desaparecieron y la piel verde se aclaró y ruborizó levemente, sus músculos volvieron a su tamaño natural. El proceso afectó al resto de igual forma, indoloro, rápido y efectivo, todos volvieron a ser humanos en pocos minutos. El único que no tuvo una regresión abrupta a su forma humana fue Tony, él sólo perdió esa luz en los ojos y sus colmillos se retrayeron hasta volver a la normalidad, de igual forma, se quitó las telas de más y el sol no lo convirtió en cenizas.
Rachel se sintió igual, la verdad, no hubo esa sensación asfixiante que sintió la primera vez que respiró la niebla. Lo más raro que sintió fue que cuando volvió a respirar de verdad sus pulmones se llenaron como debía ser. Respirar de nuevo era algo bueno, algo maravilloso. Alzó las manos y descubrió que eran de carne y hueso, las costuras grotescas ya no estaban y el cabello volvía a ser el de antes, nada de tela y lana.
Se hubiera puesto a bailar ahí mismo, como J, Cesar y Earl, que habían iniciado una salvaje danza de victoria que hizo reír a los demás, pero estaba muy ocupada observando su tobillo. El sitio que cambiaron por la quemadura se notaba, la piel ahí tenía un tono diferente al suyo. Intrigada, buscó con sus manos la costura de su estómago y la de la mejilla. Esas no estaban. Ni a simple vista ni al tacto. Habían desaparecido.
J, por el contrario, tenía la cicatriz de la herida de la pierna y las quemaduras. Pero el resto se hallaban perfectamente.
El problema vino cuando la niebla se disipó del rededor de Layne. Su amigo había recibido una herida terrible en el hombro y había perdido bastante sangre, cuando volvió a ser corpóreo y humano la herida seguía como cuando se convirtió. A los chicos los tomó por sorpresa verlo desplomarse, pero afortunadamente la pitonisa había trazado un plan para esto también.
Colocando sus manos escamosas en el área dañada de su hombro, procedió a curarlo a la vez que trataba de impedir que la sangre siguiera saliendo. Tony y Geoff, al igual que el resto de los chicos se quedaron junto a Layne, apoyándolo con palabras tranquilizadoras mientras pasaban los minutos y la herida se iba cerrando. Eventualmente el dolor venció a Layne, calló inconsciente pronto, ya fuera por la pérdida de sangre o por el shock. Sea como fuere, para cuando la pitonisa retiró sus manos, revelando que había pasado el peligro, todos suspiraron aliviados.
—Había olvidado esto —murmuró Cesar— pudo haber muerto muy fácilmente.
—Pero yo no iba a dejar que eso pasara. —aseguró la reptil— ustedes me salvaron, mantenerlos vivos a cambio es lo menos que puedo hacer.
El resto, ensangrentados al haber intentado de ayudar a Layne, asintieron agradecidos. Todos querían enormemente a Layne, haberlo perdido hubiera sido lo peor del mundo.
La pitonisa y Cydonia, al comprobar que el peligro había pasado, tomaron jarras para si mismas y brindaron a la salud de sus nuevos amigos antes de empujarse el contenido por sus gargantas. La piel escamosa y las alas de murciélago desaparecieron y en vez de monstruos, habían frente a ellos una veinteañera y una niña de algunos nueve años. Ambas se miraron, sin reconocerse al principio y luego se abrazaron felices. Probablemente había pasado tanto tiempo y su memoria estaba tan mala que ya habían olvidado como habían sido antes de que todo hubiera pasado.
No se detuvieron a celebrar, la pitonisa, mujer ahora, les indicó que se reunieran todos a su alrededor. Geoff y Tony ayudaron a Layne, que había vuelto en sí pero se hallaba debil. La pitonisa extrajo la llave de su túnica para usarla en el centro del círculo, en el suelo. Al principio no pasó nada, sino hasta que el suelo cedió bajo sus pies. Un viento huracanado se levantó alrededor de ellos y las hojas secas empezaron a girar en todas direcciones. Por un instante cayeron al vacío para después aterrizar en un sitio muy parecido al que antes había dejado.
Al otro lado del portal del sexto árbol las cosas no habían cambiado. Seguía siendo de noche cerrada, sin luna, solo la luz de las estrellas y el silencio de la noche.
Cuando ellos estaban preguntándose si habían regresado de verdad de esa pesadilla, unas luces los sorprendieron, así como voces que misteriosamente los llamaban por sus nombres. Grande fue su recibimiento, todas las familias de cada uno estaban ahí para ellos. La esposa de Geoff y su hijo, el esposo de Earl y el novio de Cesar. La esposa de J y la de Eli además de sus sobrinos qué estaban pasando las vacaciones con ellos. La esposa e hijas de Layne, que se asustaron al ver la cantidad de sangre que lo manchaba y su extrema palidez, pero él les aseguró que no había forma de que pudiera estar mejor si ellas por fin estaban ahí con él. Incluso estaba la hermana de Tony, que lo abofeteó por preocuparla con su desaparición hasta el punto de tener que venir para unirse a la búsqueda, pero después lo abrazó con fuerza y se echó a llorar de alegría. El perrito Fletcher saltaba de felicidad alrededor de su dueño, eufórico de volver a verlo.
Fue un reencuentro maravilloso en el que más de uno lloró de alegría. Pero en el que Rachel, la pitonisa y Cydonia se quedaron a parte.
Emoni y Ashley llegaron a abrazar a la ex muñeca, ellas también habían iniciado la búsqueda cuando no regresaron todos por ir a buscar a Tony.
—Nos temíamos lo peor —lloriqueó Emoni palpando las mejillas de Rachel después de abrazarla fuerte.
—Temíamos que se hubieran perdido, no creíamos que los encontraríamos tan rápido.
—¿Cómo nos encontraron?
—Por la lana atada al árbol, traza un camino perfecto hasta aquí y cuando se acabó, simplemente seguimos adelante —explicó Ashley— una grandiosa idea, por cierto.
—Nos sacaron un susto enorme. —seguía lloriqueando de felicidad Emoni— encontramos sus mochilas y linternas aún encendidas y nos asustamos. Es maravilloso ver que no les pasó nada.
Rachel sonrió, no era como si no les hubiera pasado nada exactamente pero aún así ella no les diría nada para preocuparlas. En todo caso ¿de qué hubiera servido? Layne estaba mintiendo junto a Geoff y J sobre qué la sangre era de que el beatboxter se había caído, revolcado y herido con unas ramas al caer de un árbol para intentar ver desde arriba. La mentira parecía convencer a todos y dejarlos satisfechos, porque ya lo estaban regañando por su imprudencia en vez de hacer más preguntas incómodas.
Ashley y Emoni le comentaron a Rachel que su esposo no estaba entre el resto porque el hijo mayor de la pareja se había enfermado y él se había quedado cuidándolo. Rachel sintió un enorme cargo en la conciencia, él siempre había sido tan responsable, no como ella a quien en la menor oportunidad ya se estaba reencontrando con su ex novio, avivando el calor de viejas cenizas.
Emoni y Ashley le aseguraron que su hijo no tenía nada grave, solo quería a su madre y estaba haciendo algo de drama. Las tres se rieron un poco antes de fijar sus miradas en Cydonia y la pitonisa.
—¿Y ellas quienes son? —preguntó con amabilidad Emoni. Sonriendo hasta mostrar esa separación de sus incisivos tan característica suya.
—Ellas son... —la pitonisa conectó su mirada con la suya, mordiéndose el labio. Rachel decidió improvisar— Son las que nos ayudaron a regresar. Nos perdimos todos y ellas nos ayudaron a volver.
Emoni y Ashley se mostraron muy agradecidas por esto y las invitaron a que esa noche se quedaran en la casa de campo. Casa a la cual regresarían inmediatamente después de que Cindy terminara de confirmar que su esposo se encontraba bien, que la hermana de Tony dejase de sermonearlo, que Kathy dejase de besar a Geoff por la alegría de encontrarlo, que Cesar y su novio se pusieran al día, que Eli y su esposa se soltaran de ese abrazo que duraba ya algo así como quince minutos, que J dejase de contarle lo valiente que había sido a su esposa y que Earl intentase explicarle a su esposo porque perdió el celular que éste le había prestado al inicio de todo éste viaje.
—Iremos encantadas, de todas formas no tenemos a donde ir. —se encogió de hombros Cydonia.
Emoni y Ashley miraron a la niña con ojos sorprendidos. La pitonisa se aclaró la garganta— Tienen una familia bastante grande —murmuró la pitonisa, observando tanta actividad en ese bosque oscuro iluminado por las linternas— Y se ve que se aman mucho —añadió Cydonia.
—Si piensan eso ahora, imaginen que éstas solo son las familias nucleares de cada uno —no evitó reírse Ashley— cada uno tiene otros cinco o seis parientes más que los interrogarán al regresar. ¿No es verdad Rachel?
Ella asintió riéndose a coro. Las reuniones familiares eran bastante divertidas, casi se podía llenar un salón de cien personas con las familias de Voicepay. Emoni y Ashley le aseguraron a la pitonisa que serían bienvenidas en la casa de campo mientras se quedasen con ellos antes de irse a saludar al resto de los chicos.
—Cuando se vayan, nosotras los alcanzaremos después —le avisó a Rachel la pitonisa.
—Um... Bien. —dudó ella— Pero ¿podrán seguirnos después?
—Nos las arreglaremos. —aseguró la niña— no sería la primera vez que nos perdemos en cien años de exilio.
—Intentaremos quemar el portal del sexto árbol, —indicó la pitonisa el solitario árbol que aún permanecía abierto. Los ojos negros de la calabaza mirándolas malignamente— será el último portal en destruirse, es necesario que sea así.
—Nadie más tiene que morir —completó Cydonia.
Rachel asintió, comprendiendo a la perfección la gravedad del asunto. Justo entonces, todo el grupo, casi treinta personas, empezó a movilizarse. Iban de regreso al bosque, que estaba más allá y después a la casa. De regreso a la civilización. Rachel se despidió de ambas hermanas antes de iniciar la última caminata de ésta historia, pero entonces se le ocurrió algo y volvió al lado de la pitonisa.
—¿Cómo era tu visión? La que tuviste en la plaza. Dijiste que habías visto a Tony, que nuestros destinos eran uno a partir de esa noche ¿que fue exactamente lo que viste?
La pitonisa la miró directo a los ojos, sorprendida. Negó una vez y luego pareció recordar vagamente a lo que se refería. Entonces volteó a Cydonia y le tendió a ella la llave de plata. Volvió a Rachel, pero antes de decir nada, suspiró profundamente.
—No es fácil explicar. Las visiones son una mezcla de sensaciones, sentimientos, luces, olores, sabores e impresiones. —intentó excusarse, evasiva.
Rachel insistió— intenta, por favor. Necesito saber.
—¿Quieres saber si realmente tienes una oportunidad más con él a pesar de todo? —se adelantó la mujer, Rachel desvió la mirada, pero asintió.
—Tú sabes el futuro y tu visión parecía tener algo de verdad ¿Crees poder decirme por lo menos qué significa? —le suplicó— O si aplica al futuro.
—Eso no te lo puedo decir. Fácilmente la visión podía reducirse a estos dos días. La desgracia que predije podía ser el ser convertida en muñeca. Lo de que sus caminos eran uno solo a partir de esa noche se volvió cierto también estos dos días cuando no te separaste de él por más de unos instantes. Y lo de perderlo todo podría haber sido el momento en que el rey calabaza derrotó a tus amigos e intentó matar a Tony. Porque perdiste entonces toda esperanza ¿Ves a lo que me refiero? Muy probablemente esto solo se refería a esta desventura. Nada te asegura que aplique para después de salir del portal del sexto árbol.
—Entonces el futuro vuelve a ser incierto —murmuró ella.
—Esa es una buena noticia ¿no es cierto? —le sonrió, ésta vez con una expresión cálida—has lo que debas hacer para que ese futuro sea bueno.
Rachel asintió, pero antes de irse otra vez, volvió a preguntar— ¿Cómo sabías que la aguja era la solución para abrir la última puerta? ¿La viste en tu visión?
Ella soltó una risa silbante— la verdad es que no. Te vi a ti con la aguja y después a ti abriendo la puerta, si, pero por separado, no sabía si había relación. Pero por eso supe que eras importante para nuestro plan, pero muy a lo mejor pudo abrirla hasta el más tonto de tus amigos con la llave y la herramienta correcta.
—Bueno... —aceptó Rachel— ¿Y la aguja es mágica?
—No lo creo, —frunció el ceño— se la compré a un tendero antes de entrar al portal. Hace un siglo.
Rachel no sabía si reír o sentirse decepcionada, optó por lo primero. Se despidió ella y ambas acordaron desayunar juntas a la mañana siguiente. Algo le decía que se harían amigas de alguna forma.
El grupo no había avanzado demasiado, solo lo suficiente como para haber dejado atrás el círculo de árboles y haber entrado al bosque. Los separaban unos doscientos metros, pero como el terreno era llano y no había más árboles que los portales, podía aún seguirlos sin perderlos de vista. Rachel emprendió el camino hasta ellos.
En lo que caminaba se hallaba pensando muy concienzudamente en esa desventura. En sus amigos con los que se habían vuelto tan cercanos después de casi morir todos juntos. Pensaba que les debía mucho más que Tony. Y también pensaba en Tony. Era indudable que su corazón y el suyo seguían juntos, a pesar de todo, y ella se daba cuenta de que ahora lo recordaría más que solo en sus sueños.
Entró al bosque, todavía podía ver las linternas del grupo adelante, estaba por alcanzarlos porque al ser muchos no querían separarse, caminaban despacio, hablando. Rachel escuchaba parte de sus conversaciones y todas eran animadas, palabras de cariño y amor, se habían extrañado los unos a los otros en gran medida.
Entonces una mano se cerró en su brazo. Rachel sabía quién era sin necesidad de verlo, solo su toque le provocaba esas sensaciones. Se volvió a él y lo encontró en la oscuridad. No podía verlo, otra vez las sólidas tinieblas escondían sus rasgos, los ojos medio ocultos por las sombras, pero su mirada tan poderosa como siempre.
—Quería hablar una última vez contigo... —se explicó.
Ella se mordió el labio y se acercó a él. Habían quedado inconscientemente tras un árbol por el cual el grupo no los hubiera visto si volteaban hacia atrás.
—Perdí tu navaja —dijo ella sin pensar.
Tony no evitó reírse suavemente— De todas formas, ya no planeaba usarla tan a menudo. —Rachel se acercó a él más— he pensado en... En nosotros. Y creo que lo correcto es que nos volvamos a olvidar el uno del otro.
—Si, es lo correcto. —consintió ella con voz hueca, los ojos aún fijos en los suyos. Ya no tenían esa iridiscencia tan trascendental que antes los envolvía, pero eso no les quitaba que fueran hipnóticos.
—Si —repitió él, como si de pronto se hallase vacío— si... Entonces... Gracias por todo. Me dio mucho gusto verte de nuevo y poder confesarte todo.
—Igual a mi.
La incomodidad era palpable y la desazón mucho más. Era claro que ninguno quería que terminara de ninguna forma. Pero lo correcto era olvidar que una vez ocurrió algo y seguir adelante. Olvidarse mutuamente y la próxima vez que se vieran, hacer como si la presencia contraria no los desbarataba por dentro de tristeza y dolor.
—Y yo... —Tony se quedó un instante más antes de quedarse sin palabras, luchó un momento por encontrar que decir y luego simplemente sonrió con tristeza— si...
Rachel sonrió también y asintió, antes de buscar su boca en la oscuridad. Cuando la encontró, se preguntó cómo había aguantado tanto tiempo sin besarlo otra vez en esos nueve años. Tony no se alejó de ella, pareció como si ese toque borrase todas las incómodas palabras vacías y "correctas" de antes. Nada más importó que ese instante. Rachel pudo sentirlo conteniendo el aliento al sentir el suave contacto de su boca, y hubiese jurado que pudo sentir sus labios curvarse contra los suyos en una sonrisa. Ese contacto apenas era un beso, pero significó más que cualquier otro que hubieran recibido en toda sus vidas, incluso rivalizaba con cualquiera que se hubieran obsequiado el uno al otro en el pasado.
Tony ladeó la cabeza, aumentó la presión y profundizó su beso.
Entonces Rachel actuó sin pensar y colocó sus manos contra el pecho de Tony, empujándolo contra el árbol que los ocultaba, hasta que su espalda se apoyó en la corteza, acorralándolo totalmente mientras el beso subía de intensidad. Las manos de él cobraron vida y subieron acariciando su espalda hasta pasar los brazos alrededor de Rachel, estrechándola con tal fuerza que apenas quedaba espacio entre ambos.
Sus labios abrasaban los suyos como nunca antes, calentando su sangre y prendiendo fuego a sus sentidos hasta que terminó, con los dos jadeando cuando sus bocas se separaron, pero ambos se negaron a deshacer esta vez el abrazo. Sus frentes reposaron la una en el otro y simplemente se quedaron ahí, respirando agitadamente al compás del latido del otro.
Sus ojos volvieron a encontrarse en esa oscuridad, la intensidad de ambos, el uno por el otro, se veía reflejada en esa mirada que compartían.
—Puede que termine... —le murmuró ella sobre los labios— y que tú y yo nos separemos. Pero ten por seguro que te encontraré de nuevo... Y no te salvarás de mi.
Tony se soltó a reír— Me gusta esa amenaza, —respondió con igual dulzura— creo que puedo vivir con ella si la vuelves una promesa.
—Hecho.
Él la besó esta vez y siguió besándola con intensidad, con deseo, con infinita ternura, demostrándole cuanto había anhelado ese momento. Cuanto la había extrañado y cuanto necesitaba su cercanía. Y ambos supieron que aquello era más que un beso. Iba más allá de eso, más allá de cómo se sentía él y cómo la hacía sentir a ella. Era un pacto en el que sellaban un encuentro futuro, está vez para siempre. Que éste final era solo el comienzo de una vida juntos, una que vendría después, pero que ambos estarían esperando.
Porque se estarían esperando el uno a otro.
—Chicos ¡Alto! —les llegó el grito de Geoff más adelante, sonaba altamente alarmado— No lo creo, hermanos ¡Se nos volvió a perder Tony!
Rachel y Tony interrumpieron el beso de mala gana, él dejó escapar un gruñido de fastidio que decía claramente que iba a estrangular a Geoff después. Pero ambos rieron, risas tristes, pero más animados que antes para la nueva separación.
A la vez, ambos salieron de detrás del árbol para reunirse con sus amigos.
EL FIN