28: ¿Verdad?
23 de noviembre de 2025, 9:32
La reptil tiró de la daga para liberarla y dejó que el cuerpo colapsara contra el suelo. La imagen del todopoderoso rey derrotado por fin era escalofriante.
La pitonisa siseó algo más, pero Rachel no la escuchó, había emprendido el camino hacia Tony. Rodeó al rey calabaza y a la pitonisa, no sin antes echarle una mirada cautelosa. Pero el soberano de este mundo ya estaba vencido, no había ya qué temer. Era la pitonisa la que ahora parecía el peligro, con sangre tanto suya como del asesinado en sus manos y túnica, aun con esa expresión de venganza satisfecha y la loca felicidad que esto conlleva. Pero cuando sintió la mirada de la muñeca, ella conectó sus ojos de pupila vertical con los suyos de vidrio. No había nada malo en la reptil, solo agradecimiento y también paz.
—Todo ha terminado. —murmuró la pitonisa dejando caer la daga ensangrentada y llevándose de nuevo la mano a la herida del hombro, pero ya no había en ella gestos de dolor— al fin todo ha terminado... como debía ser.
La muñeca asintió. Por fin había terminado.
Caminando a paso lento, Rachel decidió que no debía seguirse preocupando por ella, no tenía razones para ello, solo decidió hacerlo. La reptil ya había cumplido el propósito que la había tenido en vilo por un siglo, ya no había que preocuparse.
Los oídos aún le zumbaban por el sonido del viento, que se había extinguido con la vida del rey calabaza y la emoción de la pelea. Hizo el amago de respirar hondo un par de veces para recuperarse, cosa que no logró y sospechaba que de haber respirado tampoco lo habría conseguido. Luego se dio vuelta para correr lo mejor que pudo. Llegó hasta él justo cuando a Tony se le ocurrió que su nueva forma no venía solo con colmillos. Tiró de sus ataduras una vez más, destrozándolas como si hubiesen sido hilos de papel mojado y para cuando la muñeca estaba ya frente a él, sus manos estaban libres y él por fin se hallaba con los pies en el suelo de nuevo. Haber estado colgando por mucho tiempo no pareció afectar el equilibrio del hombre, todo lo contrario, al poner los pies al suelo, pareció erguirse más alto que antes.
Pero cuando ambos estuvieron uno frente al otro, dudaron al mismo tiempo. Ninguno supo qué hacer, simplemente mirándose. Había demasiada emoción para poder traducirla en palabras y aun demasiados abismos que los separaban.
El murciélago aterrizó a un lado de la reptil sorprendiendo a todos. Rachel y Tony se habían olvidado de él, de que era el lacayo del rey calabaza y que podía querer vengar a su señor. Ambos retrocedieron varios pasos ante el horroroso ser infernal que chilló agudamente agitando las alas. La pitonisa al lado, volteó al ser, impasible, en calma, como si no hubiera nada qué temer.
Rachel, asustada, pensó en tomar la daga, pero nada en el mundo la haría tocar eso. No había desarrollado una amistad con la pitonisa, pero a decir verdad, ella los había traído aquí, los había ayudado, Rachel había encontrado que le era en algún sentido bueno lo que la unía a esa reptiliana. Y no podía dejar que la lastimasen.
Pero contrario a lo esperado, la pitonisa y el murciélago se abrazaron fraternalmente. Al separarse y ver las caras de ambos, la pitonisa no evitó reírse. Era la primera vez que oían a la reptil hacer un sonido parecido a la risa. Pero no fue un sonido desagradable.
—Creo que olvidé mencionarles que esta es mi hermana, Cydonia. Ya les había hablado de ella. —el desconcierto de ambos no hizo más que aumentar y a la reptil no le pasó inadvertida esa reacción— en mi defensa, puedo decirles que todo fue parte del plan.
—Un plan del que nos mantuviste a raya durante todo el viaje —refunfuñó Rachel.
—Era necesario. Mientras menos supieran más fácil sería todo. Pero no contaba con que tú amaras tanto a este hombre como para irrumpir realmente entre el rey y él. —todos miraron al cadáver en el suelo y nadie dijo nada por unos instantes— Les contaré todo, porque me han ayudado y mi hermana y yo les debemos nuestra vida. Pero no hay tiempo para eso, tú debes moverte de ahí o el sol te dará y te harás polvo.
Señaló a Tony y este entendió al instante alzando la vista arriba para ver como el sol salía, grande y extraño como era en ese mundo. Iba a refugiarse tras los paneles, pero antes de irse, tomó a Rachel del brazo y la hizo seguirlo. Los cuatro pasaron a la segunda habitación tras los paneles de piedra, donde volvía a haber oscuridad. A una señal de Cydonia, el techo en forma de caracol volvió a cerrarse y los paneles se deslizaron nuevamente a sus sitios, dejando la última habitación sellada nuevamente y a ellos en la oscuridad hasta que la pitonisa sacó de entre sus ropas una vela de cebo que encendió con un fosforo.
La pitonisa extrajo la camisa de Tony de entre sus bolsillos. Al parecer, el rey calabaza se lo había quitado antes en algún sitio y ella la había recuperado a tiempo antes de que la quemaran.
—La chaqueta supongo que no tuvo tanta suerte —ellas negaron— bueno, eso ya habría sido avaricia. Con la camiseta tengo suficiente.
—De igual forma en la cueva hay túnicas suficientes para todos ustedes si quieren más.
—¿En donde están los demás? —quiso saber Tony, que paseaba la mirada por todos lados a la vez que se vestía— creí ver que J y Earl estaban aquí con ese chico nuevo. ¿Dónde está Layne?
—¿Y qué fue de Eli y Geoff? —añadió Rachel.
—Están en la casa de la cueva. —informó el murciélago que tenía voz de niña— la mayoría están inconscientes salvo el esqueleto que no ha dejado de decir incoherencias y amenazas. Creo que tiene que ver con que se le perdió un hueso, pero no me detuve a escucharlo.
—Cuando les dije que los ayudaría a salir de aquí era cierto. —dijo la pitonisa— Eso al menos si era cierto. Curaré a sus amigos como curé al mortal antes, es fácil y no terminarán dormidos más de la cuenta y todos usaremos el condensado de pesadilla para salir de aquí como humanos otra vez. Tenemos la llave y un mapa en la casa de la cueva.
—¿Porqué me has convertido en vampiro? —Tony preguntó, Rachel vio su expresión más sombría que nunca— porque fuiste tú ¿no es cierto? con ese brebaje que hiciste a Rachel darme.
—Sabíamos que el rey calabaza no sería burlado tan fácilmente, a menos de que se le acabase el tiempo. El plan en si era hacerlo perder ese preciado tiempo hasta que su inmortalidad se acabase. No intervenir realmente, porque queríamos que el sacrificio tuviese lugar pero que no funcionase, solo de esa forma tendríamos una oportunidad cuando saliese el sol. Sabíamos que el se confiaría en que tenía al mortal listo para el sacrificio, y que probablemente no se le pasaría por la cabeza que era todo menos un humano. Y solo podíamos lograrlo, transformando al mortal escogido en un monstruo que conservase apariencia humana, por lo menos en gran parte. Tuvimos que modificar la receta para que la transformación fuera lenta, para que fuese exactamente un vampiro no tan evidente, y encima que el condensado pudiese ser ingerido.
—Se oye como que batallaron mucho —comentó Rachel, mirando de reojo a Tony, que seguía siendo él mismo y realmente no te darías cuenta de lo que era si no lo veías muy atentamente a los ojos o a los colmillos.
—Nos llevó tiempo, pero era de lo que más disponíamos. —asintió la pitonisa— era necesario. No podíamos dejar nada a la ligera. Pero como siempre, ningún plan sobrevive al primer encuentro con el villano en las novelas que leíamos hace cien años, por lo menos eso de los libros si era real.
—Lo realmente difícil fue hacer que el condensado funcionase como queríamos —añadió la murciélago. A Rachel, sorpresivamente ya no le parecía tan horrorosa— convertimos monstruos en vampiros deformes por algunos meses antes de encontrar el punto correcto del extracto de escarlatina. Pero lo logramos antes de lo esperado.
—No exactamente. Nuestros amigos perdieron sus memorias antes de que nuestro plan funcionara. Empezamos este plan con ellos, pero solo nosotras lo llevamos a cabo. No es una victoria total. —suspiró la reptil, venteando con su lengua el aire, retiró la mano de la herida del hombro revelando que esta ya había sanado— Cydonia y yo ya habíamos empezado a olvidar también. Por eso queríamos más que nunca que resultase. Ya no había nada más que perder. Hemos pasado los últimos veinte a treinta años repitiéndonos recuerdos viejos de nuestra vida humana una y otra vez para evitar olvidar porqué estábamos aquí.
—Pero a cambio, perdimos detalles de otros recuerdos. —resopló con un silbido el murcielago— Ya hemos olvidado nuestros nombres.
—El plan debía funcionar y para ello, era necesario que nadie interviniese.
—Llevamos fingiendo lealtad al rey calabaza algo así como diez o quince años. —suspiró con pesadez Cydonia— para ganarnos su confianza y estar en primera fila de este espectáculo macabro. Solo estando en medio del sacrificio, entregándole al mortal y a sus amigos, ayudándolo a capturarlo de nuevo, era que el plan surtiría efecto al final. Pero solo al final.
—¿Tú fuiste el murciélago que nos sorprendió en la casa de campo? —inquirió Rachel con una ceja alzada.
—Ha sido una tarea difícil, pero logré ascender hasta ser su mano derecha.
—Yo no tuve tanta suerte —negó la pitonisa, bajó la mano de la frente, la herida también había desaparecido— no es fácil fingir por demasiado tiempo. Pierdes parte de tu humanidad al estar tanto tiempo entre sombras.
—Pero servir a ese rey demoníaco nos permitió espiar las vías que el rey tenía, sus acciones, planes y demás. Y tener acceso al condensado de pesadilla y a su vez a los pergaminos.
—¿Entienden ahora porqué era tan importante? —dijo la pitonisa— Esto no era un juego, aunque ustedes actuaban así a veces.
—¿Por eso tantas mentiras? —Rachel frunció el ceño.
—Como dije, eran necesarias. —aceptó la pitonisa, un poco cansada de explicaciones.
—Todo este tiempo solo nos han usado para su fin —resumió Tony, ellas asintieron— genial.
—¿Te parece genial? —se sobresaltó Rachel mirándolo de manera inquisitiva— ¿En serio? Te recuerdo que estuvieron a nada de matarte en innumerables ocasiones y de formas horrendas y impensablemente dolorosas.
—Hubo dolor, si, más del que nunca he sentido en mi vida. Pero no morí, a pesar de todo. Y todos hemos salido ganando. —se encogió de hombros— Tú y yo estamos bien. Los chicos estarán bien. Ellas saldrán al mundo real, nosotros también. Seremos humanos otra vez pronto y a la vez derrotamos una monarquía.
—Y siempre has querido ser un vampiro —completó la muñeca mirándolo con los ojos entrecerrados pero con una sonrisa.
Tony no evitó sonreír ampliamente desvelando ambos colmillos— Tienes que admitir que es un sueño cumplido.
—Bien, eso es... bueno de oírlo —se sonrió extrañada la pitonisa como si no pudiera entender porqué alguien querría ser un monstruo— bueno. Cydonia y yo vamos a liberar a algunos de los prisioneros de los calabozos y... con suerte, encontraremos a nuestros amigos para regresarlos a la normalidad de nuevo.
—Es importante que se queden aquí, o el vampiro puede morir por la exposición del sol. —comentó la murciélago.
—¿Tardarán mucho? —murmuró con un hilo de voz Rachel.
—No te preocupes, dama del infierno. Tenemos la llave. No tardaremos más que una media hora. —extrajo de su bolsillo la llave de plata— y aquí aun no puede entrar nadie.
—Si su preocupación es por sus amigos o por el rey calabaza muerto al fin, no se preocupen. —le restó importancia Cydonia— Esto ya terminó. Pero deberemos salir pronto, preparar más condensado, beberlo y largarnos de este mundo en decadencia.
—Sin su rey, el mundo de pesadilla necesitará alguien más que lo gobierne. No son demasiado inteligentes así que es comprensible que entrarán en la anarquía y después talvez los hombres lobo tomen el poder, lo que terminará en la guerra civil. Y quien sabe qué ocurra después.
—Será mejor no estar presente cuando pase eso —asintió Cydonia.
—Ustedes nos esperarán aquí. Por el momento no queremos correr el riesgo de que otros monstruos sepan lo que ha ocurrido o que los lastimen. Por eso iremos solas. Pero prometemos, sin mentir, que regresaremos por ustedes.
Les desearon suerte y ellas usaron la llave para salir del edificio. Les dejaron la vela para que hubiese algo que ver y poder alejar a su vez a los espíritus de las sombras. Ni ella ni él osaron preguntar a qué se referían con eso, sólo aceptaron la vela. Ambos se quedaron de pie uno junto al otro, pero el silencio inundó esa habitación circular más rápido de lo que ambos esperaron. Rachel jugó nerviosamente con sus manos y, finalmente, las entrelazó con firmeza, desviando la mirada hacia cualquier punto de la oscuridad. Tony se encontraba en un estado parecido, en busca de qué hacer usó la vela de cebo para encender una antorcha colgada en la pared. En cuanto la luz se extendió, se percataron de la presencia de otras más. Cuando se empezara a acabar la primera, encenderian otra y así hasta que definitivamente se quedasen sin ver.
Tony tomó asiento en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, Rachel hizo lo mismo con la pared contraria, quedando frente a frente, aunque habiendo entre ellos una distancia aceptable.
No obstante, sus ojos se encontraron de nuevo.
Tony quiso acercarse a ella como si fuera a salir huyendo en cualquier momento, como si ella fuera a desaparecer. Pero ambos se quedaron a distancia, sin saber realmente qué hacer, simplemente mirándose el uno al otro como no lo hacían desde hacía nueve años.
—¿Qué se siente ser un vampiro? —intentó hacer conversación la muñeca.
—Mejor de lo que imaginé —susurró él— me siento bastante bien. Si hubiera una palabra para definir lo que siento tal vez sería vitalidad. ¿He cambiado físicamente?
—No, solo tus ojos. Parecen mucho más verdes y luminosos que antes, pero no de una forma incómoda de ver, sino... Cálidos. Y estás sumamente pálido. —evitó decir que nunca antes se había visto tan atractivo, porque habría sido vergonzoso. Tony le sonrió y mostró sin querer ambos colmillos. Agudos como puñales— No te ves como tu disfraz y maquillaje de Drácula, si eso querías saber.
—Recuerdo que te reíste la primera vez que me viste con ese disfraz —no evitó sonreír.
—Es que ésa vez teníamos ambos quizá veinte, y tú estabas muy delgado en ese entonces, el papel te quedó como un guante.
—Tantas veces lo use qué después de un tiempo yo mismo me maquillaba y podría haberlo hecho con los ojos cerrados... Y ahora ¿que opinas? —había algo en esa mirada que Rachel no supo descifrar— ¿soy más aterrador que mi yo embadurnado en maquillaje?
—Si tuviera sangre en mi interior y no hojas secas, estoy segura de que escaparía de ti —bromeó ella.
Tony sonrió ante eso— Pero esta vez no huirás de mi como hace nueve años ¿verdad?
Rachel se detuvo a mirarlo otra vez, y se dio cuenta de que no sabía desde cuando había esperado para esto, a encontrarlo, porque inconscientemente lo había estado buscando estos nueve años en otros hombres, incluso en su esposo, buscándolo a él, siempre a él. Y ahora que por fin estaban el uno frente al otro, que ya sabía como se sentía él hacía ella y ella también le había confesado que nunca lo dejó de amar, Rachel no podía pensar nada coherente, le costaba controlarse, lo que más quería era estrecharlo entre sus brazos.
—¿Verdad? —repitió Tony, como si él también estuviera levemente confundido. Su sonrisa se había borrado y un gesto de preocupación sustituía su anterior expresión. Fue en ese momento que Rachel comprendió que ambos estaban emocionalmente destrozados.
Rachel salió de su estupor y se acercó a él en silencio hasta que la distancia entre ambos se cerró y pudo abrazarlo con energía como tanto quería. Él cerró los ojos para concentrarse en las sensaciones que se arremolinaban dentro de su cuerpo ante la cercanía y la atrajo más hacia sí, rodeándola protectoramente. Ella hundió su rostro en el arco entre su cuello y hombro al tiempo en que rompía a llorar, sollozando palabras que él no podía comprender. Tony acarició su cabello, permitiéndose inhalar ese aroma que le era eternamente familiar mientras trataba de calmarla con palabras suaves.
—Terminó. Ya no tienes que temer. —le murmuraba con voz suave— ya ha acabado. No te va a suceder nada.
—Eso no lo sabes.
—No sucederá nada mientras yo esté cerca.
—No es eso. No es que siga temiendo. Solo es que... —le dijo Rachel, su voz sonando amortiguada— es que me alegra tanto que estés vivo. Todo ha sucedido demasiado rápido y has estado a nada de morir tantas veces...
—Gracias a ti y a los chicos estoy aún aquí... para ti —la presionó con dulzura, sin dejar de acariciarla— de lo contrario quien sabe en donde estaría mi alma ahora. Y estoy seguro de que nunca terminaré de agradecértelo como nunca acabaré de amarte.
El abrazo era tan fuerte que Tony podía percibir los vigorosos latidos del corazón mecánico de la mujer contra el suyo estático. Permanecieron así, en silencio otros minutos más hasta que Rachel se calmó minimamente como para que al hablar él pudiese entender lo que decía.
—Te amo... Y no debería ser así... —su mano de tela tomó la suya en la oscuridad.
—¿Por qué no? —en su voz había un tilde de súplica.
—El tiempo no ha pasado en vano. Esto está tan mal... Pero se siente como lo correcto. —suspiró— tú y yo.
—Rachel... —Su nombre sonaba suave en los labios de él, como seda— hubiera entregado todo por un momento como éste contigo. ¿Te parece bien si lo disfrutamos sin pensar en el después? Simplemente tú y yo —dejó morir la voz hasta un nuevo silencio, pero no incómodo, sino pacifico.
Ella asintió, nada la haría más feliz. Su barbilla rozó la parte de arriba de su cabeza, depositó un besó en la coronilla, el corazón mecánico de Rachel se comprimió de un modo muy dulce. Una extraña sensación se formó en la parte baja de su estómago, y fue subiendo paulatinamente hacia su pecho. Eran las mismas sensaciones que había experimentado antes con él, cuando eran adolescentes, cuando eran jóvenes, antes de separarse, pero multiplicadas por mil.
Ambos, al mismo tiempo, buscaron acoplarse mejor al otro en el suelo, aún abrazados. Ese momento era lo más íntimo que habían tenido a pesar de que en el pasado se había besado innumerables veces y habían llegado bastante más lejos en cuanto a caricias, aunque no como hubieran deseado, siempre los interrumpían. Pero nada se comparaba con éste instante en el que estaban cómodos en la compañía contraria. En paz, a pesar de que les era ilícito siquiera mirarse a los ojos. Arrebujados en esa tranquilidad con el único temor de que se acabara.
Rachel volvió a hablar pasado un instante— una vez me preguntaste porqué me había casado. Si a ambos no nos agradaba la idea —comenzó ella a decir y cuando Tony no la detuvo, continuó con voz aún más fina— nos casamos porque me embaracé... No me malinterpretes, amo a mis hijos. No me arrepiento de nada por que ellos me ayudan a seguir adelante... Pero de no haber sido por esa circunstancia... Probablemente te habría seguido buscando en otros hombres. Buscando la forma de olvidarme de ti y de cómo completabas mi vida intentando reemplazarte. Como si eso fuera posible.
Cómo él no dijo nada, Rachel continuó hablando.
—No he dejado de amarte un solo día de mi vida.
—Créeme que yo no he podido desterrarte de mi corazón, Rachel. Pero al final de todo esto... regresarás con tu esposo y tu familia y volveremos a separarnos.
Ahora fue ella la que no respondió, solo se abrazó con más fuerza a él. No quería que éste momento terminara como todo el resto de la aventura.
—Debí esperarte.
—Ya es tarde para los hubiera, Rachel. Ya es tarde. —No había rastro de amargura en sus palabras, solo una suerte de cansada resignación.
Rachel se separó de él para poder verlo a los ojos. Ella alzó la mano y le tocó la cara. Sus dedos recorrieron la línea de su mandíbula. Tony la miró, mudo, expectante. Sus ojos, con esa luz vampirica que le confería un magnetismo irresistible, bajaron de los suyos a sus labios. Él murmuró su nombre y Rachel descansó su frente contra la suya.
—Estoy... —balbuceó él antes de decir — estoy escuchando a la pitonisa regresar. Así que supongo que tenemos poco tiempo...
Rachel asintió y se separaron, primero sus miradas y después deshicieron el abrazo.