Carlos/Lila: 1
23 de noviembre de 2025, 10:48
Abrió los ojos captando la brillante luz azul del cielo. Se llevó una mano al rostro al sentir el potente resplandor cegador.¿Qué día era? Y más importante aún ¿Dónde estaba? Recordaba una tormenta eléctrica y una acalorada discusión con el capitán Topa. Pero eso no explicaba como había acabado en la nada.
Se incorporó mirando su uniforme rasgado y manchado en algunas zonas por sangre aún fresca. ¿Qué sitio era ése en el que se encontraba? Había plantas y vegetación exuberante, un bosque, y más adelante un trozo de la cabina de control en llamas que parecía haber sido arrancado del resto del monorraíl.Entró en pánico ¿habían tenido un accidente? ¡Topa! ¿Dónde estarían los demás? La tripulación del monorraíl... ¿No estarían todos...?
—No —exclamó con la respiración agitada y los ojos desorbitados. Se llevó ambas manos a la boca mientras algunas lágrimas furtivas encontraban el camino por sus mejillas.
Entonces, unos segundos después, su propia conciencia la hizo calmarse. "Basta, Lila" se había murmurando a sí misma "como siempre dices, hay que estar calmada para resolver nuestros problemas". Inspiró y exhaló unas cuantas veces y cerró los ojos.Se dispuso a revisar su propio cuerpo para darse cuenta de que la única herida con la que su cuerpo contaba, era un chichón en la cabeza debajo de la peluca, que por cierto estaba chamuscada. Por lo mismo intentó recordar, pero todo intento fue infructuoso.
Volvió a reposar su peso sobre sus pies, se había descalzado los tacones y deshecho de la molesta peluca pelirroja que de nada servía mantener el protocolo en una situación como esa. Su cabello castaño caía ahora a sus hombros y sus medias se estropeaban con el barro.La lógica le decía que no se acercara al trozo de monorrail. No estaba segura de que no fuera a estallar, si no es que ya lo había hecho. No había otro trozo cerca por lo que Lila pensó que a lo mejor se había caído del camino. Pero aún así, el rumbo, las vías del monorraíl, no estaban tampoco a la vista, lo que la desconcertaba aún más.
Entonces pensó en su móvil. ¡Sí! Podría llamar por ayuda o comunicarse con la tripulación, que (si se esforzaba en no perder la esperanza) tendrían que estar bien con el otro lado del monorraíl.Palmoteó su uniforme, sus bolsillos estaban rotos, al igual que su falda. Literalmente estaba hecha añicos, rasgada aquí y allá o destartalada y quemada despiadadamente. Su teléfono debió volar por alguno de esos resquicios en la tela al igual que su billetera.
—¿Y ahora, lila?— se volvió a retar a sí misma. Sus esperanzas habían declinado tremendamente en pocos microsegundos.Para colmo, algo se acercaba entre la maleza. Lila inmediatamente se volvió hacía el ruido, retrocediendo a medida que éste se hacía más fuerte. No estaba preparada para un enfrentamiento con algún animal, pero como se encontraba molesta, garantizaba pelea para sea lo que fuere que se acercaba.
Pero tan pronto como vio a los ojos a ese rulo, todo el pánico se disipó.—¿Carlos? —indagó muy sorprendida.
—¡A-pa! Lila ya está despierta —exclamó en su inexpresiva voz, pero con las cejas alzadas. Su ropa diferente estaba en un estado parecido al de Lila, pero él sí tenía heridas visibles. Pequeños raspones y arañones que sangraban levemente. Su cabello castaño claro estaba sucio y enredado, el elegante rulo había desaparecido de su cabeza.
—Carlos... ¿Puede explicarme que es lo que ha pasado? —se llevó las manos a las caderas. Casi como si estuviera regañándole y culpándolo por lo ocurrido.
Carlos miró al suelo, luego a la derecha y finalmente a los ojos de Lila.—Un accidente —puntualizó.
Lila tenía que ser paciente con ese infantil joven que la miraba fija e inocentemente.—Eso ya lo sé, Carlos —gimoteó— pero... Olvídelo, ¿Qué hay de la tripulación? ¿Vienen los demás con usted?
—No, yo soy el único —murmuró bajando la mirada.
—Pero Carlos... ¡está sangrando!
—¡A-pa! —se veía a sí mismo— Hay mucha sangre.
—No se aflija, Carlos. Debe haber un botiquín de primeros auxilios en mi... —volteó a ver la incinerada cabina de control— bueno, quizá pueda vendarlo.
En el lento y cuidadoso proceso de curación que Lila realizaba al rulo con agua del arroyo y trazos de su falda, Carlos no perdía detalle de sus rasgos. Lila no estaba nerviosa, sabía que casi nunca mostraba su verdadero cabello castaño claro. No era mentira que se veía diferente al haberse despojado de su peluca de siempre, aunque francamente no le molestaba tanto.Sin embargo, la mirada de Carlos para ella era más que de asombro, parecía como de curiosidad.
En un instante dado, cuando ajustó el último nudo, alzó la vista, encontrándose con los ojos del rulo anclados en los suyos.Carlos no desvió la mirada ni un instante en todo lo que le llevó a ella formular esa pregunta.
—¿Qué fue lo que ocurrió realmente, Señor Rulo?