ID de la obra: 1418

Muchos secretos para un monorrail

Het
PG-13
Finalizada
1
Tamaño:
25 páginas, 11.305 palabras, 10 capítulos
Descripción:
Notas:
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Carlos/Lila: 2

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En un instante dado, cuando ajustó el último nudo, alzó la vista, encontrándose con los ojos del rulo anclados en los suyos. Carlos no desvió la mirada ni un instante en todo lo que le llevó a ella formular esa pregunta. —¿Qué fue lo que ocurrió realmente, Señor Rulo? En ese momento, con una lentitud casi imposible, Carlos besó a Lila. Ella, lo miró a los ojos de nuevo, la había besado en la mejilla aunque en todo lo que duró su acercamiento todo indicaba que se dirigía a sus labios. Lila parpadeó. Carlos empezó a hablar como si esto no hubiera ocurrido —Un rayo partió el monorrail.    La castaña iba a decir algo pero el golpe en su cabeza comenzó a palpitar dolorosamente obligándola a sentarse por el temblor de sus piernas. Carlos se quedó ahí en todo momento, silencioso, pero atento. No daba señales de haber besado su mejilla hace un instante y eso la hacía llenarse de dudas sobre todo lo que hasta ese momento consideraba normal.  —Pensé que la tormenta eléctrica no nos molestaría.  —Topa fue a calmar a la tripulación —ella regresó su vista y atención al chico— Estaban asustados por los truenos.  —¿...Y tú no estabas asustado?  En el rostro normalmente inexpresivo, pulcro y neutro, del rulo distinto apareció lo que podría calificarse como una leve sonrisa avergonzada— Era una tormenta aterradora.  —Pero tú estabas en la cabina de control cuando todo pasó ¿no?  Antes de que terminara de decir eso, Carlos ya estaba de pie y señaló a la distancia en donde se podían ver los rieles del Junior Express.  —tenemos que seguir los rieles.    Lila, hacía un gran esfuerzo por entenderlo, intentando ignorar las palpitaciones de su herida que rebotan en su cerebro. Bufó. Carlos tenía razón, de un modo u otro lo más sensato era eso, ya sea para regresar a la civilización o para encontrar el resto de la tripulación.  —¿Porqué estabas en la cabina de control y no con los demás? —cuestionó, sabía que la intriga no la dejaría tranquila hasta que no hiciera algo.    El rulo siguió inexpresivo, pero un leve tinte rosa coloreó sus mejillas. Hubo un momento extraño, en el que el silencio pareció envolverlos cual una niebla tóxica. Realmente, con Carlos casi siempre había silencio, pero silencio del bueno. Éste silencio era tan incómodo que Lila llegó a pensar que el rulo se había olvidado de que ella seguía ahí, de pie junto a él. Cuando hacía menos de diez minutos que la había besado. En un momento, ella separó sus labios pero tuvo que cerrarlos de nuevo inmediatamente porque la atmósfera de incomodidad y silencio fue cortada de cuajo bruscamente por un trueno y el estallido de otra tormenta tan fuerte como la anterior.  Carlos se llevó una mano al cabello, luego recordó que no tenía rulo que proteger y bajó de nuevo su protección. —Apa. Extraño a mis hermanos. Extraño a Topa.  —Pienso lo mismo —murmuró ella con una débil sonrisa. Esto no estaba conduciéndolos a nada bueno— Vamos, Carlos. El vagón servirá de refugio, vamos.    ************************************   Poco o nada habían hablado, pero Lila prefería su callada compañía a la soledad de esa noche sin luna. La oscuridad los rodeaba, y la lluvia no había cesado ni un instante. La cabina había quedado reducida a un pedazo de lo que fue, no había puerta y la silla no estaba, sin contar que el vidrio del parabrisas estaba astillado y el agua les salpicaba.  El frío era insoportable y los relámpagos y truenos no ayudaban más que para reducirlos a dos maracas.  En un instante, cuando ella se encontraba más abstraída en el barullo de su pensamiento, sintió la fría mano de Carlos rozar levemente la suya. Estaban sentados uno al lado del otro, muertos de frío cada quien por su lado. Era lógico que la piel de Carlos estuviese tan fría como la suya, pero en medio de esta frívola situación, el contacto con otro ser humano era casi lo único que tenían.  El chico asintió. Lila descubrió con aprensión, en el momento en el que un relámpago iluminó la escena, que Carlos estaba temblando más que ella. Ese detalle la había animado a abandonar su rincón para lanzarse a la búsqueda de una vieja manta que, quizá, se debía encontrar en uno de los cajones.  —Quédese dónde está, Carlos... Ya vuelvo —le murmuró al oído— voy a buscar algo aquí... Si se encuentra todavía aquí. Un trueno sacudió todo —Apa...  —No se preocupe, Carlos. Tan pronto encuentre la... ¡Manta!  En la oscuridad sus dedos de uñas elaboradas descubrieron la tela suave. No recordaba su color, pero eso no era lo que importaba ahora. Regresó con Carlos.  —Lo ideal sería que vayamos a esa zona, Carlos. La lluvia no cala tanto por ahí bajo la consola. El rulo saltó, desperezándose— Genialoso.    Encontraron un resquicio en el que por suerte cabían ambos acurrucados uno junto al otro, hombro con hombro, con la manta alrededor de los dos.  —Carlos ¿Porqué sigue el protocolo aún ahora? —atinó a preguntar para aliviar la situación en la que se veían incómodamente cercanos— Ya no estamos en el Junior Express de verdad. No hay tripulación a la que servir ni shows por presentar.  El chico rió en un suspiro. No era que Lila le diese gran importancia a Carlos, pero no podía evitar resaltar en su cabeza que esta era su segunda sonrisa en el mismo día y, en contraste con la oscuridad y el intermitente relampagueo de los truenos, llegaba a verse atractivo.  —Todos siguen un personaje —zanjó en una única frase— yo sólo soy yo.  —¿Porqué estabas en la cabina de control y no con los demás?    Su brazo, lentamente, se atrevió a envolver sus hombros y a atraerla hacia él en un gesto que a ambos arrancó un suspiro tibio. Lo que más necesitaban en este momento era un poco de calor. —Topa es un buen amigo.  Lila, repentinamente más cálida, asintió.
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