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23 de noviembre de 2025, 8:55
—Tres centímetros... ¿Cúbicos o cuadrados? —preguntó el peli negro.
—Amm... Supongo que cuadrados, Andy —dijo la joven asistente que más parecía ser su compañera.
—Entonces serán... Tres más doce.
—Quince, Andy —sonrió la joven subiendo sus gafas más sobre el puente de su nariz.
—Si, quince.. Gracias Jenny —le sonrió cálidamente.
Ambos caminaban por los extensos pasillos del museo natural. Andy observaba a su asistente mientras esta respondía sus preguntas obvias sobre el trabajo. Se dirigían a la nueva exhibición que les habían asignado el día anterior. Trabajarían en un tipo de insectos prehistóricas que tenían de nombre Meganeura.
—Conseguí una libélula que podemos exponer como muestra —sacó la cajilla de madera y se la acercó a Andy quien se agacha más cerca de ella para observar mejor— ¿podrías arreglar el follaje de la exhibición mientras yo configuro el holograma?
—Por supuesto.
Jenny colocó la caja de madera que contenía la libélula en las manos de Andy. Él dió media vuelta y dejó la cajita en un pedestal para luego concentrarse en las hojas y helechos de la exhibición. No se dio cuenta de cómo una de sus manos tiró de la tapa de dicha caja, dejando una abertura lo suficientemente grande como para que el insecto pudiera recuperar su libertad.
—¿Sabes, Jenny? —dijo sin mirarla.
—Dime —murmuró ella tecleando en su portátil sin separar sus ojos de la pantalla.
—Haty hizo una exhibición así una vez —agitó unas plantas quitándoles algunos guijarros que tenían entre las hojas.
—Ah ¿sí? ¿Y que ocurrió para que nos viéramos en la necesidad de construir otro?
Andy sonrió para si mismo. Le encantaba la forma en que su joven asistente hablaba con tanta madurez. —mi torpeza —suspiró.
Inmediatamente Jenny alejó sus ojos de la pantalla y, dejando todo a un lado todo, se acercó a su amigo y superior.
—Oww Andy... —lo envolvió en un tierno abrazo que hizo que el mayor se paralizara los primeros segundos antes de corresponder con una ternura igual sosteniendo la pequeña cintura de su asistente— Seguro no fue tu culpa.
Una de sus manos subió acariciando la espalda de Andy quien suspiró ante el escalofrío.
—G-gracias Jenny... Pero, si fue mi culpa —la joven lo soltó y lo miró con esos ojos castaños que tan hipnotizado le tenían.
—¿y se puede saber por qué?
—Me gustaría contarte —miró su reloj en la muñeca— Pero se hace tarde y la señora Picols vendrá a supervisar nuestro trabajo y si no esta terminado...
—Oh si, tienes razón —saltó la joven regresando a su portátil y echando una mirada de soslayo sobre la caja de madera congelándose en su lugar.
—A-andy...
—¿Pasa algo Jenny? —el peli negro continuaba limpiando y colocando más plantas.
—L-la libélula
—¿Qué pasa con ella?
—Andy, míralo por ti mismo
El mayor se voltea y experimenta uno de sus ataques de pánico diarios.
—la-la-la libélula... ¡No está!
—Eso ya lo sé, Andy —respondió igual de asustada la joven.
—Oh cielos... pensemos... Tal vez podemos encontrar otra —dijo al azar.
—No hay tiempo. La señora Picols se molestará si no lo ve terminado.
Un chillido estridente captó la atención del mayor que sonrió esperanzado como todas las otras veces.
—¡Eso es! —grita dando un saltito.
—¿Qué es, Andy?
—¿Eh? Ah si. Quédate aquí Jenny y... Sigue configurando la... Eso —dicho y hecho salió disparado hacia el pasillo sin hacer caso de los gritos de su joven asistente.
Corrió y corrió hasta encontrar un ropero que abrió apresurado para comenzar a sacar su contenido.
—Chaleco... Mochila... Sombrero y... Gizmo —se fue colocando uno a uno esos objetos antes de salir disparado hacia los pasillos de nuevo.
Llegó a una esquina en la que una especie de reloj cucú antiguo de unos dos metros adornaba la pared. Este reloj era diferente a cualquier otro puesto que tenía en vez de números, figuras de pequeños dinosaurios. Andy lo contempló antes de decir en voz alta y despacio: llévame a la época del Meganeura. Del reloj se desprendió un aura color azul que atrapaba al que la viera. Cuando este estaba apunto de absolverlo sintió un fuerte jalón de su ropa que no impidió que fuera tragado por el antiguo objeto.
Imágenes de un paisaje cambiante, árboles, montañas y ciertas criaturas, pasaron frente a sus ojos antes de ser escupido en un charco de barro.
—¡Ohg! que asco —exclamó. Sintió un peso sobre su espalda que lo asustó pero no se intentó mover por su gran experiencia en situaciones como estas.
—¿A-andy? —esa voz lo dejó aun más confundido.
—¿pero Jenny que haces aquí? —carraspeó.
—Vi lo que pasó y me asuste... Creí... que te pasaría algo... —algo se removió dentro del mayor. ¿Jenny preocupada por su seguridad? Sonrió inconscientemente y una gran cantidad de barro se coló a su boca. La joven bajó de su espalda hundiéndose en el barro manchando sus lindos zapatos de un sucio tono marrón— pero parece que estas bien. Y como no te veo ni un poco perturbado, supongo que sabes lo que ocurre, ¿no? —se movió tomando la mano de su superior para ayudarlo a levantarse arrastrándolo hasta la orilla del charco.
Era muy sorprendente para Andy que Jenny no estuviera asustada y se lo estuviera tomando con tanta calma. Solo una vez había intentado mostrarle a alguien esta maravillosa maquina del tiempo. Esa había sido Haty. Sin embargo ella se había puesto histérica y se desmayó cuando un centrosaurius la empujó fuera del nido de sus crías.... Andy alejó dichos recuerdos casi de una manotada.
—Si, si lo sé Jenny —apretó ligeramente las delicadas manos de su asistente— Ese reloj me ha traído de vuelta al pasado desde mi primer día de trabajo en el museo. Siempre que hay problemas, esta es mi forma de solucionarlos.
—Sabía que esa interesante manera de arreglarlo todo yéndote dos segundos y ya, no era normal —rió observando un terosaurio volar sobre sus cabezas.
—¿y pues que te parece la prehistoria?
La chica sonrió y comenzó a saltar de emoción por toda la orilla dando gritillos de felicidad— ¡Esto es increíble! ¡No sabes cuanto eh soñado con una experiencia como esta!
La gran sonrisa de la asistente contagió inmediatamente a Andy haciendo que este sonriera junto a ella. Pronto ambos saltaban y gritaban de felicidad.
Hasta que Andy recordó que no tenían todo el día.
—Espera Jenny —agarró sus hombros y luego los lados de su cabeza obligándola a verlo a los ojos.
—Jenny, esta aventura tiene límite de tiempo, debemos ir por la Meganeura antes de que sea hora de irnos.
Sus ojos se conectaron como lo habían hecho desde aquella vez que se conocieron.
Jenny fue la que quiso dar el primer paso, comenzando a subir lentamente parándose en puntillas acortando cada vez más la distancia entre sus labios.
Cuando ocurrió...