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23 de noviembre de 2025, 8:55
—¡¡La mochila de Haty!! —gritó victorioso sorprendiendo a la pobre y llorosa Jenny —Oh, lo siento Jenny pero... lo tengo, esta llena de cosas útiles
Y soltando casi a la fuerza a su asistente que ya había parado de llorar con el anuncio de una nueva salida, la esperanza es lo último que se pierde. Andy se sacó con velocidad la mochila y con manos inquietas se apresuró a sacar lo que fuera que había ahí. Asió lo primero que sintió sacándolo con una expresión de euforia y victoria para después transformarse en una mueca de decepción y tristeza.
—¿Un bistec? ¿Unas bengalas? ¿Qué se supone que haré con esto? —dijo dejando todo de nuevo en la mochila perdiendo toda la motivación que antes tenía.
—No, Andy, son perfectas, ven vamos —ella tomó toda la mochila y la mano de su superior para sacarlo afuera.
Los titanes, los dinosaurios más grandes y destructivos de la historia seguían peleando y se notaba que no había parado de hacerlo pues todo estaba devastado y reducido a simples escombros. Pero, ahí atrás de la cola del Spinosaurus, estaba el reloj del tiempo. Estaba tumbado y parecía algo enlodado, pero por lo demás seguía bien. Quizás sintió la presencia de los dos viajeros de tiempo, pues su cucu de terosaurio empezó a sonar alarmado otra vez.
—Jenny, ¿Que piensas hacer? —dijo azorado el morocho.
—Hay que distraerlos Andy, vamos pásame el bistec —dijo la ahora más decidida Jenny. Andy dudó un poco pero igual sacó el trozo de carne y se lo entregó a la peli negra que corrió hasta estar cerca de las dos bestias.
—Hey, sabandijas superdesarrolladas —gritó y claramente fue oída por ambos animales que la miraron con ojos de hambre— Vengan por esto —y lanzó el bistec a una distancia prudente del reloj del tiempo. Pero hubo un problema, solo el T-rex fue en busca de la carne. "Oh no" pensaron ambos "El spinosaurus come mayoritariamente pescado... pero eso no lo hace menos agresivo" y entonces el dinosaurio arremetió contra la ahora indefensa Jenny.
Andy no lo pensó mas y corrió para interponerse entre el reptil y su asistente.
—No habrá cena para ti hoy, come moluscos —y le arrojó una bengala encendida a los ojos haciéndolo retroceder.
—Pero Andy, ¿Que haces?
—Ser héroe, vamos al reloj, que no puedo ser valiente mucho tiempo —dijo ahora siendo él quien jalaba de la mano de Jenny.
Dieron un brusco salto ambos siendo seguidos de cerca por el ahora mucho más irritado spinosaurus. El reloj brilló con ese tono azulado atrapándolos en medio del salto y transportándolos de vuelta a su época y al museo. Fueron toscamente escupidos hacia el pasillo del museo de nuevo y entonces ambos se miraron, ¿lo habían logrado? si, tan loco como parecía si lo habían logrado. Se abrazaron felices, eufóricos de volver a San francisco y a su trabajo.
—Andy, espera —dijo de pronto ella interrumpiendo el emotivo momento.
—¿Que ocurre? ¿dejaste algo allá? —preguntó confundido.
—¿Que? no —dijo riendo— La meganeura, Andy, nos olvidamos de la libélula —Entonces Andy hizo una mueca de insatisfacción, de verdad había sido tan torpe como para no cumplir su único objetivo del día. Entonces, para su mayor suerte, vio una libélula perfecta volando cerca del reloj.
—Mira Jenny, debió atravesarse cuando saltamos —reía señalándola divertido.
—¡Oh genial! Andy, vamos, tú la atrapas y yo la pongo en la caja —Andy se atrevió por primera vez a tomar la mano de Jenny y mirarla a los ojos.
—Somos un gran equipo.
—Fuiste muy valiente Andy —dijo ella riendo de nuevo acercándose más y él la imito dando otro paso adelante.
—Tu lo fuiste más, Jenny.
Por tercera vez, sus labios estaban por encontrarse, por saborearse y satisfacer ese enorme deseo que los acompañaba desde que se conocieron, desde su primer día juntos. Entonces cerraron sus ojos y ella se puso en puntillas y él se fue agachando, dando un leve apretón en sus entrelazadas manos hasta que el acto se llevó a cabo y una corriente eléctrica los recorrió a ambos haciéndolos suspirar y reír por lo bajo de alegría. Por fin podían estar verdaderamente juntos. Por fin podían amarse como querían sin miedo a no ser correspondidos. Solo eran ellos... hasta que el reloj tuvo que interrumpirlos grotescamente con un chirrido del cucu terosaurio.
Ambos se sobresaltaron volviendo a la realidad separándose, mirándose ruborizados pero a la vez muy felices, era un sueño hecho realidad.
Minutos después la señora Picolls se dirigía a el apartado en el que estaría ubicado la nueva exhibición dedicado a las meganeuras. Como siempre, iba con paso firme y con cierta prisa. Le gustaba ver siempre a ese par de tortolos enamorados que siempre terminaban el día con una gran sorpresa para ella y los que venían a ver el museo.
Recordaba esa vez en la que Haty le rogó despedir a Andy sin razón alguna alegando que él fue la causa de su casi muerte y luego se puso a decir incoherencias sobre dinosaurios y relojes del tiempo. Como no habían pruebas de nada, lo único que estaba en manos de la señora Picolls era separar a Andy de Haty, cambiando sus horarios y ascendiendo al menor que la verdad que ya se merecía un reconocimiento por su trabajo duro. Y la verdad que fue la mejor idea que pudo tener si lo pensaba bien. Jenny y Andy hacían una hermosa pareja y se sentía orgullosa por haberlos reunido.
La señora Picolls sonrió grandemente al entrar y verlos tomados de la mano mientras se sonreían como dos amigos que comparten un maravilloso secreto que nadie más sabía.
—Buenas tardes, chicos —dijo disfrutando de sus caras de asombro al ser descubiertos.
—Señora Picolls... Yo... Nosotros... —balbuceó el morocho.
—No importa. Muéstrenme la exhibición —dijo riendo con la situación tan jocosa de los dos jóvenes enamorados.
Tras un largo día de trabajo, Andy estaba por salir del museo con una Jenny muy feliz a su lado.—¿Je-jenny? —dijo nervioso.
—¿Si Andy? —dijo risueña.
—Quisieras salir el sábado conmi... —Un beso contestó todas sus dudas habidas y por haber.