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La primera vez que lo vio, Regulus quedó cautivado por la etérea belleza de Altair. Ese Hufflepuff parecía tan frágil y dulce, tanto que era como un caramelo que quería probar. Al principio no se atrevió a acercarse, demasiado absorto en su propia vida y teniendo claro que no era el momento de acercarse al menor. Era la primera vez que se sentía así por alguien, con esa sensación de anticipación, de cocinar a fuego lento el plan que lo mantuviera a su lado. Porque ese chico albino era tan hermoso, tenía que ser suyo incluso si no entendía las implicaciones de aquello. Comenzaba a instalarse el sentimiento de obsesión en su interior, un amor que iba volviéndose enfermizo. Fue durante las vacaciones de verano de su tercer año cuando Regulus comenzó a idear cómo tener cerca a Altair, cómo tenerlo para él. Así comenzó a indagar sobre su vida gracias a los contactos de sus padres y como Black supo que Altair era mestizo, hijo ilegítimo de un sangre pura sin reconocer y una muggle. Su curiosidad aumentó. Pensó en Altair como en un animal, un lobo le quedaría bien. Y Fue en ese momento que la idea cruzó su mente, convertirlo en un hombre lobo, hacerlo su destinado de alguna manera. Fue una idea aleatoria. Pero con el pasar de los días la tentación se hizo más fuerte. Poder tener a Altair a su merced, poder tenerlo para él, solo para él. Tener el control absoluto. Regulus comenzó a investigar cómo podría llevar a cabo esto. Necesitaba planificarlo todo muy bien si de verdad quería hacer del joven albino su lobo dependiente y omega.***
Cuando regresó de las vacaciones a iniciar su cuarto año en Hogwarts en lo primero que se fijó fue en Altair entre la multitud. Regulus sonrió de manera calculadora. Se las ingenió para ser su mentor después de las clases y pasar tiempo con él. Al principio eran momentos respetuosos, cordiales. Regulus debía contenerse, no revelar sus planes, no expresar demasiado, dejar que Altair se acercara voluntariamente. Mientras pasaban los años su obsesión no hacía más que crecer. Regulus consiguió todos los ingredientes necesarios para hacer su experimento, solo debía esperar al momento adecuado para realizarlo. El momento llegó mientras Regulus estaba en su séptimo año y Altair en su quinto año. Se hizo más cercano rompiendo la barrera del respeto y admiración, tomando de Altair todo lo que deseaba y más. Le administró la dosis de esencia de lobo y su propia sangre en un té que Altair tomaba sin rechistar. “Un alivio para el estrés y ayuda a la memoria” una excusa fácil. Altair comenzó a volverse más receptivo a Regulus, su cuerpo y mente cambiando, adaptándose a Regulus, solo para él. Regulus disfrutó cada momento, aunque sabía que tarde o temprano Altair se daría cuenta, eso no menguó el placer de hacerlo suyo, de marcarlo tanto por dentro como por fuera. — Mío. — Gruñó Regulus mientras llenaba de su semilla a Altair. Tener a Altair debajo de él, con las mejillas sonrojadas y la boca entreabierta soltando gemidos era como estar en el paraíso para Regulus. Su polla palpitaba dentro de Altair, siendo apretado por los espasmos del orgasmo de Altair. — Eres tan hermoso así. — Regulus susurraba palabras de posesión a Altair. Siempre era así, se aseguraba se ser el único que podía tenerlo así. Nada podría borrar las huellas de Regulus en la piel ajena ni en el interior. Altair era suyo por derecho propio, lo amaba de una forma indebida, enfermiza, pero no se detendría. Y a pesar de que Altair descubrió todo, o parte, Regulus no se inmutó, lo dejó huir, porque sabía que eventualmente regresaría a él, que el experimento había funcionado. Lo notaba en los ojos grises contrarios, la frustración y el conflicto interno, tardaría quizá, pero Altair regresaría para ser totalmente suyo.***
Regulus se convirtió en Lord Black, devolvió el estatus a su hermano Sirius y siguió elevando el nombre de la familia Black. Sirius supo del experimento de Regulus, y lejos de espantarse como esperaba Regulus que hiciera su hermano, sintió una mezcla de respeto y curiosidad. ¿Quién había enamorado tanto a su hermano menor que lo había llevado a esta locura? Se preguntaba el mayor de los Black. Regulus se estaba convirtiendo en un hombre despiadado, cruel, que se mostraba ante todos como alguien sensato y astuto. Trabajaba para el ministerio y tenía demasiado poder para alguien tan peligroso. Su obsesión con Altair no menguó, solo hizo que aumentar. Su amor enfermizo le corroía la sangre. Se mantuvo en soledad por doce años, sin sentir interés por aventuras de una noche, nadie podría satisfacer su deseo. El experimento funcionó mejor de lo que esperaba: podía sentir la conexión con Altair, podía saber que había conseguido convertirlo en lobo, podía escucharlo llamándolo y estaba seguro de que pronto Altair regresaría. Aún así dio un empujón, hizo que San Mungo contactara a Altair moviendo algunos hilos.***
El momento en que se reencontró con Altair no fue obra de la casualidad. Todo fue orquestado por Regulus, todo y cada uno de los pasos. — Mío, solo mío. — Susurró para sí mismo Regulus viendo a Altair en la distancia. Y así fue. Altair se resistió, pero su parte mágica y más visceral estaba unida a Regulus por la eternidad. Lo convirtió en un hermoso omega que obedecía cada palabra, cada deseo. — Mírate, tan hermoso y dominado por mí. — Dijo Regulus, sus labios rozando el oído de Altair. Cada vez que Altair se deshacía bajo Regulus, este sentía triunfo. Altair aceptó su destino, no tuvo más remedio, su alma gritaba por Regulus. Lo había convertido en un omega necesitado de Regulus, en su lobo dependiente y enamorado. Y aunque era un amor enfermizo, obsesionante, no había otra manera en que fueran uno. Se amaban así. Regulus llenando de cachorros a Altair, quién cargó orgulloso a sus herederos. La sumisión en Altair se volvió total, tan natural como respirar.