FIN
*La parte de Nanami destructor de familias no estaba contemplada.Capítulo VI
2 de diciembre de 2025, 16:08
Abrió los ojos sin pesadez o miedo, estaba preparado para las noticias lamentables que vendrían. La figura de Choso leyendo una revista sobre la diabetes al lado de su cama de una forma tranquila y ausente casi le da un golpe de realidad.
Levantó la mano porque hablar le costó.
—Estuviste inconsciente por tres días, Satoru —mencionó mirándolo para luego volver a la revista—. No sabía qué Yuuji fuera más fuerte que tú. Casi le provocas un infarto.
¿Qué había dicho?
—La marca fue todo un éxito, tal como dijimos, así que no pongas esa cara, harás llorar a Yuuji.
La dulzura en la voz de Choso lo empeoró todavía más. Llevó la manos a sus ojos para dejar salir todo el miedo contenido, las lágrimas, los quejidos de temor y el alivio que tanto buscaba.
Al fin todo había acabado.
Yuuji estaba a salvo.
Tuvo que pasar cinco minutos para poder recuperarse. Sentado en la camilla sorbió todo lo que pudo para verse presentable.
Cierto pánico lo inundó cuando la puerta se abrió de un solo tirón, pero la presencia de Sukuna fue la que apareció. La carcajada que provino de él, que no paró por más de dos minutos y el que se agarrara el estómago lo molestó aún más. La sonrisa de Choso tampoco ayudaba.
—¿Dónde está Yuuji? —exigió saber con el orgullo malherido.
—Le están curando la herida de la nuca —dijo Sukuna entre risas.
Malditos.
Trató de ponerse de pie, pero las manos de su amigo lo detuvieron. Intercambiaron miradas y no se le ocurrió mejor idea que abofetearlo.
La burla de Sukuna ya controlada volvió a su máximo esplendor cuando Choso dio dos pasos atrás tocándose la mejilla lastimada.
—¿Qué pasa contigo?
—Me traicionaste.
El semblante asombrado de su amigo se deformó.
—Fue por tu bien.
—No importa cómo lo digas, fue una traición.
Sukuna seguía partiéndose en risas, enfadando a Choso.
—Satoru, maldito —sonrió carente de diversión—. Sabía que eras cobarde, pero no pensé que serías de los que golpea a mano abierta. ¿Eres una niña ahora?
—¿Prefieres uno a puño limpio?
Esta vez se puso de pie, obligado a sujetarse del soporte de la camilla. Sus piernas parecían débiles, igual que sus brazos.
Observó el rostro de su amigo recordando la única vez que tuvo una pelea limpia contra un alfa que parecía querer abusar de una pasante omega luego de la inauguración de la empresa. Le había echado la culpa por su celo repentino y trato de que toda la culpa fuera de aquella chica de tan solo veintiún años que no paraba de llorar mientras se cubría con la blusa que había sido rota segundos antes.
El instinto inmediato de Chozo fue llamar a seguridad, pero el de él fue directo a parar en la quijada del alfa. Golpe tras golpe, hasta dejarlo noqueado contra el hermoso piso de porcelana blanco de la entrada.
—No me importaría mucho, pero me temo que será para otra ocasión —dijo con lamento fingido, encantado de encontrar una excusa a tiempo—. Yuuji no tarda en llegar.
Avanzó rodeando la camilla, alejado de su mano aprovechándose de la oportunidad para sujetar a Sukuna de la playera y arrastrarlo fuera de la sala.
La paz reinó al fin.
Se recostó nuevamente dejando ir todo el aire que contuvo asimilando la verdad que su amigo le mencionó.
Yuuji se había salido con la suya, pactando con Choso y llevar a cabo una traición en su contra, como si su opinión no fuera válida.
¿Su miedo jamás fue importante?
Cerró los ojos tratando de ver el punto de vista de Yuuji, de igual forma válido, pero riesgoso.
Debía estar molesto, debería gritarle en cuanto apareciera, pero… todo resultó a la perfección.
¿Debía seguir perdiendo el tiempo?
Tres golpes en la puerta suaves e indecisos alertaron una llegada, Yuuji no tardó en pasar con la mirada vacilante. El vendaje en su cuello similar al suyo lo hacía aún más real, más convincente.
—Perdón —murmuró sin acercarse, observando cualquier cosa que no fuera él—. Lo que hice… —su voz tembló, también su cuerpo—. Cuando vi como te desmayabas no supe qué hacer. Pasaban las horas y tú seguías sin reaccionar, Satoru.
—Yuuji.
—El miedo del que me hablaste no supe que era real hasta que lo viví contigo —ni siquiera debía verlo para saber que lloraba desconsolado, tratando de controlar su voz—. Comprendí que una vida separada de ti no era tan mala después de creer que no despertarías jamás.
—¿Te arrepientes ahora que todo está hecho? —ladeó la cabeza buscando una mirada—. Lo que hiciste fue muy arriesgado.
—Lo sé y me arrepentí por tres días —lloró con libertad, limpiándose el rostro con los brazos.
Verlo tan destruído e inconsolable, lo hicieron entender una cosa que su padre y madre solían decirle con regularidad a los largo de su adolescencia luego de que decidiera separarse de Yuuji:“El que no arriesga jamás gana, Satoru”.
Una frase bastante común, pero de igual forma poderosa. Yuuji había arriesgado todo lo que tenía, incluso su vida, para permanecer a su lado de la misma forma que hace veintiún años atrás, mientras que él seguía cometiendo los mismos errores, uno tras otro.
—Yuuji —llamó con una voz ronca, levantando los brazos en su dirección—, ven aquí que no tengo la fuerza suficiente para correr y abrazarte.
La confusión bañó su hermoso rostro empapado de lágrimas, pero en cuando comprendió lo que quería hacer corrió el corto tramo para acostarse a su lado, abrazándolo.
Lloro por mucho tiempo mientras que le daba pequeñas caricias en su espalda demostrando que ya no se encontraba solo.
—¿No estás molesto? —preguntó sin querer separarse.
Observó con una sonrisa el vendaje limpio que cubría su cuello.
—Yuuji, me entregaste todo lo que siempre quise —acarició su mejilla para que levantara esa mirada enrojecida a causa del llanto—. No hay razón para estar enojado.
Sonrió tan deslumbrante como el pequeño que lo vio ingresar como visita en aquel cuarto de hospital cuando tuvo aquel accidente a los diez años.
—Creí que me odiarías.
—No existe un mundo donde eso podría ocurrir —besó su frente, quedándose ahí unos segundos más para sentirlo—. Pero eso no quiere decir que no debas recibir un castigo por haberme traicionado.
Lejos de asustarse, sonrió todavía más.
—Que lo digas con una sonrisa tan cálida como la tuya, no me asustara jamás, Satoru.
Lo sabía, tanto Yuuji como él querían una sola cosa en la vida y era permanecer juntos sin el temor de lastimarse.
Le dio un corto beso antes de que los interrumpiera, la llegada del doctor acompañado de Choso provocó que Yuuji se alejara, manteniéndose aún así sentado a su lado sin querer soltarle la mano.
—¿Cómo se ha sentido, señor Gojo?
—Un poco mareado y débil —le sonrió a Yuuji buscando la manera de no asustarlo más de lo que ya estaba.
—Son efectos de haber pasado tanto tiempo en cama, se regulará con las horas —tranquilizó el doctor ajustando las gafas que caían por su nariz. Levantó la mano con un informe antes de volver a hablar—. Los exámenes de sangre de esta mañana resultaron sin problemas, no hay alteraciones tampoco en el examen físico. El día de ayer recibió una curación en la herida de su nuca, tras la marca sus glándulas comenzaron a regularse por lo que la inflamación y algo de dolor seguirán presentes con los días.
—¿Qué hay de la marca de Yuuji? ¿Existe algún cambio significativo?
Negó.
—No ha presentado signos de infección o rechazo —levantó la mirada, guardando las hojas detrás de su cuerpo—. Ha comenzado a cicatrizar mucho mejor que la herida en su nuca, señor.
—¿Sus constantes? ¿Los exámenes de sangre?
—Todo normal.
Yuuji le dio un apretón fuerte.
—Entonces… ¿por qué fui yo el que salió más afectado después de la marca?
La primera reacción de Choso al escuchar la pregunta fue mirar el suelo, como si de pronto fuera lo más interesante del universo.
—Eso fue culpa de la droga que le administraron antes de la marca.
—¿Droga? —elevó una ceja pasando la mirada de Chojo a Yuuji que aún estaba a su lado sin vergüenza o arrepentimiento alguno.
—Un fuerte potenciador que genera el celo. La cantidad fue más de la recomendada—explicó el doctor con naturalidad—. Con el jarabe que ingirió horas antes de iniciar la marca, tuvo una reacción contradictoria con la droga inyectada. Su cuerpo lo rechazó y con ello empeoró más su salud al momento de generar la unión.
Miró a Yuuji, que le sonrió de forma inocente.
—Fue culpa de Sukuna —reveló Choso—. Le dije que necesitaba un potenciador, no creí que me traería el más fuerte del mercado negro.
—Satoru, nada de esto habría pasado si tú hubieras ingresado a la sala por voluntad propia—mencionó Yuuji con esa naturalidad que dejó a todos en silencio—. Si lo piensas bien, todo esto es tú culpa. Fuiste tú quien lo generó y fuiste tú quien obligó a sus amigos a actuar de manera deshonrosa.
Choso se cruzó de brazos, más tranquilo.
—Tiene un punto.
—¿Ah sí? —soltó con sarcasmo.
—Causa efecto, amigo.
—Traje comida —Sukuna ingresó con tres bolsas sin notar el ambiente del momento, pero algo en su rostro lo inquietó—. Yuuji, te están esperando.
—¿Quién? —preguntó antes de que Yuuji saliera de la sorpresa.
—Nanami Kento.
Apretó los labios, detestando sentirse tan débil en momentos que sabía muy bien que Yuuji saldría a verlo.
—No vayas —lo que parecía ser una orden, salió como una súplica—. Buscará otras maneras de separarte de mí.
Él se puso de pie, ignorando lo lamentable de sus palabras.
—Te dogre, te someti junto a tus amigos para obligarte a hacer algo que no querías, y aún así tienes miedo de que alguien me diga que me aleje de ti —negó con la cabeza no decepcionado, más bien divertido al verlo inseguro—. Lo que deberías poner en duda es mi modo de pensar, Satoru.
—No es que no quisiera hacerlo, tenía miedo. Son cosas muy diferentes.
—Lo sé.
Yuuji le sonrió antes de salir de la sala.
Sentir inseguridad era horrible, sobre todo cuando comprendes que expresarlo en la manera que le gustaría lo haría ver infantil y el peor novio posible.
—Tienes que parar —intervino Sukuna entregándole una bolsa a Choso—. Deja de dudar de él.
—Después de lo que hizo, ¿te atreves a dudar? —Atacó su amigo, recibiendo la bolsa y mirando su contenido—. No me gusta la comida picante.
—La tuya no es picante —le aseguró.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque conozco tus gustos básicos, marica.
—No dudo de Yuuji —continuó ignorando el altercado de miradas que tenían por la comida—. Es Nanami quien me inquieta.
Sukuna abrió el contenido de comida, mientras tomaba asiento en el pequeño sofá que había en la sala privada donde estaba.
El doctor que aún no se iba parecía incómodo.
—No tienes de qué preocuparte. Lo investigue y está más limpio que tú —probó lo que parecía ser fideos—. Él tiene más razones válidas para alejarlo de ti, que tú de él.
—Gracias —soltó con sorna.
Con la comida restante a un lado de la camilla que después probaría cuando Yuuji volviera, se recostó para despejar la mente y tratar de no reaccionar de una manera excesiva cuando todo hubiera acabado.
—Señor Gojo —los tres miraron al doctor tragando con dificultad antes de hablar—. Este fue un avance muy significativo para la ciencia, señor Gojo. Con la ayuda de la nueva vacuna del señor Choso y su jarabe podemos expandir aún más los estudios sobre la marca. Si nos los permiten nos gustaría solicitar permiso para ayudar con la siguiente fase, señores.
Intercambió miradas con Choso, dejando todo en sus manos, ya que su mente estaba centrada en el hombre fuera de la sala que aún no se dignaba a volver.
¿Qué le tomaba tanto?Solo debía decir que todo acabó y terminar su extraña relación.
—Ya que el jarabe tiene sus beneficios, el programa que podríamos presentar ante los inversionistas, podría ser sobre la marca, sus beneficios y cómo podemos mejorarla —la ambición en Choso relucio con fervor—. Será todo un éxito. ¡Dios, el dinero que ganaremos!
—Controlate, sanguijuela —apaciguó Sukuna acabando con su comida.
—Deberá presentar su solicitud a las empresas Gojo —volvió con su personalidad profesional—. Yo me haré cargo de recibirla, doctor Masamichi.
—Muchas gracias.
En ausencia del doctor, Choso volvió a la disputa regular con Sukuna mientras revisaba el contenido de la bolsa. Indiferentes ante la batalla mental que tenía por la demora de Yuuji.
¿Debía ir a buscarlo?
Esperó dos minutos y medio viendo cómo sus amigos peleaban por estupideces sin sentido, cuando decidió ponerse de pie tambaleante e ir a buscarlo. Choso no perdió tiempo en detenerlo, menos Sukuna que trataba de robarle comida a Choso al estar distraído por su lamentable hazaña.
Abrió la puerta, caminó por el corto pasillo hasta la pequeña sala de espera. Habían solo dos personas ahí, una sentada al lado del otro en un silencio que casi lo hizo dudar de si debía o no interrumpir.
Yuuji parecía decaído apoyado sobre sus rodillas, mientras que Nanami daba una larga respiración con la cabeza hacia atrás.
—No importa lo que digas, no me arrepiento de lo que dije —él se puso de pie—. Volvería a hacer lo mismo con tal de mantenerte a salvo, Yuuji.
—Es un adiós —las palabras cortas y dolorosas de su pareja le demostraron que no debía interferir en su lucha. Ellos poseían de un vínculo que no le correspondía cortar—. No puedo ser amigo de alguien que buscara una manera de separarme del hombre que más amo.
—Es un alfa dominante —atacó Nanami con las manos cerradas en puños—. Eventualmente te lastimara. ¿Acaso no lo recuerdas? Te abandonó por años para luego volver como si nada.
—Nanami, tú no sabes nada de lo que ambos hemos vivido —rugió Yuuji colocándose de pie, enfrentándolo—. No te atrevas a hablar de él o sobre mi.
—¡Yuuji, Gojo Satoru es…!
El pasamano del que se sujetaba crujió interrumpiendo su discurso de odio.
—Satoru —de inmediato la voz grave de Yuuji disminuyó al notarlo, caminó hacia él ayudando a mantenerlo de pie—. Deberías estar en cama.
—Nanami —llamó notando como Yuuji se tensaba—, todo lo que me mantuvo alejado de Yuuji desapareció. Ya no tengo razones para esconder lo que siento por él, así que necesito que detengas esto.
—¿Cómo puedes estar tan seguro?
—Porque desde que tengo memoria que lo amo, Nanami. Lo marqué y no pienso actuar como si fuera una novio superficial.
—¿Qué quiere decir eso?
—Significa que te mantengas alejado de él, por tu bien y por el de Yuuji.
Los ojos de Nanami pararon en Yuuji y por unos segundos creyó que lo desafiara, pero no hizo ni dijo nada, de acuerdo con sus palabras.
—Tienes que volver a la cama —dijo a su vez, ayudándolo a dar la vuelta—. Es tiempo de que vuelvas, Nanami.
—Se van a arrepentir.
Sabía que era difícil para Yuuji perder una amistad como la que mantuvo con Nanami y odiaría que en un futuro lejano volvieran a hablarse después de lo sucedido, pero si con ello podría hacerlo cambiar aquel rostro lleno de dolor haría la vista a un lado.
Él ya era parte de su vida y debía aceptarlo, por mucho que lo odiara.
—¿Te arrepientes?
—Jamás lo haré —volvió con una sonrisa nostálgica—. Quise esto por años. Nanami está confundido, por eso actúa de manera tan egoísta.
Acarició su cabeza.
—Estoy seguro que en algún momento volverá a pedir disculpas —esperaba que tardará años—. Ten paciencia.
—Tienes que sonreír para que pueda creerte.
—Lo siento, pero ya he perdido demasiado tiempo siendo honorable —lo acercó a su cuerpo—. Ahora voy a ser como realmente soy estando a tu lado.
—¿Alejaras a Nanami?
—No, si quiere regresar lo aceptaré por tu bien —tomó la manija de la puerta mientras lo veía como realmente sería desde ahora—. Eso no significa que seguiré fingiendo como si nada estuviera pasando, Yuuji. Si algo me molesta te lo haré saber.
Él sonrió dándole un pequeño beso.
—El que seas tú finalmente, me hace querer saltar de alegría —un segundo beso que fue sobre el vendaje de su cuello—. Al fin pude recuperar a mi Gojo Satoru.
—Gracias por esperar veintiún años, Yuuji.
Lo alejó de la puerta para abrazarlo tan fuerte que su respiración se cortó por un segundo.
—Tú eres el que jamás se rindió, Satoru. Luchaste por años sin que yo lo supiera.
—A costa de tu dolor —palmeó su espalda y de paso acariciando la marca, un movimiento que haría cada vez que tuviera oportunidad—. No me siento orgulloso de ello.
—Ese dolor me mantuvo vivo, y claro que no lo disfruté, pero —levantó la mirada apoyando el mentón en su pecho—valió la pena.
—Totalmente.