Suficiente

El silencio bajo el árbol era roto solo por el sonido del viento pasando por las hojas. A la sobra de este, dos hombres estaban sentados muy cerca el uno del otro. Buda acariciaba la palma de la mano de Jesús, sentía el relieve de la cicatriz donde el clavo había atravesado su piel. Movía sus dedos con cuidado, casi en un gesto de devoción o de cuidado, como si la herida siguiera abierta. —No merecías ese martirio —dijo, su voz baja y suave como un suspiro. —Me lo dicen mucho —admitió Jesús, con cansada resignación—. Pero no es su culpa, ellos... no sabían lo que hacían... Buda dejó de mover su mano, pero su mirada ahora se centraba en los ojos de pupila blanca de su amigo. —La humanidad teme lo que no entiende, ellos no entendieron tus palabras. —Creo que aún no lo hacen —dijo, encogiéndose de hombros—. Pero tu y yo fuimos carne también y los entendemos a ellos. —Sabemos lo aterrador que es caminar por la tierra. Pero mientras una sola alma haya podido escuchar nuestra guía y la use para sobrellevar las penas temporales... —Buda inclino su cabeza, con una sonrisa que transmitía nada más que paz—. Eso sería suficiente para que nuestra vida haya válido la pena, ¿no? Jesús asintió, sintiendo como la sonrisa de Buda lo contagiaba a él también. —Si... eso sería suficiente.