Prólogo
8 de diciembre de 2025, 11:00
Un grupo de cinco jóvenes observaba un álbum de fotos que sus padres guardaban. La tristeza se podía notar en el ambiente, tanto por las feromonas bañadas en un aroma amargo y la mirada perdida de los presentes. Mía y Mikael podían ver ahí a sus padres en su época de instituto, algunos momentos felices retratados en una foto.
Se trataba de la primera cita de sus padres, un momento que ellos siempre relataron con un brillo de amor en sus miradas. Mía siempre les escuchó adorando su historia, sin embargo, ahora no podía volver a escuchar sus entrañables historias de como se enamoraron alfa y omega.
Mía había heredado la heterocromía de su padre omega. Salvo que en ella era un ojo rojizo, el izquierdo, y el derecho era de un plateado casi blanco. Su cabello era de un blanco puro que caía en cascada hasta su cintura.
Era hermosa, una omega de dieciséis años que estaba en la flor de su vida. Sin embargo, todo había cambiado para ella en un abrir y cerrar de ojos. Ahora solo le quedaba Mikael, su hermano mellizo.
Ahora ya no tenía la protección de sus padres, ni siquiera, aunque llorara y suplicara, no serviría de nada porque ellos ya no volverían.
Sus padres habían muerto en un accidente. Sin previo aviso, de la nada, la muerte se los había llevado.
Mía era una chica brillante, pero muy terca. Y ahora esto la hacía pasar por un dolor inigualable. Haber discutido con sus padres y haberlos perdido hace tan poco para siempre, sin haber podido pedir perdón, dolía demasiado.
Apretó las manos con fuerza deseando volver a verlos.
Deseó con todas sus fuerzas que nada de aquello fuera cierto. Deseó ir a un lugar donde volver a sentir felicidad, ahora solo sentía como el vacío la llevaba a un estado sin retorno.
Mikael estaba por acercarse a su hermana. Le preocupaba sobremanera la actitud de su melliza, sobre todo porque parecía comenzar a sumergirse en el inicio de una depresión.
Antes de poder llegar a ella, a escasos pasos, no pudo continuar.
Una luz misteriosa comenzó a emanar del álbum de fotos. Una luz que abrazaba a Mía como si quisiera llevársela consigo.
La luz envolvió al grupo y comenzó el caos.
— ¿Qué es esa luz? — Preguntó una voz masculina en tono de preocupación.
— No lo sé, pero apágala. — Ordenó una voz femenina.
Las feromonas de esa chica denotaban pánico al ver como Mía se desvanecía ante sus ojos. La confusión invadió todo el lugar.
La atención pasó de golpe al ruido sordo del álbum cayendo al suelo desde las manos de uno de los jóvenes.
— Mía fue absorbida. — dijo en estado de shock el chico tan parecido a Mía salvo porque su cabello era rojizo y corto.
— ¿Que tú hermana qué…? — Preguntó incrédulo otro de los chicos.
Los cuatro que quedaban ahora se miraron los unos a los otros sin saber qué hacer.
Miraron el álbum en el suelo y las fotos desperdigadas en este. Vieron también que una de las fotos brillaba aún, no con tanta intensidad como antes pero aún se podía ver un leve brillo.
Mikael sintió algo apretar su pecho. Su hermana ahora estaba perdida y él no sabía cómo hacerla volver. Solo deseaba que estuviera bien. Quería solucionar esto sin informar a los adultos.
Una sospecha cruzó su cabeza. Tocó con sus dedos la foto que reconocía tan bien. La primera cita de sus padres.
Guardó la foto. Si estaba en ese momento del tiempo estaba seguro de que conseguiría traerla de vuelta con esa misma foto.
“Cuídate, melliza” deseó Mikael.