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Kiyo era hija de Togame y Tomiyama. Lo descubrieron cuando de improviso llegaron ellos y la vieron. Togame casi se desmaya. Todos en secreto la shippeaban con Mía, aunque a Sakura tener en la familia a Togame no le hiciera gracia. Los otros dos chicos eran Kou, el hijo de Hiiragi y Sako. Y Zack, el hijo de Umemiya con Takiishi. Kou era un chico de cabello negro y ojos miel, omega y bastante calmado, mejor amigo de Mía. Hiragi casi se atraganta con su propia saliva al saber que ese era su hijo, o que lo sería. Además, no pudo evitar pensar que se parecía mucho a Kota, y eso le hizo sentir calidez en su pecho. Zack era un chico reservado, de cabello rojo y ojos azules. Tenía una sonrisa hermosa que solo dedicaba a sus seres queridos. Umemiya quedó encantado con lo inteligente y bueno que parecía. Todos pasaron algunos días más junto a sus padres en el pasado. Iba pasando el tiempo y Mía sabía que pronto tendrían que regresar. No sabía si sería buena idea revelar el motivo de su tristeza. Mikael la alentó a que lo hiciera, pensó que así se sacaría un peso de encima. Si no podía arreglar ya las cosas en su presente, al menos que lo hiciera en el pasado de sus padres. — Entonces estamos muertos. — dijo en un susurro Sakura. — Sí. — afirmó Mikael a la derecha de su hermana. Suo y Sakura posaron sus manos sobre las de Mia. — Sabes, no hay nada que perdonar. Estoy seguro de que no importó el enfado, hubiésemos preferido quedarnos a tu lado. — Dijo Suo. — Nunca podría odiarte. No importa lo difícil que seas, si eres mi hija eso es lo único que importa. — dijo Sakura. Mía derramó algunas lágrimas esta vez aliviada. No podía arreglar lo que ya estaba hecho, pero al menos se sentía en paz. Ahora sentía que podrían regresar.3
8 de diciembre de 2025, 11:00
Los días comenzaron a pasar. Mía se adaptó bien a su hogar provisional. ¿Cómo no lo haría si estaba cerca de sus seres queridos, incluso si ella ahí aún no había nacido?
Mía les contó sobre su origen. Nadie pareció dudar que ella dijera la verdad. Eso la tranquilizó.
Aun no se atrevía a decir el motivo que la había arrastrado hacia el paso. Sentía que si hablaba de aquello solo conseguiría volver a llorar sin parar.
Pasó el mes de diciembre allí. Se acostumbró al calor de sus padres, incluso si en ese momento aún no lo eran. Suo y Sakura la amaban como si ya fuera su hija, porque en el futuro lo sería.
Mía se relajaba con el suave cantar de Haruka. Se divertía al escuchar las tontas discusiones entre los jóvenes. Le gustaba entrenar con Suo. Dormir con Sakura usado de almohada se convirtió en su momento favorito del día.
Estaba siendo cuidada por aquello que anhelaba volver a tener en su futuro.
El sentimiento de tristeza permanecía aún en su pecho. No podía evitar la realidad eternamente y lo sabía.
Los más cercanos a Sakura y Suo pudieron conocer a Mía.
Se dieron cuenta rápidamente de que Mía era una chica encantadora, muy inteligente e increíblemente sensible. Pero también era muy cabezota y de “mecha corta”. Era alucinante la manera en que podías enfadarla con una facilidad enorme.
Sin embargo, también se dieron cuenta de que estar cerca de Sakura la calmaba, se convertía en una dócil cachorrita a su lado.
Para ser una omega, no era sumisa ni buscaba serlo. Era una omega que conocía sus límites y sus deseos, lo que aspiraba a tener en la vida.
En eso todos estaban de acuerdo en que se parecía a Sakura. Ambos eran omegas de carácter fuerte, a la vez dulces con la compañía adecuada.
Suo y Sakura se unieron mucho más en este tiempo y decidieron ser pareja formalmente.
Aún no conocían la razón de la tristeza de Mía, pero sabían que tiene un hermano mellizo, que su color favorito es el rojo caoba, que es piscis y que ama el chocolate puro. También supieron que a sus dieciséis años es la mejor en notas de su clase, y que solo es superada en artes marciales por su hermano, si no sería la mejor ella.
En algunos momentos Mía se preguntaba cómo estaría Mikael. Se sentía mal por dejarlo solo.
En una noche mientras todos compartían tiempo juntos, Mía observaba a Kyriu jugar uno de esos juegos que él amaba en el móvil. Mía sintió nostalgia y cerró los ojos deseando ver a sus amigos y hermano. Fue entonces que una luz envolvió la estancia.
Sakura y Suo se acercaron a Mia, temían que se fuera tan pronto o que alguien viniera a hacerle daño.
La sorpresa de todos fue granate al ver a tres chicos y una chica aparecer frente a ellos.
La chica, una pelinegra de ojos castaños se acercó a Mía y la abrazó con fuerza. Por su olor supieron que era una alfa y que estaba extremadamente preocupada por Mía.
— También me alegro de verte, Kiyo. — Dijo Mia abrazando a su amiga.
La chica se separó y miró a todos los presentes.
— Así que estabas con los tíos, tonta… — Se quejó la alfa.
— Ya, ya, lamento haberte preocupado. — Habló Mía abrazando de nuevo a Kiyo.
Está interacción no pasó por desapercibida por ninguno. Mikael suspiró, siempre era igual con esas dos.
— Mía. — nombró Mikael.
— Mikael. — nombró está vez Mía
Mikael saltó hacia Mía y la abrazó. — Eres una tonta, nos preocupaste mucho. — Dijo.
Mikael estaba realmente preocupado, no sabía cómo regresar a su hermana a su tiempo real. Esa dichosa luz no aparecía cuando él quería.
Y ahora lo entendía, era producto de los deseos de su hermana.
Pero fue una locura explicar a sus tíos por qué Mía ya no estaba, decir que casi los toman por locos no era exagerar. No fue hasta que la luz volvió a aparecer frente a ellos que los creyeron, pero ahora estaban los cinco separados de esos adultos sobreprotectores. El mundo arderá en su presente si no regresan pronto.
Mikael posó su mirada en la pareja que lo miraba. Sonrío ampliamente y se separó de Mia.
Hizo una reverencia frente a Sakura y Suo.
— Hola papá y mamá. — Dijo con una sonrisa muy parecida a la de Suo.
Sakura no lo soportó y lo abrazó sin importar qué estaba rojo como un tomate en ese momento. Era su hijo y era tan encantador.
Un alfa con olor a eucalipto.