ID de la obra: 170

Mamá se fue de vacaciones

Slash
G
Finalizada
2
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Fandom:
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31 páginas, 10 capítulos
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Tweek, hazte cargo

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Tweek, terminando de ordenar la sala de su departamento, encontró una nota que había olvidado leer. "Desearía nunca haberte conocido, esto fue tu culpa, Tweek, cambiaste. Siempre sospeché que querías regresar a este pueblo de mierda para ver a ese hijo de puta, nunca dejaste de hablar de él. No puedo creer que tiraras cinco años de relación a la basura, todo lo que construimos se fue a la mierda por tu culpa". —Uy, sí, ni voy a dormir por la culpa —dijo arrugando la nota, lanzándola al suelo. Se dirigió a la cocina a preparar un café, hablando consigo mismo. —Ni que fuera a extrañar tus estúpidos berrinches en el supermercado. —Tweek comenzó a remedarlo—. "¿Te falta mucho, Tweek?" "¡Ya vámonos a casa!" "¡No me gusta esa marca de café!" "¡Me quiero ir!". Tweek se fue a la sala, dejó su taza sobre una pequeña mesa de centro frente a él, se lanzó al sofá, abrió sus brazos, apoyándolos en el respaldo y aspiró profundo. —Que tranquilidad se siente sin este idiota reclamando por todo —dijo en completa calma—. Por fin me libré de él. Hoy será una noche de paz y tranquilidad. Encendió la televisión, se acomodó en el sofá cubriéndose con un edredón y puso una película, pero a los pocos minutos, alguien tocó la puerta. Desvió la mirada hacia la puerta y decidió ignorarla, pero los golpes continuaron con insistencia. —¡No hay nadie! —gritó desde el sofá. Golpearon con más insistencia. —¡No quiero comprar nada, ni soy religioso! ¡Vaya a molestar a otro departamento! La persona al otro lado de la puerta comenzó a patearla y golpear con ambas manos, Tweek, molesto, se levantó a abrir. —¡¿Qué quieres?! —gritó mientras abría la puerta. —¿Te acuerdas de mí? —preguntó una chica en cuanto Tweek abrió. —Ah... No... —¡Increíble! —dijo haciendo a un lado a Tweek, entrando a la sala, jalando la mano de una niña pequeña—. ¿Todavía eres gay? —¿Sí? ¿Quién eres? —Tweek se volteó a verla, sosteniendo la puerta, confundido. —¿Recuerdas que hace seis años quisiste averiguar si te gustaban las mujeres? Tweek desvió su mirada, tratando de recordar ese día. —Estábamos ebrios —explicó la chica—, en un bar, me preguntaste si podías intentarlo conmigo y nos fuimos a un motel. —Pues... Recuerdo que estaba con una chica y haber despertado en un motel después, pero estaba solo. —Sí, yo ya me había ido. —¿Y cómo sabes que vivo aquí? Eso fue en otro país. —Sí, en Chile, te recuerdo que vivo allá. —Ah, claro, disculpa, como te llames, pero... Si tu intención es... —No vengo por eso —interrumpió quitándose un bolso bastante abultado. La chica lanzó el bolso al suelo y se apresuró a salir del departamento, pasando junto a Tweek, que continuaba sosteniendo la puerta. —Felicidades, eres papá —dijo antes de irse. Tweek, perplejo, miró a la niña sentada en el sofá. —¡Hola! —dijo la niña, sonriendo. —¿Soy... qué? —Tengo hambre. Tweek se asomó por el umbral de la puerta, viendo a la chica alejarse a paso rápido. —¡Oye! —gritó corriendo para alcanzar a la chica—. ¡Oye! ¡¿Adónde vas?! —¡De vacaciones! —gritó sin voltearse. —¡¿Y la vas a dejar aquí?! —¡Claro, es tu hija! La chica subió a un auto y cerró la puerta. Tweek, al llegar, intentó abrirla, pero estaba con seguro y la chica bajó un poco el vidrio. —¡¿Y qué hago?! —gritó forcejeando la manija. —Hazte cargo. —¡No puedes dejarla aquí como si nada! —¿Sabes? Esa niña me tiene harta, suerte con ella. —¡¿Y cuándo vas a venir a buscarla?! —Dejé lo necesario para seis meses. —¡¿Qué?! ¡¿Seis meses?! —gritó forcejeando la manija con más fuerza. La chica encendió el motor del auto y subió la ventana. —¡Espera! ¡No te vayas! La chica le sonrió, se despidió con su mano y arrancó el auto. —¡No! ¡No! —Tweek corrió dos cuadras tras el auto, pero al verla alejarse a toda velocidad, se detuvo. —¡¿Y qué come?!—gritó en medio de la calle. Tweek, conmocionado, caminó de regreso, hablando consigo mismo. —¡¿Mi hija?! ¿Tengo una hija? ¡Pero tengo veintiséis años! ¡Soy un adulto-lescente! ¡No puedo tener una hija...! ¡¿Seis meses?! ¡Dios mío! ¿Qué voy a hacer seis meses con una niña! ¡Dios! ¡La niña se quedó sola! Hmm... Dijo que tenía hambre, ¿qué le doy? ¿Qué comen los chilenos? ¡Mierda! ¡No debí ir a Chile! ¡¿Seis meses?! ¡Pero yo, no puedo ser...! Cruzó la calle sin prestar atención y fue golpeado por un auto. El conductor se bajó a ver a Tweek, este yacía inconsciente en el suelo. Llamó una ambulancia, que pronto lo trasladó al hospital. —¿Tiene identificación? —preguntó un doctor a una enfermera. —Sí, se llama Tweek Tweak, tiene veintiséis años. —Contacta a su familia, que vengan lo antes posible. La enfermera buscó información y volvió junto al doctor, que se encontraba en una habitación mientras revisaba a Tweek. —Doctor, no hay a quien llamar, sus padres fallecieron y no tiene registro de hermanos o familiares cercanos. El doctor buscó el celular de Tweek entre sus pertenencias junto a la camilla, tomó su mano para desbloquearlo con la huella, revisó las llamadas y buscó la última que hizo. —Tricia Tucker, llámala a ella, dile que alguien venga mañana a las dos de la tarde. La enfermera se retiró de la habitación a hacer la llamada, pero Tricia no respondió. Al día siguiente, a las seis y media de la mañana, la enfermera llamó una vez más, esta vez con éxito. —¿Hola? —respondió Tricia, desorientada. —¿Tricia Tucker? —Ajá. —¿Conoce a Tweek Tweak? La llamo desde el hospital, el joven fue atropellado y no tenemos a quien contactar. —¡Oh, dios! ¿Él está bien? —¿Podría venir a las dos de la tarde, necesitamos que alguien se haga cargo de su documentación, gastos y todo lo necesario. —Sí, no hay problema, pero ¿está bien? —Sí, está estable, acá se le informarán los detalles. —Bien, por la tarde estaré ahí, gracias. Tricia cortó la llamada, se levantó rápido y se fue a la habitación de sus padres. —¡Mamá, despierta! —¡¿Qué?! —gritó su madre, despertando asustada. —¡Tweek tuvo un accidente! —¿Qué le pasó? —Lo atropellaron, está en el hospital. —Dile a tu hermano que te acompañe. —¿Tú crees? —Sí, ya sabes que nunca lo olvidó. —Lo llamaré en un rato, es muy temprano. —Si el destino no quiere verlos juntos... —dijo su madre, sonriendo. —¡Fuércenlo! —Continuó Tricia. —¡No se entrometan! ¡Déjenlo en paz! —comentó su padre, adormilado.
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