ID de la obra: 221

457 jugadores

Slash
NC-21
En progreso
3
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 10 páginas, 4.527 palabras, 3 capítulos
Descripción:
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Atado

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La mano de In-ho seguía temblando después de disparar al corazón de Jung-bae. Nunca le pasaba eso después de matar a alguien, se preguntaba si acaso eran los gritos de Gi-Hun los que le revolvieron el estómago y lo hicieron arrepentirse, aunque en ese momento asumió que le había caído mal la comida que él mismo había elegido darle a los jugadores. Se perdió entre los pasillos morados con El Oficial enmascarado siguiendo sus pasos y le pidió que ataran al jugador 456 para llevarlo hasta su suite.  Fue muy específico, si alguien iba a lastimarlo, sería él, nadie más. —Ojos vendados. Ningún rasguño más, no creas que no lo revisaré. La boca del subordinado se torció y arqueó una ceja. Menos mal que una máscara con cuadrado doble le cubría la desaprobación en el rostro. El Líder se había vuelto errático desde que empezó su obsesión con el ganador de la edición 33 o al menos eso es lo que pensaba El Oficial. Y varios cuadrados también creían eso. Querían desobedecerlo, pero aún no se atrevían porque se repetían a sí mismos la frase con la que el El líder solía finalizar sus discursos: “Somos el sistema, somos mente colmena”. Se suponía que todos los cuadrados eran personas de confianza tanto de El Oficial como de quien comandaba los juegos, pero en esta edición todo había sido confuso. El sujeto asintió con la cabeza y se quiso dar la vuelta, pero In-ho lo tomó por el brazo, luego del hombro y finalmente lo azotó contra la pared apuntándole con el arma, le faltaba hacer otra advertencia. —Que el jugador 390 conserve sus órganos. ¿Entiendes, imbécil? In-ho no llevaba sangre en sus venas, era miel espesa. No esperó respuesta y corrió al centro de control para ver las cámaras. Realmente estaba enojado porque uno de los cuadrados había sido tan torpe como para mostrar su rostro y además de todo, indicarle a Gi-hun cómo abrir las puertas usando la máscara. Sabía perfectamente que lo estaban desobedeciendo poco a poco. En cámaras vio que aquella jugadora 120 se había quedado con todas las municiones, 388 parecía un traidor, pero In-ho, quien investigaba a fondo a la historia de los deudores, sabía que Dae-ho estaba teniendo estrés post traumático. La decepción lo hizo sudar al ver a la anciana 149 con el inútil de su hijo cerca. Encendió el walkie-talkie en la frecuencia uno y activó el plan de contingencia II: —Gas en el almacén, que duerman 12 horas, nadie sale ni entra de la isla ¿Copiado? Sólo estaba dando tiempo a que pusieran a Gi-hun a su disposición, pero también se regaló medio día de acción. Caminó hasta la suite sin retirarse la envestidura de líder y anunció su llegada disparando hacia cualquier sitio. Gi-hun mantenía la espalda encorvada, casi no rozaba el respaldo de la silla. Intentó no parecer sobresaltado por la detonación. No habló. No protestó. Creía que podía negociar su liberación como si fuera un juego y para eso debía escuchar primero las reglas. In-ho se acercó al menor por la espalda y apretó las cuerdas que mantenían sus manos atadas al respaldo de la silla, por lo que de inmediato se enrojecieron y eso obligó al cuerpo de Gi-hun a retorcerse, pero apretó sus labios para que no se escuchara el quejido. El mayor quería burlarse, golpearlo y por fin hacerlo suyo, pero el deseo no era tan fuerte como sus ganas de hablar. —Creí que me demostrarías que el mundo no siempre iba a funcionar como yo quería, jugador 456 Como si fuera posible, Gi-hun trató de abrir los oídos para escuchar mejor aquella voz distorsionada, aunque pensaba que ya no importaba quién era, sólo quería hacer que se detuviera. Aunque también estaba enojado y empezaba a desear asesinarlo o por lo menos provocarle un daño, después de todo acababa de ver morir a su mejor amigo a manos de ese sujeto enmascarado. Y lo único que pudo hacer fue agitarse en la silla de un lado a otro. Le desesperaba no ver, pero agradecía no estar amordazado. —Eres una escoria— El menor estaba convencido de ello, podría haber gritado más cosas, pero pensaba que no estaba secuestrado sin motivos —¿Qué se supone que harás conmigo? ¿Ah? —. In-ho comenzó a reírse. La burla sonaba peor con el cambiador de voz, cumplía su objetivo intimidatorio. Lo tenía claro, pensaba en la ocasión en que forzó la tarjeta del premio a entrar en su boca y también en cómo había introducido su mano para buscar el localizador de la muela. No tenía caso mantenerlo privado de la visión si aún no se quitaba la máscara, así que le retiró la tela con la que lo habían cubierto y luego usó la misma para darle un latigazo en la cara. El golpe provocó que Gi-hun se quejara, pero otra vez apretó los labios, obviamente ardía. La iluminación era tenue, las paredes negras con una textura geométrica asfixiante, algunos candelabros con luz amarilla, una pantalla proyectaba únicamente el color azul. Una mesa, sillones de piel. Whiskey servido. In-ho comenzó a dar vueltas a pasos lentos alrededor hasta que se detuvo frente a él y lo miró desde arriba. —Antes que todo, voy a revisarte No hubo aviso, advertencia y mucho menos cuestionamiento. Gi-Hun se quedó quieto y provocó que las gotas de sudor siguieran resbalándose por su frente, también había sangre escurriendo desde arriba de la ceja y en el brazo donde la bala había rozado. In-ho se acercó hasta él y levantó la camiseta con el número 456, pudo ver el abdomen del jugador, o más bien, el de su víctima, Gi-hun se revolvía en la silla creyendo que quizá El Líder quería cortarle las entrañas con una navaja. —¿Qué haces, animal? Sólo mátame o regrésame a los juegos Las risas de In-Ho modificadas por la máscara volvieron a romper el silencio. El mayor bajó su mano para tocar el miembro de Gi-Hun y lo envolvió hasta donde el pantalón lo dejó, apretó sin cuidado porque podía. Quería estrangular la zona y en realidad la presión no era nada agradable para él, se acercó hacia el rostro de su recién capturado y se aseguró de hablarle al oído con esa voz distorsionada que le parecía tan ridícula como necesaria. —Jugaremos un juego de otro tipo, querido cuatro-cinco-seis.
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