The moon
28 de junio de 2025, 19:05
Paper Rings
The moon
—No hay nada de qué preocuparse, Reg. Lo regresaré sano y salvo hoy a las… —Sirius revisó el reloj en su brazo izquierdo—. ¿Sabes qué? Mejor no esperes despierto, hermanito —le dió una palmada en el hombro con seguridad y empujó a James para que saliera por el marco de la puerta, quien solo reía mientras se encogía de hombros resignado.
“Te amo” , articuló en su dirección antes de salir.
Regulus se cruzó de brazos, con el rostro descompuesto y malhumorado, pensando y calculando mientras los veía bajar las escaleras y marcharse hacia el carro. Era una terrible idea haber dejado a Sirius a cargo de la despedida de soltero de James. Evan se paró tras de él, dándole solo un vistazo antes de decir:
—Vamos a pasar la noche siguiéndolos, ¿no es así?
No lo dudó dos veces, ni siquiera despegó la mirada de las dos figuras que se alejaban a la distancia.
—Agarra tu abrigo, Evan.
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The moon is high
Like your friends were the night that we first met
Las cosas no iban bien para James, pero todos sus amigos estaban juntos, riendo, tomando y bailando ¿Qué más podía pedir?
—Se besan una vez más y juro que voy a vomitar aquí mismo.
—¡Oh! Vamos, Wormy. No hay razón para estar celoso ¿Tú también quieres uno de estos? —Sirius se acercó a Peter, peligrosamente afectivo, haciendo pucheros y lanzando besos en el aire desde el regazo de Remus. El rubio salió corriendo en dirección al bar gritando: “Moony, te juro que si no controlas a tu novio…” , pero no terminó la oración y la mesa completa se abrigó en carcajadas.
La mitad de ellos ya estaban borrachos para cuando Sirius recibió la llamada.
—¿Sí? —sus ojos se encendieron con emoción—. ¿Estás seguro? Maldita sea Kreacher, una sola tarea… ¡Ya voy para allá! —se metió de nuevo el celular al bolsillo del pantalón, susurró algo en el oído de su novio y dejó un beso corto sobre sus labios— ¡Prongs! —lo llamó, poniendo una mano sobre su hombro—. Tengo que ir a hacer algo rápido. Vuelvo en un rato, ¿de acuerdo? —alzó un dedo y le golpeó el pecho con él. Su sonrisa había regresado, la emoción seguía ahí—. No se atrevan a irse sin mi. Es una amenaza.
—¡Espera! ¿A dónde vas? —le gritó mientras se hacía camino hacia la salida.
—¡Te explicaré todo después!
James se rió por lo bajo, el alcohol jugando parte en el papel de tonto que estaba haciendo esa noche. Vio a Sirius marcharse y, tambaleándose, ocupó el lugar de Peter al lado de Remus.
—¿No piensas ir a bailar? —le preguntó divertido el castaño.
—¡Nah! —se tomó la cerveza de Peter de un sorbo.
—James…
—Remus…
Moony puso los ojos en blanco.
—La vida sigue.
No de nuevo.
—Lo sé.
—¿Estás seguro?
Su relación con Lily había terminado hacía un año y el dolor ahora era solo una cicatriz a punto de desaparecer. Sí, estaba seguro. O no. Tal vez solo estaba fingiendo hasta que se convirtiera en su realidad.
—¡Oh, dios! Esta es mi canción —Mary lo jaló del brazo con emoción—, acompáñame Potter.
James hizo un trabajo triste de abogar por sí mismo, negando con la cabeza y caminando de vuelta a la mesa, pero la morena lo jaloneó como si fuera un títere hacia la pista de baile y, de repente, estaba moviendo las caderas al ritmo de un extraño remix de Dancing Queen de ABBA y cantado a todo pulmón.
Esa noche se encontraban en "The Moon", el bar que visitaban una vez al mes desde que se graduaron de Hogwarts. Marlene, Dorcas, Peter y Fabian se unieron a su pequeño comité de la felicidad para la segunda canción. Las luces tenues y la música vibrante creaban una atmósfera electrizante. Los cuerpos se movían al unísono, chocando entre sí en un baile frenético.
Era casi perfecto.
James dió un paso atrás mientras se reía de la manera en que Fabian hacía algo a lo que llamaba “el paso prohibido”, y en un momento de distracción tropezó con alguien.
—¡Oh! —se volteó rápidamente, algo mareado y desubicado, tambaleándose en su lugar.
Y esa fue la primera vez.
Entre luces, risas y ambos mojados de cerveza porque James la había derramado.
Si hubiera sabido en ese momento que su vida estaba por cambiar, que los ojos de Regulus marcarían el paso de la canción del resto de su vida, tal vez hubiera pasado el tiempo que lo llevó allí sin preocuparse tanto, sin sentirse tan desesperanzado, porque era lógico que todo comenzara allí, que todos los caminos los llevaran allí.
Sus ojos azules vibrantes con un matiz de gris eran como un lugar familiar que había olvidado, y podría haber jurado que en ellos estaba el resplandor de las estrellas.
—Oh…
El destino no advierte cuándo jugará sus cartas más importantes, solo llega y te arrebata el aire en un segundo y… todo es diferente
—¡Lo siento! Derramé tu bebida.
—No pasa nada —respondió el pelinegro con cansancio.
—Dios, que vergüenza.
—En verdad no es nada —recalcó con tranquilidad y, tal vez, algo de molestia.
Quería moverse, ayudarlo a buscar algo con que secar su ropa, pero se quedó hipnotizado, incapaz de apartar la vista de sus ojos centelleantes. Como si estuviera atrapado en un trance, como si el mundo a su alrededor se hubiera desvanecido, como si su rostro fuera su nuevo programa favorito, o estuviera envuelto por primera vez en el misterio de su pintura favorita: “Los amantes” de René Magritte.
La música, el ruido de la gente, todo se había silenciado. Solo existían ellos dos, en ese pequeño espacio de la concurrida sala. La pregunta flotaba en el aire: “¿Soy el único que siente esto?”
—Todo está bien —una sonrisa casi imperceptible—, en serio.
Oh no.
—Te compraré otra cerveza —dijo de inmediato, y sin esperar a que respondiera, lo tomó de la mano y se hizo paso entre las personas hacia el bar.
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—Las reglas son… —empezó Moony.
—¡Que no hay reglas! —lo interrumpió Sirius emocionado. Había empezado a beber desde el ensayo de la boda. Remus se llevó una mano a la frente con frustración.
—Tenemos tres sorpresas —siguió Peter emocionado—, cada una planeada por uno de nosotros. La primera es la de Sirius…
James sonrió ampliamente. No estaba seguro de poder sentirse más feliz que en ese momento, pero aún no era un hombre casado.
—¿Cuál es la primera sorpresa, entonces?
—Señoras y señores…. Prepárense para el evento principal y más importante de la noche, patrocinado por nada más y nada menos que Sirius Orion Black, el único y el más importante, y la magnífica herencia de su tío Alphard —Sirius se colgó del cuello de James y besó su mejilla con fuerza. James, entre risas, se restregó el lugar en donde lo había babeado—. ¡Hoy vamos en un viaje astronomico! Y nuestra primera parada es: ¡La luna!
“The moon”.
Esa era la primera parada. Aquel bar que los había visto convertirse en adultos y en donde había conocido a Regulus. Los merodeadores habían organizado un evento en su honor. Una fiesta de máscaras, porque James adoraba disfrazarse, con su música preferida sonando toda la noche y bebidas ilimitadas cortesía de sus mejores amigos.
Sirius, Peter y James bebieron hasta olvidar su nombre. Gracias a Dios, Marlene los había convencido de celebrar la despedida de soltero dos noches antes del día de la boda, porque no sabía cómo iban a despertarse mañana.
—Auuu, auuu, auuu —aulló Sirius mientras se tomaba de golpe una fila de tres shots de whiskey. Peter no se quedó atrás y tomó cuatro, solo para demostrar que podía hacerlo mejor. Remus había dejado de tomar, porque “alguien tenía que cuidar sus patéticos traseros” , pero estaba disfrutando como si lo estuviera haciendo.
—¡OH! —saltó Sirius repentinamente—. Oh… ya están aquí —gritó con emoción—. ¡Ya están aquí, Prongs!
James se rió sin entender nada.
—¿Quienes?
De un momento a otro, la música tuvo un cambio brusco, la canción de YMCA reproduciendose en los altavoces a todo volumen, y las luces se convirtieron en un prisma de colores y formas. Vieron avanzar a una fila de hombres vestidos de animales desde la entrada, modelando y bailando hacia la pista. Las palmadas comenzaron a inundar el bar. Nadie parecía saber qué estaba pasando.
—¡Strippers! —anunció Sirius entusiasmado.
De repente, con un movimiento rápido y sincronizado, las cuatro figuras se arrancaron las camisetas y pantalones, revelando una hilera de torsos desnudos y relucientes. El público estalló en aplausos y gritos.
— Mierda… —susurró James preocupado—, estoy en problemas.
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Muchos dirían que fue ridículo.
Haberle invitado una copa a Regulus para ganarse el suficiente tiempo para ganarse la oportunidad de bailar con él, para luego invitarlo a salir del bar y poder apreciarlo como se debía, para conocer lo que había detrás de la brisa gélida de su mirada.
Hablar con Regulus era fácil. ¿Lo había conocido hace 20 segundos o hace 20 años?
—Soy un poeta —le confesó entre las sombras del callejón. Ambos estaban sentados en el segundo piso de la escalera de emergencia del edificio. Podían haberse caído en cualquier momento pero James hacía cosas tontas como esas cuando estaba lo suficientemente borracho y le había parecido adorable tener que ayudar a Regulus a escalar—, aún no me acostumbro a decirlo…
—Sé cómo se siente —respondió James con gracia.
—¿También escribes?
—¡Oh! No, no, no —sonrió—. Arreglo carros, soy mecánico.
—Ah…
—¡Ahí está! ¿Ves? Esa es la respuesta de todos. James, ¿por qué trabajar como mecánico cuando tu objetivo en la vida era convertirte en un astronauta?
—¿Enserio?
—De pequeño —aclaró pícaramente y soltó otra risa—, pero en realidad estuve estudiando Ingeniería Robótica por casi toda la duración de la carrera.
—Eso es…
—¿Irónico? ¿Patético? —se rio de nuevo—. Lo he escuchado todo.
Regulus frunció el ceño y se quedó callado. James descubriría con el tiempo, que Regulus no era tímido, solo procesaba las cosas a un tiempo diferente. En ese momento, lo interpretó como desaprobación y se sintió algo avergonzado de sí mismo. ¿Por qué tuvo que decir eso?
—¿De qué trata tu libro? —le preguntó para evadir la continuación de esa conversación.
Regulus suspiró pesadamente y fijó la mirada en el suelo bajo sus pies. Se tardó unos segundos, pero luego simplemente comenzó a recitar:
— “Estoy en riesgo de fuga con miedo a caerme. Preguntándome por qué nos preocupamos por el amor, si nunca dura.”
A James se le arrugó el corazón.
Despecho.
Mal de amores.
Sus palabras eran como magia.
James suspiró también, apoyando los brazos sobre el barandal de la escalera. Se quedaron en silencio por unos minutos más antes de que James divisara algo a la distancia y con repentino entusiasmo dijera:—. Hey, ¿Regulus? ¿quieres ir en una aventura?
—¿Una aventura?
James sonrió diabólicamente.
—Una aventura…
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—Barty, dime por Dios que lo que estoy viendo no son strippers a punto de entrar al bar en el que está mi muy soltero y aún no casado esposo.
Barty y Evan soltaron una carcajada.
—Esto es tan Sirius Black —exclamó Barty desde el asiento del copiloto, casi sin poder respirar de lo mucho que se estaba riendo.
—Tenemos que hacer algo.
En la entrada se encontraban cuatro hombres musculosos, vestidos con disfraces de animales que no dejaban mucho a la imaginación. Un mapache, un zorro, un perro y un gato.
—Podrías sobornarlos para que se vayan a su casa —recomendó.
—¿Y dejar que mi hermano sepa que estuve espiándolo? Nah, tiene que haber otra forma.
Barty volvió a reírse inconteniblemente.
—Bueno, a menos de que sepas cómo convertir a estos cuatro bombones en ogros asquerosos tendrás que soportar que tu futuro esposo se los coma con la mirada toda la noche. Es gracioso, si lo piensas, ¿Crees que alguien pueda morir por un calentón de huevos? ¿Crees que lo tengan que llevar a emergencias?
Regulus, consumido por la ira y la impotencia, azotó su cabeza contra el volante del auto. Evan golpeó fuertemente a Barty en el brazo, en un intento de silenciarlo.
—Todo va a estar bien, Reg —intentó calmarlo—. No conozco a nadie más fiel que James Potter.
—No —replicó decidido—. No, no lo voy a permitir. Si alguien va a someter a mi novio esta noche ese seré yo.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó preocupado.
Regulus abrió la puerta del coche con fuerza.
—¡Vamos! Tengo una idea.
—Uhhhh, ¡hora de comenzar el show! —exclamó Barty emocionado.
Tres pares de pisadas de camino hacia la entrada de The Moon tenían un solo propósito: proteger y salvaguardar la dignidad de James Potter.
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Por primera vez en diez años, a Regulus Black le dolía el estómago por reírse tanto.
James lo llevó al parque más cercano, en donde se persiguieron hasta acabar en el suelo uno encima del otro, se retaron a ver quién pasaba los obstáculos más rápido hasta el tobogán y quién aterrizaba más lejos desde los columpios.
Regulus se juraba a sí mismo que era culpa del alcohol, que había accedido en esa estúpida aventura solamente porque podía y definitivamente no porque nunca había sentido una conexión tan rápida con alguien más.
A Sirius le había tomado dos años lograr sacarle una sonrisa después de haberse ido de Grimmauld Place, James Potter lo había logrado en dos segundos.
No.
Era el alcohol.
Pero, ¿lo era?
Nadie había llevado a su niño interior a esos lugares. Aquellos en los que estaba permitido reírse y sonreír. No tener que ser un adulto todo el tiempo. James reía porque podía, Regulus lo hacía porque así los demás no se preocupaban por él. Nunca había experimentado una felicidad libre como esa.
Suspiró.
—Hace mucho tiempo que no me reía así.
Estaban sentados en el pasto, lado a lado, con los hombres rozando ligeramente.
—Deberías hacerlo más seguido —dijo James, recuperando el aire, y luego, increíblemente:—, tu sonrisa es hermosa.
Las mariposas en su estómago se elevaron en el aire y dieron vueltas dentro de él.
Merde.
Este chico no podía ser real. Con su visión positiva y al mismo tiempo realista del mundo, dispuesto a desperdiciar horas de su vida para hacerlo sonreír porque “era hermoso”.
Nadie le había dicho nunca que era hermoso.
Regulus solo conocía desesperación, obsesión y éxtasis. Lo único que quería, y sabía hacer, era tomarlo en ese mismo lugar, en ese mismo momento. No podía creer lo bien que lo había hecho sentir algo tan monumentalmente romántico.
Ninguno de los dos se había atrevido a cruzar la línea del coqueteo durante toda la noche. Habían hablado de sus trabajos, de sus amigos, de Nueva York, pero no de lo que pasaba entre ellos. Esas cuatro palabras dejaban claro que James no estaba jugando, que en realidad estaba interesado.
—Bésame —le pidió seriamente.
James soltó una carcajada.
—¿Qué?
—Quieres hacerlo, ¿no es así? Llevas media hora mirándome como si quisieras besarme.
Un leve rubor subió desde el cuello de James a sus mejillas y nunca había visto nada más adorable.
—Dios —volvió a reír, avergonzado, pero Regulus no flaqueó. Se levantó y se sentó de arcadas en su regazo, ante su sorpresa—.
Mierda…
—¿No dijiste algo sobre ser el más valiente de tu grupo de amigos? —lo provocó.
Lo tenía exactamente donde lo quería y podía sentir la electricidad cruzando entre sus cuerpos. James lo quería tener y Regulus quería ser suyo. Solo por una noche, luego podían volver a ser completos desconocidos. Luego podían olvidarse el uno del otro para siempre. La ciudad era lo suficientemente grande como para no encontrarse de nuevo. Podían guardar ese recuerdo, esa noche, como algo maravilloso y efímero. Algo que pasa una vez en la vida. Porque nada como aquello duraba para siempre.
James tomó sus mejillas entre sus manos y trazó, con un toque delicado y seductor, el contorno de sus labios.
—
Bésame
—le pidió de nuevo, suavemente. James unió sus frentes. Su respiración entrecortada no lo dejaba responder. Quería hacerlo también, Regulus lo sabía. Acortó la distancia, lentamente, saboreando la manera en que su cuerpo encajaba en el suyo, y rozó sus labios ligeramente, pero no lo besó—. Ambos lo queremos, bésame.
Se apartó lentamente.
—No puedo —soltó una risa incrédula—. Quiero que hagamos esto bien —abrió los ojos y lo miró decidido—, ¿cuándo estemos sobrios?
Regulus maldijo a los astros, a los dioses y a sus padres por traerlo a ese planeta a sufrir de esta manera.
James era dulce, era perfecto. Otra persona hubiera quedado completamente hechizada, pero Regulus no era esa persona.
Regulus se alejó lentamente, se levantó, y caminó hacia la calle listo para regresar. Era eso o nada, no había nada más que ofrecer. En pleno día, si estuvieran sobrios, lejos de aquel paraíso inventado, serían otras personas. No sería el chico de la sonrisa hermosa que James pensaba que era. Lo mejor era ahorrarle la decepción.
—Es tiempo de volver —dijo serio.
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Regulus no se sabía los pasos de la canción YMCA, mientras que Evan y Barty parecían haber nacido para bailarla, pero esa era la única manera de asegurarse de que nadie más tocara a James y estaba dispuesto a fingir que todas las noches se quitaba la ropa frente a un centenar de personas e interpretaba aquella coreografía.
♫ It's fun to stay at the Y.M.C.A.
El único stripper real que quedaba, su nombre era José y estaba vestido de perro, coordinaba sus pasos.
♫ They have everything for young men to enjoy
You can hang out with all the boys
—Lo más importante es que te diviertas mientras bailas. ¡Sonríe y deja que la música te contagie! —le dijo mientras daba una vuelta en su lugar.
Se iba a divertir matando a Sirius al día siguiente.
Se sonrojó de pies a cabeza cuando tuvo que quitarse la ropa, quedando solamente en el antifaz con orejas de gato negro, unos boxers de latex y unas botas que le quedaban demasiado grandes. Esperaba que nadie prestara mucha atención al hecho de que, realmente, no tenía el cuerpo de un bailarín.
José fue lo suficientemente amable como para dirigir su procesión hacia la mesa de James, Sirius y Peter, evitando así que cualquier otra persona los tocara.
Evan estaba demasiado cómodo bailando sobre el regazo de Remus Lupin, y Sirius, quien debería estar completamente ofendido, estaba depravando por completo a Evan al mismo tiempo.
Denle una cuchara. Se sacaría los ojos allí mismo si pudiera.
Barty también estaba ultrajando a Peter, no había más palabras para ello, honestamente, temía por su integridad. Su cara estaba demasiado cerca de sus partes privadas y parecía estar disfrutándolo un poquito demasiado.
Y ¿él?
Regulus respiró profundo y se dirigió con la poca dignidad que le quedaba hacia James, quien parecía no saber qué hacer con sus manos y las tenía levantadas en el aire, tratando de mantener la distancia entre ellos.
—Esto no es una buena idea, me voy a casar en dos días así que… —se rió nervioso, apartándose hasta caer en la silla de su mesa.
Regulus aprovechó el momento para subir una de las botas sobre el apoya brazos y comenzó a mover las caderas al ritmo de la segunda canción (Imposiblemente, más vergonzosa que la primera).
James cerró los ojos de inmediato y una media sonrisa se le dibujó en el rostro, orgulloso de la resistencia de su futuro esposo, quien intentó escapar de su cautiverio, pero Regulus lo detuvo con una mano en su pecho y lo empujó de vuelta.
—No vas a ningún lado —le dijo haciendo su voz unos dos tonos más grave.
Sonrió de lado.
Ver a James completamente a su mercer hacía cosas indecentes en él. Tal vez podía aprovechar la situación. Tal vez podía divertirse un poco.
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Went home and tried to stalk you on the internet
Now I've read all of the books beside your bed
Regulus no hacía ese tipo de cosas, eran demasiado denigrantes, demasiado patéticas, pero en ese momento se encontraba buscando el perfíl de James Potter en el instagram de su hermano. Aún recordaba el final de aquella noche con verguenza:
“¡Regulus! ¿En dónde carajos estabas?”, le preguntó Sirius preocupado cuando llegó de vuelta al bar.
“Lo siento”, respondió serio e incómodo.
“¡Potter! ¿Tú también? ¿A dónde habías ido?”, abrazó animado al chico a sus espaldas, quien aparentemente era… James. Su mejor amigo James. James…. Potter. El mismo James con el que había pasado la primera parte de la noche mientras Sirius lo buscaba frenéticamente porque se había ido directamente del aeropuerto al bar sin esperar a que Kreacher llegara por él. El mismo James en el que se había subido y al que había suplicado que lo besara. “Ven aquí, te quiero presentar a mi hermano menor…”
No estaba seguro de no haber muerto en ese momento, estaba seguro, al menos, de que había perdido toda su dignidad, porque la posibilidad de olvidar que esa noche alguna vez había ocurrido, su mejor táctica de evasión, acaba de desvanecerse frente a sus ojos.
El resto de la noche evitó a James Potter.
La única razón por la que se encontraba en Nueva York era para visitar a Sirius durante las vacaciones de invierno. A Sirius lo habían desheredado y expulsado de la familia más de cuatro años atrás y era difícil coordinar sus tiempos, pero ese año lo habían logrado.
Ya con un libro de poemas publicado y otro en proceso, sus maestros y publicista le aseguraban que tenía una reluciente carrera por delante como autor si solo se esforzaba ahora y aceptaba los sacrificios de la profesión. Eso requería que su residencia permanente estuviera en Londres.
Cualquiera pensaría que era una persona sensata, pero no, porque Regulus estaba analizando todas y cada una de las fotos que James Potter tenía en su Instagram en busca de algo que le dijera por qué, cuando Regulus procedió a ignorarlo por el resto de la noche, James no fue a perseguirlo hasta que cediera.
Sirius aparecía en la mayoría de ellas, Remus en algunas, una chica de cabello oscuro y ondulado, otro chico pelirrojo, Peter…. y… soltó el celular como si quemara.
—
No.
La otra mitad de su Instagram estaba dedicada a fotos de él y un infante de no más de tres años. En la mayoría salían solo ellos dos: paseando a su perro, jugando en el parque, comiendo, en la hora del baño, pero en otras se encontraba una hermosa chica de cabello pelirrojo que relucía de felicidad a su lado.
—Ah…
Debió haberlo asumido.
Era clásico en su vida, perder la fé por completo en la humanidad cuando acababa de considerar recuperarla. Cualquiera pensaría que ya estaba acostumbrado, pero el universo siempre encontraba maneras de joderlo. Porque James Potter no solo tenía un hijo de tres años, también estaba casado con la chica más hermosa que había visto en su vida.
—
Connard.