ID de la obra: 243

Paper Rings

Mezcla
PG-13
Finalizada
3
El trabajo participa en el concurso «Harry Potter: El Capítulo Perdido»
Fechas del concurso: 26.06.25 - 13.08.25
Inicio de la votación: 12.07.25
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46 páginas, 3 capítulos
Descripción:
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The Paper Rings

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The Paper Rings   —¿LSD? —gritó Peter. —Todo estará bien mientras nadie pierda la calma —les aseguró Moony, utilizando la voz de autoridad que usaba cuando quería que todos lo tomaran en serio. Y todos lo hacían. Peter miraba a James con preocupación. Acomodó el cabello mojado de su frente a un lado mientras él miraba las paredes con fascinación, como si allí se encontrara un espectáculo de luces que solo él podía ver. —¿Quieres agua, Prongs?  —Hay mucha agua en este lugar, Pete —le comentó con gracia. —Dime que no te bebiste el agua de la piscina. James miró el agua de la piscina confundido. —La gente hace pis en la piscina, estaría tomando su… —¡Esta noche es épica! —exclamó Sirius emocionado. El único que podía estar contento en medio de una situación así—. James… ¡No podía haber salido mejor si lo hubiera planeado! —James le sonrió de lado a lado. Hacer feliz a sus amigos era una de sus cosas favoritas. —Callate, Sirius —lo regañó Remus—, vamos a lanzar las cubetas de pintura al agua. Prongs nos va a matar si no terminamos esto, y tenemos que hacer tiempo antes de regresarlo a casa. Pete, asegúrate de que no intente lanzarse de nuevo. —De acuerdo. —¡Espera! —Sirius lo tomó del brazo, deteniendolo—. Estaba pensando… que tal vez uno de nosotros debería consumir un poco con James.  Remus pestañeó varias veces perplejo. —Estás bromeando —lo miró muy serio—. Estás bromeando, ¿cierto? Dime que estás bromeando. —No hay nada peor que ir en un viaje solo, Moony. Tu lo sabes mejor que nadie. Necesitas a alguien que te ponga los pies en la tierra para no tener un mal rato. James soltó una risita aguda desde las bancas. Remus se llevó una mano al puente de la nariz y respiró profundo, estuvo así por unos segundos y luego pateó una de las cubetas de pintura con fuerza dentro de la piscina, ocasionando un estruendo que hizo eco en cada rincón de la estancia y asustándolos a todos.  Sirius abrió los ojos con sorpresa y se encogió en sí mismo. La ira de Remus permeaba como si fuera neblina venenosa. Ambos, Peter y Sirius, se quedaron en un silencio súbito. James miraba a Remus preocupado ahora. —Escúchame bien, Sirius —lo apuntó con un dedo, alzando la voz sin realidad hacerlo. Como el ojo de un huracán, preservando la poca calma antes del desastre—. Nadie va a tocar el resto de esas malditas galletas o juro por mi madre que les cortaré una mano y la colgaré en el apartamento de Londres junto a esas asquerosas cabezas de venado que tu mamá confundió por decoración. —¿Yo qué hice? —preguntó Peter nervioso por lo bajo. —¡Por si alguien más tiene alguna otra brillante idea! —gritó mientras pateaba otra de las cubetas de pintura y brillantina al agua y el color rojo se mezclaba con las luces y las ondas.       ‿︵‿︵‿︵୨୧ · · ♡ · · ୨୧‿︵‿︵‿︵        Antes de que salieran de Grimmauld Place, Regulus y Remus tuvieron una charla corta y amena. Su relación era simple, sin complicaciones, y en un mundo en donde todo se salia de control al menos una vez a la semana, Remus apreciaba la tranquilidad.  Minutos antes de que salieran de camino al bar, ambos se encontraban en la terraza, compartiendo el último cigarrillo de su cajetilla. —Entonces… La “mercancía” es para Pandora. ¿Haces eso muy seguido? —¿Qué? —le preguntó mientras inhalaba una calada.  —Conseguir la “mercancía”. —¿Me estás preguntando si vendo drogas, Reggie? —Ambos rieron por lo bajo.  Regulus apoyó sus brazos en el barandal y miró al horizonte con el ceño fruncido, al mar de edificios de techos de Londres. Estaba ansioso. Sus pies inquietos y sus dedos golpeteando intranquilos, eran una escena fuera de lo común para Remus, que estaba acostumbrado a verlo siempre bajo control. —No —aclaró—, es que un viejo amigo de la universidad tiene otros amigos que... ya sabes, pueden conseguir ese tipo de cosas —una sonrisa ladeada. —Contactos — añadió con perspicacia. Regulus sonrió y asintió con la cabeza. No despegó su vista de los techos de adoquines. —¿Puedes hacerme un favor? Remus lo miró de reojo, extrañado ante la seriedad de esa pregunta. Regulus no pedía favores. Se irguió en su lugar y dijo: —Claro. Se tomó un par de segundos antes de volver a decir algo. —Cuida a James, ¿de acuerdo? Solo asegúrate de que nada malo le pase. No puedo confiar en mi hermano y Peter… bueno, Peter no es mejor que Sirius. Me preocupo demasiado por él —una sonrisa irónica se dibujó en sus labios—, es lo que pasa cuando le entregas un pedazo de tu corazón a otra persona. Nunca sabes con certeza cómo lo cuidarán para no perderlo. Así que Remus se había encargado de cumplir su promesa.  Se había rehusado a tomar tanto como los demás en el bar, fue el conductor designado, se aseguró de que nadie en la escuela los molestara (aunque no entendía como el guardia de seguridad los había encontrado), y todo había salido sorprendete bien hasta el momento en el que dejó solo a James por dos minutos. Como todo en su vida, algo tenía que salir mal. Estaban manejando de camino a la última locación. James con la cabeza fuera de la ventana de la camioneta con su lengua por fuera como si fuera un perro, y Sirius y Peter gritando a todo pulmón la letra de “Can’t fight this feeling” de REO Speedwagon.  Miraba las líneas de la carretera difuminarse con el ceño fruncido, concentrado en no salirse del carril. Maldita sea. Solo tenía un trabajo. Regulus lo iba a matar.     ‿︵‿︵‿︵୨୧ · · ♡ · · ୨୧‿︵‿︵‿︵        —¡La casa del árbol! —exclamó James con una mezcla de emoción e incredulidad mientras señalaba la estructura que se alzaba entre las ramas de un viejo roble. Sus ojos brillaban con nostalgia—. ¿En verdad estamos aquí? —No podía creer que después de tantos años, la casa del árbol permaneciera intacta. Se acercó a sus amigos y lo recibieron con los brazos abiertos en un coro de “awws”.  —Aquí fue donde nos conocimos, ¿recuerdas? —preguntó Sirius. Ojos viajando por la calle de las memorias. La casa del árbol no era solo una estructura de madera y hojas. Era un símbolo de su amistad, un refugio, el lugar donde sus vidas tomaron vuelo. Remus y Peter habían conocido a James y Sirius en Nueva York, pero la historia de ellos dos se remontaba a más de una década atrás. El día en que Sirius escapó de Grimmauld Place.  Sin saber a dónde ir, el destino lo guió hacia la casa del árbol de la familia Potter, en donde durmió para resguardarse de la lluvia. James lo encontró al siguiente día, mojado y tiritando de frío, e inmediatamente le había llevado una manta y comida.  Lo supo desde que lo vio por primera vez. Desde que el primer latido de su corazón le pidió que lo cuidara. Este chico roto que necesitaba un lugar en el que curar sus heridas era importante. Se convertiría en la persona más importante de su vida. Porque había algo en Sirius que era irremplazable. La manera en que entendía y era capaz de querer a James tan honesta y abiertamente. Sin miedo a perderlo, sin miedo a herirlo, sin miedo a equivocarse. Le dio algo que nunca había anhelado y que, al mismo tiempo, siempre había esperado conseguir. Le agradaba a todos, ¿cierto? James era ese tipo de persona que era fácil de querer. Pero no fue hasta que Sirius llegó a su vida, que se dio cuenta de lo que significa que realmente te amaran. Sirius fue su primer amor, de una manera completamente platónica. Vivió en la casa del árbol por una semana y media antes de que los Potter se enteraran de su existencia. Después de eso, nunca regresó a Grimmauld Place. Cuando anunció que se mudaría del país, James lo siguió ciegamente. Y entonces el amor solo se multiplicó cuando conoció a Remus y Peter. Pero entonces, ¿por qué Peter, de todos ellos, los había llevado hasta allí cuando no tenía parte en las memorias creadas en ese lugar? Era difícil de comprender, pero James lo entendió. James lo miró con una adoración incomparable escrita en los ojos. Ese era Peter, el mejor de ellos, la persona que verdaderamente podía ver a través de James Potter. No siempre hacía lo que esperaba que hiciera, pero siempre lo que necesitaba. —Siempre hablabas de lo importante que era este lugar para ustedes, así que pensé: ¿por qué dejarles a estos dos idiotas todo el protagonismo cuando puedo secuestrar su lugar preferido de la infancia y convertirlo en nuestro? —bromeó, un poco nervioso. James se acercó y lo abrazó tan fuerte como si pudiera romperlo en dos. —Worms… —no tenía palabras. —No es nada. Le pedí permiso a la familia que se mudó aquí después de ustedes, los Granger, y dijeron que estaba bien. Podemos estar aquí mientras no hagamos tanto escándalo. Son personas agradables, los nuevos dueños, pensé que te gustaría saberlo —Peter se rió por lo bajo y a James se le llenaron de nuevo los ojos de lágrimas. —¡Maldita sea! —suspiró Sirius—. No puedo creer que a Pettigrew se le ocurriera algo mejor que a mí. Sirius pareció verdaderamente molesto por unos segundos, y después, una sonrisa de complicidad se dibujó en su rostro y también se acercó para abrazar estrechamente a Peter. Remus se unió a la alegría del momento. Los cuatro subieron la angosta escalera hasta el tope de la casa del árbol. Todos temían por James, pero había escalado como si no hubiera pasado un solo día desde la última vez. —Y allí —James apuntó al lugar en el campo donde la hierba alta se ondulaba con el viento y las flores silvestres salpicaban el paisaje como pinceladas de colores—, fue donde Sirius se rompió la pierna jugando Rugby. —Allí fue donde James besó por primera vez a una chica —Sirius apuntó al otro lado de la espesura. —¿Quién besó a quién? —le preguntó Peter, fascinado. —Oh. Prongs. ¡Definitivamente, Prongs! Nunca le tuvo miedo a las chicas. A nada, realmente. James capturó a Remus mirando a su novio con ternura. Sirius no le temía a las chicas per se, solamente no estaba interesado en ellas. Habiendo sido criado bajo los estándares de una familia tradicional, aquello había sido un conflicto moral difícil de superar. No salió del closet hasta después de sus veintes. A veces encontraba el hecho devastador, porque en ningún universo, el ser quien eres debería ser catalogado como un “ problema ”, pero lo fue para él por mucho tiempo. —Tal vez debiste haberles temido un poquito más —bromeó Remus, chocando su hombro con el de él y aligerando la conversación—, tal vez así no hubieras dejado a Lily embarazada después de dos semanas de haberla conocido. Todos rieron y James ocultó su rostro en el pecho de Peter con vergüenza. Después de tanto tiempo, se podían permitir bromear al respecto. Todo había salido bien al final. Se quedaron en un silencio contemplativo. Era una noche hermosa. La luna plateada bañaba el paisaje con una luz tenue, creando un juego de sombras y claros entre los árboles. El canto de los grillos y el ulular de los búhos llenaban el aire de una melodía nocturna. Un cielo tapizado de estrellas brillaba con intensidad. La brisa fresca acariciaba sus rostros, llevándoles el susurro de las hojas secas. La belleza del entorno les llenaba de paz y serenidad, olvidando por un momento sus preocupaciones. —Este lugar es verdaderamente impresionante —reflexionó Peter. —Lo es —suspiró James, mientras Sirius colocaba su cabeza encima del hombro de Remus y le tomaba la mano discretamente— ¿Creen que las cosas cambien mucho después de mañana? —¡Pff! —Sirius resopló por lo bajo. —Creo que —respondió Remus—, probablemente cambien. Así como cambiaron cuando llegó Harry, o cuando Sirius y yo nos mudamos juntos, o cuando Peter encontró trabajo al otro lado del país, pero hemos sido capaz de navegar esos cambios antes ¿Por qué no seríamos capaces de hacerlo ahora? James asintió con la cabeza, con la mirada aún fija en las estrellas. —Tienes razón, Moony. —Moony siempre tiene la razón —rezongó Sirius. Remus se rió y arropó a su novio con su suéter, notando que comenzaba a hacerse pequeño, intentando calentarse. James no sabía si eran las drogas. Si se debía a que estaban de vuelta allí, en donde había encontrado a Sirius doce años antes cubierto en cicatrices y quemaduras, y ahora estaba a su lado, sano, salvo, tomado de la mano con el amor de su vida. No sabía si era el hecho de que, después de tanto tiempo, podía compartir ese lugar con todos sus amigos. No sabía si eran los recuerdos o el futuro. No sabía si era el hecho de que estaba a punto de casarse con Regulus y ¿no era eso completamente loco? ¿que pudiera tenerlo todo? Pero a veces le parecía que había descubierto algún tipo de secreto existencial. Había descubierto cómo ser feliz en el rostro del cambio. —Los amo —dijo seguro. Sirius fue el primero en secundar. —También te amamos, Prongs. Peter fue el segundo. —Estamos orgullosos de tí. Y casi se suelta a llorar al escucharlo.  No era como si no lo hubiera escuchado antes, pero a veces sentía que había cometido errores irreversibles que habían puesto su vida en el camino opuesto al que debió de seguir. En muchas ocasiones se encontró a sí mismo preguntando: ¿estoy haciendo bien las cosas? ¿estuvo bien dejar la escuela para dedicarse a cuidar a Harry? ¿para darle una oportunidad de brillar a Lily en todas las maneras en que se merecía hacerlo? ¿en verdad había tanto valor en la osadía como en una vida simple? Y, sin embargo, de no haberlo hecho no hubiera llegado allí, a la mejor noche de su vida.  En momentos como ese se preguntaba: ¿Estarían sus padres orgullosos de la persona en la que se había convertido? ¿Lo podían ver desde allá arriba? Esperaba que lo estuvieran. Hubieran amado a Regulus tanto como él. ¿No era eso lo mejor y más triste que había pasado por su cabeza?       ‿︵‿︵‿︵୨୧ · · ♡ · · ୨୧‿︵‿︵‿︵      Which takes me back To the color that we painted your brother's wall       Para la tercera vez en que Regulus visitó Nueva York, él y James habían quedado en el acuerdo implícito de retomar su relación cada que se encontraran de nuevo. ¿Estaba bien con ello? Verdaderamente no lo sabía. James siempre quería más. Había intentado salir con otras personas en el interín, pero sus relaciones siempre palidecían en contraste con la que tenía con Regulus.  Harry ocupaba la mayor parte de su tiempo de todas formas. A la edad de cuatro años su curiosidad explotó. Preguntaba sobre todo, todo el tiempo, y solo tenía dos modos: hiperactivo o agotado. James apenas podía llevarle el ritmo. Lily era una bendición, y ahora que había definido su relación con Mary, ambas pasaban una gran cantidad de tiempo con Harry, lo que James agradecía en demasía. Ese verano, Sirius y Remus se mudaron a un pequeño apartamento en Fresh Meadows, un poco apartados de James, pero no les importaba tomar el viaje para verlo y viceversa. Durante la segunda semana de Regulus en Nueva York, Sirius les designó tareas en la remodelación. (“Si vas a estar aquí de a gratis, al menos colabora en las tareas de la casa”).  Estaban pintando las paredes del estudio de Remus de color marrón cuando James se sobresaltó al sentir algo extraño en la punta de su nariz. —No acabas de hacer eso —amenazó con gracia. Regulus lo miraba con picardía a su lado. Había pintado su nariz, y luego, solo porque podía, dibujó una línea vertical a lo largo de su brazo. —¿Qué vas a hacer al respecto? —lo retó entre risas. El pecho de James se arrugó con felicidad de la manera en que siempre lo hacía cuando estaban juntos, de la misma manera en que lo hacía cuando se preguntaba: ¿Por qué no podemos tener esto siempre? —¿En verdad quieres averiguarlo? —lo desafió. Caminó hacia él, guiándolo con suavidad contra una de las paredes aún húmedas de la habitación. Y lo besó. Lo besó, lo besó y lo besó. Hasta dejarlo sin aire y haciendo que todo pensamiento coherente lo abandonara. La luz tenue resaltaba sus ojos color gris oceánico y la curva de sus labios. Regulus sonreía entre besos. Su corazón cantaba. Besar a Regulus se había convertido en su deporte favorito. Subió las manos por su torso, recorriendo cada línea de sus músculos hasta que bajó de nuevo a sus caderas y lo atrapó allí. Regulus gimió entre besos, invitándolo a continuar. El corazón se le inflaba con emociones que no podía explicar cada que lo tenía entre sus brazos.  —¡Olvidé la… —un gruñido ahogado los separó de un momento a otro y Sirius cerró la puerta de un golpe tras él—. ¡¿Qué carajos?! —gritó desde el otro lado de la puerta. Ambos saltaron lejos del otro en un segundo. Regulus se acomodó la camiseta con nerviosismo y miró la puerta cerrada como si estuviera en llamas. Su corazón latía con fuerza en su pecho, James lo podía escuchar desde allí. — Merde —susurró en francés mientras se llevaba una mano a la cabeza y se despeinaba el cabello con desesperación. James tragó saliva con dificultad. Su mente se llenó de preguntas y dudas. ¿Había escuchado algo? ¿Había visto algo? —¡James Potter! ¿Qué estás haciendo allí dentro con mi hermano? —volvió a gritar. Definitivamente sí. Tragó grueso, y al notar como Regulus perdía el control de la situación, cruzó la habitación y abrió la puerta, en donde encontró a Sirius. Ojos llameando con ira. —Puedo explicarlo —empezó. —¿Puedes? —le preguntó un tono más arriba de lo normal. —Escucha… —¡Estoy escuchando! —le gritó Sirius de nuevo. James se encogió de hombros. Realmente no se le ocurría cómo explicarlo. —Es decir, en realidad, la situación se explica sola… pero puedo darte detalles si quieres. Sirius jadeó con sorpresa y escándalo ante el cinismo con el que dijo aquello. —¡No! ¡Absolutamente no! ¡No quiero detalles! Dios… —miró a Regulus tras de él sorprendido—. ¡Tú! ¡Tú y yo vamos a tener una conservación muy seria! James se volteó, notando la incomodidad en el semblante del pelinegro, y negó con la cabeza suavemente. —Reggie no tiene la culpa. Si alguien tiene que disculparse, ese soy yo…  —Cállate, James —lo interrumpió Sirius inmediatamente—, conozco perfectamente a mi hermano menor. —No puedes decirme qué hacer, Sirius —le respondió Regulus, conteniendo sus emociones por un segundo y convirtiéndolas en una capa protectora que se ensanchaba alrededor de él. —¿Desde hace cuánto está pasando esto? —preguntó tajante. Regulus se quedó en silencio, mirándolo como si pudiera clavarle dagas con los ojos. —Desde que nos conocimos —respondió James en un susurro a su lado. Sirius gruñó de nuevo con frustración. —¿Desde que….? —Estaba a punto de tener un aneurisma—. No te voy a decir qué hacer, Reggie —le advirtió—, pero te voy a decir todas las maneras en que lo que estás haciendo es incorrecto. —¡Jódete, Sirius! No empecemos a hablar de códigos morales… —¡No! Tú jódete —se rió con amargura—. ¿Sabes qué? No pienso seguir solapandote más —miró a James decidido—. Supongo que ya lo sabes entonces, ¿verdad? ¿ya te contó sobre las drogas? ¿te dijo que casi tiene una sobredosis hace cuatro meses? ¿Qué? No había entendido bien. ¿Qué? No. A James se le escapó todo el aire de los pulmones de un momento a otro y miró a Regulus como si no lo conociera. El mundo se le vino encima. Un escalofrío le recorrió la espalda y sintió náuseas.  ¿Drogas? ¿Sobredosis? —No es lo que piensas, James —la voz de Regulus temblaba, sus ojos llenos de dolor y miedo. Sirius respiró profundo, caminó de un lado hacia otro y luego lo miró seriamente: —Prongs, ¿puedes dejarnos solos? Tengo que hablar con mi hermano. Y James no quería irse, pero tampoco estaba seguro de querer quedarse, porque le parecía que los fundamentos de su mundo se habían tambaleado y no entendía qué estaba sucediendo.  En sus infinitas cadenas de mensajes, Regulus nunca le había contado nada parecido. Nunca le había dicho nada sobre drogas. Estaba buscando en sus recuerdos alguna señal perdida en el subtexto. Sabía que extrañaba a Sirius. Que lo extrañaba a él y a Harr. Sabía que no la estaba pasando tan bien. Sabía que sus amigos no eran de ayuda. Una noche recibió un mensaje a mitad de la noche: “Desearía que las cosas fueran diferentes, desearía poder dejarlo todo para estar ahí” y aquello lo había preocupado, pero Regulus lo había achacado a la melancolía al día siguiente. Pero ¿drogas? Eso no lo podía haber visto venir. —Sirius yo…  —No —Sirius lo detuvo al instante—, esta pequeña mierda ya tendrá su momento de explicar las cosas para los demás, pero ahora, tengo que hablar a solas con él. Y eso fue todo. James salió de la habitación sintiéndose decepcionado de sí mismo.     ‿︵‿︵‿︵୨୧ · · ♡ · · ୨୧‿︵‿︵‿︵        —¿Cuál es tu miedo más grande? —le había preguntado una vez Regulus por teléfono. —Ser un mal padre para Harry —contestó sin pensarlo dos veces. Regulus se rió, y más tarde le diría que era “imposible que fuera un mal padre”. James no le había creído del todo, pero había sido lindo escucharlo. —¿El tuyo? —preguntó de regreso. El pelinegro se tomó el tiempo para considerar y elegir. Llegó a conocerlo tan bien que incluso podía entender sus silencios. —Despertar un día —comenzó— y darme cuenta de que todo lo que me seguía impulsando a ser mejor era falso. Ambos se quedaron en silencio, absorbiendo sus palabras.  Regulus, porque era la primera vez que las decía, y James, porque era la primera vez en que daba un vistazo en su abismo.   Fue por eso, que después de una hora de estar sentado con sus tres mejores amigos, sonriendo y suspirando,  mirando el cielo estrellado en movimiento (solo James lo veía de esa forma porque estaba volando más alto que las estrellas), comenzó a preocuparse. Verdaderamente. Más y más mientras pensaba en lo que había pasado en “The moon”. El stripper. El baile. Las manos. Los movimientos. Sabía lo mucho que significaba la lealtad y honestidad para Regulus. Era el pilar de su vida. Después de haber vivido en una casa en la que le hicieron pensar que no tenía el derecho de ser feliz, confiar en las personas no le venía naturalmente. ¿Qué le aseguraba que otras personas no pudieran engañarlo así de fácil? Lo sabía, y aún así, sus principios no habían sido lo suficientemente fuertes. Porque había dejado al bailarín en la máscara de gato tocarlo, y más importante que eso: lo había disfrutado. Cuando solo unos días antes le había jurado a su prometido que nunca necesitaría otra cosa que no fueran sus manos. ¿Qué significaba eso? Tal vez James no era tan leal como se pensaba.  Tal vez lo mejor sería acabar con todo eso antes de llevarlo más lejos y terminar decepcionando a Regulus. No podía hacer eso, ¿cierto? ¿qué decía de él? ¿qué le deparaba al resto de sus vidas?  No podía destruir la poca fé que Regulus había recuperado en la humanidad. No se lo merecía. El merecía tener solo lo mejor que James pudiera ofrecerle. ¿Era esto? ¿Era su mejor intento esto? Tal vez el universo lo había puesto en ese lugar para que se diera cuenta antes de que fuera demasiado tarde. Para prevenir una catástrofe mayor. Realmente, no había nada que pensar. Las cosas en blanco y negro: James había estado disfrutado estar con otra persona y, con ello, había quemado el camino del resto de sus vidas. Se levantó en silencio y sacó su teléfono del bolsillo decidido. —¿Padfoot? —gritó Peter desde su lado derecho. Sirius tenía los ojos cerrados y Moony estaba delineando formas en su cabeza con la punta de sus dedos. Había estado a punto de quedarse dormido. —¿Hm? —murmuró por lo bajo. —¿En dónde está James? —preguntó nervioso. —¿Qué? Moony se levantó y Sirius rodó por el suelo hasta que estuvo boca abajo. —¡Prongs! —gritó a la oscuridad de la noche. —¡Prongs! —lo secundó Peter. Se levantó del suelo y los miró confundido. —Hace unos minutos estaba allí —dijo Sirius con seguridad y molestia, apuntando al lugar vacío al lado izquierdo de ellos. —Has estado durmiendo por media hora —le comentó Remus con rapidez—. ¡James! —volvió a gritar. —Espera… —se llevó una mano a la cabeza—, no estoy entendiendo esto. —¡Prongs! —gritó Peter. —¿Me están diciendo que perdimos al novio un día antes de la boda?   ‿︵‿︵‿︵୨୧ · · ♡ · · ୨୧‿︵‿︵‿︵    I want to drive away with you I want your complications too I want your dreary Mondays   Regulus Black: (12:03 pm) ¿Podemos hablar? Regulus Black: (03:12 pm) Merezco la oportunidad de explicar lo que pasó. Regulus Black: (09:34 pm) Si quieres escucharme, voy a estar en el parque al que fuimos en la noche que nos conocimos. Mañana a las cinco de la tarde. Si no quieres hacerlo, lo entiendo, pero deberías saber que Sirius y yo llegamos a un acuerdo. No le agrada la idea de que estuviéramos juntos y no quiere que suceda de nuevo, pero el enojo se le pasará en un par de días.   James quisiera decir que tuvo una pizca de respeto por sí mismo, pero no fue así, porque a un cuarto para las cinco estaba esperando a Regulus sentado en los columpios del parque vacío a dos calles de The Moon. —No estaba seguro de que vinieras —James lo miró a los ojos sin decoro y se encogió de hombros. Regulus se sentó en el columpio a su lado y comenzó a mecerse lentamente de un lado a otro—. ¿Cómo estás? Bufó por lo bajo. —¿Cómo se supone que esté? No lo sé, Reg. Todo esto es muy extraño. —Lo sé. —¿Por qué? —preguntó sinceramente—. ¿Por qué no me lo habías contado? Regulus bajó la mirada hacia sus zapatos y siguió meciéndose. —No soy el drogadicto que mi hermano predica que soy. Solo fueron tres veces y la última salió mal. —¿Querías que saliera mal? —preguntó James preocupado. —No —cerró los ojos—. Tal vez sí, no lo sé —suspiró. —¿Por que no…? ¿Por qué no me dijiste nada? Regulus se encogió de hombros, incapaz de soltar el secreto que guardaba como su última línea de vida entre sus manos. James asintió silenciosamente y suspiró, sin saber exactamente qué hacer. —Es solo que…—estaba aterrado. Porque dentro de todos los escenarios que su ansiosa mente había diseñado, no había pintado ninguno en el que Regulus estuviera ocultando algo a propósito. Quería que confiara en él lo suficiente como para decirle cuando las cosas no iban bien—. Lamento que te sintieras así. Regulus se encogió de hombros, aún sin mirarlo, su mirada perdida en el polvo bajo sus zapatos. Entonces, tal como el polvo que se levantaba bajo sus pies, sus pensamientos comenzaron a fluir entre las grietas de su ceño fruncido. —Gran parte de ello era la presión —comenzó con la voz tan baja que James quiso pedirle que lo repitiera porque no estaba seguro de haberlo escuchado. Pero no lo hizo. Solo esperó pacientemente a que continuara—. No puedo forzarme a escribir algo que no siento y las cosas no estaban fluyendo como esperaba que lo hicieran. No había escrito nada en meses y cuando me recomendaron que lo hiciera pensé: ¿Por qué no? ¿Qué tengo que perder de todas formas? —James se apoyó en la cadena del columpio para verlo de frente—. No quería que pensaran que no lo tenía bajo control —murmuró—, no quería que supieras lo mucho que los extrañaba porque… —tomó una larga bocanada de aire—, porque entonces sabrías lo mucho que me importas. James sostuvo el aire en sus pulmones. —Tu también me importas, Reg —le contestó seguro, pero Regulus lo miró como si esperaba que entendiera algo más. —No, James —negó con la cabeza—. No es lo mismo. En verdad me importas —dijo lentamente, enunciando la última palabra. Claro. Sí, a él también le importaba, más lo que se sentía cómodo compartiendo. —Entonces… te importo, pero ¿no confías en mí? Regulus arrugó su rostro. —No creas que esto es contra tí. No confío en nadie —respondió rápidamente, y luego soltó una risa amarga—, pero si no lo hago —hizo una corta pausa— es solo porque tengo miedo a perderlos. James intentó procesarlo con cautela. Masticar correctamente antes de digerir. De tomar sus palabras, verlas por lo que eran, y tratarlas con la delicadeza con la que se trata a un animal herido. Y tal vez eso era algo que podía entender. Lo había vivido antes con Sirius, solo que ellos habían tenido años para pulir los bordes filosos de sus problemas. —Puedes confiar en mí —le prometió con seguridad—. Puedes hacerlo, Reg. No solo quiero tus buenos días, también quiero tus complicaciones, y tus inseguridades, y tus horribles lunes por la mañana. Quiero conocer tu peor versión y ser capaz de entenderla. Quiero ir contigo a donde vayas. —Eres ridículo —se mordió el labio, reprimiendo su propia felicidad. —¡Es verdad! —le aseguró, y tomó su mano para ponerla encima de su pecho—. Lo juro. Juro solemnemente que mis intenciones son honestas —no pudo contener su sonrisa por más tiempo—. ¿Tregua? Regulus soltó una risa que voló entre ellos como el viento nocturno. —Tregua —aceptó.       ‿︵‿︵‿︵୨୧ · · ♡ · · ୨୧‿︵‿︵‿︵        El conductor de Uber tocó la puerta de Grimmauld Place a las cuatro y treinta y cinco de la mañana. Regulus abrió la puerta y fue recibido por una versión alienígena de su prometido. James, apenas pudiendo ser capaz de caminar por sí mismo, entró por el recibidor haciendo un ruido descomunal. —Gracias por traerlo —le dijo Regulus al pelirrojo con traje a cuadros que lo había ayudado a llegar hasta allí—. ¿Le debe algo? El conductor sonrió cálidamente y negó con la cabeza. —No es nada, ya está pagado. Me alegro de haber tomado su viaje, no parecía decir cosas muy coherentes de camino —soltó una risa—. No creo que necesite ir a un hospital, pero lo mejor sería que se fuera a dormir. Regulus suspiró y siguió con la mirada a James mientras se tambaleaba hacia la sala. —Muchas gracias, disculpe por los inconvenientes —le tendió veinte libras y cerró la puerta tras él. Se quedó contemplando cómo James se tropezaba de camino al sofá y se cubría la cara con ambas manos. Regulus bajó el nivel de intensidad de la luz en la habitación, pensando que tal vez estaba sobreestimulado, y se fue a buscar un vaso de agua. —Me preguntaba cuándo te iban a traer de vuelta —gritó desde la cocina—, pero esperaba que al menos fuera Remus quien lo hiciera —dejó el vaso con agua en la mesa al lado del sofá y se sentó a un lado de él—. Déjame ver tus ojos —sus pupilas aún seguían dilatadas. —No saben… —murmuró James—, no saben que regresé. Regulus abrió los ojos muy grande y sacó su teléfono del bolsillo, esperando tener mil llamadas de Sirius y Remus, pero no había nada. —Esta noche solo sigue mejorando, ¿eh?       ‿︵‿︵‿︵୨୧ · · ♡ · · ୨୧‿︵‿︵‿︵    Honey, without all the exes, fights, and flaws We wouldn't be standing here so tall       Harry estaba en el asiento del carrito del supermercado tratando de llamar la atención de su padre. Sus manos jalaban del cuello de su camiseta mientras intentaba decidir qué cereal comprar y contando las libras que le quedaban con la calculadora de su celular.  —Harry… —le dijo por tercera vez—, si quieres saberlo tienes que preguntarle tú, ¿de acuerdo? Papá está ocupado comprando para nosotros. El niño buscó con la mirada a Regulus. Un puchero en su rostro. Este soltó una risa airosa y se encogió de hombros. —Lo que dijo tu papá —contestó con gracia. —¿Me bajas? —le pidió. Regulus lo alzó de los brazos fuera del asiento y lo colocó en el suelo. El pequeño Harry fue con timidez hasta donde estaba Sirius, revisando con Remus qué tipo de pasta llevar para la noche, y jaló de su chaqueta de cuero tratando de que volteara a verlo. —¿Qué pasó, Potty? James levantó la cabeza, entrecerró los ojos en su dirección y gritó: —¡Ya te dije que no le digas así! Regulus pudo ver a Sirius susurrar al oído de Harry. El pequeño se tapó la boca con una mano mientras reía inconteniblemente. Harry adoraba a Sirius y Sirius adoraba a Harry. Regulus a veces se sentía celoso de su conexión, casi igual a la que tenía con su padre. —¿Qué querías saber? —le preguntó Sirius muy serio. —Quería saber si… —puso un dedo sobre el tatuaje de las fases de la luna que tenía en el cuello—, si te ponías los tatuajes tu solo todos los días o si Moony te ayudaba. Esa vez fue Remus el que soltó una carcajada. —Ah, qué interesante pregunta… —contestó Sirius sin atisbo de burla. James los miraba con detenimiento y sospecha—, bueno, un día vino un mago oscuro y puso su varita encima de mi piel y… —¡No! —interrumpió y cruzó la distancia entre ellos, tomando a Harry de la cintura y regresando al carrito. —¡Papá! —se quejó el niño. —Eso fue suficiente, Sirius. Sabes que solo lo confundes más cuando inventas cosas. Eso había sido especialmente problemático cuando Sirius le había explicado a Harry cómo funcionaba la televisión de la casa y al día siguiente todos los niños del kinder tenían la idea de que podían liberar a la pequeña gente encerrada en su televisión interpretando sus programas favoritos. Regulus encontraba todo el asunto demasiado adorable, por lo que ocultó su sonrisa y se limitó a jugar con Harry mientras empujaba el carrito. La relación física entre Regulus y James había terminado a expensas de Sirius, pero eso había dejado espacio para algo diferente. No se habían tocado en dos semanas y Regulus a veces se ahogaba en el deseo de hacerlo, pero volvería pronto de vuelta a Londres, así que tal vez era  lo mejor. Una vez que las cosas se aclararon, y de que prometió nunca más consumir alguna otra droga que lo pudiera llevar al borde la muerte, aquel se convirtió en su mejor verano. Había sido un verano de primeras veces: La primera vez que Regulus le habló a James sobre su familia, la primera vez en que usó patines, la primera vez  que Harry fue al boliche, la primera vez que James le confesó que no podía imaginarse una vida en la que no estuviera, la primera vez que los llamaron una pareja por equivocación en el supermercado, la primera vez en que Regulus consideró que ese tipo de vida era una que podía darse el lujo de vivir. Al terminar la cena, James y Regulus tomaron el trabajo de lavar los platos en silencio, mientras uno lavaba y otro secaba. —Te vas en tres días —le recordó James. —De vuelta a la realidad —asintió Regulus con amargura. —Alguna vez has… —James se detuvo y dejó el vaso que estaba secando encima de la barra de la cocina. —¿Qué? —¿Has pensado que tal vez solo es mejor que te quedes aquí? Regulus levantó la mirada, solo para encontrar esperanza en los ojos azabache de James. —¿Aquí en Nueva York? —Sí. Quedarte a vivir con Sirius un tiempo. Sé que lo haría feliz. Eres escritor, ¿cierto? Podrías hacer tu trabajo desde donde sea. No había hecho nada más que pensar en eso por los últimos dos años, pero no podía decirle eso a James, porque entonces tendría que explicarle también por qué no había dado el paso. Ni siquiera él entendía las razones por las cuales no quería incomodarlos con su presencia. —¿Y vivir en una eterna interpretación de la vida real de: El diario de Noa? —se rió, restandole importancia—. ¡Nah! Remus y Sirius acaban de mudarse juntos, y en Londres están mis amigos y mi trabajo. James dejó la mirada fija en el vaso que había dejado en la barra. —En Nueva York está tu familia —susurró por lo bajo, congelando a Regulus—, estoy yo… —James no se atrevió a continuar con aquel tren de pensamientos. Se miraron a los ojos, perdidos en lo que no estaban diciendo, pero sabiendo muy bien a qué se refería el otro—. Si no lo digo ahora, no lo diré nunca —le confesó apenado—. Siento que hay algo especial entre nosotros, no sé si soy el único que lo siente, y si es así… bueno, olvida que dije nada, pero si tu también lo sientes, Reg… Regulus lo sentía. Lo sentía tan profundamente que a veces tenía miedo de ver dentro de sí mismo y encontrarlo. —¿Qué hay de Sirius? —fue lo único que se le ocurrió preguntar. James soltó una risa libre de preocupaciones. —Lo entendería con el tiempo, solo quiere que estés bien. Todos queremos lo mismo. Todos nos preocupamos por tí. Regulus le había dicho a James que realmente le importaba, y él no pareció haber entendido a lo que se refería en ese momento. Tal vez se debía a que tenía otra manera de expresarlo. Tal vez había estado diciéndolo todo ese tiempo con palabras invisibles: con sus besos, con su paciencia, con la manera en que lo había dejado entrar a su vida y tomar el control de ella, confiando en él; algo que Regulus no había hecho de regreso. —Es decir… si quiero, pero… pero no sé cómo —admitió avergonzado—, y hay muchas cosas esperándome de regreso en Londres. No puedo solo dejar todo y venir a vivir aquí. James agachó la cabeza y asintió. Se dibujó una sonrisa en su rostro, pero estaba manchada de tristeza y Regulus quería borrarla. Regresar al James que sostenía la valentía del universo en sus ojos. —Lo entiendo —aceptó noblemente. ¿En verdad lo hacía? Regulus no estaba seguro—. Si alguna vez te encuentras libre entonces. Si alguna vez sientes que lo que te espera aquí es de alguna forma mejor que lo que te espera allá —el anhelo en el tono de voz de James lo estaba matando—. ¿Lo considerarías? Regulus se rió por lo bajo, apretando la barra de la cocina con sus manos para no voltearse y besarlo. —Lo haría —le prometió.  “Por tí, sería capaz de hacerlo” , pensó, pero nunca lo dijo en voz alta, y al pasar los tres días se replanteó su vida entera en el avión de camino de vuelta a Londres.       ‿︵‿︵‿︵୨୧ · · ♡ · · ୨୧‿︵‿︵‿︵    Kiss me once 'cause you know I had a long night Kiss me twice 'cause it's gonna be alright Three times 'cause I've waited my whole life       —Regulus —James levantó un brazo y lo vio dejar un rastro de luz allí donde pasaba. Seguía alucinando. ¿Cuánto tiempo más iba a durar el efecto del LSD? Tragó grueso y parpadeó varias veces antes de continuar—. Reggie, tengo que decirte algo. Lo siento mucho, en verdad… No sé qué pasó. —Remus Lupin te drogó, eso fue lo que pasó —respondió rodando los ojos. —No —había verdadera desdicha en el tono de su voz—, no me refiero a eso. Dios, soy un completo idiota, lo arruiné todo. Lo siento, Reggie —estaba al borde de las lágrimas de nuevo. Había pasado todo el camino en el taxi llorando. Estaba seguro de que sus ojos estaban hinchados y enrojecidos. Sus manos alcanzaron las mejillas de su ex-futuro esposo, pensando que, tal vez, esa sería la última vez—. Te amo demasiado, en verdad no sé cómo pasó esto. —James —Regulus suspiró cansado—, solamente estás teniendo un mal viaje, ¿de acuerdo? —su voz se tornó más suave, más dulce, y lo tomó de las manos tratando de calmarlo—. Todo va a estar bien, ¿qué te parece si vamos a la cama y te duermes un rato? Negó con la cabeza y se desplomó en el suelo de rodillas frente a él, colocando sus manos en su cintura y su frente sobre su abdomen.  —Yo no quería que pasara. Sirius los contrató y… te juro por Dios que intenté escapar, pero… siempre has dicho que seamos honestos ¿No es así? Desde que tuvimos el primer malentendido prometimos nunca más hablar en indirectas —Regulus lo miraba con extrañeza—. Cuando salimos a beber, Sirius contrató unos stripper, ¿de acuerdo? Y… no podemos casarnos sin que te lo diga, Reggie, porque no entiendo qué me está pasando, no entiendo por qué ahora. —¿James? —preguntó verdaderamente preocupado. Estaba a punto de arruinar sus vidas. Solo era otra de las cosas que James había arruinado. —Al final del baile él… El stripper con el que había estado bailando —no sabía siquiera cómo decirlo—, no lo sé bien porque todo está revuelto en mi mente. El alcohol, las luces, pero creo que me besó, Reggie. —Está bien, James —intentó consolarlo. —No está bien, ¡mierda! —lágrimas de verdad comenzaron a correr por sus mejillas—. No lo detuve. Regulus se quedó muy quieto y callado, mirando la chimenea por unos segundos antes de comenzar a acariciar su cabello para tranquilizarlo. Era injusto que Regulus tuviera que recoger las piezas rotas de la persona que los había destruido. —Todo va a estar bien —le aseguró de nuevo. —No —dejó un camino de lágrimas en sus pantalones—. ¿Qué clase de persona hace algo así? No debí haber dejado que me besara. Regulus —levantó la cabeza para verlo a los ojos—, la peor parte de todo es que creo que verdaderamente no fue tan malo. Creo que yo también quería hacerlo, ¿qué significa eso? De repente, una risa sincera brotó desde el pecho de Regulus. —¿Qué? —preguntó James desubicado. —Lo siento —intentó calmarse sin resultado—, en verdad no debería estar riéndome de esto. James pensó en lo peor. Tal vez Regulus nunca había querido casarse, tal vez aquello era un alivio para él, tal vez solo esperaba la oportunidad para tomar la salida y regresar a su antigua vida. Tenía sentido. Regulus era un escritor famoso, podía tener una vida desenfrenada llena de noches alocadas interminables, ¿por qué querría conformarse con una vida en el suburbio? —Yo era el stripper, James —interrumpió. —¿Qué? —Yo te besé —confirmó—, yo era el stripper en la máscara. Le pagamos a los verdaderos bailarines para que nos dieran su ropa —¿Qué tan drogado estaba en realidad? ¿Estaría imaginando eso? Porque no tenía sentido—. En realidad, esa debió haber sido tu primera pista, el atuendo ni siquiera era de mi talla, no entiendo cómo fue que no me reconociste de inmediato. Es decir… —se encogió de hombros y alzó una ceja—, pensé que habías visto mi cuerpo suficientes veces como para reconocerlo. —Pero… —¿En verdad crees que los bailarines van por ahí besando a la gente de a gratis? —Regulus se rió por lo bajo—. Lo siento —volvió a decir serio—, sé que probablemente fue muy confuso para tí. No era mi intención. James se levantó del suelo y miró a Regulus como si fuera la primera vez que lo veía.  Entonces lo recordó: “Te veo en el altar, cariño” , cinco palabras susurradas a su oído en medio del bullicio que debieron de hacer que todo encajara, pero las había olvidado. En el estupor de la noche, el shot que habían tomado juntos a un lado del bar antes de que se fuera y sus manos en sus caderas, se le había olvidado. Se llevó una mano al pecho, recobrando lentamente los latidos de su corazón mientras Regulus contenía otra risa entre las paredes de sus labios. — Mierda —suspiró por lo bajo. Regulus sonrió con malicia, se acercó a él y dejó un beso en sus labios. Lento, seguro, eterno. Todo estaba bien. No iban a cancelar la boda. James no lo había engañado. —Sobreviviste —bromeó suavemente—, ahora solo falta que hagas lo mismo el resto de tu vida. James soltó un gruñido desde lo más profundo de su pecho y Regulus se volvió a reír. Ni siquiera recuerda en qué momento llegaron a la cama. Todo se volvió etéreo, la palidez del cuerpo de Regulus conectado con el suyo al tono de la misma canción familiar de siempre, al mismo ritmo, capturados en cada respiración y gemido. Regulus enfocadolo en el ahora . Navegando las olas de sus alucinaciones, de los colores y los sonidos. Regulus siendo su roca. Regulus siendo su ángel. Regulus siendo parte de su todo por el resto de su vida.  Nunca había experimentado un placer igual, y se dio cuenta entonces, en medio de la gloria de sus picos, de que era la persona más afortunada del mundo.     ‿︵‿︵‿︵୨୧ · · ♡ · · ୨୧‿︵‿︵‿︵        Regulus dejó por completo su amistad con Avery y Mulciber al regresar a Londres. Le hizo prometer a Barty y Dorcas que no lo dejarían volver a salir con ellos sin importar que tan difícil se pusieran las cosas. Empezó a creer en el dicho: “Dime con quién andas, y te diré quién eres” . Regresó a Nueva York dos veces más a pesar de su muy ocupado calendario. Pasaron la navidad y el verano. Ambas veces, él y James hicieron lo posible por mantener su distancia durante los primeros días y terminaron envueltos en besos y caricias antes de la segunda semana.  Cuando no se encontraba cerca de James, hablaban hasta la madrugada por teléfono o tenían “ citas ” a la distancia. Iban a ver la misma película en cines diferentes, escuchaban el mismo álbum al mismo tiempo, a veces Regulus le leía en voz alta sus pasajes favoritos del momento. James nunca pedía más de lo que Regulus podía dar, y eso, a veces, le rompía el corazón. No era suficiente, pero era lo que podían hacer con las cartas que la vida les había repartido. Regulus dejó de creer en el destino el día en que terminó de escribir su segundo libro. —La parte de la edición es la más difícil —suspiró y abrió la puerta del refrigerador, buscando algún aperitivo de medianoche—, pero luego vendrá el tour de prensa y el marketing —James se rió al otro lado de la línea. A través de la cámara podía verlo sentado en la mesa de su cocina y los dibujos de Harry pegados en el pizarrón tras de él. Se quedó en silencio unos segundos, apreciando su sonrisa; odiaba tener que borrarla con malas noticias—. Eso significa que no podré viajar durante los siguientes meses —James suspiró. Se tomó unos segundos para entender lo que significaba y luego se encogió de hombros. Su mirada de absoluta admiración y cariño no flaqueó por un segundo—. ¿No tienes ningún problema con eso? —¿Sabes? Tal vez debería —James volvió a reírse y se acercó más al teléfono. Su rostro cubriendo toda la pantalla—. Te extraño más de lo que te puedes imaginar —sus palabras nunca fallaban en hacer que los latidos de su corazón saltaran con emoción—, pero… ¡No sé! —Regulus se apoyó en la barra de la cocina con el refrigerador como su única fuente de luz y lo observó con curiosidad—. Es extraño, ¿no? Debería estar decepcionado. Y aún te extraño, podría hablarte por horas sobre todas las cosas que extraño, pero entonces tendría que ir a mi habitación y… —se rió por lo bajo y alzó una ceja—. En verdad quería verte y Harry siempre pregunta por tí, pero… Reg —se detuvo y lo miró con tanta determinación que no hubo inseguridad que lo allanara—. Te amo tanto, que es imposible que pueda querer menos para tí. Oh. “Te amo tanto…” —James… —No tienes que decir nada de regreso —el castaño no perdió la sonrisa por un segundo. Regulus dejó de creer en el destino el día en que terminó de escribir su segundo libro y decidió que el único que podía escribir el resto de su historia era él. Dos meses después, sentado en el avión de camino a Nueva York junto a Sirius, Narcissa y Draco, no podía creer a donde lo habían llevado su propias decisiones. ¿A quién se le había ocurrido darle la responsabilidad de elegir qué hacer con su vida? No estaba ni siquiera un poco capacitado para ello. —¿Estás seguro? —le preguntó a Sirius nervioso. —¡Sí! Hazme caso, a James le encantan ese tipo de muestras públicas desmedidas de amor. Regulus gruñó por lo bajo y se deslizó por su asiento. Draco se volteó con su mamá, cruzado de brazos, en un estado de protesta porque no le gustaba volar. —Mamá —exigió serio—, ¿puedo abrir la ventana? Hace mucho calor. Narcissa suspiró profundamente y miró a Regulus. —Aún tienes tiempo de escapar. Esto es a lo que te estás encadenando por el resto de tu vida. Piensalo dos veces. —¡Mamá! —se volvió a quejar Draco. Narcissa le quitó el suéter que traía puesto y sacó de su pequeño maletín unos colores y papel. Sirius sonreía de lado a lado, divertido. —Adoro a los niños —le recordó con emoción.   Al llegar al aeropuerto, lo primero que Regulus vio fue a una mata de cabello oscuro rebelde correr hacia su dirección con los brazos abiertos. —¡Reggie! —gritó Harry con emoción. Tras de él estaban Lily, Peter y Remus sosteniendo un enorme cartel en su letra que decía: “Bienbenido, Regulos”. Harry aún no sabía escribir bien. El gesto infló su corazón con una calidez que no había sentido en mucho tiempo. Le revolvió el cabello y se inclinó en el suelo para estar a su misma altura. —¡Hola, Harry! ¿Cómo has estado? —¡Bien! Todos te extrañamos mucho. Te hicimos una pancarta, ¿la ves? —apuntó al cartel que sostenían y, por primera vez, Regulus encontró los ojos y la sonrisa cálida de James. —Me encanta —le respondió honestamente. Regulus notó como Draco miraba a Harry con curiosidad y precaución, tomando muy fuerte la mano de Narcissa—. Hey, te quiero presentar a alguien —le hizo un gesto con  la mano a Draco para que se acercara, pero él se escondió tras la falda de su madre renuente. Regulus lo desafió con la mirada y Draco cedió, acercándose con cautela hacia ellos—. Este es Draco, es mi sobrino. Harry miró al otro chico con absoluta intriga, enfocado en la blancura de su cabeza. —Hola —saludó Draco entre dientes. —Tienes el cabello blanco —anunció Harry, como si fuera lo más importante sobre él. —Sí, no tiene color. Harry miró a Regulus, buscando una explicación, y luego de regreso a Draco. —No es cierto, si tiene color, mi tío Padfoot me dijo que el blanco es la combinación de todos los colores. Draco se sonrojó con pena y Regulus se rió por lo bajo de su ocurrencia.  Durante ese tiempo, todos se habían acercado y se estaban dando la bienvenida con abrazos y palmadas en la espalda. James lo miraba como si sostuviera el cielo entero en sus manos y su corazón comenzó a latir irregularmente. Respiró profundo y miró a Harry con seriedad. —Tengo algo muy importante que preguntarte, Harry. Necesito tu permiso para hacer algo. —¿Mi permiso? —señaló su pecho con un dedo. Regulus se acercó a su oído, como si estuviera diciéndole un secreto, e hizo la pregunta. Harry abrió los ojos en grande con sorpresa y luego comenzó a saltar en su lugar con emoción. Le regresó la pregunta con otra, susurros que debían quedarse solo entre ellos dos. James miraba el intercambio con curiosidad. —Es un trato entonces —le guiñó el ojo y se levantó para recibir a James. No esperó un segundo más antes de envolverlo con sus brazos y esconder su rostro en el doblez de su cuello. No entendía cómo había sobrevivido por tanto tiempo sin eso. Sin el olor a refrigerante y aceite de motor. James era ahora el supervisor del taller de Sirius, pero aún había días en los que disfrutaba más estar con la cabeza metida entre fierros y tuberías. —Te extrañé —le susurró al oído. Regulus sonrió y dejó un beso secreto en el cuello de James. Cuando se separaron, miró de reojo a Sirius, quien levantó ambos dedos pulgares con emoción desde su lugar junto a Remus. Puso los ojos en blanco y buscó en su mochila el pequeño libro con la portada azul. —Esto es para tí. James se rió sin entender y leyó el título de su nuevo libro de poemas, aquel que aún no salía al público.Había estado trabajando en él desde el día en que le dijo que lo amaba. Lo terminó en solo una semana como si se hubiera escrito solo. “La mejor persona que ha sido mía”, por Regulus Arcturus Black. —¿Qué es esto? —preguntó confundido, pero sin perder la sonrisa por un segundo. —Es tuyo —dijo nervioso—, es la primera edición de mi nuevo libro. —¿Qué? ¿Escribiste un nuevo libro? ¿Cuándo? —Lo abrió de inmediato y en la segunda página lo encontró: Para J. F. Potter, lo mejor que he tenido en mi vida. Volteó la página y leyó rápidamente el primer poema, levantó la mirada para confirmar que aquello no era una broma. No lo era, y ahora iba la parte más difícil.  Levantó la voz y se irguió, sin importar que todos sus amigos lo escucharan: —Hace tiempo me dijiste que si alguna vez sentía que lo que estaba aquí era mejor que lo que me esperaba en Londres… —Lo había repetido mil y un veces en su mente durante el viaje—. En realidad siempre ha sido mejor —aclaró rápidamente—, pero ahora lo puedo ver y… a miedo de sonar terriblemente soberbio… en realidad ya es una decisión tomada. Es la última vez que viajo a Nueva York. —¿Qué quieres decir? —La mirada de James reposó en su rostro, buscando un indicio de comprensión, un destello de reconocimiento que iluminara el misterio de su comportamiento. Regulus respiró profundo. Solo por ese momento, fue como el día en el que se conocieron, y a pesar de las miradas de sus amigos fijas en ellos, solo estaban ellos dos. —Esta es la última vez que viajo a Nueva York, porque no planeo regresar a Londres —James abrió los ojos con sorpresa— y, puede que suene muy desesperado o demasiado apresurado, pero tenemos tantos años esperando esto… —miró de reojo a Harry, quien seguía dando saltitos en el aire—. Lo he pensado mucho, y creo que siempre quise que fueras tú quien tomara la decisión, quien me pidiera que me quedara. Pero no estaba pensando en tí. No estaba pensando en cómo te sentías o qué pasaba por tu cabeza. En tus propios miedos e inseguridades.  » Necesitaba tanto que alguien me pidiera que confiara para poder hacerlo, que se me olvidó que la confianza no es algo que se pida, no es confiar cuando tienes asegurado los resultados. Es algo que se da a pesar del miedo de que las cosas puedan salir mal. Así que… hoy te ofrezco lo más importante que tengo: mi confianza —por el rabillo del ojo, podía ver a sus amigos envueltos en una variedad de reacciones—. Si me aceptas, estoy aquí para quedarme y ser parte de tu vida. “La mejor persona que ha sido mía” , fue el libro más vendido durante la carrera de Regulus Black. Traducido en más de diez idiomas. Recibió una decena de premios y muchas más menciones. Se convirtió en aquel libro que siempre estaba en los estantes de cualquier librería que visitara. Solo era otra prueba de que sus mejores partes eran las que compartía con James.       ‿︵‿︵‿︵୨୧ · · ♡ · · ୨୧‿︵‿︵‿︵        Doce horas antes de la boda, el timbre de Grimmauld Place estaba a punto de descomponerse ante el pitido frenético que emitía. Regulus no tenía que ser un genio para entender quién se encontraba del otro lado. Se puso los pantalones de tela que había dejado en el suelo y una camisola sin mangas. —Sirius —saludó fríamente. —Hermano… —su hermano se llevó las manos a la cabellera rebelde con desesperación—. Lo arruinamos todo. Perdimos a James y lo hemos estado buscando por todas partes durante casi todo el puto día.  ¡No está en ningún lugar! Solo desapareció. —Lo sentimos mucho —añadió Remus tras de él—. En verdad no sabemos qué pasó. Un momento estábamos con él y al siguiente ya no. Lo buscamos en todos los lugares en los que podía estar. —Tal vez es tiempo de llamar a la policía —sugirió Peter con preocupación. Regulus podía haberles dicho la verdad en ese momento, pero ¿por qué haría eso? —¿Estás diciendo que perdiste a mi futuro esposo? ¿La persona con la que me tengo que casar por la mañana? ¿Cómo se les pudo haber perdido una persona de un metro noventa y setenta kilos? —Bu-bueno… —comenzó a titubear Peter—, lo que pasó fue que… —¡No! —Sirius intentó detenerlo. —James estaba en viaje de ácido —lo interrumpió Remus. —¡Mooooony! —se quejó Sirius—. Por dios… —¿Hiciste qué?—preguntó tratando de parecer sorprendido al respecto. Remus lo miró con sospecha y entrecerró los ojos en su dirección—. Entonces… no solo perdieron a James, también lo drogaron y lo dejaron a sus expensas. —No fue así—comenzó Sirius a la defensiva. —¿En dónde está entonces? —Regulus dio un paso adelante para ponerse frente a frente con su hermano—. Debí haber sabido que no podrías con una responsabilidad tan grande. Aún no eres más que un niño pequeño —lo dijo casualmente, y estuvo seguro de que Remus dejó de creerle en ese momento. —Mira, pequeña mierda—siguió Sirius, alterado—. No he dormido en dos días. Estoy asquerosamente preocupado y solo quiero que regrese a casa, ¿de acuerdo? Haría lo que fuera para encontrarlo. Estuve toda la puta noche buscando bajo cada roca del maldito patio de los Potter, y tú solo estás parado allí con esa patética sonrisa en la cara sin intención de hacer nada al respecto. Tal vez Peter tiene razón, tal vez deberíamos llamar a la policía. —Sí, creo que es mejor que lo hagamos —Peter sacó su teléfono y comenzó a marcar el número. En ese momento, el crujir de las escaleras y un bostezo largo y profundo se escucharon a sus espaldas. —Estoy hambriento —se quejó James. Vestido sólo con sus pantalones de ejercicio, mientras se restregaba un ojo con una mano y con la otra se apoyaba en el zanco de la escalera. Regulus cerró un poco la puerta para que no pudieran ver en el interior. —¿James? —preguntó Remus. —¡Está aquí! —Sirius le dirigió una mirada asesina. Regulus sonrió y se encogió de hombros. Su hermano lo empujó, abriendo la puerta por completo y casi tumbándolo al suelo en su camino hacia el castaño. Saltó encima de él, enganchandose con las manos en su cuello, y James fue lo suficientemente rápido para atraparlo a tiempo—. ¡Prongs! Remus suspiró con cansancio y Peter dejó su teléfono de lado. —Mierda, nos diste un buen susto —resopló Remus por lo bajo, mientras miraba mal a Regulus. Él estaba cruzado de brazos viendo la escena y claramente tenía mucho que decir al respecto. Todos entraron a la casa, en donde James les explicó lo que pudo sobre cómo había llegado a casa. Pidieron pescado y papas fritas del restaurante preferido de James en Londres. Durante toda la cena, James no despegó la mirada de Regulus por más de un minuto. Sirius había amenazado con matarlo en sus sueños después de la boda, solo para darle el gusto a James de ser viudo y heredar todo su dinero. Tenía que admitir que se había reído de aquello. —¿Al menos te la pasaste bien? —preguntó Remus. James sonrió de lado a lado y compartió una mirada de felicidad con él. —¡Fue la mejor noche! —admitió con emoción. Regulus alzó la ceja, recordando a James llorando de rodillas frente a él, pero sonrió y se encogió de hombros. —Y la última —le aseguró. —Nada de eso —dijo Sirius, aún con una papa a medio comer en la boca—. No me importa que te cases con él, James no te pertenece. —¿No? James se sonrojó sin saber qué decir. —¿Eso quiere decir que cuando nos casemos tampoco te voy a pertenecer? —bromeó Remus desde el otro extremo de la mesa. Sirius entrecerró los ojos y cruzó la distancia entre ellos para besarlo en el cuello. —No, gracias —Peter levantó su plato vacío—. No pienso pasar el resto de la noche viendo a esos dos marcar su territorio. Juntos recogieron todos los platos y se despidieron de Peter, mientras Remus y Sirius seguían susurrando cosas inentendibles muy cerca el uno del otro. —No tengo sueño —le confesó James—. Dormí casi todo el día. —¿Te sientes mejor? —De vuelta a la realidad. Regulus tomó su mano y dejó un beso en su mejilla. —¿Listo para la boda? James se rió por lo bajo. —Nací listo —dijo seguro y extático. Lo besó de nuevo, esa vez en los labios, y apagó la luz de la cocina, mientras guiaba su cuerpo en la oscuridad escaleras arriba.     ‿︵‿︵‿︵୨୧ · · ♡ · · ୨୧‿︵‿︵‿︵      El oficiante, un hombre bondadoso con una cálida sonrisa, se acercó a la pareja. Levantando sus manos en señal de silencio, mientras el parloteo se apagaba. —Queridos hermanos, estamos reunidos aquí para presenciar la unión de dos almas en  matrimonio. El amor es un lenguaje universal, que trasciende fronteras y desafía definiciones. Es una fuerza que une a las personas, creando un vínculo tan fuerte como el acero pero tan suave como un susurro —se volteó hacia James y Regulus, su mirada llena de compasión—. Han encontrado el amor el uno en el otro, un amor verdadero, puro e inquebrantable. Han elegido caminar juntos por este camino, compartir sus vidas, sus sueños y sus esperanzas. ¿Estamos listos para sus votos? —ambos asintieron—. ¿Quién quiere empezar? Regulus, vestido en un traje que había dejado a James sin aliento y con ganas de escapar lejos de allí, sacó un papel doblado en cuatro partes del bolsillo de su traje y sonrió tontamente en dirección de James. Se aclaró la garganta y: —Damas y caballeros, ¿Por favor, se pueden poner en pie? —Sus amigos y familia se levantaron—. Hoy tomo a este hombre magnético y vigoroso como mi amante. Mi corazón se lo llevaron prestado, y el suyo estuvo triste hasta que nos encontramos, pero todo lo que empieza bien, acaba bien, si acaba contigo —James era incapaz de contener la felicidad que irradiaba de cada una de sus expresiones—. Juro ser muy melodramático y leal —hubieron un par de risas de parte del público—, y tú te guardarás tus peores chistes solo para mí —más risas—, y en cada mesa, siempre te guardaré un sitio —James asintió con la cabeza—. James Potter, ¿Puedo ir a donde tú vayas? ¿Podemos estar así de cerca, por siempre y para siempre? Se supone que los novios no deberían de llorar, pero Regulus lo vio contener las lágrimas antes de decir: —¡Sí! Claro que sí —miró de reojo al oficiante y corrigió—, perdón. ¡Sí, acepto! Después de otra tanda de risa, James también se aclaró la garganta. Sirius, a su lado, le dió una palmada en la espalda y le pasó los anillos. —Estabas en la universidad, trabajando a media jornada y atendiendo una vida de promesas, cuando nos conocimos. Luego dejaste Londres y nunca miraste atrás —le sonrió de lado—. Yo estaba en riesgo de fuga con miedo a caerme, preguntándome por qué nos preocupamos por el amor si nunca dura —Regulus recordaba esas palabras, estaban escritas en su libro, y las siguientes eran parte del que le había dedicado regresando de Londres. James estaba recitando una versión transformada de su propia poesía de memoria—. Un salto hacia delante y nos estamos enfrentando al mundo juntos, y ahora hay un cajón con mis cosas en tu casa. Aprendiste mis secretos y comprendiste por qué soy tan cauto. Dijiste que nunca cometeríamos los errores de tus padres. Yo te dije que esperaba cometer todos los de los míos —Regulus extendió su mano y la reposó en la cadera de James—. Me tomaste por sorpresa cuando dijiste: “Hiciste un rebelde del prudente hijo de un hombre imprudente.” —El fantasma de un par de risas combinado con un par de sollozos se escucharon alrededor de ellos—. Ahora tenemos deudas que pagar y una vida por resolver, pero, Regulus Black, eres y siempre serás: lo mejor que jamás ha sido mío.  Regulus sonrió como si pudiera pedir prestada su luz para siempre. Esa calidez brutal que representaba a James Potter. —¿Confías en mí? —le preguntó en un susurro. Regulus asintió seguro y James hizo lo mismo—¿Puedo ir a donde tú vayas? ¿Podemos estar así de cerca, por siempre y para siempre? —Sí —respondió sin atisbo de duda—, por siempre y para siempre. Intercambiaron anillos, y esta vez no eran de papel, esta vez eran para siempre.       ‿︵‿︵‿︵୨୧ · · ♡ · · ୨୧‿︵‿︵‿︵      I like shiny things, but I'd marry you with paper rings I hate accidents except when we went from friends to this Darling, you're the one I want       El día en que le pidió que se casara con él, Regulus estaba en medio de una de sus sesiones de escritura.  Vivían en una casa alejada del bullicio de la ciudad, no muy lejos de Sirius en Queens, Forest Hill. James siempre quiso ofrecerle a Harry lo que tuvo durante su niñez: espacios abiertos, naturaleza y ¿por qué no? Una casa de árbol. Así que en ese momento se encontraban armándola en su patio.  Harry entró a la casa, corrió a toda velocidad a su habitación en busca de algo y luego regresó igual de apresurado. Regulus no se había dado cuenta de que, por los últimos quince minutos, había estado escribiendo por inercia: El futuro, un lienzo inédito,  espero paciente tu pincel.  Mano a mano, seremos los artistas, con la paleta rebosante de sueños y pasión como combustible. Trazos de amor que lo surcarán. ¿Te atreves a ser mi inspiración eterna? ¿A convertirte en el pintor que coloree mi vida para siempre?  ¿Aceptas este lienzo en blanco como símbolo de nuestro futuro?   Regulus miró el documento una vez, dos veces, tres veces antes de entender qué era lo que había escrito en él.   “¿Aceptas este lienzo en blanco como símbolo de nuestro futuro?” Posó los ojos de regreso en la ventana de su oficina, aquella que daba hacia el patio, y observó a su novio e hijo envueltos en risas uno encima del otro.  Se levantó, y encontró con la mirada el libro que le había dedicado a James: “La mejor persona que ha sido mía”. Lo abrió y leyó el primer poema, luego leyó el segundo y el tercero. Podía explicar el origen de cada uno de ellos: “Nuestra historia se repite como escenas de una película en mi mente” , anotó en el documento en su computadora. Tal vez podía afinar y mejorar la frase para utilizarla en el futuro. En un momento de locura, arrancó la última hoja del libro y se quedó mirándola. “¿Aceptas este lienzo en blanco como símbolo de nuestro futuro?” Solía decir que su escritura entendía las cosas antes de que él lo hiciera. Un pensamiento antes de la conciencia. “¿Aceptas este lienzo en blanco como símbolo de nuestro futuro?” Salió al patio y reposó su cuerpo en el marco de la puerta mientras miraba a sus personas favoritas correr una detrás de la otra. James notó su presencia y caminó hacia él, dejando un suave y corto beso sobre sus labios con la respiración entrecortada. —Lo siento —dijo entre risas—. ¿Estamos haciendo demasiado ruido? Regulus negó con la cabeza y le devolvió el beso, pero no se apartó, en cambio, entre el espacio abierto de sus labios dijo: —Te amo. James se rió y lo besó de nuevo. —¿Estás bien? —preguntó extrañado. —Sí —miró a Harry, y de vuelta a James. “¿Aceptas este lienzo en blanco como símbolo de nuestro futuro?” —. Me preguntaba… —lo miró a los ojos seguro—. ¿Quieres casarte conmigo? El cuerpo del castaño se tensó de un momento a otro y Regulus aprovechó para enrollar la hoja de papel entre sus dedos y convertirla en un anillo improvisado. —¿Qué? —Cásate conmigo —repitió. —¿Ahora mismo? —respondió nervioso. Claramente no lo había estado esperando. —Ahora, mañana, en una semana, cuando quieras. ¿Podemos estar así de cerca, por siempre y para siempre? —A falta de palabras, los ojos de James brillaron con una devoción y afecto fuera de ese mundo, solo similar a la inmensidad del cielo estrellado o la belleza de un atardecer en sus brazos. Regulus se mordió el labio y sonrió con picardía:—. ¿No dijiste algo sobre ser el más valiente de tu grupo de amigos? —le preguntó con astucia, haciéndole la misma pregunta que le hizo la primera vez que lo retó a besarlo. La respuesta llegó en la forma de otro beso, ese más apasionado. —Mierda, ni siquiera tienes que preguntar —respondió sin atisbo de duda—. Claro que sí. Por siempre y para siempre.     FIN
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