Evan Rosier: Parte III
28 de junio de 2025, 19:04
Evan Rosier
Parte III
—Recuérdame de nuevo, ¿por qué tenemos que ayudarlos? —se quejó Sirius desde el asiento del copiloto.
La pierna de Barty subía y bajaba en un ritmo intranquilo.
Estaba sentado en la parte de atrás de la camioneta de James, a un lado de Regulus, las manos metidas en el hueco de su sudadera y la mirada fija en el magistral edificio frente a él. Escuchaba como ruido de fondo la charla llena de dimes y birretes entre los hermanos, pero no podía pensar en otra cosa más que en todo lo que estaba en juego para él. Yacía sobre él la responsabilidad de convencer a Evan de que regresara y no estaba seguro de poder hacerlo.
“Solo lo hará si está seguro de que estás siendo honesto”
, le advirtió Regulus,
“e incluso entonces, se cuestionará que no lo seas. Lleva años acostumbrandose a la idea de que no sientes absolutamente nada por él. Ahora va a ser difícil hacerlo cambiar de opinión.”
Barty había pasado por una montaña rusa de emociones a lo largo del día. Solo estaba seguro de una cosa: No podía permitir que Evan desapareciera de sus vidas como si nunca hubiera existido.
Era casi la media noche y aunque habían considerado la idea de ir al día siguiente, James les recordó amablemente que si Barty no lograba confesarle lo que sentía a Evan antes de que terminara el día de San Valentín entonces perdería la apuesta. A nadie le importaba la apuesta a ese punto, pero, al parecer, James tenía la idea de que aún podían quitarle esas mil libras a Regulus.
Había una tensión extraña entre ellos dos. James parecía herido por la actitud de Regulus durante todo ese tiempo y la manera en que había lidiado con el problema. Barty no sabía qué hacer con ello, pero, honestamente, tampoco quería hacer nada al respecto, tenía cosas más importantes por las que preocuparse.
Ahora estaban estacionados frente a la fachada de la universidad de Beauxbatons en Bristol, una de las mejores universidades del país. La gran estatua de Nicolas y Perenbelle Flamel se alzaba en la imponente entrada. No le sorprendió que Evan escogiera un lugar así para olvidarse de él. Si tienes que olvidarte de Bartu Crouch, probablemente termines escogiendo un lugar que te recuerde que hay cosas más grandes y mejores que el perdedor que conociste en tu infancia.
—Sal —lo apuró Regulus, abriendo la puerta y empujándolo fuera con un empujón—, tú puedes o… lo que sea —dijo torpemente. Nunca había sido muy bueno para dar aliento.
—¿No piensas venir conmigo?
—¿Quieres que te tome la mano mientras le confiesas tu amor? —se burló.
—No tengo ni una puta idea de dónde está —exclamó exasperado.
James apagó el auto y se bajó del asiento del piloto, caminando alrededor de él hasta que estuvo a un lado de Barty.
—¡Vamos! Te digo en donde está su dormitorio.
Ambos caminaron hacia el lado del campus en donde se encontraban los dormitorios. Barty preguntandose cómo era que James conocía tan bien aquel lugar. El ambiente era muy diferente al de Hogwarts. No había ningún transeúnte borracho y el único ruido que podía escuchar era el de los grillos tocando su serenata nocturna.
—Es allí —le indicó al llegar.
Entre las puertas de vidrio del gran edificio de ladrillos azules se encontraba un chico alto con lentes, sosteniendo una tablilla de notas. Barty no perdió tiempo e intentó entrar como si estuviera muy seguro de lo que hacía, generalmente de esa forma podía entrar a casi cualquier lugar, pero el chico lo detuvo con una mano sobre su pecho y lo miró con desaprobación.
—¿A dónde crees que vas?
—Mi amigo está aquí adentro —dijo seguro.
—¿Estás en la lista de visitas?
Barty delineó una expresión de cansancio.
—¿Qué es esto? ¿Una prisión? —preguntó incrédulo. Observó la placa que llevaba sobre su pecho: “Frank Longbottom, Supervisor de cuartos.” —. Mira, Frank, en verdad no tengo tiempo para esto.
Frank lo detuvo de nuevo con su mano, esa vez más abruptamente, regresandolo unos escalones abajo.
—Si no estás en la lista, no puedes pasar. No se admiten visitantes no registrados después de las diez de la noche.
—Entonces regístrame.
—No funciona de esa forma.
Barty estaba perdiendo rápidamente la paciencia.
—¡Frank! —saludó amablemente James a sus espaldas. El chico inmediatamente relajó el semblante al verlo. Parecía que se conocían.
—¿James? ¿Qué haces aquí?
—Estábamos buscando a un amigo, acaba de hacer su traspaso a Beauxbatons. ¿Evan Rosier?
Frank asintió con la cabeza.
—Lo siento, amigo. No puedo dejarte pasar sin una autorización, pero siempre pueden venir a buscarlo mañana por la mañana.
Barty bufó con impaciencia a su lado, listo para golpear su camino hacia los dormitorios si hacía falta. James sintió la marea de sus emociones y lo aplacó con cautela.
—¿No hay forma de que nos dejes entrar? —intentó. Frank arrugó el ceño y lo pensó severamente durante unos segundos, parecía estar en una encrucijada entre su amistad con James y su deber como supervisor.
—James yo…
—¿No podemos sobornarlo o algo? —preguntó Barty con confianza.
Frank lo miró con reproche y James suspiró por lo bajo, rodando los ojos y maldiciendo a Barty por lo bajo.
—¿Sabes? No quiero meterte en problemas. Tienes razón. Volveremos en la mañana.
—Me encantaría ayudarte pero… —se encogió de hombros—, vuelvan mañana, por la mañana todo es más fácil —recomendó aliviado—. Es solo el turno de la noche. Los padres pagan bastante para garantizar la seguridad de sus hijos.
—No hay problema —le aseguró James. Le dió un empujón a Barty para que caminara de vuelta al carro, pero dió una vuelta hacia los jardines antes de llegar a él.
—¿Qué carajos? —preguntó Barty desesperado.
—No vas a conseguir nada peleando con los supervisores. Es su trabajo no dejar pasar a nadie.
Barty gruñó estresado.
—¿Entonces qué? ¿Vamos a regresar mañana?
—No, para nada—. Buscó algo en el edificio con la mirada y lo señaló—. Esa es su ventana —le indicó. Barty frunció el ceño. La ventana de Evan estaba cubierta por cortinas y la luz estaba apagada—. Vas a meterte por ahí.
—¿Quieres que suba por su ventana?
A Barty le gusta creer que en otro universo se hubiera negado, pero la verdad es que no le quedaba una gota de dignidad que perder desde hacía mucho tiempo y no estaba por encima de traspasar propiedad privada
—Está bien, pero me vas a ayudar a escalar —le dijo decidido.
James era sorprendentemente fuerte.
Entre las sombras y los arbustos que los cubrían, sostuvo el peso de Barty sobre sus hombros y lo ayudó a impulsarse para colgarse de las barras de una de las habitaciones. Le costó impulsarse hacia arriba, pero, por suerte, la habitación de Evan se encontraba en un primer piso.
Una vez que estuvo parado sobre el carril a un lado de la ventana, bajó la mirada y confirmó con una señal que esa era la habitación. James asintió en silencio.
Se movió con sutileza, escuchando susurros del otro lado. Lentamente, tratando de hacer el menor ruido posible para no asustarlo, levantó el marco de la ventana hasta que logró abrirla por la mitad y luego apartó la cortina.
—Aquí vamos —se dijo a sí mismo antes de meter una pierna por la abertura, tocar el suelo, y luego meter la otra. Cayó con seguridad sobre la alfombra rosa de la habitación
Un momento, ¿la habitación tenía una alfombra rosa?
Al voltear los ojos hacia la cama en el lado izquierdo de la habitación, sobre ella encontró, con los ojos abiertos como un sapo y el corazón en la garganta, a una chica de cabello plateado.
Era la habitación de una chica.
Ambos se miraron con terror por unos segundos.
—
Mierda
.
La rubia gritó como si su vida dependiera de ello.
—¡Ayuda! —vociferó en pánico con un acento extraño que no lograba identificar. Rápidamente, con manos temblorosas, prendió la luz de su lámpara de noche y se cubrió con la sábana—. ¡Ayuda! ¡Hay alguien en mi ventana!
—No —intentó decir Barty—, un segundo. Es solo una equivocación.
—¡Aide! —la chica se levantó de la cama y tomó un libro de su mesa de noche. Le lanzó uno, luego otro, luego dos más.
Barty dio unos pasos hacia atrás y comenzó a retroceder hacia la ventana.
—¿Este no era el baño? —se rió avergonzado—. Creo que solo me equivoqué de habitación.
La puerta se abrió frente a ellos de golpe y un chico alto con cabello rizado y dorado se adentró y colocó entre los dos, como si tratara de protegerla.
—Gilderoy —susurró la chica con alivio.
—¡Sal de aquí, Fiora!
Fiora salió de la habitación y solo quedaron ellos dos.
—¿Te crees muy valiente entrando a la habitación de una chica a mitad de la noche?
—Es solo un malentendido —explicó alzando las manos en el aire en muestra de rendición.
—¡No te muevas!
Barty ya tenía una pierna fuera de la ventana, pero abajo, donde antes había estado James, ahora no había nada. Sopesó la posibilidad de simplemente saltar y lidiar con las consecuencias, pero entonces, se le ocurrió algo mejor.
Una vez que encontrara a Evan, él lo ayudaría a solucionar todo aquello. Solo era un malentendido que podían aclarar fácilmente.
Se metió de nuevo dentro de la habitación y caminó hacia Gilderoy cautelosamente. Sorpresivamente, ante su movimiento, el rubio dió un paso atrás con miedo y se cubrió la cara con las manos. Estaba asustado.
—No voy a herir a nadie. Solo tengo que encontrar a mi amigo —aclaró mientras se movía lentamente hacia la puerta.
—Llamaré a los guardias —soltó con una voz aguda y lastimera.
Barty aprovechó el momento para correr hacia el pasillo y perderlo de vista.
—¡Evan! —comenzó a gritar, echando un vistazo en cada una de las habitaciones abiertas antes de moverse a la siguiente hilera de puertas. Las personas salían en pijamas, sorprendidos y asustados, llamados por la conmoción.
—¡Evan!
“¿Quién es?”
“¿Cómo entró?”
Susurraban y lo señalaban mientras llegaba al final del pasillo sin haberlo encontrado.
Comenzó a bajar las escaleras, pensando que podía estar en la planta baja y no en el primer piso, pero logró captar un vistazo del supervisor de cuartos, Frank, subiendo con un bate en mano, y se detuvo en el acto.
—¡Mierda! —repitió en pánico.
Tendría que esconderse.
Subió de vuelta los escalones que había bajado y entonces, cuando estaba listo para echarse a correr de nuevo, se topó con ojos claros obstaculizando su camino. Tragó grueso, incapaz de decir o hacer nada más.
Atrás de él, podía escuchar las pisadas rápidas de Frank y la voz de James, pero solo eran murmullos en la distancia.
Evan llevaba puesto solo unos pantalones de dormir. Las gotas de agua caían por las puntas de su cabello y bajaban por su pecho.
Dios
, era perfecto.
—Evan —susurró deslumbrado.
No esperaba que lo recibiera con los brazos abiertos y una sonrisa, pero odiaba ver el miedo en su rostro y saber que él era la razón.
En un momento de egoísmo, lo jaló y lo arropó en un abrazo. Evan no se lo regresó, pero eso no lo detuvo de apretar más fuerte. Por primera vez en el día, Barty sintió la posibilidad de que todo pudiera estar bien de nuevo. Evan los ayudaría a explicar todo eso. Lo solucionarían. No sabía cómo, pero lo harían. Porque como había dicho Regulus: Era Barty Crouch, y no había nada que no pudiera conseguir.
—¡Tú! —sonó la voz frenética de Frank a sus espaldas—¿Qué piensas que haces? Meterse en propiedad privada de esta universidad es un delito penado por el código de conducta.
Soltó a Evan, pero no despegó sus ojos de los suyos en ningún momento.
El radio sujeto del pantalón de Frank dió un pitido.
—Seguridad está de camino, F —proliferó una voz estática desde el aparato.
—Te encontré —le susurró con adoración.
—¡Frank! —exclamó James a sus espaldas mientras jadeaba con cansancio. Traía el estúpido ramo de flores que le había hecho comprar entre manos. Estaba seguro de que lo había ido a buscar cuando se dio cuenta de que se quedó en el carro—. Amigo, es todo un malentendido —intentó explicar.
Su mirada se posó en Evan, y soltó un pequeño respiro de alivio, como si él también entendiera que esa era la solución a todos sus problemas. Frank estaba furioso y confundido, sus ojos pasaban de Barty a Evan y luego hacia la fila de estudiantes que habían salido de sus habitaciones para presenciar el escándalo.
—¡Todos de vuelta a sus dormitorios! —les gritó—. Y ustedes dos tienen mucho que explicar. ¿Qué carajos es esto, chico nuevo? Tu amigo aquí, se metió por la ventana de una de las habitaciones de las chicas.
Evan miró a Barty sorprendido, luego su mirada viajó hacia James, quien seguía jadeando con el corazón en la garganta. ¿Había estado corriendo? Su cabello estaba alborotado y su pecho subía y bajaba por falta de aire.
—Yo…
Evan cerró la boca repentinamente.
—Solo quiero hablar, ¿de acuerdo? —le rogó Barty por lo bajo, tratando de que solo él lo escuchara—. Solo déjame explicarte las cosas —tomó sus manos. Sus cuerpos estaban tan cerca que podían besarse sí solo daba un paso al frente. Quería dar ese paso.
La expresión de Evan se endureció. Sus ojos nunca abandonaron la conexión entre ellos mientras decía:
—No sé quienes son estos tipos, Frank.
¿Qué?
—Evan —dijo James tras de ellos—, vamos hermano. No hagas esto.
—Es mejor que los saques de aquí —reiteró con frialdad.
—¿Qué carajos estás haciendo, Evan? —preguntó pasmado—. Soy tu puto mejor amigo, ¿Cómo que no sabes quién soy?
—No sé qué clase de juego se traen, pero seguridad está por llegar. Si no quieren pasar la noche en la fiscalía lo mejor es que vengan conmigo afuera de las instalaciones y aclaremos esto antes de que lleguen.
Evan no flaqueó en ningún momento. Barty sentía que el mundo se le venía abajo.
—Evan, escucha —puso las manos sobre sus mejillas y lo obligó a mirarlo—, tienes que volver. Te necesito. Necesitamos hablar de esto, ¿de acuerdo? Necesito que me des una oportunidad. Por favor.
—Sácalos de aquí —repitió, mirándolo a los ojos, con ese mismo tono de indiferencia.
Barty sintió el jalón en su espalda baja. La mano de Frank apartándolo. En un principio se negó a ceder, lo empujó escaleras abajo.
—Por favor, Evan —le rogó de nuevo.
No se iba a ir de allí hasta que Evan lo escuchara.
Una corriente eléctrica y dolorosa pasó por su hombro hacia sus brazos y se dió la vuelta abruptamente, lanzando una sarta de maldiciones. Frank aprovechó el momento para empujarlo, amenazando con la chispa del arma aturdidora que alzaba frente a él.
James estaba sorprendido, pero fue capaz de adaptarse más rápido a la situación.
—Basta, Crouch —le dijo—. Lo intentamos. Volveremos otro día.
—Ustedes dos no van a poner más nunca un pie en este edificio —los amenazó Frank enojado—. ¡Empiezan a bajar!
—No puedo creer que haya hecho eso —susurró al llegar a la puerta de cristal.
Si James no podía creerlo, Barty no podía aceptarlo.
Nada tenía sentido.
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Evan
14 días antes.
—¡Hey! ¡Evan! ¿Qué haces aquí solo? —lo saludó la voz melodiosa de James Potter.
Evan había salido a fumarse un cigarrillo a la calle, dejando la fiesta tras él. Realmente no sabía por qué había venido. Las fiestas eran algo que solo hacía por Barty.
—¿Estás bien? —Evan asintió con la cabeza y exhaló el humo de su cigarrillo—. No es de mi incumbencia pero… —hizo un gesto con la cabeza hacia la casa de los Lestrange. El lugar de donde provenía la música—, ¿ese tipo te estaba incomodando?
—Ah. Viste eso —suspiró y se encogió de hombros—, estaba intentando algo, pero no salió como esperaba.
Debía de haberse notado a millas la manera en que las manos de Mulciber en sus caderas lo habían hecho entrar en pánico.
—Solo me estaba asegurando que todo estuviera bien —James sonrió y le golpeó el hombro con el suyo—, cuidando de los amigos de Regulus, ya sabes —le guiñó el ojo en comadrería y no pudo evitar sonreír.
Barty tenía razón, James podía llegar a ser bastante ridículo.
—Gracias —le dijo honestamente.
—¿Tienes otro? —señaló su cigarrillo.
Evan se rió y lo miró sorprendido.
—¿Fumas, Potter?
James también se rió por lo bajo y movió la cabeza de un lado a otro.
—No realmente, pero la universidad es sobre intentar cosas nuevas ¿cierto?
Sacó un cigarrillo de la cajetilla y lo ayudó a encenderlo. La primera calada fue tosca, le provocó un leve ahogo y una mueca de disgusto. Sin embargo, James no se rindió. Con determinación, volvió a llevar el cigarrillo a sus labios y esta vez, la bocanada de humo fue más controlada. Lo vio relajarse poco a poco, una sonrisa dibujada en su rostro mientras exhalaba el humo en elegantes espirales. Era ridículo lo bueno que era James Potter para casi todo.
—¿Puedo preguntar qué clase de experimento estabas llevando a cabo? —se apoyó en uno de los carros junto a él.
—Es difícil de explicar —le contestó honestamente. No estaba tratando de evitarlo, simplemente ni siquiera lo entendía él mismo.
—Bueno, hazlo fácil.
Evan se rió de lo relajado que sonó James diciendo aquello, así que decidió contarle. No es como si estuviera ocultandolo de todas formas.
—Soy asexual.
James abrió los ojos como platos y lo miró sorprendido.
—No. Hey… no me refería. No quería insinuar nada entre… No estoy intentando…
Volvió a reírse del pánico en los ojos de James.
—No estoy diciendo eso —se rió de nuevo—. Soy asexual —continuó, determinado—, pero quería descubrir qué tan asexual. Así que estaba tratando de… ver si Mulciber despertaba algo en mí.
—Oh —James cerró y abrió los ojos varias veces, dándose cuenta de su error—.
Oh.
Ya entiendo —pasaron unos segundos en silencio cómodo—. ¿Y? ¿Qué tan asexual eres?
—¿Bastante? ¿Algo? ¿Un poco? —Evan se encogió de hombros y le regaló una sonrisa divertida—. No tengo ni puta idea.
—¿Siempre lo has sido?
—Supongo…
—¿Nunca te has sentido… —James no sabía cómo decirlo, era gracioso verlo luchar por decir las palabras correctas—, atraído de esa manera por nadie?
—Recientemente hubo alguien —admitió—, pero no sé lo que significa aún. No sé en qué me convierte eso.
James se quedó pensando por otro rato. Los universitarios salían y entraban de la casa en diferentes estados de ebriedad.
—Eres Evan Rosier —concluyó—. No importa qué te guste o qué sientas, siempre serás tú mismo.
Para ese momento, Evan tuvo que encender otro cigarrillo. Le sonrió a James, sabiendo a qué se refería, pero sin creelo por completo.
—¿No te pasa que a veces no sabes qué significa eso?
—No realmente —Aquello le sacó otra risa honesta a Evan y ambos compartieron una mirada de complicidad—. Es broma, todos nos preguntamos alguna vez quiénes somos en verdad.
Evan suspiró y le dio la primera calada a su tercer cigarrillo.
—Supongo.
—No puedes esperar tenerlo claro a la primera cuando la mitad del mundo te dice qué ser y la otra mitad tiene algo que decir sobre lo que en realidad eres. Estamos constantemente bombardeados de expectativas. ¿Sabes cuál es mi opinión? No hay nada más seguro en esta vida que el cambio. Tal vez hoy te sientes de una manera y mañana de otra, y eso está bien. Al final del día, te guste el azul, el rosado o el blanco, sigues siendo tú —levantó la mano y señaló con la que tenía el cigarro—. Pero ¿intentar averiguarlo con Mulciber? Ugh. Tal vez tienes que experimentar con la persona por la que sentiste algo y ver a dónde te lleva.
Se rió de la ironía de esas palabras, porque aunque había estado toda su vida completamente a los pies de Barty Crouch, no fue hasta que sus manos lo acorralaron contra la pared del baño del restaurante y sus labios le robaron el primer gemido de placer, que sintió por primera vez aquello de lo que todos habían estado hablando durante toda su vida. Una inminente necesidad de obtener más, de saborear más, de tocarlo, de ir más allá.
Pero ¿qué tan jodido era eso? Que la persona de la que estuviera enamorada y por la que sintiera deseo sexual por primera vez en su vida fuera completamente lo opuesto a él. Barty no duraba más de una semana sin coger con alguien. Evan estaba seguro de que nunca podría darle lo que buscaba.
—No es tan sencillo —repitió.
—Bueno —James sonrió pícaramente—, hazlo sencillo.
Ambos se rieron de nuevo.
Evan miró de reojo la camioneta blanca de James estacionada frente a la casa de los Lestrange.
—Hey, ¿Te importaría ayudarme con algo la próxima semana?
—¡Claro! ¿Qué necesitas?
—Tengo que transportar un par de cosas. No sé si Regulus te dijo que…
Barty había pasado una gran cantidad de tiempo con James el último mes, y aquello lo hizo dudar de decir lo siguiente, pensando que, tal vez, pudiera llegar a salir en sus conversaciones.
—¡Oh! Sí. Estás cambiando de campus este año, ¿cierto?
Asintió con la cabeza suavemente.
—¿Podemos dejar esto entre nosotros?
—Sí, claro. Mis labios son una bóveda, no tienes que preocuparte por ello. Regulus ya me había hecho prometer que no se lo diría a nadie.
Se encontró a sí mismo, agradeciendo por segunda vez esa noche a Potter.
—Gracias —señaló la camioneta con una mano—, necesito llevar un par de cosas a mi nuevo dormitorio. ¿Te importa si abuso de tu cordialidad?
James se rió y le dió una palmada en el hombro antes de tirar su cigarrillo al suelo y pisarlo. No le pidió otro por el resto de la noche.
—Puedes abusar de mi cordialidad cuando quieras —le dijo con un tono de picardía que los hizo reír a ambos de nuevo.
Sintió una mano sobre su hombro y, sin siquiera tener que adivinarlo, ya sabía que era Regulus. Sus pasos eran erráticos y sus palabras arrastradas.
—¡Los estaba buscando! —se tiró en los brazos de su novio, quien lo atrapó instintivamente. James se sonrojó cuando dejó un beso sobre su mejilla. Regulus raramente demostraba su amor en público de esa forma. El alcohol había tumbado sus murallas. Evan sonrió, capturado por la felicidad en sus ojos—. ¿Estaban complotando a mis espaldas? —entrecerró los ojos.
—De hecho… estábamos pensando que ya era hora de irnos.
Regulus lo abucheó.
—Evan aguafiestas Rosier —dijo con sarcasmo.
Levantó una ceja y se rió.
—Algo me dice que la fiesta solo está empezando para tí.
James se sonrojó de nuevo, pero se encogió de hombros mientras brillaba de felicidad.
════ ⋆★⋆ ════
Barty
Barty había pasado la última semana yendo de una clase a otra como un zombie.
Antes pensaba que no había nada peor que amar a alguien, pero eso era porque aún no había sido rechazado por nadie que le importara lo suficiente para romperlo.
Después de la segunda noche durmiendo solo en su dormitorio (dos noches que había pasado sentado, mirando a la cama vacía y desnuda de Evan, al borde de las lágrimas) Regulus le ofreció su habitación.
—Me quedaré con James —le explicó mientras lanzaba las llaves del cuarto en su dirección—, solo… no traigas a nadie aquí, ¿de acuerdo?
Barty ni siquiera había pensado en acostarse con nadie.
Para la cuarta noche, había adoptado la costumbre de enviar mensajes al número bloqueado de Evan en su teléfono, sabiendo que nunca los recibiría, que se quedarían en ese espacio vacío entre su corazón y la conexión que ya no existía entre ellos.
Miércoles, 8:38 pm:
¿Es así como termina todo?
Miércoles, 10:03 pm:
Prometiste que siempre seríamos los dos contra el mundo.
Jueves, 05:14 pm:
He estado pensando en todas las veces que te hice daño sin saber lo que estaba haciendo.
Yo tampoco querría estar conmigo.
Perdón.
Viernes, 12:10 pm:
Creo que pasaré el resto de mi vida sintiéndome como una mierda por lo que hice. Me parece que la vida está enfadada conmigo por haberme burlado del amor por tanto tiempo. ¿No es irónico? Viendo hacia atrás, uno siempre encuentra oportunidades para haber hecho las cosas diferentes, pero ahora ¿de qué sirve eso si no es para sentirse peor?
Yo te hubiera amado con toda mi puta alma.
Viernes, 01:55 pm:
A pesar de todo, espero que seas feliz.
Sábado, 03:25 am:
Estoy seguro de que James y Regulus follaron en esta cama más de una vez.
Sábado, 04:09 am:
Quisiera que estuvieras aquí para reírnos de ello.
Sábado, 05:31 am:
Si estuvieras aquí me pedirías que deje de enviarte mensajes.
Domingo, 05:10 am:
Me pediste que te escuchara porque estabas por primera vez listo para enfrentar lo que sentías y yo lo arruiné todo, ¿verdad?
No sé cómo arreglar esto.
A pesar de que la cama de Regulus era mucho más cómoda que la suya, la primera noche durmió solo tres horas, la segunda no durmió, y para el fin de semana lo único que podía hacer era dormir, porque no tenía ninguna otra cosa que hacer para evitar pensar en Evan.
Regulus y James actuaban como los papás preocupados que nunca había tenido. Y aunque suena divertido y cálido, la realidad es que se hartó rápidamente de ello. Intentaba evitarlos durante los espacios libres de su día escondiéndose en salones vacíos. Se encontraba cruzando la puerta de uno de ellos cuando escuchó una voz familiar a sus espaldas.
—¿Barty Crouch?
Levantó la mirada y encontró a Willow. Alrededor de la habitación había toda clase de canvas a medio pintar. Entendió rápidamente que había entrado a uno de los salones de la carrera de artes.
—Ah —se rascó la nuca—, lo siento. No sabía que estaba ocupado.
—No pasa nada —Willow traía un delantal y estaba mojando un par de pinceles en agua— ¿Cómo has estado?
A Barty se le había olvidado que Lilo era amable, que a pesar de que él lo convirtió por una noche en su villano, realmente parecía ser un buen sujeto.
—Bien —mintió.
—¿Cómo está Evan? —Sintió un golpecito en el pecho. Lilo comenzó a recoger sus materiales de la mesa, acumulando los pedazos cortados de papel y llevándolos hacia la papelera—. ¿Resolvieron las cosas al final de todo?
—¿Eh?
Lilo lo miró confundido.
—¿Evan no habló contigo?
Dio los pasos que faltaban para quedar frente a él, sediento por información.
—¿Qué tendría que hablar conmigo?
Lilo enarcó una ceja con sospecha y frunció el ceño.
—Perdón, pensé que lo habían hablado después de…
—¿Después de qué?
—Después de haber terminado las cosas conmigo —aclaró.
¿Qué?
Era obvio que Willow esperaba que lo entendiera todo en ese momento, como si sus palabras activaran un recuerdo perdido en su memoria, pero estaba todavía más perdido en la narrativa de su historia. Sin embargo, había pasado una semana completa cociéndose en su propia ignorancia, en su propia desolación. No iba a dejar pasar la oportunidad de saber un poco más sobre la razón por la que Evan había decidido irse. Así que juntó la poca voluntad que le quedaba y miró decidido a Willow.
—Ah… ya lo recuerdo. Sí. Hablas de
eso
.
—La verdad es que… —se rió por lo bajo mientras cerraba cada uno de los pequeños botes de pintura que había estado usando—, presentía que algo así iba a pasar —Lilo estaba extrañamente relajado—. Pero estoy bien con ello. Fue muy amable al contarme sobre lo que pasaba entre ustedes. Entiendo que no quisiera convertirse en el tipo de persona que oculta ese tipo de cosas.
—Sí —asintió sin entender absolutamente nada, pero buscando que abordara de nuevo el tema—, Evan siempre tan amable.
—¿Entonces? —sonrió de lado y guardó sus materiales en un bolso marrón de cuero que se posaba frente a él—. ¿Lo solucionaron?
La clave de mentir, era siempre envolver la verdad dentro de tu mentira.
—No, la verdad es que estamos dándonos un poco de espacio.
—Que lastima —respondió Lilo honestamente—. ¿Sabes? Probablemente no deba decir esto. Sé que fui algo grosero la noche en que nos conocimos, pero solo quiero lo mejor para ustedes. Sé que ese tipo de situaciones no son fáciles. Es decir… tengo que asumir que no lo son. Evan siendo asexual y tú…—se rió—bueno, tu reputación te preside.
¿Qué?
¿Qué acaba de decir?
—¿Qué reputación?
Willow se detuvo y lo miró serio.
—No estoy tratando de juzgarte en lo absoluto. ¡Hey! ¿Quién soy yo para decirte qué hacer con tu vida? Pero no puede ser fácil para alguien como Evan —suspiró.
Mierda
.
—¿A qué te refieres con que no es fácil para él?
Lilo bajó la mirada a sus libros y se mordió el labio.
—En verdad no es mi intención entrometerme.
—¡Oh! Nada que ver, quiero escuchar esto —se inclinó hacia él sobre la mesa—, por favor, continúa.
—Bueno… —podía olerse la desconfianza de Willow—. No puede ser fácil sentir que no puedes darle todo lo que quieres a alguien más. ¿Cómo reconcilias eso sin perderte a tí mismo?
—Estás diciendo —recapituló Barty—, que Evan pensaba que no podía darme lo que necesitaba —entrecerró los ojos—, lo que era….
—Sexo, Barty —aclaró un poco molesto.
—Sexo —repitió seguro.
—¿En verdad hablaron de eso?
Barty suspiró, adoptó una postura pensativa y movió su mano en el aire, desviando sus palabras.
—No, no hemos hablando de eso. Te mentí. Evan no me dijo una mierda.
Willow lo procesó por unos segundos en silencio y lo miró con rencor, pero al final terminó por encogerse de hombros y rendirse.
—En verdad te quiere, ¿entiendes?, de la manera en que muchos desearíamos ser queridos. Así que no lo hieras, ¿de acuerdo?
Lo decía enserio. Tan serio como podía decirlo. Evan lo había dejado porque quería arreglar las cosas con Barty. ¿Y Barty? Le había dicho que no había nada de que hablar. Que era amigos.
“¿Necesitas tiempo para pensarlo?”
“No lo sé, Evan. No lo sé, ¿de acuerdo? Somos mejores amigos, eso es lo que somos.”
“¿Mejores amigos que follan?”
“Nosotros no follamos”
“Ayer parecía que eso era lo único que querías hacer”
—No es mi intención —dijo honestamente.
Willow se puso el asa del bolso marrón encima del hombro y tomó sus libros de la mesa.
—Bien. Porque si me dejó para estar contigo, lo mínimo que espero es que lo hagan funcionar.
Dejó el salón sin darle nada más que un movimiento de su mano en el aire.
Barty se había olvidado de cómo respirar de nuevo.
════ ⋆★⋆ ════
Para la mitad de la segunda semana Barty se había convertido en un fantasma. Ni siquiera se sentía con el derecho de ahogar sus penas en alcohol y sexo sin importancia. Le parecía que era como profanar el recuerdo de Evan.
—Vas a ir esta noche —le dijo Regulus desde el otro lado de la habitación.
Se encontraban en su cuarto. Regulus juntando un par de camisas para llevar al dormitorio de James. Hasta ahora, ninguno de los dos había reclamado el espacio de regreso. Barty no creía poder volver a su cuarto de todas formas. Ya había pedido su baja de los dormitorios. Rentaría un apartamento cerca de allí con el dinero que le había dejado su padre. Estaba considerando si le alcanzaba para comprarlo.
—No tengo ganas —balbuceó contra la almohada.
Regulus suspiró con cansancio, se acercó a él y le golpeó el hombro.
—No te estoy preguntando. No puedes seguir encerrado aquí por el resto de tu vida.
—Mirame hacerlo —lo retó.
—Barty Chrouch —le volvió a golpear el hombro—, juro que te voy a sacar aquí como haga falta. Es tu decisión si vienes por las buenas o las malas.
—Intentalo, Black.
—Está bien. Tendré que llamar a James.
Barty levantó la cabeza de la almohada y lo miró con odio. Regulus no era lo suficientemente fuerte o alto para sacarlo de allí arrastrado, pero James si lo era. Le tiró uno de sus pantalones en la cara.
—Vendremos por tí a las ocho —dijo con firmeza y luego le dio un vistazo a la habitación con detenimiento—, y si vas a pasar la mayor parte de tu tiempo en este lugar, lo mínimo que puedes hacer es limpiarlo.
Barty alzó el dedo medio por todo lo alto mientras cerraba la puerta.
Regulus lo había invitado a una de las presentaciones de la banda de James:
“Los merodeadores”
. El bar era un lugar pequeño pero lujoso y, por lo que había escuchado de Regulus en el camino, les pagarían una buena suma de dinero por presentarse esa noche. Al parecer habían armado una base de fans lo suficientemente grande para llenar un lugar como ese.
—Que nombre tan estúpido —le dijo de mala gana de camino al bar.
—¡Regulus! —saludó un chico pequeño y rechoncho desde la entrada.
—¿Lo conoces?
—Es Peter —aclaró.
Ah, habia escuchado hablar de Peter.
—¿Mary también estará aquí?
—Ni idea —Regulus se encogió de hombros. Se acercó a Peter y lo saludó con un apretón de manos—. ¿Están listos?
—Todos listos. Los chicos están afinando sus instrumentos.
El chico rubio lucía un vendaje en el pie e iba caminando agarrado de muletas.
—Entonces ¿no vas a tocar hoy?
Levantó una de las muletas en el aire y se encogió de hombros.
—Frank va a estar suplatandome mientras me recupero.
Genial
, pensó Barty.
—Genial. Eso quiere decir que puedes acompañar a mi amigo por el resto de la noche —dijo Regulus con una tranquilidad inquebrantable.
—¿Qué? ¿A dónde carajos crees que vas? ¿Me vas a dejar con…? —ni siquiera se le ocurrió una palabra adecuada para explicar lo que pensaba sobre Peter. Tal vez “perdedor” era lo que más se acercaba.
—Peter, este es Barty Crouch.
—¡Hey, Barty! —lo saludó Peter con una sonrisa insoportablemente agradable.
—Regulus —lo amenazó.
—Barty —Regulus le sonrió con todos los dientes y se escabullió dentro del bar.
—Maldita s-
Barty podía haber gritado de la frustración, pero Peter lo interrumpió antes de que pudiera explotar.
—¿Quieres tomar algo?
Suponía que negarse, a ese punto, realmente no era una opción.
Así fue como Barty terminó con cinco shots de whiskey puro encima. La falta de práctica había hecho que se convirtiera en un peso ligero en relativamente corto tiempo. Solo cinco shots habían logrado tumbarlo por completo. Peter había resultado ser buena compañía. No tenían mucho en común, pero ambos cantaron a todo pulmón al son de los covers que tocaban Los Merodeadores.
James y Sirius eran naturalmente carismaticos encima del escenario. Tocaron “Don’t stop believing” de Journey, una canción de Bowie que desconocía,“Somebody to love” de Queen con un ritmo totalmente diferente al que esperaba escuchar, “Seven Nation Army” de The White Stripes, y reservaron la más ridícula para el final, en su opinión. Regulus se había escabullido a un lado del escenario, y para cuando tocaron su última, James lo llevó con él al microfono. Ambos cantaron juntos al ritmo de “Livin on a Prayer” de Bon Jovi.
Barty no podía creer que ese momento fuera real.
—¡Estoy a dos de morir! —gritó encima del ruido hacia Peter.
El chico le sonrió divertido. Por primera vez notó la peculiar manera en que estaba vestido. Traía una camiseta negra con el logo de una banda que no reconocía, pantalones de cuero y botas altas. Parecía el fracaso de un músico de los ochenta.
Dios, ¿Qué tan bajo había caído que ahora se codeaba con gente así?
—Es momento de ir a tomar un poco de aire, entonces —le sugirió amablemente.
Se terminó de un golpe el último shot que el barman había puesto frente a él y asintió violentamente con la cabeza, empujando a Peter hacia la salida. Antes de salir, tomó un desvío hacia el baño y le envió un mensaje más al teléfono de Evan, solo porque había estado en su mente toda la noche, solo porque podía, solo porque lo necesitaba para seguir en pie.
El silencio y el frío de la calle lo abatieron e hicieron que se mareara un poco. Se apoyó en la pared de ladrillos del establecimiento y sacó su cajetilla de cigarrillos. Le ofreció uno a Peter, pero él se negó amablemente.
—¿Tu eres el chico que estaba haciendo una apuesta para encontrar al amor de su vida en un mes? —preguntó divertido. Barty bufó con molestia por lo bajo. ¿Todos se habían enterado de eso o qué?—. ¿Cómo terminó?
—¿Cómo crees? —le preguntó con sarcasmo.
Al menos Regulus no le había cobrado las mil libras aún.
—Lo siento —respondió sinceramente—. ¿Qué pasó?
—Me di cuenta de que me gusta chuparla —se rió ante la sorpresa en los ojos de su compañero de borrachera y, luego de reirse, ambos se relajaron—, y luego me di cuenta de que a la persona que amo ni siquiera le interesa hacerlo —volvió a decir con sarcasmo—. ¿No es eso completamente irónico, Pete?
Peter soltó otra risa honesta. Por alguna razón, encontraba a Barty bastante cómico.
—Un poco —admitió—. ¿Es esa la razón por la que no funcionó? ¿No le gustaban los hombres?
Barty negó con la cabeza.
—No —puso una mano sobre su hombro con dramatismo—, es mucho peor que eso.
—¿Qué es entonces? —dijo con gracia, siguiendo el rollo.
—No le gusta coger —dijo con falso lamento—. ¡No le gusta coger! —gritó a la calle. Haciendo que la mirada de varias personas se fijara en ellos con curiosidad.
El rubio se rió de nuevo y se encogió de hombro.
—¿Y eso qué?
—¿Eso… —Barty lo miró escandalizado—, ¿eso qué? ¿cómo que eso qué?
—No es el fin del mundo. No es algo que no se pueda resolver si en verdad quieres estar con él.
—No lo entiendes —le dijo menguante—. Evan Rosier tiene los mejores labios que he tenido el placer de probar.
Dios.
Le daría todo lo que tengo si me dejara hacerlo de nuevo —se puso serio—. Si nunca los hubiera probado. Tal vez… tal vez entonces podría haber funcionado. Pero ¿Ahora? No, querido Pete, ya no hay vuelta atrás. Lo único que quiero es sentir su labios en mí…
—Ok, ok. Me queda claro que te lo quieres llevar a la cama —lo interrumpió. La expresión de Peter se arrugó con disgusto, pero luego solo volvió a reir.
—No es solo eso —admitió—.
Mierda.
No sé cómo hacer esto sin él.
—¿Cómo hacer qué?
—Todo esto —alzó los brazos en el aire—. Hay tantas cosas que aun no he podido contarle que solo le contaría a él. Ambos se quedaron en silencio y Barty se sintió, de nuevo, al borde de las lágrimas. Maldita sea. Odiaba llorar. Parecía que había estado llorando por semanas. ¿Cuándo se iba a acabar eso?—. Lo más frustrante es no poder hablar con él de esto, de cómo me siento —puso los ojos en blanco y se golpeó la parte de atrás de la cabeza con la pared—. Yo nunca hablo de lo que siento, Peter. Los sentimientos son un montón de mentiras que nuestro cerebro nos hace creer para soportar lo jodida que es la vida. Pero tengo tantos por él. No tienes idea.
Peter se quedó pensativo. Mirando la acera como si buscara algo en ella. Barty miró el cielo estrellado sobre sus cabeza, deseando poder despegar como un cohete y desaparecer de allí para siempre.
—¿Y por qué no hacerlo?
—¿Crees que no lo intenté ya? —se llevó una mano encima de los ojos—. No quiere verme.
—Bueno… —chistó—, entonces hazte ver.
—¿Qué? —preguntó confundido y frustrado.
—En el estilo de los antiguos revolucionarios, o como diría James, —dijo fácilmente—, ve allá y haz que te escuche.
—No podría.
—Te estás rindiendo muy fácil.
Barty miró de reojo al chico rechoncho y aparentemente tímido al lado de él, y se dio cuenta de que no era lo que había pesado en un principio.
—¿Tú crees?
—Si —respondió seguro—. El papá de James solía decirnos que el único lugar seguro era el presente.
—¿Qué significa eso?
—Significa que el único lugar donde tenemos poder de cambiar las cosas es el ahora. Puedes temerle al pasado y ansiar tu futuro, pero lo único que importa realmente es lo que hagas hoy. Así que… si quieres que te escuche, haz que te escuche. Y si las cosas no funcionan después de eso, al menos sabrás que hiciste todo lo posible de tu parte ¿No?
Barty se quedó pensando aquello por un rato.
—Tienes razón —dijo suavemente en un principio—. ¡Tienes razón! —exclamó más convencido. Peter lo miró de reojo y sonrió—. Peter, ¿Tienes tu celular contigo?
El chico asintió temerosamente con la cabeza y Barty sonrió de lado decidido.
════ ⋆★⋆ ════
Evan
Cuando Evan tenía dieciséis años se dio cuenta de que no funcionaba como las demás personas. Fue, irónicamente, gracias a Barty.
Durante la mayor parte de su vida pensó que el hecho de no estar interesado en el sexo opuesto se debía exclusivamente a que estaba enamorado de su mejor amigo, y como consecuencia, a que era gay. Pero a la edad de quince años Barty ya había tenido más de una experiencia sexual, las cuales le había relatado con lujo de detalle a pesar de no querer escucharlo, y ninguna de ellas había encendido siquiera una chispa de su interés. Eso le hizo cuestionarse si en realidad estaba interesado sólo en los hombres o simplemente no tenía ningún deseo en tener sexo.
Hizo una lista de cosas “
aceptables
” para él:
-Los abrazos.
-Los besos de su hermana y su madre.
-Tomarse de la mano con Pandora (y Barty, aunque eso solo había sucedido una vez cuando eran niños).
-Acostarse junto a Barty y Regulus.
Hizo otra lista con las cosas por las que
no
tenía interés:
-Tener relaciones sexuales con alguien.
-Besar a alguien.
-Dejar que una persona que no lo conociera lo tocara.
-La apariencia de alguien y si eran de buen ver o no.
Eso no quería decir, de ninguna forma, que no sintiera afecto por las personas que quería. Después de todo, estaba enamorado de Barty, y sentía mariposas en el estómago cada que estaban juntos y solos.
Mediante fueron creciendo, aquellas listas se fueron expandiendo.
No le gustaba escuchar a Barty hablar de sexo (aunque no estaba seguro de que no fuera solo porque odiaba la idea de que alguien más pudiera darle lo que él no se sentía preparado para darle), no le gustaba que las chicas se le encimaran, no le gustaba que le dijeran que simplemente no había encontrado a la persona correcta o que cuestionaran que en realidad no se sentía atraído a nadie porque nunca había intentado acostarse con nadie.
La mayor parte de las personas comunes logran molestarlo al menos en una de esas formas, pero la única persona que nunca lo cuestionó (ya fuera por respeto o por desinterés) fue Barty.
Cuando se mudaron juntos a la universidad y comenzaron a compartir el dormitorio en el ala de Slytherin, llegó a pensar que tal vez había una oportunidad de que pudieran tener un futuro. Su vida se sentía plena, no le importaba compartir su espacio con él o que él invadiera el suyo.
Su otra lista, la de las cosas “
aceptables
”, también fue creciendo. Le gustaba cuando Barty jugaba con su cabello en los días que estaba aburrido y no sabía qué hacer con sus manos, le gustaba sentarse frente a él en la cama y sentir su calor, le gustaba que, cuando tomaban y la fiesta los ponía de ánimos, terminaban tocandose por todas partes y no se sentía ni un poco incómodo.
Entonces empezó a enumerar cosas en una lista diferente. La lista de cosas que tenía miedo a explorar.
Lo aterraba que cuando estaban ambos igual de borrachos sentía cosas en su cuerpo que no entendía en lo absoluto, lo aterraba que a veces se imaginaba cómo se sentiría besarlo, le aterraba darse cuenta de que, por primera vez en su vida, tenía curiosidad por descubrir qué se sentía ser adorado por sus manos.
Pandora siempre le dijo que la sexualidad no estaba tallada en piedra. Que era algo que fluía con el paso del tiempo y la adquisición de conocimiento. Pero nunca esperó que algo tan personal cambiara sin siquiera haberse dado cuenta.
Fue por eso que, el viernes por la noche de su segunda semana lejos de Hogwarts, agregó una cosa más a su lista de miedos.
Barty
Domingo, 10:11 pm
De haberlo sabido, hubiera besado tu alma en vez de tu cuerpo.
—
Mierda
.
Barty estaba borracho. Había pasado suficientes borracheras con él para saber que, cuando estaba tomado, se convertía en su versión más afectiva y necesitada de validación. Era otra de las cosas que le gustaban de él. Decía las cosas más ridículas en nombre de la poesía que ni siquiera sabía recitar.
Evan pasó sus primeras noches llorando entre estrellas después de haber desconocido a Barty el día en que fue a buscarlo a Beauxbaton. Nunca lo había herido de esa forma y lo hacía sentir como el peor ser humano sobre la faz de la tierra. Se consolaba pensando que era por su bien, que a pesar de que pensaba que lo que quería era recuperarlo, en realidad solo estaba asegurando un futuro en el que ni siquiera pudieran ser conocidos.
El cambio de escuela tampoco le estaba sentando muy bien. Beauxbaton estaba lleno de estudiantes privilegiados que no dudaban dos veces en clavarte un puñal por la espalda. En especial en el programa de artes, en donde todos competían por ver quién podía impresionar más a los maestros.
Regulus y él hablaban constantemente a través de mensajes de texto y llamadas. Parecía pensar que contarle lo mal que lo estaba pasando Barty lo haría recapacitar en algún momento.
Lo peor era extrañarlo, porque ahí donde nunca había existido una chispa de interés en el contacto físico ahora quemaba una llamarada feroz de necesidad.
Evan se hubiera acostado con él si se lo hubiera pedido esa ultima noche. Estaba seguro de que lo hubiera hecho y de que, más tarde, se hubiera arrepentido. Todavía no entendía qué tanto hacía para complacerlo y qué tanto venía de él mismo. En ese momento, por ejemplo, la carpa en sus pantalones no era un teatro para alguien más. Se había lazado ante las palabras de su mejor amigo.
Rodó en la cama y se tapó la cara con la almohada.
La pantalla de su teléfono iluminó la oscuridad de su habitación de nuevo.
Barty
Domingo, 12:03 pm
De haberlo sabido, te hubiera demostrado cuánto te amo.
—¡Mierda!
Lanzó el celular al suelo como si se quemara, porque Barty nunca había utilizado esas palabras con él o con nadie. Se levantó de la cama, se puso una chaqueta y fue a dar una caminata por los parques, dejando su teléfono abandonado en el suelo de madera de su habitación, y esperando que el frío de la noche le aclarara la cabeza y borrara sus palabras. Pero Evan estaba alucinando.
“Te hubiera demostrado cuánto te amo”
, se repetía en su cabeza una y otra vez.
No lo decía enserio.
Barty no tenía idea de lo que decía.
¿Por qué había desbloqueado su número? Sabía muy bien que eso era darle entrada a la posibilidad de recibir un mensaje o una llamada. No debió haber hecho eso. Esta era su segunda oportunidad de hacer las cosas bien, de empezar de nuevo de cero.
Las cosas no estaban saliendo como las había planeado.
Se prometió a sí mismo cambiar de número de teléfono al día siguiente. Desecharía el otro para que no le quedara oportunidad de hacer algo de lo que se arrepintiera.
════ ⋆★⋆ ════
Barty
—¿Nada? —preguntó Peter ansioso.
—Nada —confirmó Barty frustrado.
—Son casi la una de la mañana, tal vez ya está durmiendo.
Evan casi no dormía durante los fines de semana.
—¿Qué hacen ahí como un par de vagabundos? —preguntó Sirius Black desde la entrada de Las Tres Guitarras.
Peter levantó la cabeza y miró a Barty preocupado. Él intentó llamar una vez más al teléfono de Evan sin resultado.
—¡Hey! —Regulus también salió del bar con una sonrisa risueña en la cara y se abalanzó contra Sirius, quien lo atrapó, tomandolo de las piernas y levantandolo del suelo para llevarlo a caballito donde estaban ellos. Suponía, por la manera en que interactúaban, que habían hecho las paces—. ¿Qué hacen?
Barty respiró profundo con frustración y miró de reojo a Peter.
—No dejes que eso te detenga —le dijo seguro.
Asintió con la cabeza en su dirección y miró a Regulus.
—¿Qué tanto tomó James?
—No he tomado nada, gracias por el voto de confianza —el también salía del establecimiento con aires de satisfacción. Probablemente se debía a que el lugar había estado repleto de gente gritando sus nombres—. Yo, a diferencia de otros —miró severamente a Sirius mientras se acercaba—, no olvido que soy el conductor designado. ¿Qué hacen aquí? ¿Se olvidaron que la fiesta está allá adentro?
—No hay tiempo para eso, Potter. Necesito que me lleves a Beauxbaton.
—¡No! —Regulus se bajó de la espalda de Sirius—. No voy a dejar que involucres a mi novio en uno de tus crímenes de nuevo.
A Barty y a James los habían hecho pasar cinco horas en la fiscalía el día en que intentaron meterse en Beauxbaton. No había sido tan malo. Él y James aprovecharon ese tiempo para dormir en las sillas de la sala de espera mientras Regulus estuvo en el escritorio de la entrada, haciendo todo lo posible por sacarlos lo más rápido que se pudiera.
Ni siquiera habían dado un paso dentro de una celda, por favor.
—Está bien, Reggie —lo intentó aplacar James, quien en verdad parecía no haber tomado una gota de alcohol—. ¿Por qué no regresan adentro mientras yo hablo con Barty?
Regulus frunció el ceño con recelo.
—Vamos —dijo Peter—. Vi un par de bebidas que se veían especialmente mágicas en la barra. ¿Sirius? ¿Vienes con nosotros?
—Solo si Reggie va a ir —respondió testarudo. Sirius también había bebido bastante. Un borracho reconocía a otro borracho. Se preguntaba si esa era la razón por la que los hermanos Black parecían tan afectivos el uno con el otro.
—Me llamo Re-gu-lus —lo corrigió—, aún no tienes derecho de llamarme Reggie.
—¿Y por qué James si lo puede hacer? —se quejó.
—James tiene privilegios.
—¿Qué tipo de privilegios?
—El tipo de privilegios que se otorgan cuando mete su…
—¡De acuerdo! —interrumpió James avergonzado—. ¿Peter? ¿Te los puedes llevar? ¿Antes de que diga algo de lo que no podamos regresar?
Peter parecía estar disfrutando el espectaculo. Barty arrugó el rostro con asco. Una cosa era burlarse de Regulus y otra muy diferente escucharlo afirmar lo que ya sabía que pasaba cuando se quedaban juntos en su habitación.
Los cuatro se marcharon de vuelta al bar de Las Tres Guitarras envueltos en una nueva discusión guiada por los hermanos Black.
—Barty —le dijo James serio—, estás demasiado borracho y ya nos sacaron una vez de ese lugar. ¿No crees que podrías escoger un mejor momento?
—No —respondió Barty decidido—, o me llevas tú o tomaré un taxi ahora mismo. No importa como sea, voy a ir hasta Beauxbaton esta noche.
James suspiró cansado.
—Quédate un segundo aquí, ¿de acuerdo? Voy a hablar con Frank para ver qué podemos hacer al respecto. Me debe un favor así que… tal vez pueda hacer que nos de acceso al edificio esta vez. Pero Barty…—lo miró con preocupación—, si no funciona, tienes que prometerme que lo dejarás de una vez por todas, ¿puedes hacer eso?
Barty no estaba seguro, pero hubiera dicho lo que fuera si eso lograba hacer que James lo llevara hasta Beauxbaton.
—Sí.
════ ⋆★⋆ ════
Evan
Manejó hacia el bar que había descubierto hacía unos días cerca del campus. Las Tres Guitarras era el lugar preferido de los alumnos de Beauxbaton. Bebidas caras pero un ambiente de bar de mala muerte. El lugar que, usualmente, él detestaría. No hubiera acabado allí de no haber sido porque no quería regresar a su dormitorio.
—Regulus —preguntó Evan confundido por encima de la música— ¿Qué haces aquí?
—¿Evan? —abrió los ojos en grande al recibir el abrazo inesperado de Regulus. Estaba ebrio, su aliento inmunsionado con tequila—. ¡Espera! Tú no puedes estar aquí.
—¿Qué? —se rió confundido.
Fueran cuales fueran las circunstancias, ver a Regulus después de un día de mierda como ese se sentía igual que una canción alegre en medio de su momento más triste. Tal vez podían hablar sobre los mensajes de Barty. Tal vez el le diría que era todo una broma, que alguien más lo había robado y le había escrito esas palabras.
—¿Qué hace Rosier aquí? —preguntó Sirius a sus espaldas con una ceja enarcada.
—Hola —saludó con una mano en el aire, alivianado al darse cuenta de que Barty no se encontraba entre ellos. Regulus no hubiera permitido que fuera allí tan cerca de su campus de todas formas.
—Oh, ¿tu eres Evan Rosier? —le preguntó un chico rubio del otro lado.
No entendía cómo era que todos parecían cautivados por su llegada pero se sentía incómodamente visto.
—Sí —le sonrió apenado—Tú eres… ¿Peter? —le preguntó a Regulus. Solo lo había visto de pasada antes, pero sabía que era el baterista de Los Merodeadores.
—Esto está muy mal —repitió Regulus, colocando una mano encima de su boca.
—¿Te sientes bien? —le preguntó preocupado.
Sirius soltó una carcajada a su lado y Remus le golpeó el hombro tratando de hacer que se callara.
—No, creo que voy a vomitar.
Salió corriendo entre arcadas hacia el baño, sin decir una palabra más. Evan estaba a punto de ir tras él cuando escuchó la molesta voz de Sirius a su lado.
—¿Sabes qué es gracioso, Rosier? —le gritó Sirius entre risas—. James y Crouch están en este mismo momento tocando en la puerta de tu habitación vacía.
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Barty
—¿Estás seguro de que esta es la habitación?
James se encogió de hombros.
—Frank es supervisor de cuartos, si alguien lo sabe es él —Barty volvió a tocar la puerta con el puño cuatro veces más—. Tal vez solamente no está aquí.
Bufó con frustración, apoyó la parte de atrás de cabeza en la puerta y se deslizó hacia el suelo hasta que estuvo sentado de espaldas a ella. Tal vez era como Evan había dicho en su carta. Tal vez el hecho de que siguieran perdiéndose en este tipo de oportunidades era indicador de que no estaba destinado a suceder.
Sin Peter allí para animarlo y con la borrachera a punto de bajarsele por completo, la valentía que había sentido hace un rato se desvanecía lentamente frente a sus ojos.
James suspiró con cansancio y se sentó a su lado.
—Lo siento.
—Nah —movió su mano en el aire—, no es tu culpa.
Se quedaron en silencio por un rato, mirando de vez en cuando a uno que otro estudiante que salía y entraba de su habitación. Barty volvió el mentón hacia el techo y cerró los ojos desganado.
—Estamos en esto juntos —le aseguró James—. Pasará eventualmente. No existe solo una persona en este mundo con quien puedas conectar. Si no es Evan, será alguien más, y si no hay alguien más por un tiempo eso también está bien.
—No quiero a nadie más.
—Está bien, entonces nos tienes a mí y a Regulus por el resto de tus días.
Barty bufó por lo bajo con frustración.
—Solo quiero a Evan —dijo con seguridad.
—Estoy seguro de que así se siente en este momento —replicó James.
Se quedó en silencio y se arropó las rodillas con los brazos, escondiendo su cara entre ellas porque estaba a punto de llorar de nuevo.
¿Cuánto tiempo más duraría su tristeza? No creía poder soportar mucho más.
—Sigo pensando en todas las veces en que pude haberle dicho lo que sentía pero ni siquiera lo sabía. Ni siquiera sabía qué era amar a alguien porque nunca sentí la necesidad de buscarlo en otra persona. No hasta que se fue, hasta que me dejó —suspiró—. Entonces entendí que todos estos años lo había amado sin siquiera saberlo. ¿Sabes qué es peor que haberlo perdido? Que ni siquiera tuve la oportunidad de valorar realmente los momentos en que lo tenía —Barty se quedó en silencio mientras intentaba controlar su voz entrecortada. Escuchó el movimiento de James a su lado y así supo que aún seguía ahí, pero estaba extrañamente callado—. Y es una putada, porque pienso una y otra vez en el hecho de que ya no hay nadie que le quite las malditas aceitunas a mi pizza, o que se asegure de que esté hidratado cuando he tomado de más, o nadie a quien pueda contarle que mi padre se va a casar de nuevo y que no sé qué hacer con ello. No tengo a nadie a quien decirle que siento que lo perdí todo al mismo tiempo, que me siento a la deriva, que ahora tengo que actuar como un adulto pero nadie nunca me enseñó a serlo. Que ahora tengo que rentar un apartamento, y manejar el poco dinero que me queda, y probablemente buscar un trabajo o no tendré cómo mantenerme en unos meses —sollozó sin poder controlarlo. Está bien, se permitiría llorar en ese momento—. No tengo a quién decirle que extraño a mi mamá. Que usualmente no pienso en ella pero ahora desearía más que nunca que no hubiera muerto porque me siento tan… abandonado, James. Me siento tan solo y abandonado. Lo extraño como si fuera el puto aire que respiro y no sé qué hacer al respecto. No sé qué hacer para dejar de sentirme así. No creo que pueda dejar de sentirme así nunca. Se siente como que durará toda una vida. Estoy tan jodidamente cansado.
Barty levantó la cara y se limpió las lágrimas que corrían sin mesura por sus mejillas.
Odiaba llorar.
Odiaba no poder evitarlo.
Cuando lo hizo, cuando levantó la cabeza, casi le da un infarto, está seguro de que su corazón dejó de latir por más de un par de segundos.
En el lugar en donde había estado James hace solo unos minutos, habían unos ojos claros mirándolo de regreso. Evan no dijo nada, pero tenía los ojos cristalinos y no dejaba de ver sus labios.
Barty sentía que estaba soñando, que tal vez ya había perdido la cabeza como había dicho su padre, porque aquello no tenía explicación alguna. En vez de sentirse reconfortado, estaba asustado, pensando que lo estaba imaginando todo.
—Lo siento —le dijo honestamente—, no sabía lo jodido que había estado todo para tí.
Era su voz.
Era Evan.
—¿Qué…?
—Vine corriendo cuando Sirius dijo que James te había traído de nuevo a la universidad. Pensé que esta vez ya no habría nadie para sacarlos de esta.
No lo estaba imaginando entonces.
—James le pidió a Frank que nos pusiera en la lista de registro.
—Ah —respondió pensativo.
No dijeron nada por unos segundos y Barty aprovechó el momento para recobrar la compostura. Para recapitular los hechos.
—¿Qué tanto escuchaste?
—Suficiente —respondió Evan.
—Deberías olvidarlo. No quiero que tengas lástima por mí.
Evan suspiró.
—No lo haría.
Barty volvió a esconder su rostro entre sus rodillas.
—¿En dónde está James?
—Fue a buscar al resto de los chicos al bar —La tensión en el aire se podía cortar con un cuchillo. Ninguno decía nada que realmente importara—. ¿Qué haces aquí, Barty?
—Vine a buscarte —lenvantó el rostro hacia él, las cuencas de sus ojos rojas y moradas, en su lengua aún podía probar el sabor a whiskey en las rocas. Evan miró hacia el otro lado de la pared, evitando su mirada—. ¿Por qué te fuiste?
—No te debo ninguna explicación —le dijo cortante.
—¡Un demonio no me debes una explicación! —Barty estaba enojado—¿Crees que merezco que un día solo… desaparezcas? Si me lo hubieras dicho las cosas hubieran sido diferentes. No había necesidad de que te fueras al otro lado de la ciudad. Es tan estúpidamente inmaduro de tu parte.
—No empecemos a hablar sobre quién merece qué.
—¿Sabes qué? Sí, hablemos de eso. Quiero escucharlo.
—No, no quieres —Evan escuadriñó el ceño y se levantó del suelo—. Regresa a Hogwarts y no vuelvas.
—No —Barty también se levantó.
—Sí —Evan dio un paso hacia él.
—Oblígame.
Sus rostros estaban terriblemente cerca y Barty solo quería tomarlo entre sus manos y borrar todo lo que había pasado ese día con sus labios, porque -dios- había tenido las peores dos semanas de de su vida y solo necesitaba una victoria. Pero sabiendo lo que ahora sabía, sabiendo que sus besos no significaban lo mismo pra Evan, no lo hizo. No lo hizo a pesar de que sentía que estaban en la misma sintonía, que ambos se deseaban con la misma fuerza, porque había estado mal antes.
En cambio, dió un paso atrás
—Nunca podrías entenderlo —le aseguró el rubio.
Se miraron intensamente por un segundo.
—¡Maldita sea! Al menos intentalo, Rosier. Al menos intenta explicarlo entonces. ¿Es porque eres asexual?
—¿Quién te dijo eso? —preguntó con miedo y rabia en los ojos.
—Al parecer todo el puto planeta lo sabía excepto yo.
No había querido sacarselo en cara pero podía hacer muy poco para controlar lo que salía de su boca. Evan suspiró.
—¿Sabes lo jodido que es ver a la persona que quieres con alguien más por años? —le dijo alterado, perdiendo la calma con la que siempre se manejaba. No, Barty no lo sabía, porque Evan solo había sido para él todo ese tiempo. No se imaginaba compartiéndolo con nadie. La cita con Lilo había sido indicador de lo mal que lo hubiera llevado—. Estoy cansado, Barty. ¿Quieres escuchar la verdad? Ahí está. Estoy cansado y estoy confundido. Me confundes. Quiero descubrir qué mierda es lo que quiero, y eso no va a suceder mientras te tenga cerca.
—Ni siquiera me diste la oportunidad de intentar ayudarte a hacerlo.
—¡Porque no la querías!
—¡Pero ahora si la quiero! —exclamó con frustración—, ahora si la quiero. ¿Quieres quedarte aquí? ¿Quieres un tiempo? Está bien, respetaré tus condiciones, pero vendré a visitarte y necesito saber que no te vas a ir sin antes intentarlo.
—Barty… Esa no es la manera en que funcionan las cosas —estaba harto de escuchar como “deberían” de ser las cosas—. Lo mejor es que ambos nos demos un tiempo para descubrir lo que queremos, separados, es decir tú…. Apenas estás descubriendo esta parte de tí.
Barty conocía ese tono de voz, era el que usaba cuando pensaba que no entendía lo que estaba diciendo.
—Esto no es sobre mí, Evan. Yo sé muy bien lo que quiero. Te quiero a tí.
—Hoy —puntualizó—, hoy me quieres a mí. ¿A quién vas a querer mañana?
Barty sintió el dolor punzante de esas palabras, porque Evan estaba en su derecho de esperar exactamente lo mismo de él que había obtenido hasta ese momento. ¿Qué le aseguraba que Barty no cambiara de opinión de nuevo el día de mañana?
—A nadie, porque nunca he querido a nadie de la manera en que te quiero a tí —Evan cerró los ojos y Barty supo que había hecho algo bien, porque estaba penetrando sus barreras. Así que insistió—. Nunca voy a terminar de pedir perdón por las cosas que he hecho y las maneras en las que, sin siquiera saberlo, te hice daño, pero tienes que saber que nunca las hubiera hecho de haber sabido… —se detuvo.
—¿De haber sabido que me amabas?
Lo miró con pánico y sintió vertigo, como si estuviera a punto de caer y no hubiera nada que pudiera hacer para evitarlo.
Confrontado con la verdad, ¿sería capaz de aceptarla?
Evan estaba buscando que lo dijera en voz alta, era una prueba, como la de aquella mañana cuando le preguntó qué eran. “
¿Qué somos, Barty?”,
y si hubiera dicho que eran algo más que amigos, Evan se hubiera quedado, pero no estaba listo para esa.
—De haber sabido lo jodidamente enamorado que estoy de tí —respiró profundo, porque sentía que se quedaba sin aire—, y cómo no lo supe por completo hasta que leí tu nota. No sabía que lo había estado tomando por sentado, porque es tan fácil como respirar; hemos estado creciendo esta relación durante años sin saberlo. ¿Me vas a decir que no es así?
Evan no despegó los ojos de Barty por un segundo, se llevó las manos al puente de la nariz y apretó con fuerza.
—Mierda, Barty, eso tiene que ser lo más homosexual que has dicho en tu vida.
En otro momento, Barty se hubiera reído, porque era cierto; pero solamente se acercó más a él con desesperación.
—Lo puedo ser por tí. Seré lo que quieras que sea —le rogó. Nunca había rogado por nadie.
—No quiero que seas nadie más —aclaró Evan.
—Entonces dejame ser lo que soy contigo.
—¿Sabes que somos completamente incompatibles? Sabes que nunca vas a tener conmigo lo que puedes tener con alguien más, ¿cierto?
—Sí, lo sé —asintió seguro—, por eso quiero que regreses o… que me dejes quedarme. Lo que quieras darme —repitió—, tomaré lo que quieras darme.
Barty no rogaba por nadie, pero se arrastraría por el suelo pidiendo perdón si era lo que hacía falta para tenerlo de vuelta. Dejaría que lo destruyera mientras fuera con sus manos. Dejaría que lo reparar mientras fuera con sus besos. Dejaría que fuera suyo de la manera en que quisiera.
Evan estaba flaqueando, lo podía ver en la manera en que apretaba sus manos, en la manera en que sus palabras lo sorprendían porque no las había esperado, en la manera en que sus ojos se dilataban cuando decía que lo único que quería era que volviera, que lo necesitaba para seguir.
—No puedo regresar a Hogwarts —recalcó con el último gramo de resolución que le quedaba.
—No lo hagas, pero no me dejes atrás.
Evan rodó los ojos con frustración.
—¿Qué va a pasar si no te gusta la persona que sea cuando descubra quién soy?
Ahí estaba de nuevo. El miedo en sus ojos.
—Quiero todas las versiones tuyas que me quieras dar.
Evan maldijo por lo bajo y Barty sintió el calor de su aliento sobre su rostro.
—Estás haciéndome terriblemente difícil decir que no.
Barty se acercó más y pasó una mano por su brazo, reconfortandolo, permitiendose sentirlo.
—¿Quieres que lo haga más difícil? Porque puedo hacerlo.
Aquello logró sacarle una risa.
Regulus tenía razón. No había nada que no pudiera lograr.
Acortó la distancia entre ellos y lo envolvió entre sus brazos.
—¿Esto está bien? —preguntó nervioso. Evan asintió con la cabeza, así que llevó una de sus manos a su cabello—. ¿Y esto?
Asintió de nuevo.
—Pero deberíamos detenernos aquí —le pidió en un susurro.
Barty no quería separarse. Tenía miedo de perderlo de nuevo. Evan no le había asegurado que intentarían arreglar aquello, pero si forzaba las cosas solo un poco más de lo que debía corría el riesgo de cruzar los límites que antes no había visto.
—Está bien —accedió a pesar de la ansiedad.
—¿Barty? —Evan decía tanto con sus ojos—. ¿Los mensajes iban en serio?
Barty frunció el ceño.
—¿Viste los mensajes? —sintió el estómago subirle a la garganta.
—Algunos —se encogió de hombros.
Pestañeó un par de veces, tratando de recordar qué era lo que había escrito medio borracho en el baño de Las Tres Guitarras. Sacó su celular para confirmarlo.
Domingo, 12:03 pm
De haberlo sabido, te hubiera demostrado cuánto te amo.
—Esa no era la manera en la que había planeado decirlo —bufó por lo bajo con frustración.
Evan pasó un dedo por las comisuras de sus ojos, borrando el último rastro de sus lágrimas. Todo ese tiempo habían estado susurrando, muy cerca el uno del otro.
—Te quiero. Tengo miedo de lo mucho que te quiero —le confesó el rubio.
—Entonces no me dejes —le pidió una vez más.
Los bordes de los ojos de Evan también parecían maltratados por la falta de sueño y las lágrimas. Se preguntaba si ambos habían estado llorando al mismo tiempo en diferentes lugares. Si cada noche en que lo pensaba, lo había llamado con la fuerza de sus pensamientos. Si por eso no había podido dormir.
—Yo también te debo una disculpa —admitió Evan—. Tienes razón en algo. No tenía el derecho de decidir por tí. Estaba tan enojado de que pudieras haberlo visto tan fácilmente el día en que hablamos por última vez. Me llamaste cobarde y tenías la razón.
—Nunca tengo la razón —dijo con seguridad—, soy un idiota. No tengo idea de lo que sale de mi boca la mayor parte del tiempo y a veces digo cosas que ni siquiera pienso en realidad.
Evan se rió de nuevo.
—Pero tenías razón —siguió—, no he sido lo suficientemente valiente todo este tiempo para decirte lo que siento.
—Hazlo ahora, entonces. Te presto un poco de mi valentía para que lo hagas —presionó.
El claxon de la camioneta de James sonó desde el exterior del edificio. Barty no soltó a Evan.
—Será mejor que salgamos. No van a poder subir si no hay un registro.
Maldijo mil veces en un solo segundo, pero asintió resignado y se dio media vuelta, comenzando a caminar por el pasillo. A mitad de su recorrido se dio cuenta de que Evan no lo estaba siguiendo.
—¿Evan? —preguntó confundido.
—¿Crees que estoy haciendo esto más difícil de lo que tiene que ser?
—No —mintió Barty. No quería hacerlo sentir mal—. Creo que sería una situación difícil en cualquier maldito universo.
Evan sonrió de lado con tristeza.
—¿Crees que lo logramos resolver en alguno?
Barty lo pensó por un segundo.
—Creo que me gustaría que lo intentaramos resolver en este.
Evan asintió, sin decir realmente que lo harían, tal vez no podía prometer algo que no veía posible, pero resumió su caminata hacia Barty.
Cuando bajaron el primer escalón hacia la planta baja se detuvo un segundo.
Barty sintió el jalón repentino, como Evan, sin previo aviso, lo jaló del brazo, lo azotó contra la pared, lo miró a los ojos solo unos segundos con temor y luego lo besó. Lo besó como si lo necesitara para respirar y Barty sintió el mundo temblar sobre su cabeza. Quería tocarlo, quería quitarle la ropa allí mismo, darle la vuelta, ponerse de rodillas y hacer que gimiera su nombre hasta que olvidara como se llamaba. Nunca había estado con otro hombre, pero estaba seguro de que podía hacerlo, seguro de que no era para olvidar sino para recordar todas las veces en las que le había demostrado que no estaba solo.
Barty hizo lo contrario, se relajó y dejó que lo usara.
Evan se apartó con la respiración entrecortada y juntó sus frentes.
—También te amo —le susurró encima de sus labios.
A Barty lo recorrió un escalofrío. Tuvo que forzarse a no moverse más de la cuenta, porque trataba de recordar que tenía que dejar que Evan llevara el paso de su afecto físico.
—Mierda —se rió suavemente entre su boca y le robó otro beso. Uno corto, suave, uno del que pudiera escapar si quisiera, pero no lo hizo. En cambio, lo alargó e intensificó más hasta que estuvo totalmente apretado entre Evan y la pared.
Barty, para quien tener el control de la situación siempre había significado seguridad, le cedió su libertad en la más grande prueba de amor.
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Del otro lado del estacionamiento, James, Remus, Peter, Sirius y Regulus observaban como se acercaban entre risas. Barty estaba tratando de esconder una prominente y clara erección en sus pantalones. Regulus le dió un golpe en la cabeza a Sirius. Ya parecía haber recuperado un poco de su sobriedad y perdido un poco del amor fraternal que había demostrado hace unas horas.
—Parece que perdiste después de todo, hermanito —se burló Sirius—. Barty lo consiguió.
Regulus resopló por lo bajo.
—Ya no estábamos jugando —le respondió de malhumor—. Yo siempre gano.
James se rió por lo bajo. Lo tenía arropado entre sus brazos mientras se inclinaba en la puerta del coche. Una sonrisa plena relucía en su rostro mientras los miraba discretamente de reojo. No sabía si era porque ya se habían reconciliado o si era porque estaba feliz por él.
—¿Quieres apostar? —le preguntó Sirius.
Regulus puso los ojos en blanco, pero James pudo ver el brillo de emoción en ellos.
—Ni siquiera lo piensen —los detuvo Remus de inmediato—. Tú y yo vamos de vuelta a casa, ya has ocasionado suficientes problemas hoy —lo jaló al interior del carro a pesar de sus protestas. Regulus se soltó del agarre de James y caminó hasta estar frente a ellos.
—Siento haberles causado tantos problemas —se disculpó honestamente—. James tiene razón, no puedo jugar así con las personas —se encogió de hombros—. Los malos hábitos tardan en morir.
—Está bien, Reg —respondió Evan seguro, y luego hizo algo que lo dejó estupefacto. Le tomó la mano—. Todo está perdonado.
Regulus asintió con la cabeza, contento y satisfecho.
—Vamos a volver a Hogwarts —dijo James a sus espaldas—. Cuando la gente empieza a dejar los contenidos sus desayunos en el excusado generalmente es una señal de que la noche se está acabando.
Barty miró de reojo a Evan.
—Solo denme un segundo para despedirme —les pidió. Evan frunció el ceño. Todos se metieron en la camioneta y esperaron pacientes dentro. Podía escuchar desde afuera la pelea entre Remus, Regulus y Sirius pero no entendía nada de lo que estaban diciendo—. ¿Puedo venir mañana? —le preguntó seguro.
—Barty —refutó.
—Evan —negó con la cabeza—, después de lo que pasó en las escaleras, después de lo que dijiste, no hay forma de que te deje ir. Es decir… ¿tu también lo sentiste, verdad? ¿no soy solo yo?
Evan puso los ojos en blanco.
—Estoy seguro de que sabes que si lo sentí.
Barty sonrió de lado con satisfacción ante la insinuación. Evan cerró los ojos y vio sus defensas flaquear de nuevo.
—¿Cuál es la diferencia entre que vuelvas mañana y te quedes hoy?
—¿Qué estás diciendo? —preguntó sin poder creer que estaba entendiendo bien.
—Si te quedas hoy o vuelves mañana. Las cosas van a terminar igual.
Barty no estaba seguro de qué estaba pasando.
—¿Me estás pidiendo que me quede? —preguntó directamente—. ¿Crees que es buena idea?
—Sí —asintió seguro—, confío en tí, Barty.
—Oh —se rió suavemente—. No deberías —le dijo convencido—, ni siquiera yo mismo confío en mí.
Tal vez esa mirada en sus ojos. Tal vez el lugar al que siempre llamó
“hogar”
, era realmente el amor que podía notar en ellos.
—Tenemos toda la noche para hablar de ello —le aseguró Evan—, para buscar una forma de arreglarlo. Eso es lo que querías, ¿cierto?
—No me lo des simplemente porque lo quiero, quiero que tu también lo quieras.
Evan se rió por lo bajo y se cruzó de brazos. Barty presentía que lo había hecho para no abalanzarse a él frente a todos los demás. Tal vez eso lo ponía caliente. Tendría que recordarlo para el futuro. Pasaría el resto de su vida acumulando información sobre cómo hacerlo sentir bien.
—Ve y dile a James que te vas a quedar —le ordenó.
Barty asintió con una sonrisa, y antes de volver al carro, arropó sus mejillas con las manos y lo besó una vez más. Sintió el calor de Evan subir por su cuello e instalarse en sus mejillas.
James bajó la ventana del copiloto en donde se encontraba Regulus. Ambos estaban sonriendo.
—Eh… —se rascó la cabeza—, creo que los veré mañana, ¿de acuerdo?
Sirius gritó desde el asiento de atrás: “¿El está teniendo sexo esta noche y yo no?”, como si fuera la peor noche de su vida. Para Barty era la mejor.
—Fue mi placer, Crouch —le gritó James desde el otro lado.
—Gracias por todo —le respondió suavemente.
El carro dejó la universidad. Tomados de la mano, los vieron alejarse a través de las calles y luces de la ciudad. Si hace un mes le hubieran dicho que acabaría allí, se hubiera burlado totalmente del universo.
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Evan lo beso con fiereza apenas dieron un paso dentro de la habitación. Le estaba haciendo la cosas terriblemente difíciles con la manera en que pasaba sus manos por su espalda y jalaba su cabello para intensificar el movimiento de sus labios.
—Deberíamos ir más lento —dijo Barty con la respiración entrecortada.
Evan lo tiro en la cama de un empujón entre risas y se inclinó encima de él con lentitud.
—Espera —intentó decir. No quería perder la poca resolución que tenía—. Aún hay cosas de las que no hemos hablado.
Evan trazó un camino de besos desde su cuello hasta sus labios. Barty tragó grueso y cerró los ojos al mismo tiempo que soltaba una maldición.
—Hablemos —dijo Evan tranquilo, pero no detuvo su incesante exploración de su cuerpo con sus labios.
—No vamos a hacerlo esta noche —dijo con dificultad.
—Me parece bien —accedió entre besos que bajaban por su pecho.
—Y… —soltó un gemido de placer cuando Evan trazó sus besos a lo largo de su cinturón de Adonis—, quiero saber que estás haciendo esto porque quieres.
Evan se detuvo en ese momento, justo antes de llegar a su pelvis. Casi suelta otra maldición ante la falta de sus labios.
—¿Qué? —preguntó confundido.
Barty lo miro lo más serio que pudo.
—No quiero que hagas nada con lo que no te sientas cómodo por complacerme.
—No lo haría.
—¿Seguro?
Tal vez Evan no estaba tan seguro.
—Esperaba que lo averiguáramos juntos.
Barty asintió con la cabeza y esa vez fue el quien secuestró sus labios. Le dio la vuelta en la cama y lo atrapó entre su cuerpo.
—Me dirás hasta donde llegar, ¿Si? —Evan asintió, pero podía ver el leve brillo de nerviosismo en sus ojos. Pasó su mano por su cabello suavemente y trazó las facciones de su cara con sus dedos como si tratara de memorizarlas—. Haremos esto bien —le aseguró—. No más errores de ahora en adelante.
Evan frunció levemente el ceño.
—Esa es una expectativa irreal —Evan fijó sus ojos sobre los suyos. Sintió una suave contracción en su pecho—. ¿Cuándo cambiaste tanto?
—¿Aún te gustó? —le preguntó inseguro. Evan sonrió con compasión.
—¿A tí te gusta la persona en la que te estás convirtiendo? —bajó su cabeza, para que sus frentes se tocaran suavemente. Asintió levemente, no queriendo decir las palabras en voz alta por que podían convertirse en polvo. Le tomaría un tiempo entender que, no porque vieran la luz del sol, significaba que estaban destinadas a arder.
—Ahora puedo hacer esto —llevó sus labios hacia su clavícula y dejó el más suave de los besos.
—Oh, mierda. Eso se siente bien —exhaló Evan.
—Solo estoy empezando —le aseguró Barty.
Cuando finalmente ambos se sintieron listos para llevar las cosas más lejos, Barty estuvo seguro de que nunca antes había tenido realmente sexo con nadie.
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Evan no regresó a Hogwarts, en cambio, decidió pasar el resto de su vida universitaria en Beauxbatons con la posibilidad de mudarse a Oxford si se graduaba antes que Barty. En vez de comprar un apartamento, utilizaron el dinero para pagar el resto de su carrera y decidieron que se mudarían juntos una vez terminaran.
Como consecuencia, a Barty, eventualmente, le asignaron un nuevo compañero de habitación.
—Peter Pettigrew —lo saludó entre risas, sin poder creer las vueltas que daba la vida—. ¡Bienvenido al campus de Slytherin! No toques mis cosas, ¿de acuerdo? —le advirtió—, y te conviene no estar aquí entre viernes y sábados por la noche. Mi novio suele visitar y no pienso ajustar el nivel de ruido que hacemos mientras tenemos sexo salvaje en mi cama —Amaba llamar a Evan su “novio”. Peter palideció. Estaba bromeando.
Tal vez.
Tal vez no. Dependía del día. Barty le acomodó la posición de la gorra azul y roja que estaba usando y le sonrió—. ¿Todo claro? —preguntó sin esperar realmente una respuesta.
—Eh… —tartamudeó Pettigrew —¿Barty? —se volteó antes de salir por la puerta—. ¿Estarás aquí durante las vacaciones?
Barty sonrió de lado.
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Ese verano, Barty utilizó todas las tarjetas que estaban a nombre de su padre para llevar a Evan por la costa Oeste de Estados Unidos. Visitaron el cementerio en el que fue enterrado su madre. Barty le contó sobre Evan y Evan le contó, a la piedra caliza frente a ellos, como había prometido cuidar por el resto de sus días a su hijo.
Terminaron en Las Vegas, en donde apostaron hasta que los establecimientos declinaron cada una de las cuentas bancarias que su padre había reactivado durante el verano. Se aseguraron de guardar el dinero que ganaron en una cuenta a nombre de Evan, de esa forma no habría forma de que pudieran quitárselo.
Unos días antes de regresar a Inglaterra, quemaron las tarjetas, el viejo teléfono de Barty, y el único recuerdo que guardaba de su padre: un reloj con sus iniciales. Barty lo vió arder hasta que su pasado se convirtió en polvo y el viento se lo llevó.
Cuando regresaron a Inglaterra, Barty visitó uno de los periódicos más reconocidos de Oxford y contó su historia, esperando que algún reportero la viera por lo que era: una pequeña mina de oro; y aunque no generó muchas ganancias con la entrevista, nada se comparó con la satisfacción que sintió cuando su padre perdió las elecciones del congreso ese año; o más tarde, cuando acabara en la carcel y su esposa lo dejara.
Evan era suyo, de la misma manera en que Barty siempre había sido de él, y cuando fue su momento, utilizó las palabras que James le había enseñado:
“Te amo como si siempre lo hubiera hecho.”
Seguro de que nunca había dicho otra cosa que fuera más real, y de que a pesar de que podía haber más de una persona para él en el mundo, había escogido a la única sin la que no podía vivir.
Fin