ID de la obra: 245

There's gotta be somebody for me like that

Mezcla
R
Finalizada
3
El trabajo participa en el concurso «Harry Potter: El Capítulo Perdido»
Fechas del concurso: 26.06.25 - 13.08.25
Inicio de la votación: 12.07.25
¡Vote por el trabajo que más le guste! Puede votar una vez al día.
Promocionada! 0
Tamaño:
172 páginas, 7 capítulos
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Prohibido en cualquier forma
Compartir:
3 Me gusta 0 Comentarios 1 Para la colección Descargar

Evan Rosier: Parte II

Ajustes de texto
Evan Rosier Parte II Regulus empujó las puertas chirriantes del bar de los Weasley pasadas las seis de la tarde. El humo y el olor a cerveza lo envolvieron de inmediato. Con el rostro enrojecido por la rabia y la mirada apuntada en Barty, quien estaba encorvado en una mesa solitaria en la esquina, se abrió paso entre la poca gente que visitaba el bar a esa hora del día. —¡Aquí estás! —lo agarró por el hombro y lo volteó bruscamente—. Juro que esta vez te voy a matar, ¿qué demonios le dijiste a James? —Déjame en paz, Regulus —Barty se giró de vuelta a la mesa—¡Que se joda, Potter! Levantó la vista hacia la cantina, dejando ver que sus ojos estaban enrojecidos y vidriosos. Las botellas vacías se apilaban como un ejército derrotado junto a él. La música y las risas ajenas parecían amplificarse en su cabeza. —¿Qué estás haciendo aquí a mitad del día más borracho que una cuba? —No tengo ganas de hacer esto. No es tu problema ¿te puedes ir? Se tomó de golpe un gran sorbo de su cerveza. Regulus le golpeó la mano, haciéndolo perder el balance de su agarre y derramandola en su camiseta. —Es mi problema si James está involucrado. Barty intentó secarse con las manos pero solo terminó empeorando la situación. —¿Sabes qué, Reggie? ¡No me puede importar menos! ¿Querías ganar la apuesta? Ya lo hiciste. ¡Felicidades! Ahora puedes irte de aquí y dejarme en paz. —¿Eso fue lo que le dijiste entonces? ¿Sobre la apuesta?  —No le dije nada que no fuera verdad. —¿Qué significa eso? Barty se llevó ambas manos a la cabeza con frustración se volteó hacia él con determinación y gritó: —¡Estoy cansado! Eso es lo que significa.  »Estoy cansado de que me importe lo que piensen, porque estaba mucho mejor cuando no lo hacía. James puede lloriquear lo que quiera porque fui la única persona capaz de decirle la verdad en su cara, pero eso no cambia el hecho de que, en algún momento, alguien tenía que hacerlo. Regulus se quedó rígido ante sus palabras. Las miradas de los demás clientes se enfocaban discreta e indiscretamente hacia su dirección. —Estás borracho y no sabes ni siquiera qué estás diciendo. —No trates de ser condescendiente, Reggie, porque no va contigo. Encuadró la quijada y lo miró serio. —¿Quieres que sea honesto entonces?  —Puedes hacer lo que quieras —soltó una risa adolorida y se encogió de hombros—. No me importa. Se terminó el resto de la cerveza de un sorbo, se limpió la boca con el costado de la mano y dejó la botella en la mesa con fuerza, tanta que fue un milagro que no se hubiera roto. —Lo que hiciste hirió a James, y puedes decir lo que quieras sobre mí, puedes estar enojado conmigo si quieres, no sería la primera vez, pero él nunca hizo nada para que lo trataras de esa forma. Hiciste sentir mal a una persona inocente. Barty estaba harto. —¡No puedo creer que estés tan jodidamente obsesionado con Potter! —lo miró con rabia—. Debe follar como una puta estrella de porno para tenerte comiendo de la palma de su mano. Barty sabía que había puesto el dedo sobre la llaga. Los ojos de Regulus se encendieron con odio y sus manos se agarraron del cuello de su camiseta, empujándolo con una fuerza brutal. Lo estrelló contra la barra del bar con un golpe seco que resonó en el local. Barty solo pudo gemir de dolor cuando la dura madera se clavó en su espalda. Tal vez, una parte de él quería sentir su cuerpo romperse ante la fuerza de algo que pudiera tocar. Solo quería tener una razón tangible para poder sentir todo el dolor que sentía. —Es la última vez que hablas de James así —lo amenazó fríamente, como si fuera una promesa. Barty estaba seguro de que lo era.  Pudo habérselo sacado de encima con un golpe o un empujón. Era más grande, más fornido y tenía más experiencia golpeando a otras personas que Regulus. Pero no lo hizo. —Oblígame entonces —le dijo en cambio; pidiendo a gritos que aquello lo llevara al borde. Si alguien tenía que destrozarle la cara, prefería que fuera Regulus antes que nadie más. Podía ver en su expresión que estaba tentado a hacerlo, que la mano que no lo estaba sosteniendo del cuello de la camiseta estaba cerrada en un puño y lista para ser utilizada. Nunca se habían comprometido en una pelea física. Era una regla silenciosa que no se atrevían a romper. Una experiencia demasiado cercana a lo que habían vivido ambos durante su infancia.  Pero ahora Barty lo estaba pidiendo, lo miró a los ojos, esperando con anticipación y necesidad poder sentir como se rompía bajo sus manos. Quería ser aplastado por el mundo. Sentir algo más ; algo que reemplazara sus ganas de darse por vencido.  Si todo se desmorona al mismo tiempo, tal vez solo tendría que sufrirlo una vez. —Hazlo Reggie —le susurró con la respiración entrecortada—, sé que te estás muriendo por continuar. No sirvió de nada. Regulus siempre había sido más inteligente que todos ellos. —¿En dónde está Evan? —preguntó repentinamente, como si hubiera caído en cuenta de que algo faltaba. Barty se rió de nuevo ante la ironía.  —No está —sentenció seguro, sin poder ocultar la amargura en su tono de voz.  Lo había abandonado. Había decidido que no tenía por qué cargar con su mierda. Sabía que pasaría eventualmente, le pasaría a Regulus también algún día, porque ¿quién querría quedarse? —Se fue —confirmó Regulus sin titubear. Suavizó su agarre y, lentamente, lo soltó. “No. Espera. Regresa” , quería pedirle “, aún no has terminado conmigo” . Levantó la mirada y, en vez de encontrar sorpresa en su rostro como había esperado, solo encontró entendimiento. —¿Lo sabías? ¿Sabías que se iba a ir? —Regulus no respondió nada, que era lo mismo que si le hubiera confirmado que era cierto—. ¿Te lo dijo? Porque a mí —se rió de nuevo—, a mí, ni siquiera tuvo el valor de mirarme a la cara y decirmelo en persona —sus ojos brillaban con una mezcla de furia y dolor. Regulus se limitó a sostener su mirada, indispuesto a ser el primero en ceder—. Pero tú tampoco pensaste en decirmelo, ¿cierto? —se volvió a reír ante lo irónico que era todo aquello. Siempre el último en enterarse. Respiró profundo, pero ya no sentía que el aire pasara por su garganta hacia sus pulmones —Te odio —le dijo con desprecio, un torrente de emociones desatadas en su voz. Habían pasado años desde la última vez en que Regulus lo había visto llorar. Una sola vez, el día después del funeral de su madre. Incluso en los momentos más difíciles, siempre había mantenido una fachada de estoicismo, una máscara de ironía y sarcasmo. Pero ahora, esa máscara se había esfumado.  Su cuerpo temblabla, mientras apretaba con fuerza los puños de sus manos a sus costados. Es chistoso, como olvidamos toda clase de cosas a falta de práctica, pero siempre sabremos cómo llorar.  —Está bien, puedes odiarme —le dijo suavemente Regulus, resignado. Barty se tomó de la madera de la barra con una mano, se dio media vuelta para que no pudiera verlo, y dejó que sus propias lágrimas lo ahogaran, que se convirtieran en la ola que se lo estaba llevando, porque no quería seguir peleando contra ella, era como si hubiera estado nadando contra ella por años. Vergonzosos y ruidosos gemidos de dolor y desesperación. —¿Por qué me está haciendo sentir así? —golepó la madera de la barra con fuerza—. ¡Mierda! Se limpió las lágrimas en un intento patético de recuperar el control, pero eso solo hizo que la muralla que lo contenía se desplomara más rápido y que el llanto se desbordara por sus ojos como si, en vez de cerrar la llave, la hubiera abierto. Regulus se acercó con cautela. No lo tocó. No presionó. —No creo que esa haya sido su intención —dijo como si aquello fuera algún tipo de consuelo. —¿Ya lo sabías, Reggie? —preguntó de nuevo. Lo vio asentir suavemente con la cabeza a través del reflejo del espejo—. ¿Y sabes por qué se fue? —asintió de nuevo. No sabía qué era peor.  Si la indignación, los celos o la furia.  Indignación por sentirse tan ignorante ante lo que había estado pasando frente a sus ojos todo ese tiempo, celos porque se lo había dicho a Regulus antes que a él, y furioso, porque no podía expresar todo lo que sentía contra la persona que en realidad se lo merecía; porque Evan se había esfumado de su vida como si nunca hubiera existido y era completamente injusto. —Solo soy un maldito imbécil en todo esto, ¿no es así? ¿soy el último en enterarse? El barman, uno de los gemelos Weasley, se acercó a ellos con precaución y una mirada de sospecha. —Reg, hermano, tendré que pedirles que se retiren. Están espantando a mis clientes. Regulus evaluó la estancia, respiró profundo y asintió con la cabeza. —Vamos a tu dormitorio, Barty. —No quiero ir ahí —respondió rápidamente con brusquedad.  Los recuerdos vacíos de Evan envenenaban toda la habitación. Había salido de allí porque, en donde ahora no había nada, solo lo veía a él; y en donde había estado él, ahora solo se encontraba dolor. —De acuerdo, entonces vamos al mío. No quería hacerlo, pero volvió a la mesa, tomó su chaqueta del respaldo del asiento y salió del bar de mala gana, golpeando el hombro de Regulus al pasar al lado de él. ════ ⋆★⋆ ════ Regulus había pagado su cuenta en el bar. Bien, era lo mínimo que podía hacer por él. Ahora que sólo tenía lo que su padre le había dado para mantenerse callado tendría que administrar su dinero mejor. —Toma esto —le tendió una taza de café cargado—. Si vas a vomitar, hazlo en el baño, por favor —le dijo con reprobación. Barty dejó la taza de café de lado. La luz desfalleciente del atardecer se filtraba a través de las rendijas de las persianas, iluminando la habitación en la residencia de Slytherin. Walburga y Orion la habían decorado para él como un último intento de que los perdonara y volviera a casa los fines de semana, pero una vez que Regulus estuvo fuera de Grimmauld Place, nunca más puso un pie de vuelta.  Regulus rompió el encanto del silencio. —¿No vas a preguntar? Se acomodó en la cama incómodo y entumecido. Ni siquiera sabía por dónde empezar. —¿Desde hace cuánto lo sabías?  —¿Que se iba a ir?, desde el inicio del año. Lo miró con sospecha. —¿Y qué más sabes? Regulus hizo una pausa antes de contestar. Estaba ocultando algo. —Sé por qué se fue. —¿Fue por mí?  —Estás entendiendo todo mal de nuevo —lo reprochó—. Evan… —se detuvo, y hubo una pausa incómoda. Como si hubiera tenido que detenerse a sí mismo antes de decir algo muy importante. —¿Qué es lo que no me estás diciendo? Tenía los labios presionados entre sí. —Lleva tiempo pensando en marcharse —Regulus suspiró—. Mira, Barty, quiero ayudarlos, pero contarte más al respecto sería negarle la oportunidad a él de hacerlo. —¿Cuándo, Regulus? ¿Cuándo me va a explicar toda esta mierda? —bufó por lo bajo con molestia y sacó la carta de Evan de su bolsillo, tirándola frente a sus pies—. Hemos sido mejores amigos por más de diez años ¿y ahora decide irse y pedirme que no lo busque más? ¿con qué valor? Barty no quería volver a llorar, pero eso fue lo que terminó haciendo. Regulus pasó un brazo por sus hombros y lo dejó hacerlo. Lo dejó sacar todo el veneno que traía dentro sobre sus hombros. El que había acumulado por años en los pliegues de sus ojos.  Primero se sintió como si el mar se lo estuviera tragando. Como si estuviera atrapado en una ola que lo estaba arrastrando sin control, y no tenía idea de cuándo ni cómo terminaría. Estaba jadeando y sentía que algo lo estaba consumiendo por dentro. Nunca había estado en peligro en el mar, su madre se había encargado de eso, pero se imaginaba que, de haberlo estado, así es como si se hubiera sentido. Y tal vez era justamente eso, el hecho de que su madre no estuviera allí para protegerlo, lo que le había hecho olvidar que, eventualmente, acabaría de nuevo en la orilla. —Respira, Barty —le recordó Regulus. Se llevó un mano al pecho, como si pudiera sostener sus pulmones con ella, hacerlos expanderse y retraerse como lo harían normalmente. Al final, solamente hubo tranquilidad. Estaba cansado, era un cansancio milenario. Cansado de pelear contra la marea que había intentado llevárselo como sacrificio al dios de los mares desde que era un niño. Cansado del abandono. Cansado de sentirse tan jodidamente solo, de ser él contra el mundo, de no tener nadie en quien recostarse.  Solo quería descansar.  Solo quería un lugar en el que se le permitiera sentirse cansado. —Lo siento. —Lo odio —susurró con la voz temblorosa, las lágrimas aún brotando de sus ojos. —No, no lo haces —le aseguró tranquilo. —Quisiera poder odiarlo —corrigió. —Está bien. Después de unos minutos, Regulus regresó la mirada hacia el alféizar y dijo pensativo: —La apuesta era un intento de evitar que Evan se fuera —le confesó. Barty levantó la cabeza confundido—. A finales del año pasado me contó que ya había encontrado una universidad con la que hacer el traspaso de sus materias y, cuando la oportunidad se dió, pensé que ya no había nada que perder —apretó los labios en una delgada línea y dudó mucho antes de decir:—. Sí, tal vez eres la razón por la que decidió irse, pero no de la manera en que te imaginas. —No entiendo nada —Regulus puso los ojos en blanco—. No se me dan los acertijos, Black; y no tengo ganas de siquiera intentar entender qué tratas de decir. Sólo escúpelo. ¿Eres o no eres mi mejor amigo? Regulus entrecerró los ojos. —También soy el suyo. Maldita sea. —Bueno, tal vez deberías reconsiderarlo. Lo que hizo es injusto y bajo —reclamó con rencor—. Si vas a dejar a alguien… si vas a… sacarlo de tu vida para siempre, lo mínimo que puedes hacer es enfrentarlo con el mentón en alto, dando la maldita cara. Regulus suspiró con frustración. —Tal vez tienes razón. —¡Claro que la tengo! Regulus se rió por lo bajo. —Eso es nuevo —bromeó.  Barty no encontró la gracia en su chiste. Regulus frunció el ceño de nuevo y se quedó pensativo por otro largo rato. —Panda y yo hemos estado esperando por siempre, el maldito día en que te des cuenta de que tu también lo amas —dijo renuente. —¿Qué? —Dije lo que dije. Entiéndelo como quieras. —¿Qué estás diciendo…? —Entiéndelo como quieras, Crouch —volvió a repetir. Así que Barty lo intentó. Intentó entender la criptividad con la que se manejaba Regulus. Moviendo los engranajes oxidados de su mente al son de su canción. Una cosa era clara: lo que sea que no le estaba diciendo, no podía decírselo, no sin violar la confianza de Evan. “El día en que te des cuenta de que tú también lo amas”. Como si…. Como si Evan también lo hiciera. Como si Evan lo hubiera amado primero. Pero eso era imposible… Evaluó cada uno de sus recuerdos tras un lente diferente. Cada vez que se dijeron “te amo” sin decirlo realmente. Lo podía encontrar en la manera en que cuidaba de él cuando no tenía porqué hacerlo, en cada roce de su piel, cada palabra dicha en la oscuridad de ese dormitorio.  “Siempre seremos tu y yo” , en la primera noche en que durmieron juntos en Hogwarts. “A veces siento que conocerte me hace una mejor persona” , el día en que se quedaron estudiando juntos hasta las cuatro de la mañana, un día antes de que comenzara su primera semana de examenes. “Me gusta cuando te ríes”, antes de golpearle el hombro y reirse d enuevo. “¿Sabes que podrías acostarte con quien quisieras?” , bromeó, “Son tus ojos.” Luego encontró otra cosa, la manera en que lo había arruinado todo, en todas las demás veces en que había dicho algo que probablemente lo había herido, dichas en la brillantez del mundo exterior. Sus palabras no eran para él, sino para mantener la fachada de una persona diferente, la que quería que los demás respetaran y temieran. “No seas asqueroso, Avery” , cuando había insinuado que no era normal que estuvieran siempre juntos. “Que tú seas una mariquita no significa que todos los demás lo sean”, cuando Snape lo había encontrado sentado en el regazo de Evan, en un salón vacío, mientras lo maquillaba. Recordó con amargura, todas las veces en que había besado a alguien más en su presencia y le había asegurado, al mismo tiempo, que era lo que más le importaba en ese mundo. ¿Era él la razón por la que había decidido irse? ¿Porque lo había amado primero y no le había correspondido? Ni siquiera había podido entender sus propios sentimientos.  Porque había ocultado esa parte de sí mismo, envuelto y apartado, para desmantelarla en el futuro, algún día en el que se sintiera lo suficientemente valiente. La había suprimido, por mucho tiempo y de muchas distintas maneras; unas más dolorosas que otras, pero nunca había considerado que fueran dolorosas para alguien más qué sí mismo. Nadie más tendría que haber cargado con ello. “Siento que siempre lo he amado”, había dicho James en el observatorio, y algo despertó ese día en él.  —¿Evan te…? —No voy a decir nada más al respecto —lo cortó. Podía notar, en la manera en que Regulus había dicho eso, que una parte de él lo culpaba por haber cometido tantos errores—. No pienso meterme de nuevo en el medio de esto. —Como lo hice yo —dijo con sarcasmo—. ¿Por qué nunca dijo nada? —¿Y arriesgar su amistad? No tienes idea de lo que hubiera significado para Evan. —¿Y esto es mejor? —Regulus se quedó en silencio con la mirada fija en la ventana—. Es una decisión estúpida. Ni siquiera me está dando la oportunidad de decir algo de vuelta o de arreglar las cosas —se limpió las lágrimas de la cara con la parte trasera de su mano. —Hacemos cosas estúpidas en el nombre del amor —respondió Regulus reflexivo. Barty se quedó callado, mirando el piso de madera de la habitación como si hubiera algo que encontrar en él, detallando cada línea oscura de la madera y tonalidad. —He estado haciendo muchas cosas estúpidas en nombre del amor últimamente — se quejó. Regulus se rió por lo bajo. —Está bien, puedes culparme si te hace sentir mejor —sonrió de lado—, pero si quiero saber una cosa: ¿Lo amas? Regulus sabía que no lo diría en voz alta. Barty no respondió. Nunca lo hacía. No podía decirles que los amaba a pesar de tenerlo más claro que el agua. Estaba acostumbrado a perder todo lo que tocaba con afecto.  Pero lo sabía, ¿cierto? ¿ambos lo sabían? A pesar de nunca habérselo dicho. Que él era de esas personas que amaba. Que era su persona preferida en el mundo después de Evan, a veces incluso en paralelo, porque su amor era diferente. Era el amor que crecía de haber vivido una vida de tragedias y soledades juntos que nadie más puede entender. Entonces entendió una cosa más. —Sabías cómo ganarme desde el principio, ¿no es así? —le preguntó cansado. Regulus volvió a sonreír de lado con aires de superioridad. —No sé de qué estás hablando. Las comisuras de sus labios lo delataban. —Sabías que no iba a ser capaz de decirlo de regreso. Porque ni siquiera he sido capaz de decírtelo a tí. Así fue como te aseguraste de que no ganaría la apuesta y no tendrías que dejar a James. —Quería ser sorprendido —confesó. —Pero no lo fuiste —concluyó—, porque no puedo hacerlo. No estoy armado de esa manera —Barty respiró entrecortado y sintió de nuevo el nudo en la garganta. No quería seguir llorando. En verdad no lo quería—. Lo jodí todo masivamente, ¿cierto? —dijo con dificultad. Regulus miró al suelo, a sus pies descalzos sobre la madera. —Lo jodiste masivamente. Sí —admitió—, pero no todo está perdido —puso una mano sobre su pierna—. ¿Sabes qué es lo que siempre admiré de tí, Barty? Tu logras las cosas. Eres ambicioso, orgulloso, y harías lo que fuera necesario para proteger lo que quieres. Y tal vez no puedas demostrarlo con palabras, pero tus acciones siempre han hablado mucho más alto por tí. Somos creadores, no poetas. Somos muy diferentes a James y Evan —aclaró. —Esa es una estupidez —se quejó por lo bajo, sin poder desmentirlo. —No lo es —argumentó Regulus y sonrió melancólico—, no en realidad. —Odio cuanto te pones sentimental. —Y yo odio cuando te pones necio y llorón, pero aquí estamos. Aquello logró sacarle el fantasma de una sonrisa. —Mereces decirle lo que sientes. Si no es por él entonces por tí, porque mereces decirlo y que alguien lo escuche. — Dios , odio que vayas a terapia —dijo Barty estresado—. Me agradabas más cuando tirabamos mierda al universo juntos.  Regulus se rió suavemente, probablemente recordando como habían estado en esa situación muchas veces antes. —Incluso si quisiera hacerlo, si quisiera decirle lo que siento, no sé cómo hacer que regrese, ni siquiera sé si es posible —levantó su teléfono—, bloqueó mi número, mis redes sociales, incluso Pandora se negó a decirme en dónde está. Y si lo supiera, ¿Cómo demonios lo convencería de volver? No tengo absolutamente nada que ofrecerle. Soy un puto desastre. —Hmm —Regulus lo pensó por unos segundos. —Odio esto —admitió con vergüenza. —¿Qué tal si te digo que hay una forma de saber en dónde está? Barty frunció el ceño. —No necesito tu compasión, Black. Regulus negó con la cabeza. —Lo digo enserio —y sus ojos lo confirmaban. Barty sintió su corazón detenerse por un segundo ante la posibilidad. No quería sentirse esperanzado, solo para decepcionarse de nuevo al final. —¿Sabes en dónde está? —No, tampoco me lo dijo, pero hay alguien que podría saberlo. —Te dije que ya intenté hablar con Pandora- Regulus lo cortó de inmediato. —Oh, no es Pandora. Barty lo miró extrañado. —¿Quién es entonces? —No te va a gustar. —¿Cómo que no me va a gustar? —preguntó confundido. Regulus sonrió de lado —¿De qué te ríes, imbécil? —Es gracioso —se encogió de hombros y levantó las cejas con curiosidad—, casi como si hubiera sabido que no ibas a ser capaz de pedir su ayuda. —Deja de hablar en acertijos, maldita sea. —Vas a tener que pedirle perdón. No. —Tienes que estar bromeando —dijo de inmediato.  —No —recitó complacido. —¿James? —Evan le pidió ayuda para mover el resto de sus cosas a su nueva universidad. Fue hace varios días y no le ha dicho a nadie en dónde está, ni siquiera a mí. Pero ¿Sabes como lo escupiría todo en cuestión de segundos? —No. —Si supiera lo que sientes por él —Regulus sonrió—. James es un perdedor por las historias de amor. —Dios, cuando pensé que esto no podía ser peor…  —Así que, ¿Quieres decirme qué demonios le dijiste a mi novio para que ni siquiera quisiera hablar conmigo? Barty suspiró de nuevo, cansado, y en ese momento comenzó a sentir unas náuseas incontrolables. —Tengo que… —una arcada se hizo paso por su garganta y salió corriendo al baño.  Los últimos efectos de su borrachera se fueron por el excusado. Fue catártico. Una vez que se lavó los dientes y se tomó el café que Regulus había preparado, ambos se sentaron, uno frente al otro, y Barty le contó sobre todo lo que había pasado en las últimas semanas, terminando con el relato de su pelea con James aquella misma tarde. Regulus suspiró y negó con la cabeza. —No me haces el trabajo fácil —le dijo con pesar—. ¡Bueno! Llegó la hora de poner esas habilidades sociales en práctica. Después de todo, no hay nada que no puedas hacer ¿verdad? Incluso, disculparse con James Potter.  ════ ⋆★⋆ ════ Si había algo que Barty no había aprendido aún, eso era pedir disculpas. —No. No puedes decirle que todo era una broma —le gritó Regulus del otro lado de la puerta del baño mientras él dejaba que el agua de la regadera se llevara consigo cualquier rastro de alcohol que quedaba sobre él. Después de cambiarse de ropa y repasar los hechos con Regulus de principio a fin, salieron del dormitorio dispuestos a encontrar a James. —Es toda una princesa del drama —se quejó de mala gana. —Deja de hablar así de mi novio. Barty puso los ojos en blanco, pero se quedó callado. —Le gusta reflexionar al aire libre —argumentó mientras cruzaban la cancha de futból para llegar hasta la orilla del lago negro, pero James no estaba allí—. Debería estar aquí. —Tal vez no lo conoces tan bien como pensabas —respondió malhumorado. No sabía lidiar bien con los nervios. Regulus entrecerró los ojos y suspiró con molestia en dirección a sus espaldas. Barty se volteó, buscando la fuente de su discordia, y se encontró, nada más y nada menos, que con Sirius y Remus.  Estaban caminando hacia su dirección, analizando el lugar de arriba abajo. —¿También estás buscándolo? —le preguntó a Sirius. Por la expresión en su rostro, así era. Sirius estaba desesperado, cerró los ojos con fuerza mientras pateaba y golpeaba el aire con frustración. Remus lo miraba con preocupación y se aseguraba de que no se fuera a caer en el lago. —Está bien, Padfoot. Debe estar en los gimnasios, a lo mejor fue a sacar su ira con los costales —lo escuchó decir en un susurro.  Regulus se acercó a ellos. —¿Tampoco saben en dónde está? Remus negó con la cabeza y Barty posó su mirada sobre el lago, el lugar donde “supuestamente” James estaría tratando de obtener un poco de tiempo a solas.  —¿Te dijo algo? —preguntó Sirius preocupado. Regulus negó con la cabeza. —Solo que quería estar solo. —¡Por favor! James no sabe estar solo. Los tres siguieron discutiendo a sus espaldas mientras él pensaba: ¿A dónde podría haber ido James Potter? No al lugar en el que todos esperaban que estuviera. No en el gimnasio, ni en su dormitorio, ni en el lago. Tal vez un lugar privado. Tal vez el último lugar en donde esperarían que estuviera. En uno de los salones, o en la cafetería, o fuera del campus donde nadie pudiera encontrarlo. Tal vez había ido a casa de sus papás. Parecía el tipo de persona que iría lloriqueando de vuelta a sus padres. O tal vez… —Tengo una idea de dónde podría estar —le dijo a Regulus rápidamente. Pero no le hizo caso y siguió discutiendo pasivamente con Sirius, haciendo que con cada palabra, se desesperara un poco más. Sin esperar a que respondiera, se dio media vuelta y empezó a caminar hacia el observatorio.  —¿A dónde vas Crouch? Los tres chicos detuvieron su discusión con extrañeza y lo siguieron, sino por inercia, por el hecho de que no tenían la menor idea de dónde buscar después. Aceleró el paso. Esperaba perderlos en el camino, pero Sirius y Regulus gritaban a sus espaldas:  —¡Espera, Barty! —¿A dónde carajos piensas que vas? Cuando abrió las grandes puertas del observatorio se sintió orgulloso de haber sido el primero en encontrarlo. James estaba acostado boca arriba en el suelo, mirando el cielo estrellado como hacía solo unas semanas lo habían hecho juntos. —¡Potter!  James se levantó, impulsándose en uno de sus codos y lo observó confundido. Tras de él, Sirius corrió para alcanzarlo primero y Barty lo miró como si pudiera asesinarlo —Ni se te ocurra, yo lo encontré primero —se quejó, empujándolo hacia un lado—, apártate y espera tu turno, Black. —Tú no me vas a decir qué hacer. James es mi mejor amigo —se quejó el pelinegro de regreso—, y esto es todo tu culpa. —¡Já! —se rió Barty con sarcasmo—. ¡Mi culpa! Si tú no hubieras abierto tu maldita boca nada de esto hubiera pasado. ¡Vaya mejor amigo que eres! —¿Qué estás tratando de decir, Crouch? —Sirius se volteó para enfrentar a Barty, olvidándose por un momento que James se encontraba a su lado. —¡Basta! —les gritó James a ambos— ¡Dios! ¿No pueden ver lo completamente egoístas que están siendo en este momento? ¡Ambos! No pueden sacar su cabeza de la cloaca por un segundo para cuestionarse si esto es realmente sobre ustedes —Barty y Sirius lo miraron sorprendidos. —Yo solo quería… —comenzó Sirius, pero James lo hizo callar con un gesto de su mano. —¡No! ¿Qué hay de lo que nosotros queremos? ¿Eh? ¿Qué hay de lo que yo quiero? —Barty se limitó a quedarse callado, como espectador de la pequeña crisis por la que estaba pasando James—¿Qué hay de lo que Regulus y yo queremos? Ambos han sido tan egoístas.  Cada uno tratando de mantener una parte de nosotros con ustedes, que no se han dado cuenta de que lo han estado empeorando todo. De que mientras más lo intentan, más se alejan. Regulus y Remus los analizaban desde la puerta preocupados, incapaces de acercarse por miedo a alterar más a James. —En verdad quería ser tu amigo, Crouch —le dijo primero—. Cuando te acercaste para pedir mi ayuda pensé que tal vez era tu manera de…de pasar más tiempo juntos—James respiró entrecortadamente—, pero ¿Sabes cómo se siente enterarme de que siempre estuviste intentando sacarme de sus vidas? Es… —se llevó una mano a la cabeza—, no merecía que me hicieras eso. Ni siquiera me conocías lo suficiente. Si hay algo que no puedo perdonar es la mentira y la traición. A Barty se le hizo un nudo en la garganta. —¡Y tú! —señaló a Sirius—. ¡Tú! Hiciste tu número como siempre —lo reprendió—. No te pertenezco, Sirius. No nos pertenecemos y pensé que lo entendías. Pensé que entendías que no importa qué pase siempre estaré ahí para tí, y me duele que no confíes en mí lo suficiente como para darte cuenta. Que tengas que recurrir a planes venenosos y estúpidas mofas para sentirte querido. Eres mi hermano, la persona que más debería conocerme en todo el mundo ¿cuándo me has visto abandonar a alguien? —bufó por lo bajo con angustia—. En verdad pensé que lo entendías. —No es… —Solo… cállate —James alzó una mano. Los tres se quedaron en silencio por unos momentos, sopesando qué decir. Sirius y Barty se sentían tan culpables que no querían gastar aire intentando elaborar una respuesta que probablemente no tuviera sentido para James. —James —dijo Regulus a sus espaldas. Barty no se dió cuenta de cuándo se había acercado—, escúchalo, ¿de acuerdo? Todo va a tener sentido después de que sepas la historia completa —Los hombros de James se tensaron y levantó la mirada hacia él, sopesando la idea. Barty no dijo nada, pero había algo en sus ojos que aclamaba derrota. Probablemente lo hinchados que estaban o la manera en que no sabía qué hacer con su cuerpo. —Muévete, Crouch —James empujó a Barty para que comenzara a caminar.  Soltó un gemido de dolor en protesta, pero caminó en la dirección que estaba marcando, fuera del observatorio, a través de las grandes puertas del ala este. Ni siquiera sabía a dónde estaban yendo, pero no se sorprendió al terminar sentado en el pasto frente al lago negro. Tal vez Regulus si lo conocía lo suficiente. —¿Entonces? —lo sacudió la voz de James, cortando el silencio—. ¿Qué tienes que decir? Barty tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta. No. Aún no había aprendido el arte del perdón. —Todo esto es culpa de Sirius—espetó, buscando una excusa—. Si no te hubiera dicho que… James se levantó de inmediato, con la furia ardiendo en sus ojos, pero Barty lo sujetó del brazo, deteniéndolo. —¡Espera! —rodó los ojos con frustración—. Está bien, de acuerdo. No todo es culpa de Sirius. Yo también tengo algunas cosas por las que… disculparme —James se dejó caer de nuevo sobre el pasto junto a él, con un suspiro derrotado—. Al final de cuentas, yo comencé con toda esa estupidez de la apuesta. Barty no estaba seguro de que pudiera hacer aquello, que pudiera sentir que se rebajaba lo suficiente como para admitir que había sido su culpa. Una cosa era sentirlo dentro de él, pero otra totalmente diferente era decirlo en voz alta. James detuvo su tren de pensamientos. —Lo más estúpido es que no tienes idea de lo mucho que Regulus haría por tí—le respondió frustrado—, que no tienes razón para estar celoso o enojado. Cuando le pedí que saliéramos en público, lo primero que dijo fue que necesitaba contarles primero. No a su hermano, no a su familia, a ustedes . Barty llevó su mirada hacia el lago pensativo. —Tal vez me di cuenta demasiado tarde de que había cometido un error, pero eso no significa que no me haya dado cuenta. Mi plan era no volver a hablar de la estúpida apuesta de nuevo. Hacer como si nada hubiera pasado. —Como si eso arreglara algo —interrumpió James. —Tal vez no arregle nada, pero significa algo —alegó a su favor—. Significa que, de alguna forma, parte de lo que dijiste en el observatorio es verdad. Tal vez no comenzó de la manera en que te lo contaste en tu cabeza, tal vez ese primer día me acerqué solo con la intención de obtener algo de tí, pero ¿importa realmente? Si al final teníamos… algo. —¿Algo? —preguntó James incierto. Se habían convertido en amigos. En algún momento entre el odio y las bromas, James también se había convertido en parte fundamental de su vida. —No me vas a hacer decirlo, Potter. Prefiero lanzarme al lago —le aseguró. James perdió el ceño fruncido, pero la sonrisa y vitalidad característica del león no regresaron a su expresión. —No me parece justo. James comenzó a arrancar pedazos de hierba del suelo y a lanzarlos con frustración hacia la orilla. —La vida no es justa —concluyó Barty, sus ojos clavados en la superficie del agua.  Un silencio incómodo se apoderó de ellos, roto solo por el suave susurro del viento entre las hojas de los sauces llorones que bordeaban el lago. —Me agrada lo que teníamos —le confesó a duras penas—, no es tan malo como pensaba. —¿Entonces... independientemente de cómo haya empezado, somos amigos ahora? —preguntó James, su voz apenas un susurro. Un escalofrío recorrió la espalda de Barty. —Potter —lo reprendió con un tono áspero, intentando ocultar su turbación. —Tengo un nombre —replicó con un dejo de rebeldía. —James... —murmuró, corrigiendo su error, pero sin encontrar las palabras adecuadas para responder a la pregunta. Un silencio cargado de incertidumbre se instaló entre ellos. —Amigos —confirmó James. —Lo que sea —dijo de mala gana. James sonrió suavemente de lado. —Bien… ahora, ¿a qué se refería Regulus con "la historia completa" ? —inquirió James con una mirada llena de sospecha, clavada en él como una daga. Barty arrugó la frente. No estaba preparado para hablar de ello. No realmente. —Encontré a la persona que estaba buscando —resumió. James lo miró sorprendido y se volteó para urgir de él una mayor explicación, ansioso por conocer el resto de la historia. —¿Y? ¿Qué más? Un bufido escapó de los labios de su amigo, cargado de frustración y arrepentimiento. —Y terminé arruinándolo todo, como siempre —confesó con una voz apenas audible, como si las palabras le quemaran la garganta. —¿Quién es? —insistió James. ¿Era capaz de decirlo en voz alta ahora que era tan real? Finalmente, con un susurro tembloroso que apenas se distinguía del silencio, pronunció: —Evan. —¿Evan Rosier? —exclamó James, con una mezcla de sorpresa y asombro en su voz. Sus ojos se abrieron como platos, buscando una confirmación en su mirada. —Sí. James se tomó unos segundos para absorberlo todo. —Pero… —Pero Evan se fue —admitió antes de que preguntara más cosas. Sacó la carta de su bolsillo, la que había recuperado después de haber tirado frente a los pies de Regulus en su habitación, y se la tendió a James.  Él la abrió con cautela y la leyó en voz baja: “Lo siento, Barty. Siento haber tenido que hacer las cosas de esta forma. Traté de hablar contigo esta mañana para explicártelo, pero se siente como una ironía que sigamos perdiéndonos en las oportunidades que nunca llegan. Para cuando regreses, todas mis cosas estarán fuera del dormitorio, y te estarás preguntando por qué.  Al final del año pasado decidí que lo mejor sería cambiarme de universidad. Quiero empezar de cero. Hacer las cosas bien. No espero que entiendas por qué y quisiera que no te culparas por ello, porque a pesar de todo, sigues siendo el mejor amigo que he tenido. Pero este es el momento en que nuestros caminos se separan. Cuidate, por favor. Si no es por tí, al menos hazlo por mí, si todavía sientes que eso vale algo.  También te quiero pedir que no intentes buscarme de nuevo, que confíes en mí, y que respetes mi decisión. Evan.” —Oh. —Ajá —murmuró Barty con desgana, evitando el contacto visual con James. —Espera… —lo miró con los ojos entrecerrados—, entonces, ¿solo viniste para que te diga en dónde está? Barty puso los ojos en blanco. —Eso no… —se detuvo antes de mentir de nuevo— es mentira, pero no sólo fue para eso. James hizo la cosa más rara en ese momento, para sorpresa de Barty, soltó una risa, desviando la mirada hacia la carta que sostenía en sus manos. —Muy bien. —¿Qué? —Te diré en dónde está.  —¿Así nada más? —preguntó sorprendido y desubicado. —Entonces habrás ganado la apuesta, ¿no es así? Es una buena forma de probar si tus intenciones son reales. Barty frunció el ceño. —Eres totalmente ridículo —le dijo honestamente sorprendido. —Yo creo que soy un genio —respondió más animado. James le lanzó una de las hojas que había estado arrancando en la cara. Rodó los ojos y se rió suavemente por lo bajo—. ¿Entonces? ¿Vas a recuperarlo? —Ese es el plan —admitió con temor. —Está bien —accedió James—, pero deberías ir por flores, Crouch —le ordenó. Barty lo miró extrañado. —¿Flores? ¿Flo-res? —comenzó a mirar a su alrededor como si buscara algo. —¿Qué? —Estoy buscando tu cabeza, me parece que la perdiste. James se rió de nuevo. —Las disculpas con flores son mejores. Hazme caso. Vas a necesitar toda la ayuda que puedas conseguir, y yo necesito unos minutos a solas con Regulus. —¿Con Regulus? James asintió con la cabeza. —Me extraña que no te hayas dado cuenta de que todo este teatro se armó gracias a él. ════ ⋆★⋆ ════ —¿No has hecho suficiente, Reggie? —le preguntó su hermano con desdén. —¿No has hecho tú suficiente? —le devolvió Regulus. Aún era extraño ver a los dos hermanos en una misma habitación, la energía de sus temperamentos chocando como fuego y hielo. Regulus puso los ojos en blanco. —James es mi mejor amigo, y si hice lo que hice es porque todos sabemos que esta farsa a la que llaman relación, solo va a acabar en una tragedia. —Estás mal —replicó Barty, quien había entrado junto a James y ahora estaba a espaldas de Sirius—. No los conoces lo suficiente si piensas eso.  Sirius se volteó, haciendo que su largo cabello se moviera de forma dramática, y lo miró como si pudiera golpearlo con su mirada. —Tienes razón, la apuesta comenzó como una estúpida forma de terminar con su relación, pero era mucho más que eso. James se volteó a ver a Regulus y le dijo: —Tu sabías que Mary Macdonald no estaba interesada en Barty desde el principio, Peter te lo había dicho unas noches antes en una de nuestras presentaciones. También fuiste quien recomendó que Barty tuviera la cita doble con Evan porque sabías que eso iba a arruinarla. Y le contaste a Remus sobre la apuesta para que Sirius y él intentaran sabotearla. Pero no importaba si al final Barty encontraba a alguien, porque incluso entonces, tu siempre supiste de quién estaba realmente enamorado ¿No es así? Tenías que dejarle pensar que podía ganar. —Para ser honestos —Regulus se cruzó de brazos—, nunca vi venir que Barty pidiera tu ayuda, eso fue una grata sorpresa. —Pero tú también estás mal, Regulus —lo reprendió James, serio—, porque no puedes utilizar a las personas como si solo fueran piezas de un juego, porque cosas como esta —miró a Barty de reojo—, son las que suceden cuando no confías lo suficiente en nadie para decirle lo que traes entre manos. En especial —recalcó—, cuando no confías en mí. Regulus perdió su sonrisa socarrona y frunció el ceño en dirección de James. —No quiero interrumpir —interrumpió Sirius—, pero es lo que he estado tratando de decir todo este tiempo. No puedes confiar en ellos. —Pads —Remus negó con la cabeza con pesar—, solo cállate. Sirius se cruzó de brazos. —Tú y yo vamos a tener una conversación larga y tendida —lo amenazó James. —Después de que recuperemos a Evan —aclaró Barty. James suspiró y repitió: —Después de que recuperemos a Evan.
3 Me gusta 0 Comentarios 1 Para la colección Descargar
Comentarios (0)