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Do you know that there's still a chance for you?
’Cause there’s a spark in you…
(Chase Holfelder – Firework)
¡El baño! Unos minutos de soledad, agua fría… el cielo. Giró la esquina con demasiada prisa y se estrelló de lleno contra un tipo que justo salía del baño. Jimin extendió la mano para evitar que el rubio perdiera el equilibrio y, sin querer, le tocó la mejilla. Electricidad. Éxtasis. Vida. El impacto recorrió todo su cuerpo, de los dedos a lo más hondo de su miserable existencia veela. Luz, calor, energía. Lo había encontrado. A él. A su otro yo. Y no pensaba soltarlo jamás. — Es un hombre — pensó mientras se aferraba más fuerte —. Pero me da igual. Mientras pueda tocarlo, abrazarlo así... Mientras Jimin disfrutaba de la dopamina celestial, el otro tipo soltaba improperios e intentaba zafarse. Sin éxito. El auror no lo soltaba, frotando su mejilla contra la piel suave del otro. ¡Era perfecto! ¿Y su olor? ¿Su piel? ¿Cómo sabría…? Demasiado. Impulsado por un deseo primitivo, Jimin se inclinó y deslizó la lengua por el cuello perfecto del desconocido. — ¡¿Pero qué coño te pasa?! — rugió el rubio, volviendo en sí de golpe, y empujó a Jimin contra la pared con tanta fuerza que Park sintió que su alma rebotaba. Y entonces lo vio. Lo reconoció. Sintió un dolor físico al unir las piezas. Min. Maldito. Yoongi. De todos los jodidos magos en el jodido planeta, su sangre veela tenía que vincularlo con el único desgraciado al que no soportaba: ex-Slytherin, hijo de mortífagos, arrogante de manual, y completo cabrón. — ¿Estás loco, Park? ¿O estás borracho? — soltó Yoongi, aún en shock, visiblemente ofendido por el espectáculo. — Min… Min Yoongi… — susurró Jimin, aún tambaleándose entre el rechazo racional y el deseo carnal de su genética veela, que lo instaba a lanzarse de nuevo sobre esos labios provocadoramente entreabiertos. — ¿Esto es una broma?! ¿Tú crees que tengo tiempo para esta mierda, Park? Espera noticias de mi abogado. Y como se te ocurra volver a hacer algo así, no lo cuentas. Que ya bastante tengo con no acabar en Azkaban como mis padres. Y con una sacudida de túnica y un crack de desaparición, Yoongi se esfumó, dejándolo solo, contra la pared. Jimin sonreía como un lunático. El contacto había funcionado. Se sentía vivo otra vez. Aunque la vida tuviera el retorcido sentido del humor de unirlo a su némesis. Y así, poco a poco, se dejó caer al suelo. A los brazos cálidos de una inconsciencia con sabor a victoria.