En el Olimpo
2 de julio de 2025, 13:57
Era temprano en la mañana y el rostro de Fulgrim ya estaba arrugado con molestia al notar que nuevamente había despertado solo en su cama. El sonido del martillo golpeando el metal disipó cualquier duda de donde debería de estar su marido. Bajó a la planta donde se encontraba la forja de Ferrus, quien ahora mismo estaba concentrado mientras trabajaba en la forma de su nueva creación, parecía una hermosa espada, un trabajo impecable como cualquiera que él hiciera.
—Ferrus, otra vez me dejaste solo... —el herrero levantó la vista de su yunque, encontrándose con el hermoso dios frente a él que lo miraba con enojo—. Me prometiste que ya no lo harías más.
El herrero dejó sus herramientas de lado antes de acercarse al hermoso hombre de cabello blanco y tomar sus manos para besarlas en disculpa. —Lo siento mucho mí hermoso pavo real, pero realmente quería acabar este trabajo, es bastante importante para mí.
—¿Pero no puede esperar un poco más? Solo hasta que me levante. Quiero despertar a tu lado, Ferrus, no quiero despertar extrañando la sensación de tus brazos rodeándome.
Los ojos de plata de Ferrus se suavizaron al oírlo, él amaba a Fulgrim más que a nada en el Olimpo. Si pudiera jamás se separaría de él y lo amaría como es debido. Pero el dios Emperador se enfadaría si descuidara su trabajo por mimar a Fulgrim. Debió dejarlo atrapado en el trono dorado para siempre.
—Yo también deseo eso, pero tienes que comprender que no puedo aplazar este trabajo, pues en cuanto Angron rompa otra vez todo su armamento ya no tendré tiempo para acabarlo.
Fulgrim suspiró resignado, sabía que tenía razón. Ferrus era el dios de la forja. Él proveía de todo su armamento a las deidades del Olimpo y como todos solían meterse en toda clase de conflictos cada que tenían la oportunidad... Bueno, no dejaban con mucho tiempo libre a su amado.
Envolvió sus brazos alrededor del cuello y lo acercó para darle un beso en los labios. —Está bien, lo entiendo. Pero más te vale que cuando lo termines sea un arma más que perfecta, que pueda justificar que la prefirieras antes que quedarte al lado de tú hermoso marido —añadió Fulgrim con una pizca de divertida vanidad.
—¿Acaso alguna vez he creado algo inferior a la perfección? Me ofende que aún después de tantos años de matrimonio dudes de mí —su fingida ofensa quedó por los suelos cuando comenzó a besar a su amado con pasión. Era difícil estar casado con el dios de la sensualidad y la belleza y mantener la compostura.
—Oh no, jamás dudaría de ti querido, tengo cientos de joyas creadas por ti que respaldan tu habilidad con el metal. Por cierto, ¿ya tienes un nombre para la espada?
Ferrus se detuvo un momento para pensar antes de responder. —Estaba pensando en llamarla... Filo de Fuego ¿Qué te parece?
—Me gusta, suena a que será un arma magnífica.
—Eso es un hecho. Tiene que estar a la altura de las manos que la empuñarán.
Fulgrim quería preguntar por quién sería el dueño del arma a la que le ponía tanto esfuerzo y pasión. Pero todas sus palabras murieron en su boca cuando Ferrus volvió a besarlo nuevamente.