ID de la obra: 313

19 fotografías mágicas

Het
G
En progreso
3
El trabajo participa en el concurso «Harry Potter: El Capítulo Perdido»
Fechas del concurso: 26.06.25 - 13.08.25
Inicio de la votación: 12.07.25
¡Vote por el trabajo que más le guste! Puede votar una vez al día.
Promocionada! 0
Tamaño:
planificada Mini, escritos 93 páginas, 11 capítulos
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
3 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

Prólogo

Ajustes de texto

2 de diciembre, 1997.

Madriguera.

Ginny.

¡No, no, no, por favor! Déjame, te lo suplico. Pude enfocar una luz de color verde que se intensificaba a medida que me alejaba. No podía mantener la vista. Mis ojos dolían. Y de pronto, nada. Solo oscuridad. Aturdida, luego de unos minutos, me atreví a abrir los ojos. Todo lo que creí haber vivido hace cinco segundos atrás, mi alrededor indicaba que no había pasado. El bosque lleno de árboles y búhos, ahora era mi habitación. Todo parecía tal cual como siempre; las paredes con mis posters de las hollyheads, mi escritorio lleno de papeles desordenados, las fotos con mis amigos─ y Harry─ pegadas en vertical al lado de mi espejo, mi pequeño mueble con ropa que se salía de los cajones y yo, en mi cama, en completo silencio. Podía sentir mi espalda sudada y mi pulso que estaba disparado. Un. Sueño. ¿Sólo un sueño? Imposible. Mi pecho subía y bajaba frenéticamente. Mis ojos estaban llenos de lágrimas. Mi labio inferior temblaba. De pronto, la puerta dio un chillido. Apreté con un puño mi almohada. ─ ¿Ginny? ─ Cuando me di cuenta que mi nombre venía de una voz conocida, mi agarre se ablandó y por fin pude respirar. Hasta ese momento, no me había dado cuenta que había dejado de hacerlo ─ ¿Quién más anda ahí? Una luz intensa apareció en mi visión, lo que hizo que me ardieran los ojos. ─ Baja eso, por favor. Pude escuchar un ligero suspiro. Aún así, la luz se dirigió a cada rincón de mi habitación. Cuando se aseguró que no había peligro, bajó su brazo y se volvió a dirigir a mí. ─ ¿Se puede saber por qué gritabas de esa manera? ¡Casi me das un infarto! ─ Yo... Voldemort. A pesar de no mirarlo sabía que se había tensado. ─ Mierda, Ginny. ─ Se acercó a mí cama y me examinó la cara.  ─ ¿Te hizo algo? ─ Fue... fue una pesadilla, Bill. Pero se sintió tan real. Que... Podía sentir hasta su aliento. ─ Tan solo terminar esa frase me dieron ganas de vomitar. ─ ¿Él.... entró a tu mente? ─ Yo... No lo sé. ¿Lo había hecho? ¿Había sido tan estúpida para dejarlo entrar de nuevo? ─ Mierda. Caminó de un lado a otro, pensativo. ─ ¿Cómo lucía? ¿Dónde estaba? Tengo que contarle a papá. Sí, por supuesto que debo hacerlo. Voy... ─ ¡Espera! ─ Supliqué ─ No digas nada. Solo... ¿Puedes quedarte conmigo? Bill, que tenía el ceño fruncido y la mandíbula tensada, suavizó la mirada enseguida y se volvió a acercar a mí con cuidado. Me abrazó, dándome una ligera caricia en la espalda. Apoyé mi frente en su hombro y volví a dejar caer unas cuantas lágrimas. Odiaba llorar. Me sentía débil. Dramática. Patética. Luego de un momento de silencio, cuando miré sus manos no pude evitar soltar una risita al ver lo que había traído para defenderse; un sartén viejo de mamá y su varita de segunda mano. ─ ¿Lo mejor que se te ocurrió fue traer un sartén? Me juzgó con la mirada. ─ ¿Disculpa? Son las tres de la mañana y me has pegado un susto de los mil demonios. Creo que lo mínimo que merezco son unas gracias por querer defender a mi hermana menor de todo villano que se le acerque. Mis labios se curvearon en una pequeña sonrisa. ─ Oh sí, tienes razón. Muy mal de mi parte. ─ Bromeé con un tono un poco más relajado ─ Para la próxima podrías traer una hoya con agua hirviendo. ─ No es mala idea. Ambos reímos, pero a los pocos segundos la tensión volvió. ─ ¿Quieres contarme lo que sucedió? Negué con la cabeza. Lo que menos necesitaba era revivir ese momento. ─ Está bien. Puedes seguir llorando, pulga. Sabes que no siempre necesitas hacer tu papel de fuerte, ¿cierto? ─ No me vengas con eso, por favor. Ahora no.  ─ Somos tu familia, peque. Puedes contar con nosotros. No estás sola. No lo estoy, pero siento como si lo estuviera. Todos mis amigos habían desaparecido. Y nadie parecía mostrar preocupación. ─ ¿A qué hora llegaste? ─ Intenté cambiar de tema. ─ Solo estamos de visita por unos días. ─ ¿Visita? ─ Sí. ─ ¿Y por qué ahora? ─ Se a dónde vas con esas preguntas. No tengo noticia sobre ellos, ¿okay? La familia ahora necesita estar unida. Nada de discusiones. Ahora debes descansar. Mañana cenaremos con Fleur. Te quiero con buena cara. ¿Después de lo que acaba de pasar? ¿Hacer como si nada? ─ ¿Cenar? ¿Te das cuenta que hacen planes como si afuera no estuviera medio mundo muriéndose por ya sabes quien? ─ Ginny, no es momento de hablar sobre esto. ─ ¿Y cuándo lo es? ¿O se te olvida de la pesadilla─que no sabemos si fue real─ que acabo de tener? ¿Qué escondes? ¿Qué es lo que sabes y yo no? ─ Ginny, todos estamos tan preocupados como tú. ─ ¡No es cierto! Parecen estar tranquilos e ignorar el hecho de que nuestro hermano, Ron, se ha ido. Junto con sus amigos. ¡Luna está desaparecida hace semanas, Bill! ¿Cómo es posible que nadie haya averiguado dónde están? ─ Están escapando. Ni siquiera nosotros debemos saberlo. Por su seguridad y la nuestra. Ellos saben lo que están haciendo. ─ ¿Y si no? Sabes que son sólo niños, ¿no? No importa si han cumplido la mayoría de edad pueden estar aterrados igual que yo y deben actuar como sino, porque alguien les ha puesto todo el peso encima sobre esto. ¿Y si les pasó algo malo por actuar como héroes? ─ A nadie le va a pasar nada malo, Ginny. ─ ¿Cómo lo sabes? Silencio. Esta vez no retuve ninguna lágrima, me largué a llorar. Él me intentó abrazar de nuevo, pero lo aparté. ─ ¡Mierda, Bill, no intentes tranquilizarme! ¡Quiero que me seas sincero, que me des la seguridad de que estarán bien! Dime, por favor, que...que no. Dime que... Esta vez sí me dejé abrazar. Ya no tenía la misma fuerza para alejarlo. ─ Tienes razón, Ginny. No lo sé. Pero te prometo que todo acabará. Luna, dime que veré tu cálida sonrisa de nuevo. Ron, por lo que más quieras, sé fuerte. Harry, dime que seguiré escuchando tu voz. Hermione, tienes que cuidarlos. Por favor, no me dejen.

24 de diciembre, 1997.

Sortilegios Weasley.

Los titulares de cada periódico nuevo no dejaban de repetir la palabra "muerte" en cada noticia que salía. Me tenía tan angustiada que los leía cada semana, para asegurarme que nunca saliera ninguno de sus nombres. Había hablado con muchos compañeros y todos coincidían que no volverían a Hogwarts después de las vacaciones de noche buena. Y, de nuevo, mis padres pretendían que no había peligro que temer. Que el castillo era seguro. Que volviera allí. Sabía que no se lo creían, ¿por qué lo hacían? Observé por la ventana cómo los copos de nieve caían, mientras que las calles permanecían vacías. Al menos aquí, en la tienda de mis hermanos, no se sentía esa soledad y distancia entre los magos. Era el único almacén colorido y abierto del callejón Diagón. Sonó la campana, dando aviso de un nuevo comprador. ─ ¿Ginny? Cuando imaginas la posibilidad de volver a ver a tu ex, ¿en cuántos escenarios te lo encuentras en navidad en el trabajo de tus hermanos? Y tampoco pensarías que por quien lo dejaste ya no estaría contigo, ¿o sí? Que vueltas da la vida... ─ Dean... Su sonrisa se expandió. ─ Qué sorpresa encontrarte por aquí. Digo, este es el negocio de tus hermanos... que idiota. ─ Se rió incómodo ─ Me alegra verte. ─ Eh... ¿puedo ayudarte en algo? ─ Oh, claro, si. Yo solo pasaba a ver... cosas. ─ Asentí con la cabeza un poco desconcertada. Había dado indicio de irse a recorrer los pasillos, pero se detuvo y dio media vuelta hacia mí. ─ ¿Ginny? ─ ¿Si? ─ Quiero que sepas que, ignorando estas circunstancias, para mí todo está bien entre nosotros. ─ ¿No estás molesto? ─ No en realidad. Potter y tú, bueno... se quieren. Solo espero que te cuide. Si es que... aparece y todo eso. ─ Dean yo... lo lamento, de verdad. No merecías que... todo fuera como... pues, como sucedió. ─ No hay momento indicado para las conversaciones incómodas, ¿no? Sonreí avergonzada. ─ Entonces, ¿estamos bien? ─ Estamos bien. No sé en qué momento me nació, pero salí de la mesa que nos distanciaba y le di un fuerte abrazo. Nadie esperaría que él fuera en quien me refugiaría como un amigo todo este tiempo.

2 de mayo, 1998.

Hogwarts.

Estaba demasiado cansada. Tenía muchas heridas por todo el cuerpo. Joder, como dolían. La cabeza me palpitaba, sentía un zumbido en mi oído derecho y de una de mis piernas cojeaba. Podía jurar que en cualquier momento vomitaría. Harry me advirtió que no saliera, que no luchara, como si no me conociera lo suficiente. ¿Quién era él para darme órdenes? Era buena en combate, él era consciente de eso. Podía defenderme sola. Lo de quedarme de brazos cruzados no iba conmigo. ¡Había luchado con Bellatrix Lestrange!Sentí una mezcla de pánico, emoción y terror. Estaba eufórica. Qué adrenalina. De repente, me entró una oleada de frío por mi espalda, como si la guerra se hubiese detenido. Todas las personas corrían hacia una misma dirección. Débilmente, las perseguí. Estaban viendo algo o... alguien en concreto. Sentía mi corazón en un hilo. Empujé a algunas personas para ver lo que sucedía. Hubiese preferido no hacerlo. Frené en seco cuando me di cuenta que era Voldemort a quien miraban. Pero eso no fue lo que me desgarró por dentro. Y él sólo se estaba riendo, de la manera más maniática posible. Lo odio. Lo detesto. Jamás pensé poder tener tanto aborrecimiento como se lo tenía a él. Traía su ropa, sus lentes, su cara ensangrentada y sucia. No, no, no. Esto no era real. No podía serlo. ─ Neville, ¿a quién carga Hagrid? ¿Neville, quién es? En cuanto vi la imagen muerta de Harry, me quise morir junto a él.
3 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)