Harry.
No dejaba de mover la pierna. Odiaba los espacios cerrados. Odiaba que me observaran. Y más aún, hablar con desconocidos sobre mi vida. ─ Bueno Harry, ya me he presentado. Puedes decirme solo Anna. Cuéntame, ¿qué te trae por aquí? ─ Mi mejor amiga me recomendó venir... por no decir que me obligó. ─ Hice una mueca. Dudé un momento. ¿Debería añadir algo más o salir corriendo? ─ Dice que necesito un... ¿espacio? donde contar toda mi mierda. Esperaba que la palabra le incomodara. Pero no. Su expresión era neutra. ─ Muy bien. ¿Y cómo me describirías eso que cargas? ─ ¿Mi mierda? Bueno... ─ solté el aire con resignación. Ya estaba aquí. Algo en mí me hizo aceptar esta sesión. ¿No? Sentí que la temperatura de mi cuerpo subía. ¿Siempre hacía tanto calor? Me acomodé de nuevo en el sillón, temiendo incomodarla con tanto movimiento. ─ Supongo debo advertirle que no soy bueno contando mis cosas. No podía sostenerle la mirada. ─ Entonces, te explico algo importante. Mi trabajo no es juzgarte ni presionarte. Solo guiarte y ayudarte a que te encuentres lo mejor posible. ─ Sí, lo que usted diga. ¿Por dónde empiezo? ─ Podrías contarme por qué tu amiga te recomendó venir aquí. O en qué situación te lo sugirió. ─ Mi novia le contó que tuve... un ¿ataque de pánico? ─ Vi cómo asentía, comprensiva. ─ Hermione dramatiza mucho, así que después de tanto insistir, estoy aquí. Ella no respondió. Solo escribió en su libreta. ─ ¿Qué escribe? ─ Lo que estás diciendo. Palabras claves. Nombres. Ideas que puedas retomar después. ─ Emh...Está bien. No me gustaba. Me daba ansiedad no saber lo que escribía de mí. Y por más que intentaba mirar de reojo, no lo lograba. ─ ¿Sabes qué fue lo que gatilló esa crisis? ─ Fue una pesadilla. Mi novia me despertó porque escuchó mi respiración agitada. Fue como... si no tuviera control sobre mí. Algo parecido a cuando Riddle se metía en mi cabeza. Solo que ahora era yo contra mí. ¿Tiene sentido lo que estoy diciendo o solo estoy enloqueciendo? ─ No estás enloqueciendo. A muchas personas les pasa. Es una manera que tu sistema nervioso tiene de alertar a tu cuerpo sobre una situación fuera de tu control. Tal cual como lo describiste. ─ Llevo años con pesadillas. Pero al menos antes sabía que eran solo eso. Ahora, mi cuerpo reacciona por sí sólo. «La primera vez fue hace unas semanas. Me asignaron un caso en el departamento de aurores: un ex mortífago que está prófugo. Mató a cientos de personas. Vi la fotografía de una de sus víctimas que fue mi compañera. Ver su cuerpo fue como... como si mientras más la analizaba, menos podía respirar» ─ ¿Ella era cercana a ti? ─ No exactamente. Fue la novia de mi mejor amigo un corto tiempo. Pero verla ahí... me llevó directo a ese día. A la guerra. A los últimos suspiros de todos aquellos que conocía. Me dieron náuseas. ─ Este día en particular, ¿aparece en tus pesadillas? Asentí. ─ Antes soñaba lo que Tom quería que viera. Ahora siempre es el mismo escenario. El dos de mayo. Él hablando en la cabeza de todos. Amenazando con matarlos si no me entregaban. Luego... ─ Tuve que dar una pausa al atragantarme con mis propias lágrimas. No supe en qué momento había empezado a llorar ─ Estoy cansado de perder gente. ─ Me imagino, Harry. Nunca se está preparado. ─ Es que son todos quienes se me acercan. Como si algo estuviera dañado en mí desde que nací. Siempre que conozco a alguien, le pierdo. ─ ¿No mencionaste que tienes novia? Y la otra chica, ¿cuál es su nombre? ─ Hermione. No entendía el giro de la conversación. Intenté respirar profundo y recuperar la compostura. ─ Te quieren. Y cuentas con ellas. ─ Sí... ─ ¿Y vives con tu novia? ─ No, aún no. Bueno, no sé si algún día... ─ dudé, ladeando la cabeza ─ Como sea, ahora vivo solo. A veces, ella se queda a dormir en mi casa o yo en la de ella. ─ ¿Quiénes viven en su casa? ─ Toda su familia. Alguno de sus hermanos se ha ido, son siete en total. Bueno, ahora seis. Uno... falleció. ─ la imagen de Fred en mi cabeza hizo que me tensara ─ ¿Lo ve? ─ ¿Y crees que fue tu culpa? Me ardió la garganta. Me sudaban las manos. Mi pulso estaba acelerado. Tuve que concentrarme en un punto fijo. Claro que sabía la respuesta, me la decía todos los días. ─ ¡Por supuesto que lo fue! ¡Todos los que fallecieron ese día fue por mí culpa! ─ ¿Los obligaste a estar allí? ─ No, pero... Yo fui "el elegido". ─ ¿Y tú elegiste ser "el elegido"? ─ No, pero... tuve que asumir que lo fui. Hice lo que me tocó hacer. Lo que me correspondía hacer y a ellos no. ─ Muy bien, Harry, pero... te planteo la siguiente situación. Piensa en quien quieras, que ames, si le hubiese tocado estar en tu posición, ¿hubieras participado en la guerra? ─ Por supuesto, jamás la dejaría sola corriendo peligro. Se encogió de hombros. ─ Es distinto. Yo... Yo... ¡No lo entiende! ─ Claro que lo entiendo. Verlo desde otra perspectiva es sumamente difícil, porque eres tú quien estuvo en esa posición. Pero, ¿alguien te ha dicho directamente que eres culpable por alguna de esas muertes? ─ No... De hecho, mi novia dice que uno es quien elige sus batallas. ─ Tu novia tiene mucha razón en lo que dice. ─ Puede ser... pero si la ve niéguelo completamente. Le encanta tener la razón y que le suban su ego. Podía jurar que había reprimido una risa. ─ Si tiene razón, no veo por qué no celebrar su pequeña victoria. Arrugué la nariz, repasando toda nuestra conversación. ─ Por más que cualquiera me lo niegue yo siento la culpa por dentro. Solo que no me lo admiten porque sienten alguna especie de lástima. ─ La culpa no desaparecerá por arte de magia, si ese pensamiento lo que te has hecho creer todo el tiempo. ¿Sabes por qué te pedí que me mencionaras a personas que componen tu vida? Para que veas en retrospectiva que no estás solo. Al contrario, estás muy acompañado. No has perdido a todos. «Y cada uno de ellos tendrá su propio motivo para mantenerte en su vida. Si tuvieras la culpa de algo, podrías despertar otros sentimientos negativos en ellos, como el odio, y te lo harían saber, ¿no crees? Además, ¿crees que ellos no tuvieron alternativas? Si tenían miedo de ser heridos, hubieran arrancado en la primera oportunidad. En cambio, decidieron quedarse y luchar» Me mantuve pensativo un momento. Hasta que me surgió otra duda más importante. ─ ¿Cuándo dejará de atormentarme esto? ─ Tiempo al tiempo. No es algo que se pase de la noche a la mañana. ─ Soy impaciente. No me sirve esa frase. ─ Con calma. ─ Esa tampoco me sirve. ¿Me ayudará a que ya no me den esas crisis? ─ Puedo enseñarte ejercicios de respiración, si así deseas. ─ Sí, eso sirve, supongo ─ estiré mis brazos, colocándolos detrás de mí cuello, intentando liberar la tensión de mi cuerpo ─ Me siento débil por estar aquí. Digo, ¿necesitar ayuda terapéutica? Siendo el mismo que derrotó al mago más tenebroso de todos los tiempos. Soy patético. ─ La terapia no te hace débil, Harry. Todos, en algún momento, necesitan tomarla. Y no está mal. A veces, necesitas tener tu propio espacio donde botes todo lo que tengas y, desde allí puedas pedir y recibir ayuda. Los psicólogos no opinamos, más bien nos encargamos de ayudarte para que tú mismo construyas tu propio camino. Y no solo eres el "chico que derrotó al señor tenebroso". Eres una persona como cualquier otra. ─ No conozco a nadie, más que Hermione, que vaya a terapia. ─ ¿Y crees que tu amiga es débil? ─ No, para nada. ─ Todos tenemos nuestras luces y oscuridades, Harry. Tú eres quien decide cuál seguir. Esa frase sería digna de Dumbledore. O incluso podría habérmela dicho Sirius. Qué curioso.────── ❁ ──────
Para mí sorpresa, me sentía más tranquilo después de hablar con la psicóloga. Y el hecho de saber que vería a Gin hoy sumaba gran parte de mi entusiasmo. ─ Tranquilo, hermano. Llegará en cualquier momento. Pareces desesperado. ─ ¡Han sido semanas sin saber de ella! ¡Y ni siquiera fui a despedirme en King's Cross! En cuanto me vea, querrá matarme. Lo primero que nos sorprendió fue la libertad de los animales. La mayoría corrían tranquilos por el terreno, sin ninguna restricción. Sin embargo, algunos permanecían dentro de amplios cercos de madera, lo que daba a entender que se trataba de criaturas que necesitaban cuidado de magos experimentados. Pero todos─sin excepción─ parecían felices. Se acercaban juguetones a los visitantes. Como si por primera vez no se les mirara con miedo. El lugar era inmenso. Altos árboles delimitaban el área, y la tierra húmeda liberaba ese olor a bosque después de la lluvia. Era el sitio más vivo que había visitado desde la guerra. ─ ¿Harry Potter? ─ Dijo una voz detrás de mí. Era Celia, la rubia que nos había invitado. Ya no vestía como periodista, sino con una ropa cómoda: pantalones tiro bajo y una camiseta blanca. Por supuesto la cámara la tenía sujeta al cuello ─ ¡No puedo creer que hayan venido! ─ Créeme que lo convencí ─ Aclaró Ron, orgulloso ─ Pensé que sería la oportunidad perfecta para invitar también a nuestros amigos. No les molesta, ¿verdad? ─ ¡Claro que no! Mientras más, mejor. Recién estamos comenzando. Acérquese, les presentaré a Rolf. Caminamos tras ella. Le sacábamos al menos dos cabezas. ─ Este es un Abraxán ─ Anunció Rolf, mientras acariciaba con delicadeza la cabeza del animal ─ Su altura se le compara a la de un elefante. Es una raza de caballo alado, y su pelaje suele usarse para hacer pociones de estímulo fuerte, el cual permite mejorar el lanzamiento de hechizos de quien lo bebe. Increíble, ¿no? El grupo retrocedió instintivamente. Todos menos Ron y yo, que apenas nos inmutamos. Al haber pasado tanto tiempo con Hagrid, había pocas cosas que nos podían sorprender. Aun así, entendía su reacción. El Abraxán imponía respeto. Podía ser similar a un caballo palomino del mundo muggle, pero sus alas gigantes podían arrastrarse por el piso y sus ojos rojos brillaban con intensidad. ─ Tranquilos ─ dijo Celia con una sonrisa ─ Si no hacen ruidos fuertes ni movimientos bruscos, no hay nada que temer. ─ Menos mal que no hay nada que temer, ¿cierto, Harry? ─ Le tembló la voz a Ron ─ Creo haberlos visto en el torneo de los tres magos. ─ Leí que el Abraxán es uno de las nueve formas corpóreas posibles de un patronus. ¿Es cierto? Conocía esa voz. Luna. Junto a Ginny, Hermione y Astoria. Rolf quedó boquiabierto. Podía apostar que no todos los días se encontraba con alguien que compartiera su nivel de entusiasmo y conocimiento. ─ S-Sí. Sí, tienes razón... No lo escuché más. Solo tenía ojos para Ginny. Estaba preciosa. Siempre lo había sido en realidad. Este día estaba radiante; vestida con una camiseta negra que la cubría con una camisa verde agua y unos shorts que, como eran del mismo color que la parte de arriba, daba la ilusión de ser un mismo conjunto. No podían faltar sus tenis rojos. Su cabello largo caía tras sus hombros, lo que me permitía admirar el cúmulo de pecas que tenía en su clavícula. ─ ¡Harry James Potter, voy a matarte! ─ Me lo han dicho todo el tiempo, cariño. Ya estoy acostumbrado. ─ Te odio. Me debes unas explicaciones, pero... ya no quiero discutir. Te extrañé. Me abrazó con fuerza. Y sinceramente, no me habría molestado si no me soltaba nunca. Claro, si decía eso en voz alta delante de George, se burlaría de mí durante semanas. Y justo entonces... ─ ¡Oye, mal nacido! ─ Hermione me dio un pellizco en el brazo, haciéndome soltar un quejido. ─ Soy tu amiga desde los once años. ¿Y a mí no me saludas? Me reí y la atraje hacia el abrazo. ─ ¡Eh, no me excluyan! ─ Gritó Ron abalanzándose sobre nosotros. Por último, se incluyó Astoria. Así que, el abrazo de dos se convirtió en un caos de risas y cuerpos apretados. ─ ¡Chicos, creo que me voy a caer! ─ Ronald, siempre arruinando el momento. Ginny fue la primera en salirse, sacudiéndose la ropa con la cabeza en alto. ─ ¡No peleen, por favor! Sigamos la exposición que ya han avanzado sin nosotros. ─ A Luna no le tendrás que pedir eso ─ bromeó Astoria, arreglándose el cabello. ─ Está muy concentradita con el bajito. ─ ¡No. Puede. Ser! ─ exclamó Ginny al ver a Luna y Rolf. Cuando intentó acercarse, la tomé de la cintura. ─ No la invadas. Se ve feliz. ─ Estoy orgullosa de ti, Harry. ─ Dijo Hermione, secándose una lágrima imaginaria ─ Oigan, ¿dónde están Hannah y Neville? Astoria frunció el ceño. ─ Lo mismo me pregunto. Dijo que volvería a estudiar y no ha aparecido en semanas. ¿Estará bien? Ron y yo nos miramos con complicidad. ─ ¿Qué? ─ Preguntó Hermione, alerta como siempre. ¿Cómo es que con tanta facilidad podía leer miradas? ─ Está bien ─ dijo Ron ─ Hannah está trabajando en el Caldero Chorreante. Y Neville en el Ministerio de Magia. ─ ¿En el Ministerio? ─ Repitió Astoria, confundida. ─ Pero si Nev quería estudiar herbología. ─ murmuró Ginny, decepcionada ─ ¿Por qué no contármelo? ─ Tendrán tiempo para hablar con ellos. ¿Seguimos la exposición? ─ sugerí. ─ El resto ya se nos fue. Éramos cinco idiotas persiguiendo al grupo. Esta vez, quien hablaba era Celia. ─ Es vital el respeto y cuidado por estas criaturas. Durante siglos han sido incomprendidas. Newt Scamander fue un claro ejemplo de lo que era ser criticado solo por su empatía hacia ellas... pero gracias a él, hoy estamos aquí. No son peligrosas. Solo requieren un tipo de cuidado distinto. ─ Me está cayendo bien esta chica. ─ Murmuró Hermione. ─ Yo soy periodista, y Rolf es magizoologo. Pero lo que nos une es el amor por estas criaturas. Luchamos por su bienestar, por su hábitat. Por darles un espacio seguro. Al terminar la exposición, y tras varias preguntas, Celia y Rolf se nos acercaron. ─ Y, ¿qué les pareció? ─ preguntó Celia, visiblemente ilusionada. ─ Increíble ─ dijo Luna, escondiéndose detrás de Ginny con las mejillas rojas. Rolf sonrió. ─ Coincido. Lo que hacen es admirable ─ añadió Hermione. ─ Preservar este lugar es casi... irreal. ─ Nos alegra escucharlo. Y si sumamos más personas, aunque sea de a poco, habríamos aportado nuestro granito de arena. ─ Celia tiene razón ─ intervino Rolf. ─ Buscamos al menos por un momento concientizar a las personas. Creemos que la constancia algún día valdrá la pena. ─ Sin duda. Gracias por venir, sobre todo tú, Harry. Tu presencia aquí le dará mayor visibilidad a nuestro trabajo. Sabía que Celia no lo dijo con mala intención. Pero igual me incomodó. Nunca me gustó ser el centro de atención por algo que no elegí. Me limité a sonreír. ─ ¿Se conocen? ─ preguntó Ginny, alzando una ceja con tono inquisidor. ─ Eh... Sí. Tuvimos un encuentro en el caldero chorreante. ─ ¿Qué tal si vamos todos juntos al caldero? ─ Interrumpió Ron, con su típica alegría. ─ Todavía es temprano. ─ Amor, tú siempre pensando en comida. Y sin planearlo, terminamos siete personas juntando mesas y compartiendo una comida que se sentía como en casa. ─ Chicos... ─ La voz de Hannah nos sorprendió al aparecer frente a la mesa. ─ Qué sorpresa encontrarlos por aquí. ─ Tú nos debes responder unas cuantas preguntas ─ advirtió Astoria, entrecerrando los ojos con gesto acusador, pero sin ocultar su sonrisa que desprendía cariño. ─ ¿Sabes lo preocupadas que nos tenías? ─ chilló Hermione, poniéndose de pie de inmediato. Las demás la siguieron, rodeándola en un abrazo apretado. Por un instante, creí que Hannah iba a llorar, pero se limitó a sonreír y a sobarles la espalda con suavidad. ─ ¿Podemos hablar de eso después? ─ Dijo en tono cansado, pero amable ─ Si mi jefe me ve conversando tan tranquila, me echará del Caldero. Dice que, "me tiene en la mira". Como sea, ¿qué van a pedir? Ron pareció haberse estado preparando para esa pregunta desde hacía horas. Por suerte, no tuvimos que esperar demasiado para que las mesas quedaran repletas de comida. ─ ¡Tenía tanta hambre! ─ ¡No hables con la boca con comida, Ronald! ─ Lo regañó Hermione, limpiándole la comisura de los labios con una servilleta. Ginny y yo nos reíamos con complicidad. ─ Y... ¿ustedes qué son? ─ preguntó Astoria, con curiosidad ─ ¿Hermanos? ¿Novios? ¿Primos? Luna había estado disociada todo el camino, pero esta vez parecía estar atenta a la conversación. Celia y Rolf se miraron como si la idea les pareciera completamente absurda. ─ Tengo suerte de que no sea ninguna ─ se burló Celia ─ No nos aguantaríamos ni tres días en la misma casa. ─ Tiene razón. ¡Haría un desastre en la cocina y arruinaría todo mi orden! ─ ¡Oye! ─ Somos amigos. Y compañeros de trabajo ─ aclaró Rolf con una sonrisa. ─ ¿Y no se les hace complicado mezclar trabajo con amistad? ─ preguntó Hermione, visiblemente interesada. ─ Es entendible tu duda. Solo mírenlos ─ intervino Ginny, riendo. ─ Con este par, ¿quién no caería en la locura? ─ Se supone que eres mi novia, pero a veces siento que eres mi peor enemiga ─ le dije, sin poder evitar sonreír. Ginny respondió con un beso casto en la mejilla. ─ Bueno... nos complementamos ─ respondió Rolf ─ Celia alza la voz cuando es necesario. Yo organizo las cosas cuando todo se sale de control. ─ No puede ser... ─ murmuró Astoria, dejando de comer. ─ ¿Qué pasa? ─ ¿Qué hace Blaise Zabini con mi hermana?