ID de la obra: 313

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El trabajo participa en el concurso «Harry Potter: El Capítulo Perdido»
Fechas del concurso: 26.06.25 - 13.08.25
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planificada Mini, escritos 93 páginas, 11 capítulos
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Capítulo 10: Nuevos enemigos

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Ministerio de magia.

14 de septiembre, 1998.

Harry.

Era la tercera semana que no sabía nada de Ginny. Hogwarts ya siquiera permitía que nada entrara ni saliera del castillo para resguardar seguridad. Así que tampoco podía escribirle, por la misma razón que no podía explicarle mi ausencia en su primer día de clases. Los días pasaban lento y comenzaba a notar su ausencia. Hasta Kreacher lo admitía. Ahora éramos solo Teddy, Kreacher y yo. Iba a caer en la locura. ─ Andrómeda, necesito que te quedes con él hasta la tarde, por favor. Del otro lado de la llamada, la señora Tonks perdía la paciencia. ─ Harry, el cuidado de hoy te corresponde a ti. ¡Debías haberlo venido a buscar hace tres horas! ─ Lo sé, lo sé y lo lamento. Me surgió algo de imprevisto y tengo que salir urgente de Grimmuld Place. ─ ¿Y Molly? ─ ¡No! ─ Solté asustado. No podía pedirle un favor así después del cumpleaños de Ginny. ─ Le prometo estar a las 4 allí. Por favor. ─ A las 3 y media. No puedo esperar más.

Acalia me había mandado a llamar mediante una carta, la cual me transportó a un callejón oscuro y desolado. Si buscaba matarme me parecía un lugar muy cliché. ─ ¡Potter! ─ ¡Ahí estás! ¿Me puedes decir...? No me dejó terminar y me hizo aparecer junto a ella fuera de un balcón que por la altura parecía que estábamos a muchos kilómetros de distancia. No sé si había sido por la distancia con el primer piso o el transportarme tan abruptamente, que me dieron ganas de vomitar. ─ ¿Qué...? ─ Tuve que sujetarme de la reja al perder el equilibrio. De reojo noté que me hizo una seña con sus manos de que guardara silencio, pero solo podía concentrarme en lo alto que estábamos. ─ ¡No hagas ruido! Nos pueden escuchar. ─ ¿Quiénes? Me estrelló contra la pared, asegurándose de que no se vieran nuestros cuerpos. Apreté mis labios para no soltar un quejido, todavía no me recuperaba por completo de las costillas. ─ Un contacto me informó que había visto magia oscura proveniente de este sitio. ─ ¿Un contacto? Me agarró de la chaqueta y me tiró hacia dentro. ─ Eres desagradable, ¿te lo han dicho? ─ Un par de veces. ─ ¿Qué hacemos aquí? ─ ¡Revelio! No apareció nada. ─ ¿Qué intentas hacer? ─ Buscar pistas. ¿Y si tú intentas hacer lo mismo? ─ Quizás haces el encantamiento mal. Me fulminó con la mirada. ─ A ver, hazlo. ─ ¡Re...! Me tapó la boca e hizo que calleramos de espalda detrás de un sillón. Alguien estaba con nosotros.

Hogwarts, Ginny.

─ Weasley, al fin te encuentro. ─ Me gritó Mcgonagall desde el fondo del pasillo. Cuando llegó a mi lado me acarició la espalda. ─ ¿Cómo te sientes? ─ Estoy bien. ─ Respondí incómoda al ver que me miraba con lástima ─ ¿Qué sucede? ─ En realidad, me alegro de encontrarlas juntas. Necesito que le muestren la escuela a los nuevos alumnos que llegaron a Gryffindor. Aún no elegimos los prefectos de cada casa. No me parecía nada raro, teniendo en cuenta lo que había pasado, de seguro si quiera las actividades para obtener puntos estaba organizada todavía. ¿Pero cómo se podía juzgar? Mcgonagall tenía que estar a cargo de todo. Debía estar agotada. ─ ¿Quiénes son? ─ Vienen desde muy lejos. Los hermanos Lizbeth y Nicolas Wright desde Ilvermorny. El señor Adrián Fawley de Durmstrang. Les corresponde finalizar su año al igual que a ustedes. ¿Adrián? ¿Por qué me resultaba tan conocido ese nombre? ─ Muy bien. ─ Respondió Hermione.

─ Bueno, en primer lugar, queremos darles la bienvenida. Espero que puedan resolver sus dudas con nosotras. Mi nombre es Hermione Granger ─ Extendió su mano entre los tres y el único que no le prestó atención fue Adrián, que me miraba fijamente ─ Y ella es mi compañera, Ginny Weasley. Con razón se me hacía conocido el nombre, ¡era el chico del café! ─ La que escapaba del FBI. O, ¿debo decir su novio? Me sentí... ¿avergonzada? Hermione nos miró de reojo a ambos, confundida. ─ ¿Se conocen? ─ No. ─ Sí. ─ Osea, nos conocimos cuando fui a ver a Fred. Cruzamos solo un par de palabras. Trabaja en un negocio muggle. ─ ¿Qué haces aquí entonces? Levanté las cejas. Hermione nunca había sido tan imprudente. Esa era yo. ─ Pues querer estudiar como todos, ¿no? Hermione pareció que había corrido un maratón porque no pasaron ni dos segundos y ya estaba completamente roja. Él incluso parecía divertido. ─ ¿No es raro? ─ Interrumpió la morena ─ Volver a la escuela, con todo lo que ha pasado. No me gustaba la dirección en la que estaba cambiando la conversación. ─ Ni modo que el mundo se detenga por una guerra, ¿no? ─ Dijo su hermano en tono de broma, lo que no le pareció hacer gracia a ninguno de nosotros. Hermione debió haber notado que me había tensado porque pasó un brazo tras mi cuello y me sobó el brazo. ─ Bueno, ¿continuamos el recorrido? Seguimos recorriendo los pasillos en silencio. Solo Hermione se ocupaba de dar las instrucciones, contar el contexto históricos y hacer gran énfasis en las reglas antiguas y las que se implementarían a partir de este año. Llegamos a la torre de astronomía cuando la que se atrevió a hablar fue Lizbeth. ─ ¿Alguno sabe qué hará después de irse de aquí? ─ Yo... Quiero ser ministra de magia. ─ ¿Hermione estaba en duda con su respuesta o porque parecía tan insegura? ─ Quiero luchar por los derechos de los elfos domésticos. Nicolas se rió. ─ ¿Hablas en serio? ─ ¿Se puede saber qué tiene de gracioso? Me interpuse entre ambos de brazos cruzados. Si ella no se iba a defender lo haría yo por ella. Hermione tenía la mala costumbre de bajar la cabeza en ciertas ocasiones. ─ Nada, es que... ¿es en serio? ─ No le veo la gracia. Déjala. Seguro termina siendo mejor que todos nosotros juntos. ─ ¿Y tú qué quieres, pelirroja? ─ Se interesó Adrián intentando aliviar el ambiente. ─ Eh... Bueno, me aceptaron para jugar con las arpías de Hollyhead y... ─ ¡No inventes! ─ Gritó eufórico. De los tres, parecía el más interesado ─ Supongo que tomarás esa oportunidad. Me encogí de hombros. ─ Aún no lo decido. Es muy lejos de por aquí y... ─ ¿Qué dices? ¡Es una oportunidad que probablemente nunca más vuelvas a tener! ─ Lo sé, pero tengo toda mi vida acá y... ─ ¿Y? ¡No sabes lo que daría porque me sucediera algo así! Si fuera tú no lo pensaría dos veces.

Harry.

Salieron destellos de luz de distintos lugares que logramos esquivar. Acalia atrapó una figura del cuello y lo estampó contra el sillón, pero este le golpeó en la costilla e hizo que callera al suelo, mientras un humo invadió la sala. Le lancé encantamientos sin poder ver dónde se dirigía hasta que escuchamos cómo el vidrio de la cocina se quebró. ─ Huyó. ─ ¡Hijo de puta! Acalia reaccionó de inmediato, corriendo de una habitación a otra, inspeccionando con la luz de su varita lo más rápido posible. Es buena. ─ ¡Eh, idiota! Encontré algo. Me aparecí a su lado. Eran rasguños de unas garras muy peculiares. ─ Estuvo aquí. Pero no solo. ─ ¿Por qué tan seguro? ─ No son de él. ─ Aseguré al recordar como eran las cicatrices de Lupin y Bill ─ Debe haber sido un principiante.

Casa de Andrómeda Tonks,

Harry.

Toqué desesperado el timbre de Andromeda. Había llegado media hora tarde. Cuando abrió, traía a Teddy en sus brazos con el color rosado del cabello y riendo de oreja a oreja. ─ Perdí mi entrevista de trabajo por tu impuntualidad, Harry. ─ Lo lamento tanto. Ocurrió un... ─ Imprevisto, sí.─ Me miró decepcionada ─ No puede volver a pasar. O creeré que no eres capaz de cuidar de mi nieto. ─ Andromeda, era un asunto del ministerio. Nunca me atrasaría si no fuera importante. Tu hija trabajaba allí. Sabes cómo es... ─ Sí y viste cómo terminó. ─ Me cortó ─ Perdí a mi esposo y a mi hija. No permitiré que le suceda lo mismo a Teddy, por nada del mundo. ─ ¡Andromeda, es mi ahijado! Jamás permitiría que le suceda algo. Si Tonks y Lupin me nombraron como tal es porque confiaban en mí. ─ Potter, debo hacerte una pregunta. Y debes tomártela en serio. ¿Estás seguro de estar listo para ser auror? Caldero chorreante, Harry. ─ ¿Muerta? ─ Susurró Ron aterrado ─ ¿Pero así en realidad muerta? ─ Sí no fueras mi mejor amigo, te golpearía ahora mismo. ─ ¡Entiéndeme! Es de no creer. Han pasado meses, ¿cómo nadie sabía sobre esto? Lo que me estás contando es muy fuerte. Es mi ex novia. Y fui un maldito idiota con ella. ─ Lo sé. Y ese maldito enfermo sigue afuera haciendo de las suyas. ─ ¡Es él quien debería estar muerto! Todos los que estaban en sus mesas parecieron quedarse callados al escuchar eso. ─ ¡Baja la voz, Ron! Rita Skeeter o cualquier psicópata periodista puede escucharnos. No los soporto. ─ ¡Perdón, es que...! Por las barbas de merlín, Harry. Me das esta noticia y se me erizan los pelos. ─ Lo sé, Ron. ─ Y nunca le dije que lo sentía. No se merecía como la traté. Ni lo que le pasó. Joder. ─ Era una buena chica. Y te quería, Ron. Dudo que te odiara en serio. ─ ¡Estoy seguro que después quería clavarme cuchillitos! ─ Y vaya que te lo merecías, amigo. Me miró mal. ─ Ya me siento lo suficiente culpable, gracias. ─ Bueno, perdón. Pero después de haberte ido conmigo y volver a Hogwarts por los horocruxes, creo que todas esas diferencias las debe haber dejado de lado. Ella sabía que estábamos en algo importante y que tú no eras cualquier idiota arrogante como otros. ─ Ella estaba enamorada de mí, Harry. De verdad que lo estaba. Y nunca supe valorarlo. Le di unas palmaditas en el hombro. Cuando enfoqué mi vista, atrás de él, estaba Hannah un tanto afligida atendiendo a la gente. ─ ¿Hannah? Con las manos temblorosas, dejó caer la bandeja que sostenía. Murmuró una maldición mientras su jefe le gritoneaba. ─ Fue mi culpa. ─ Aclaré colocándome a su lado ─ Yo la distraje. Yo pago lo que ella haya quebrado. Hannah abrió enormemente los ojos. Su jefe asintió y se fue a la cocina. ─ ¡No es necesario, Harry! ─ Lo es. ¿Estás bien? ─ Sí solo... ─ Intentó explicar recogiendo los pedazos de vidrio que quedaban en el piso ─ un tanto distraída. ─ ¿No deberías estar en hogwarts? ─ No volveré. ─ Oh. ─ No fui capaz de avisarle a mis amigas, espero que me perdonen. Pero acá en el caldero estoy muy bien. ─ Creí que te gustaba medicina. Se encogió de hombros. ─ Quizás no es lo mío por ahora. ¿Y tú? ─ Mi historia en hogwarts la he dado por finalizada. ─ Debe haber sido difícil la despedida con Ginny. Hice una mueca. ─ Pues digamos que... no me despedí. ─ ¿Qué? ─ Me llamaron del departamento de aurores y... ─ ¿Qué le pasa a Ron? ¡Ron! ¡Se me había olvidado por completo! Cuando fui a la mesa parecía desconectado de la realidad. ─ Eh, amigo. Reacciona. Estás pálido. ─ Estoy bien. Digo, estaba... pensando. ─ ¡Menos cháchara, Abott! ─ Se escuchó el grito de Tom, el tabernero, desde la cocina. ─ No quiebres ningún vaso más o el sueldo de este mes no se te será entregado. ─ Ron, ¿se te ofrece algo? No respondió. ─ Traenos dos cervezas de mantequilla, por favor. ─ En seguida. Hannah se dirigió al lugar de refrescos y otra chica apareció, esperando su turno detrás del mostrador. Repiqueteó la mesa con ansias. Lo que me llamó la atención no fue el sonido, sino la cámara que colgaba en su cuello. No, por favor. Entre tanto, dejé a Teddy apoyado en uno de los asientos para bebés. Cuando me paré a su lado parpadeó unas cuantas veces antes de hablar. ─ Tú debes ser Harry Potter. No, tutankamón. ─ Eso parece. ─ Oh, me llamo Celia. Un gusto. ─ Tendió su mano ─ Trabajo en el periódico. Otra más de la prensa, genial. Que ánimos trae el señor, eh. ─ Escucha, si ves, estoy con mi amigo pasándola muy bien y no tengo tiempo para entrevistas. ¿Cierto, Ron? Ron no tenía la mirada fija en nada. ─ No has dejado siquiera presentarme. ─ Mira, no quiero ofenderte pero... ─ ¿Qué me dirás? ¿Qué no nos soportas? Apreté mis labios, un tanto avergonzado. ─ Lamento que hayas tenido que escuchar eso. No quería ofender ni menospreciar tu trabajo... Me miró apenada. Soy tan influenciable. ─ Perdóname por haber sido grosero. No era mi intención. ─ Está bien. Es tu vida personal, lo entiendo. ─ ¿Es... en serio? ─ La prensa puede ser muy intensa a veces. No estoy de acuerdo con todas sus... decisiones. ─ Es primera vez que escucho algo así de una periodista. ─ Somos más de los que tú crees. Trabajo con Rolf Scamander. ─ ¿Scamander? ¿Tendrá parentesco con Newt Scamander? ─ Efectivamente, es su nieto. ─ ¡Sabía que me resultaba conocido su apellido! Digo, más bien, mi amiga Luna es fan de su trabajo y me ha mencionado a su abuelo más de una vez. Le encantaría conocerlo. ─ Pues justo estoy esperando a Rolf. Podrías venir con ella a nuestra exposición de criaturas mágicas. ─ Cuando notó que estaba haciendo una mueca poco convencido se dedicó a aclarar ─ No para temas de nuestro trabajo o sacarte información. ─ ¿Y qué hacen por aquí? ─ Nuestro propósito es dar voz a aquellos que son silenciados. Pero también Rolf se ha dedicado toda su vida a seguir los pasos de su abuelo. Además, estudió periodismo y escribe las columnas. ─ Vaya. Es que a veces el periódico como el profeta puede ser un tanto... ─ Manipulador, lo sé. ─ Hice hincapié en responderle pero me interrumpió ─ No te preocupes, lo sé porque trabajé allí. ─ ¡Por merlín! ¿escuchaste eso, Ron? A pesar de asentir, sabía que no estaba siendo sincero. ─ Disculpa, ¿cuál es tu nombre? ─ Celia. Celia Cattermole. ─ Pues ha sido un gusto... ─ Dos cervezas de mantequilla como pidió, señor. ─ Anunció Hannah, dejando los vasos en la mesa ─ ¿Se te ofrece algo más? ─ No en rea... ─ ¿Tienes pollo frito? Hannah sonrió. ─ Ya vuelvo. ─ Mira, Harry Potter, ─ Continuó Celia ─ sé que es molesto tener entrevistas. Y sé que muchos trasgiversan las palabras de los entrevistados. Pero no está demás aclararte que si quisieras hablar en los medios podemos hacerte ser escuchado. ─ Eres muy amable, pero de seguro encontrarás a muchas personas que quieran alzar su voz. Pero mi versión me la quedo yo. ─ Puedes tener razón, hay miles de personas ahí afuera, pero ninguna es Harry Potter. Nadie daría tanta repercusión como tú. ─ Ya... lo siento, pero no puedo. Estoy cansado de esto. La rubia suspiró decepcionada. ─ Está bien. No te quería incomodar. ─ Es tu trabajo. Si estuviera en tu lugar haría lo mismo. ─ Eres una persona muy compresiva, ¿te lo han dicho? ─ Eh... ─ Pollo frito para el señor ─ Interrumpió Hannah de nuevo, esta vez tenía el ceño fruncido. ─ ¿Deseas algo, señorita? ─ ¡Oh, cierto! ¿Por ahora me podrías traer una una tarta de calabaza? ─ Sí, claro. ─ Y, también quería saber, ¿de casualidad habrán habitaciones disponibles? ─ Sí, claro. Te paso una llave en tanto te traiga la tarta. ─ Gracias. ─ No hay de qué. ─ Bueno, los dejo solos. Pero Harry, la oferta de la exposición a nuestra charla sigue en pie. Sin interrogatorios ni cosas extrañas, lo prometo. Será en Hogsmade, el viernes a las tres. ─ Está bien, gracias. ─ Espero verlos allí. Ron colocó uno de sus pulgares arriba─llenos de grasa─ indicando que sí. ─ Hasta pronto, Celia.
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