PRÓLOGO - La primera vez que no fue
1 de julio de 2025, 11:22
Narrado por Hermione Granger
Lo gracioso del primer amor es que nunca sabes que es el primero… hasta que estás en pijama, con una libreta de runas en el regazo, llorando porque alguien se mudó a Francia.
Spoiler: no lloré.
(Sí lloré. Una semana. Tal vez dos. Pero eso fue porque estaba leyendo tragedias griegas. Lo juro. Antígona puede arruinarte emocionalmente si estás sensible. Y yo era muy sensible a los cambios de colegio.)
Terry Boot fue el primero que no fue.
Era inteligente, de esos que sabían cosas sin presumirlas. O sea, yo las sabía y sí las presumía, pero en él se lo perdonaba.
Además, tenía una letra preciosa. Es decir, eso ya es casi erótico cuando tienes doce años y una obsesión con los plumones de tinta negra.
Compartíamos apuntes, debates mágicos y silencios raramente cómodos.
Una vez le corregí un ensayo de cinco pergaminos con pluma roja. No me habló por tres días, pero luego me regaló un chocolate.
Lo tomé como un gesto romántico. Él probablemente solo quería evitar otra humillación pública.
Hasta que un día, así sin más, se fue.
“Se va a Beauxbatons.”
— “¿Cómo que a Beauxbatons?” — pregunté, como si fuera una ofensa personal que un chico guapo eligiera una academia de magia francesa.
Ni carta.
Ni despedida.
Ni “me encantó cómo conjugaste el Impervius la otra vez”.
Solo se esfumó como un hechizo mal lanzado.
Yo dije que no me importaba.
Narrador: Le importó. Muchísimo.
Pero Hermione Granger no llora por chicos.
(Ella hace horarios nuevos para no pensar en ellos.)
(Ella también garabatea su nombre en una hoja con varios estilos de “Boot-Granger”. Pura caligrafía. Nada hormonal.)
Años después, cuando ya había rehecho mi corazón con cinta mágica y algún que otro noviecito irrelevante, me llegó una carta.
Francia. Papel perfumado. Plumón azul. Letra igual de preciosa.
“Siempre estuve enamorado de ti.”
“No dije nada porque no quería perder tu amistad.”
Ah.
Claro.
La vieja excusa del cobarde emocional.
Lo pensé: “idiota”.
Lo sentí: “yo también, idiota”.
Lo contesté: nunca.
Y así empezó todo.
La lista de los que no fueron.
El desfile de casi-algos.
Los “no es eso, soy yo”, los “sí pero no”, los que se fueron sin decir nada, y los que nunca llegaron.
El chico que me usó. El que yo usé. El que me rompió. El que volvió. El que siempre estuvo ahí.
El que lo tenía todo pero no supo quererme.
El que me lo dio todo… cuando ya no lo necesitaba.
Spoiler dos: el que volvió muchas veces fue Draco Malfoy.
Pero esta no es una historia sobre él.
Bueno… sí.
Pero no solo sobre él.
Es una historia sobre todas las veces que no fue él.
Hasta que lo fue.
Y yo estuve lista para admitirlo.
Más o menos.