Ecos de un Delirio: Parte 1
30 de julio de 2025, 0:27
La guerra en Gran Bretaña mágica había terminado.
Voldemort y sus seguidores fueron derrotados.
Entonces…
¿Por qué se sentía mal?
Extraño, incluso.
Los dolores de cabeza aumentaban continuamente, haciéndole escuchar voces donde no las había.
Al principio no se preocupó por esto —Murió y volvió a la vida, se le permitía no sentirse del todo bien— pero llegó a inquietarlo.
No quería contárselo a sus dos mejores amigos ¿Cómo les explicaría que, aunque todos hablaban de un futuro brillante, él seguía viendo sombras donde no había ninguna? ¿Cómo reaccionarían si, después de la guerra, donde se suponía que todo estaría perfecto, él les dijera que a veces se preguntaba si todo lo que vivieron... fue real?
Sin embargo, no necesitaban magia para ver que algo en él se estaba rompiendo. Lo acorralaron con preguntas, y Harry —harto, vulnerable, temblando— se quebró y lo dijo todo.
De repente, la voz cansada y preocupada de Hermione Granger lo inundó.
—¿Escuchás voces, Harry? Eso es preocupante. Sabemos lo que pasó la última vez que escuchaste cosas que los demás no oían…
La voz de Ron Weasley , su otro mejor amigo, preguntó
—¿Voces? —repitió, frunciendo el ceño—. ¿Qué tipo de voces?
Se inclinó un poco hacia él, nervioso, como si el tono de su voz pudiera espantar a las palabras equivocadas.
—¿Es como... otra vez Voldemort? ¿O algo distinto?
—Esta vez no es Voldemort —interrumpió Harry, con la voz baja, casi un susurro—. Algunas veces... soy yo. Aunque no siempre.
Hizo una pausa, como si intentara ordenar pensamientos que no encajaban del todo.
Miró a Hermione, buscando una pista de cómo reaccionar, pero ella estaba completamente inmóvil, concentrada en Harry.
—No soy experto ni nada, pero eso no suena bien, amigo —dijo Ron, la voz tensa y contenida, como si intentara sonar tranquilo sin lograrlo—. ¿Desde cuándo te pasa?
No había juicio en su tono. Solo miedo mal disfrazado.
—¿Le dijiste a alguien? ¿A Ginny? ¿A McGonagall? ¿A... a alguien que pueda ayudarte?
Se frotó las manos, incómodo.
—No estás solo, ¿sí? Lo que sea que esté pasando, lo vamos a manejar. Pero no puedes quedarte con eso adentro, Harry.
Hermione no tardó en intervenir. Su voz fue suave, pero cargada de urgencia.
—Harry... —se acercó un poco, como si con la distancia pudiera entender mejor—. Necesito que me digas exactamente qué estás escuchando. ¿Son conocidas? ¿Te dicen cosas? ¿Te ordenan?
Sacó, casi sin pensarlo, una pluma y un pedazo de pergamino del bolsillo de su túnica. Era su forma de mantener el control: convertir el miedo en datos.
—No estoy diciendo que estés en peligro —aclaró rápidamente al ver la expresión de Harry—. Solo quiero entender. Esto podría ser... un efecto secundario. De la guerra. Del Horrocrux. De todo lo que pasaste.
Se mordió el labio inferior, dudando por primera vez.
—O podría ser algo más serio. No podemos ignorarlo, Harry.
Le sostuvo la mirada, firme.
—No estás loco. Pero si algo anda mal, tenemos que enfrentarlo. Como todo lo demás. Juntos.
Harry abrió la boca con cautela, como si las palabras le pesaran en la lengua.
—Hay otras voces. No las reconozco. Pero... a veces siento que también soy yo. Como si vinieran de otro lugar. De otro... yo.
Se frotó las sienes con fuerza, frustrado.
—No tienen forma. No tienen cuerpo. Solo están ahí, metidas en mi cabeza. Dicen cosas que no entiendo. Y otras veces... cosas que sí. Cosas que no debería saber.
Harry se quedó callado un instante, mirando al vacío, como si dentro de su mente un torbellino estuviera a punto de estallar. Sus ojos no encontraban refugio ni en Ron ni en Hermione.
—No sé si todo esto tiene arreglo —dijo apenas, con una voz que parecía romperse—. No sé quién soy realmente... ni qué de todo esto es verdad.
Un silencio pesado llenó la habitación. Afuera, la luz del atardecer se colaba tímida, sin decidir si era el fin o el principio.
Y en esa duda, todo seguía pendiendo de un hilo.