Capítulo 8: Las Preguntas del Ogro
11 de julio de 2025, 15:07
El sol de la mañana brillaba con una promesa dorada sobre Sabrina y el Señor Búho mientras avanzaban, dejando atrás la Cueva de la Tentación. El aire se sentía más ligero, purificado, como si la cueva misma hubiera exhalado toda la pesadez de las dudas y los anhelos fáciles. Los hombros de Sabrina se sentían más ligeros, y el Señor Búho, posado con confianza en su sitio habitual, graznaba de vez en cuando con un aire de profunda satisfacción. Habían enfrentado sus anhelos más profundos y habían elegido el camino de la verdadera valentía: el de la dificultad y la amistad.
Caminaron un trecho, el sol acariciando sus rostros y una brisa suave susurrando a través de las colinas. La vegetación era exuberante, con flores de colores vivos que salpicaban el verdor. El camino que seguían era ancho y bien marcado, una clara invitación a seguir adelante. Fue entonces cuando, entre dos imponentes pinos centenarios, apareció una estructura que les hizo detenerse.
Se extendía ante ellos un puente, inmensamente largo, de piedra desgastada y cubierta de un suave musgo esmeralda. El puente se curvaba con elegancia sobre un abismo nebuloso, cuyas profundidades se perdían en una bruma blanquecina que se alzaba y descendía como la respiración de un gigante dormido. No se veía el final del puente, sino que se desvanecía en la distancia, envuelto por la propia niebla. La ausencia de un río o un valle visible bajo el puente era inquietante; parecía conectar un "aquí" con un "allá" incierto.
Antes de la entrada al puente, un letrero de madera retorcida, con letras talladas que parecían moverse ligeramente con el viento, se alzaba desafiante. No era una simple indicación de camino, sino una advertencia. Sabrina se acercó, el Señor Búho revoloteando para posarse justo al lado, y leyeron juntos las palabras.
"PARA CRUZAR, DEBES RESPONDER CON SABIDURÍA LAS TRES PREGUNTAS DEL OGRO NARIZÓN."
Sabrina frunció el ceño. "¿Un ogro? Y de nuevo, la sabiduría. Parece que esta aventura nos está enseñando mucho sobre eso."
"¡Hoo, hoo! Un guardián, Sabrina," graznó el Señor Búho. "Cada desafío parece tener su propio maestro."
En ese instante, una figura emergió de detrás de uno de los grandes pinos, justo al lado del letrero. Era un ogro, sí, pero no el ogro aterrador y gruñón de los cuentos de hadas. Este era... diferente. Era de una altura considerable, con piel de un tono verdoso claro y una complexión fornida, pero lo que realmente destacaba era su nariz. Era una nariz enorme y bulbosa, de un color rosáceo intenso, que se curvaba ligeramente hacia abajo como una berenjena madura. De ella colgaban, sorprendentemente, pequeñas campanillas plateadas que tintineaban suavemente con cada resoplido. Vestía un chaleco de terciopelo morado algo deshilachado y unos pantalones a rayas verticales de colores brillantes, que le daban un aire sorprendentemente... festivo.
El Ogro Narizón tenía ojos pequeños pero penetrantes, que parecían escanear a Sabrina y al Señor Búho con una curiosidad inusual. Llevaba en una mano un bastón hecho de una rama nudosa y en la otra, un pequeño cuaderno con hojas amarillentas y un lápiz diminuto.
"¡Bienvenidos, pequeños viajeros!" La voz del ogro era un retumbo sorprendentemente melódico, como el sonido de una tuba en un día soleado. "Soy el Ogro Narizón, guardián del Puente de la Sabiduría. Y sí, para cruzar mi puente, deben responder a mis tres preguntas. Solo las respuestas dadas con verdadera sabiduría abrirán el camino." Su enorme nariz tembló, haciendo tintinear las campanillas. "Y no se preocupen, mis preguntas no son para pillar, sino para comprender lo que habéis aprendido."
Sabrina sintió un nudo en el estómago, pero la familiaridad del ogro, tan diferente a lo esperado, la tranquilizó un poco. El Señor Búho se ajustó en su hombro, sus grandes ojos fijos en el Ogro Narizón, preparado.
"Estamos listos, Señor Ogro," dijo Sabrina con voz clara, con su varita sujeta con firmeza.
El Ogro Narizón sonrió, revelando dientes grandes pero sorprendentemente limpios. Abrió su cuaderno, y las campanillas de su nariz tintinearon con expectación. "Excelente. Aquí va la primera pregunta. Prestad atención:
Pregunta Uno: Cuando un sendero se bifurca en mil direcciones y la brújula no sabe adónde ir, ¿qué es lo más valioso que te guía, más allá de cualquier mapa o indicación?"
Sabrina y el Señor Búho se miraron. La pregunta les recordó instantáneamente su experiencia en el Cementerio de los Dedos, donde los dedos de piedra confundían el camino.
"Se refiere al Cementerio de los Dedos, ¿verdad?" susurró Sabrina al Señor Búho. "Cuando la brújula no funcionó..."
"¡Hoo, hoo! Y Hojitas apareció," respondió el búho, su voz baja. "Pero no fue solo Hojitas, Sabrina. Fue nuestra disposición a confiar, a pedir ayuda, a mantener el corazón abierto."
Sabrina asintió, las piezas encajando en su mente. "Es la confianza, Señor Ogro," dijo, alzando la voz. "Cuando la brújula no sabe adónde ir, lo más valioso que te guía es la confianza. Confianza en uno mismo para seguir intentando, y confianza en los demás para aceptar su ayuda, incluso si aparecen de la forma más inesperada, como Hojitas en el Cementerio de los Dedos."
El Ogro Narizón asintió lentamente, sus ojos brillando con aprobación. Anotó algo en su cuaderno. "Interesante, muy interesante. Una respuesta que revela la lección de la apertura y la fe. Muy bien. Aquí va la segunda pregunta, pequeños sabios:
Pregunta Dos: Cuando la risa se vuelve una trampa y el dulce es amargo, ¿qué escudo es más fuerte que cualquier hechizo para proteger la alegría verdadera de tu corazón?"
Esta vez, la pregunta les llevó de vuelta a la Selva de la Amargura y la Desesperación, al encuentro con el León Chismoso y la manipulación de Amargoso. Sabrina recordó la discusión con el Señor Búho, cómo la selva había sembrado la discordia entre ellos.
"Es sobre Amargoso y la selva," dijo Sabrina, pensativa. "Cuando el león decía chismes y la selva nos hizo pelear..."
"¡Hoo, hoo! Y la Bruja de las Mil Caras," añadió el Señor Búho. "Ella usaba la amargura. Y Amargoso también. El escudo fue nuestra amistad, Sabrina. Nuestra amistad que se rompió por un momento, pero que al final, nos salvó."
"Lo tengo, Señor Ogro," exclamó Sabrina, sintiendo la verdad de la respuesta en su pecho. "Cuando la risa se vuelve una trampa y el dulce es amargo, el escudo más fuerte para proteger la alegría verdadera de tu corazón es la amistad inquebrantable y el amor. Porque la amistad te ayuda a reconocer el engaño y a superar la discordia, y el amor te recuerda lo que es realmente valioso, como nuestra amistad en la Selva de las Sonrisas y los Abrazos."
El Ogro Narizón dejó escapar un "¡Aha!" resonante, y las campanillas de su nariz bailaron vigorosamente. Anotó más en su cuaderno, con una expresión de profunda satisfacción. "¡Maravilloso! ¡Una respuesta que abraza la esencia de la conexión humana y el poder del afecto! ¡Realmente habéis aprendido! Y ahora, la última pregunta, la que definirá si el Puente de la Sabiduría se abre para vosotros:
Pregunta Tres: Si se os ofrece el deseo más profundo de vuestro corazón con solo extender la mano, sin esfuerzo, sin lucha, ¿qué os diría vuestra verdadera sabiduría sobre el valor de ese deseo?"
La Cueva de la Tentación. La poción para la Abuela Elara. La esfera de conocimiento para el Señor Búho. La pregunta resonó con la experiencia más reciente y profunda que ambos habían compartido.
Sabrina y el Señor Búho se miraron, sus ojos reflejando la misma comprensión. No necesitaron hablar esta vez. Sus mentes estaban sincronizadas por la experiencia compartida.
"Señor Ogro," comenzó Sabrina, su voz suave pero firme, "si se me ofreciera el deseo más profundo de mi corazón sin esfuerzo, mi verdadera sabiduría me diría que el valor de ese deseo no estaría en el objeto en sí, sino en el camino y el esfuerzo que se puso para conseguirlo."
"¡Hoo, hoo! Exacto," interrumpió el Señor Búho, completando la idea de Sabrina. "Porque si todo fuera fácil, la aventura no tendría sentido, y no nos convertiríamos en las criaturas valientes y sabias que somos hoy. Las lecciones y el crecimiento provienen de superar los desafíos, no de evitarlos."
El Ogro Narizón cerró su cuaderno con un golpe seco. Su gran nariz se hinchó ligeramente, y las campanillas tintinearon en una explosión de alegría. "¡Extraordinario! ¡Simplemente extraordinario! Habéis respondido con una sabiduría que va más allá de los libros, una sabiduría forjada en el crisol de la experiencia. Habéis superado la prueba, pequeños viajeros. El Puente de la Sabiduría os espera."
Con un gesto de su bastón, el ogro se hizo a un lado. Las piedras del puente parecieron vibrar, y la niebla que cubría el abismo se arremolinó, revelando un camino sólido y seguro. El Ogro Narizón les hizo una reverencia con su nariz, que hizo sonar todas las campanillas como un coro alegre. "¡Que vuestro viaje siga siendo tan enriquecedor como vuestra sabiduría!"
Sabrina y el Señor Búho le agradecieron al Ogro Narizón y, con el corazón lleno de una nueva confianza, comenzaron a cruzar el Puente de la Sabiduría. El puente era sorprendentemente ancho, sus piedras lisas y pulidas bajo sus pies. A medida que avanzaban, la niebla a sus lados se movía y ondulaba, y a veces, por un instante, podían ver reflejos borrosos de sus propias aventuras: el rostro de la Abuela Elara, los dedos de piedra del cementerio, las luces de Lectonia, los payasos risueños de la selva, y la oscuridad de la Cueva de la Tentación. Era como si el puente les mostrara un resumen visual de su viaje, reafirmando cada lección aprendida. El aire en el puente era fresco y limpio, y un suave zumbido, como el de miles de voces susurrando verdades, parecía elevarse desde el abismo, llenándolos de paz y claridad.
Después de lo que pareció una larga caminata, el puente finalmente terminó, y emergieron a un paisaje completamente diferente. Estaban en la orilla de un lago. Pero no era un lago común. Era inmenso, de un azul tan profundo que parecía reflejar el propio cielo, y sus aguas eran cristalinas, permitiendo ver hasta el fondo donde crecían plantas acuáticas de colores vibrantes y gemas que brillaban suavemente. El aire aquí era fresco y puro, con un aroma a agua dulce y flores de loto.
La superficie del lago estaba llena de vida. Merodeando entre los lirios gigantes, Sabrina y el Señor Búho vieron sirenas. Sus colas eran de todos los colores del arcoíris, y sus cabellos, como algas sedosas, flotaban alrededor de sus rostros sonrientes. Cantaban melodías suaves y armoniosas que llenaban el aire. Peces de escamas iridiscentes saltaban del agua, creando pequeños destellos de luz. Más allá, en el centro del lago, un grupo de delfines de un blanco puro saltaban y jugaban, sus movimientos gráciles y alegres.
Al ver a Sabrina y al Señor Búho en la orilla, las sirenas les saludaron con risas tintineantes y movimientos de sus manos, y los delfines emitieron silbidos juguetones mientras daban vueltas en el agua. Era un lugar de pura armonía y belleza, un respiro tranquilo después de la intensidad de la cueva y las preguntas del ogro.
Sabrina sonrió, sintiendo la calidez del lugar. "¡Es hermoso, Señor Búho! Mira las sirenas, y los delfines..."
"¡Hoo, hoo! Un oasis de paz," graznó el búho, sintiendo la serenidad del ambiente.
Caminaron a lo largo de la orilla del lago, disfrutando de la vista y los sonidos, hasta que llegaron a una pequeña ensenada. Allí, de pie entre dos caminos, se alzaba otro letrero de madera, este más antiguo y cubierto de enredaderas luminosas.
El letrero tenía dos flechas: Una apuntaba a la derecha, hacia un sendero que se adentraba en un denso arbolado, donde los árboles eran altos y elegantes, con hojas que parecían pergaminos desplegados. Debajo de la flecha, ponía: EL ÁRBOL DEL CONOCIMIENTO.
La otra flecha apuntaba a la izquierda, hacia un camino que conducía a un bosquecillo más abierto, con árboles robustos y llenos de frutos brillantes. Debajo de esta flecha, ponía: EL ÁRBOL DE LA SABIDURÍA.
Sabrina y el Señor Búho se miraron. Merlín les había dicho que debían ir al Árbol Parlante. Pero, ¿cuál de los dos era el "Árbol Parlante" que buscaban? ¿O eran ambos? Y si lo eran, ¿cuál era el correcto?
"Bueno, Señor Búho," dijo Sabrina, rascándose la cabeza. "Merlín solo dijo 'El Árbol Parlante'. Pero aquí hay dos. ¿Cuál crees que sea?"
El Señor Búho frunció su pico. "Ambos parecen... muy importantes, Sabrina. Y si son parlantes, ¿cómo sabremos cuál nos guiará mejor a Dulce y Agonía?"
Mientras debatían, un pequeño movimiento en la base del letrero les llamó la atención. Una ardilla, con un pelaje de un vibrante color naranja y ojos brillantes, apareció, sosteniendo una pequeña bellota en sus patas. No parecía una ardilla común; sus ojos tenían una inteligencia inusual.
"¡Hola, viajeros!" chirrió la ardilla, su voz sorprendentemente clara y aguda. "Parecen perplejos. ¿Están buscando algo, quizás?"
Sabrina se agachó un poco. "¡Sí, señorita Ardilla! Estamos buscando al Árbol Parlante. Merlín nos dijo que nos ayudaría a encontrar el camino a Dulce y Agonía."
La ardilla ladeó la cabeza, una expresión pícara en su rostro. "¡Ah, el Árbol Parlante! Pues, tengo noticias para ustedes. Ambos son árboles parlantes, el del Conocimiento y el de la Sabiduría." Hizo una pausa dramática. "Pero hay un pequeño detalle. Ambos pueden mentir o decir la verdad, dependiendo de... bueno, de muchas cosas. Nunca sabes con certeza si lo que dicen es su verdadera intención o si están probando a quienes los visitan. A veces, la verdad es una carga, y una mentira es un consuelo. A veces, una verdad es una trampa, y una mentira... es un camino."
Sabrina y el Señor Búho se quedaron boquiabiertos. ¿Ambos podían mentir? Eso complicaba las cosas inmensamente. ¿Cómo iban a confiar en lo que dijeran si había la posibilidad de un engaño?
"¡Hoo, hoo! Esto es un problema, Sabrina," graznó el Señor Búho, volviendo a su hombro con un aire de profunda preocupación. "Si ambos pueden mentir, ¿cómo sabremos cuál es el correcto para preguntarle sobre Dulce y Agonía?"
Sabrina frunció el ceño, pensando con intensidad. La Bruja de la Alegría les había advertido sobre las pruebas de la sabiduría. Esta era sin duda una de ellas. No era una cuestión de fuerza ni de magia, sino de discernimiento. De repente, una idea brillante iluminó su rostro. Era una idea un poco arriesgada, pero podría ser su única opción.
"¡Ya sé, Señor Búho!" exclamó, sus ojos redondos brillando con determinación. "La ardilla dijo que ambos pueden mentir o decir la verdad. Pero no los dos al mismo tiempo sobre la misma pregunta, ¿verdad?"
La ardilla, que había estado observándolos con interés, asintió vigorosamente. "Exacto. En una misma pregunta, uno dirá la verdad y el otro mentirá. Son como las dos caras de una moneda parlante."
"¡Perfecto!" dijo Sabrina, volviéndose hacia su amigo. "Entonces, aquí está mi plan. Nos separaremos. Tú irás a un árbol, y yo iré al otro. Le haremos exactamente la misma pregunta a cada árbol. Si uno miente y el otro dice la verdad, podremos deducir cuál es cuál y obtener la información correcta para llegar a Dulce y Agonía. ¡Es arriesgado, pero es la única manera de saberlo con certeza!"
El Señor Búho consideró la idea. Separarse siempre era difícil, pero el plan de Sabrina tenía una lógica impecable, una lógica nacida de la sabiduría que habían adquirido. Era una prueba de confianza en sí mismos y en su juicio.
"¡Hoo, hoo! Sabrina, es una idea arriesgada, pero brillante," graznó el Señor Búho, con una resolución en sus ojos. "¡Adelante! Yo iré con el Árbol de la Sabiduría. Y tú irás con el Árbol del Conocimiento."
Sabrina asintió, un nudo de nerviosismo y emoción en su estómago. Se dieron un pequeño frote de mejillas, un gesto de despedida y de confianza mutua.
"Nos veremos de nuevo aquí, justo en este letrero, cuando hayamos hablado con ellos," dijo Sabrina, su voz un poco más suave de lo habitual.
El Señor Búho graznó una afirmación. Con un último vistazo el uno al otro, Sabrina se dirigió hacia el camino de la derecha, hacia el Árbol del Conocimiento, con su varita brillando tenuemente. El Señor Búho, con un batir de alas majestuoso, tomó el camino de la izquierda, hacia el Árbol de la Sabiduría, sus grandes ojos redondos listos para el desafío que les esperaba por separado, pero que, juntos, habrían de resolver.