ID de la obra: 329

La Pequeña Brujita y El Temible Dragon

Gen
G
En progreso
1
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 42 páginas, 11 capítulos
Etiquetas:
Fantasy Fluff Spoilers ...
Descripción:
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Capítulo 9: El Árbol Dormido y la Dama de la Ignorancia

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Con el corazón latiéndole con una mezcla de nerviosismo y una recién encontrada determinación, Sabrina avanzó por el sendero de la derecha, alejándose del Señor Búho y del punto de bifurcación. El camino hacia el Árbol del Conocimiento era un corredor natural, flanqueado por árboles altos y esbeltos, cuyas copas se entrelazaban en un dosel frondoso. A diferencia de los vibrantes matices de la Selva de las Sonrisas y los Abrazos, aquí predominaban los tonos más sobrios del verde profundo y el marrón tierra, y las hojas que caían al suelo tenían la textura delicada del pergamino envejecido. Un suave murmullo, como el de páginas pasando en una biblioteca inmensa, parecía flotar en el aire, invitándola a la introspección. Cada paso resonaba con una extraña quietud, una sensación de solemnidad que contrastaba con la vivacidad de otros lugares que había visitado. Las flores que crecían al borde del sendero no eran de colores chillones, sino delicadas y casi transparentes, como si estuvieran hechas de cristal de hielo. El olor en el aire era el de libros viejos y la frescura de la lluvia reciente, una fragancia que a Sabrina le pareció misteriosa y atractiva. La luz, filtrada a través de las hojas, creaba parches moteados en el suelo, como si fueran los reflejos de letras antiguas bailando. Después de lo que pareció una larga caminata, el sendero se abrió a un claro, y allí, majestuoso y silencioso, se alzaba el Árbol del Conocimiento. Era un espécimen colosal, el más grande que Sabrina había visto jamás. Su tronco, más ancho que diez casas juntas, estaba cubierto de una corteza lisa que parecía hecha de marfil pulido, y sus ramas se extendían tan vastamente que formaban una cúpula natural sobre todo el claro. Miles y miles de hojas, cada una con la forma de un pequeño libro abierto, cubrían sus ramas, susurrando con el viento una sinfonía de historias no contadas. Un aura de profunda antigüedad y sabiduría parecía emanar de él. Pero el Árbol del Conocimiento no emitía ningún brillo, ningún murmullo de voz, ninguna vibración. Sus hojas-libros estaban cerradas, sus ramas inmóviles, y la energía que lo rodeaba era la de un sueño profundo. El Árbol del Conocimiento estaba dormido. Sabrina se acercó, la decepción tiñendo su emoción. Había esperado un guardián parlante, lleno de respuestas. Tocó el tronco liso con su mano, sintiendo una fría quietud. "¿Hola? ¿Árbol del Conocimiento?", susurró, pero solo el silencio le respondió. De repente, un suspiro suave se escuchó detrás de ella. Sabrina se giró, y allí, flotando a pocos centímetros del suelo, apareció un ser. Era un fantasma, envuelto en un vestido de sábana blanca y etérea que ondeaba suavemente sin que hubiera viento. Lo más llamativo eran sus ojos: dos orbes enormes y brillantes, de un azul profundo, que parecían contener la melancolía de siglos. No tenía rostro, solo la tela lisa de la sábana y esos ojos penetrantes. "El Árbol del Conocimiento duerme," susurró el fantasma, su voz era como el murmullo del viento entre las hojas. "Un sueño profundo, del que solo puede despertar aquel que le demuestre la verdadera valentía de buscar el conocimiento." "¿Y cómo se hace eso?", preguntó Sabrina, su voz un poco temblorosa, aunque la presencia del fantasma no le parecía amenazante, solo muy, muy triste. El fantasma de ojos azules se movió ligeramente, apuntando con una mano etérea hacia el borde del claro. "Al otro lado de este bosque, oculto por la niebla del olvido, se encuentra el Lago de la Ignorancia. Sus aguas son densas con la ausencia de saber, con la pereza de la mente. Para despertar al Árbol, debes adentrarte en ese lago. Debes poner tus pies en sus aguas y luchar contra la Dama de la Ignorancia, su guardiana." Sabrina sintió un escalofrío. ¿Un lago de la ignorancia? "Pero, ¿cómo la derroto?", preguntó. "Ella se alimenta de la falta de ideas, de la mente en blanco, de la ausencia de risa," respondió el fantasma. "Para derrotarla, para que te deje libre y te dé el agua que canta con la que despertarás al Árbol, debes romper su burbuja de apatía. Debes contarle un chiste. Pero no cualquier chiste. Un chiste que sea a la vez tonto y filósofo . Una contradicción que ella no pueda asimilar." El fantasma suspiró, su forma etérea parpadeando. "Solo así, la Dama de la Ignorancia se disolverá, y el agua de la cueva cantará para ti. Vertiendo esa agua cerca de las raíces de este Árbol, lo despertarás, y podrás preguntarle lo que desees." Con un último suspiro melancólico, el fantasma se desvaneció tan silenciosamente como había aparecido, dejando a Sabrina sola con la tarea. "¿Un chiste tonto y filósofo?", pensó Sabrina en voz alta. Esto era un desafío completamente nuevo. Con determinación, se dirigió hacia el borde del claro donde el fantasma había señalado. Pronto, entre los árboles, apareció una niebla espesa y estática, de un color gris opaco, que no se movía ni con la brisa. Se adentró en ella, y la niebla se hizo más densa, fría y pesada. De repente, la niebla se disipó, y se encontró a la orilla de un lago. Era el Lago de la Ignorancia. Sus aguas eran de un color plomizo y opaco, tan quietas que parecían un espejo sin reflejo. No había vida, no había brillo, solo una superficie muerta y plana. El aire era pesado, asfixiante, y Sabrina sintió una extraña sensación de sopor invadirla. Una fatiga mental comenzó a apoderarse de ella, como si cada pensamiento pesara más de lo normal. Sus pies, que antes eran firmes, ahora se sentían pesados, como si estuvieran hechos de plomo. Era la influencia del lago. Respiró hondo y, con un esfuerzo de voluntad, dio un paso dentro del agua. La sensación fue inmediata y abrumadora. Una debilidad se extendió por todo su cuerpo, no física, sino en su mente. Era como si sus ideas se volvieran turbias, sus recuerdos confusos, sus poderes mágicos apenas un susurro lejano. Su varita, antes tan luminosa, apenas emitía un tenue brillo. Mientras se adentraba en el lago, el agua se hizo más profunda, llegando hasta sus rodillas. Y de la superficie opaca del lago, una figura comenzó a alzarse. Era la Dama de la Ignorancia. Su forma era etérea, hecha de la misma niebla plomiza que cubría el lago, pero tenía la silueta de una mujer alta y esbelta. Su rostro, si se le podía llamar así, era una superficie lisa y sin rasgos, sin ojos, sin boca, sin nariz, solo una vaga sugerencia de un óvalo. De ella no emanaba ningún sonido, solo un silencio absoluto y una sensación abrumadora de vacío. Una nube de apatía parecía envolverla, y Sabrina sintió que la fuerza de su propia voluntad disminuía. —¿Qué haces aquí, pequeña pensadora? Vuelve a la nada. Aquí no hay preguntas, no hay dudas. Solo la paz del no-saber.— La voz resonó en la mente de Sabrina, plana y vacía, sin emoción. La Dama de la Ignorancia extendió una mano etérea hacia ella, y Sabrina sintió que su mente se nublaba, tentada a dejarse llevar por el sopor. No, no podía rendirse. Merlín, la Bruja de la Alegría, el Señor Búho, la Abuela Elara... todos dependían de ella. Tenía que contar el chiste. Un chiste tonto y filósofo. La Dama de la Ignorancia flotaba ante ella, inmóvil, esperando. Sabrina respiró profundamente, intentando aclarar su mente. Pensó en las lecciones aprendidas, en la importancia de la aventura, en la alegría que había encontrado en los desafíos. Y entonces, le vino una idea, una pequeña chispa en la niebla mental. "¿Qué le dijo una neurona a otra neurona en el cerebro de un filósofo?", preguntó Sabrina, su voz, aunque un poco débil, resonó en el silencio del lago. La Dama de la Ignorancia no reaccionó. Su rostro liso seguía inexpresivo, su aura de apatía tan fuerte como siempre. Sabrina continuó, con un esfuerzo, forzándose a recordar la parte clave, a infundirle la contradicción que el fantasma le había indicado. "Le dijo: 'Oye, ¿estás segura de que existimos, o somos solo un concepto en la mente de... un chiste? ¡Y si somos un chiste, ¿quién lo cuenta, y por qué no es más gracioso?' " Hubo un instante de silencio. La Dama de la Ignorancia permaneció inmóvil. Y entonces, algo inusual comenzó a suceder. Pequeñas grietas, como finas líneas de luz, aparecieron en su superficie lisa. La niebla que la envolvía comenzó a temblar. No había risa, no había enfado, solo una... disonancia. La contradicción de un chiste tonto que planteaba una pregunta tan profunda, tan esencial sobre la existencia, era algo que la Dama de la Ignorancia no podía procesar. Era la verdad escondida en la tontería, la lógica ilógica que la desarmaba. Las grietas se extendieron, y la Dama de la Ignorancia comenzó a desvanecerse, disolviéndose como la niebla al sol. El silencio opresivo del lago fue reemplazado por un suave murmullo, como el de miles de pequeñas gotas de agua chocando y creando una melodía. La debilidad en Sabrina se disipó, y la luz de su varita volvió a brillar con fuerza. Del lugar donde se disolvió la Dama de la Ignorancia, se alzó una pequeña burbuja de agua. No era agua común; brillaba con una luz interna y un suave tintineo, como campanillas diminutas. Era el agua que canta. Sabrina la recogió con cuidado, el cristal frío y vibrante en su mano. Con la burbuja de agua que canta, Sabrina salió del Lago de la Ignorancia. La niebla plomiza se había disipado por completo, revelando de nuevo los árboles y la luz clara del bosque. Se apresuró de regreso al claro donde el Árbol del Conocimiento aún dormía. Se acercó al inmenso tronco y, con cuidado reverente, vertió el agua que canta sobre las raíces visibles. En el instante en que la primera gota tocó la corteza, una vibración recorrió el árbol. Las hojas-libros que antes estaban cerradas comenzaron a desplegarse, sus páginas susurrando con el viento. Una luz suave y dorada comenzó a emanar del tronco, extendiéndose por cada rama. El aire se llenó con un aroma a sabiduría antigua y un suave murmullo de voces, como si miles de historias estuvieran despertando a la vez. El Árbol del Conocimiento había despertado. Sabrina lo miró con asombro, su corazón lleno de una emoción indescriptible. Había logrado su parte. Ahora, estaba lista. La pregunta que debía hacerle al Árbol, sobre el camino a Dulce y Agonía y la ubicación de Matilda, estaba en la punta de su lengua.
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