ID de la obra: 333

El Silencio De Luna

Gen
PG-13
En progreso
3
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 57 páginas, 29.132 palabras, 13 capítulos
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
3 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

Ruby moon parte 2: Un Destino Tejido en Estrellas

Ajustes de texto
Fue una noche muy corta, pues el desvelo se convirtió en un torbellino de pensamientos. Aquella revelación fracturó mi intuición, llenándome de dudas. No sabía cómo actuar. Tenía información crucial para mi amo Eriol, pero yo misma me sentía la más discorde, con interrogantes que solo podrían ser respondidas al llegar a Hogwarts. La madre de Luna había sido clara: una vez que la niña despertara, perdería la memoria. ¿Cómo iba a lidiar con eso? Iba a tomar mucho tiempo. Además, la advertencia fue que la recuperación sería por fragmentos, y que podría tener etapas aún más violentas o imprecisas. Todo eso daba vueltas en mi cabeza. —¡Te llamo, a ti que llaman Testigo! ¡Ven a mi llamado, sé parte del trato! —Al instante, una nube se manifestó, tomando la forma de un ser pequeño. —¿En qué puedo servirle, mi señora Ruby Moon? —Te quedarás en este cuarto y vigilarás todo lo que haga esta niña. Pero si ella se mueve, también la perseguirás. Serás como un camaleón: tendrás que ocultarte en las sombras, vigilar todo lo que ella haga y debes informarme, sin importar lo irónico que parezca. —Tu mayor prioridad es que evites a unos seres que fueron mandados por una persona llamada Lucius Malfoy a buscar a esta chica. Desconozco qué tipo de forma tengan estos seres; de ti dependerá detectarlos y evadirlos. —Está bien, mi señora. Como usted lo ha pedido, se cumplirá su mandato. Permítame llamar a dos personas de mi confianza. Seremos tres testigos para vigilar a esa niña, que es una prioridad alta para usted. —Una sutil reverencia se insinuó ante mí. —Me parece bien. Cumplan el mandato, sean como una aguja en un pajar y no se dejen ver. El ser se esfumó nuevamente, camuflándose entre el ambiente. Los nervios empezaron a manifestarse en mí; el cuerpo me tembló lentamente. Entonces, saqué un pequeño cigarro de mi ropa y lo encendí. Abrí la ventana de aquel camarote y me puse a observar la luna, las estrellas y el paisaje que el tren dejaba atrás, un escenario digno, quizás, de un libro de terror. Intenté que mi mente se aclarara, pero ni este cigarro pudo calmar mi ansiedad. Decidí simplemente mirar un rato a Luna, a ver si podía encontrar alguna respuesta en ella. Simplemente se veía como una niña normal, dulce y tierna; una carita de ángel que, sin embargo, manifestaba un poco de locura cuando estaba despierta. Nada inusual, nada diferente de los niños de su edad. ¿Qué presencias tendrá que enfrentar esta niña? ¿Qué tipo de retos nos tocará afrontar a mi amo Eriol y a mí? ¿Acaso nuestras vidas están a punto de cambiar? ¿Hogwarts será un terreno de guerra? Demasiadas preguntas en mi mente. Si estuviera mi amo Eriol, él las respondería. No tiene sentido estar fantaseando ni reflexionando, ya que no me encuentro un cien por cien razonativa. Me acosté en ese gran sillón que parecía tan cómodo, por un buen rato. Con un par de gestos de mis dedos, una melodía suave, como una nana, comenzó a sonar, buscando relajar mi mente y ayudarme a dormir. Sentía el efecto embriagador de aquella música que inundaba mis oídos y viajaba a través de mis venas, calmando cada fibra de mi ser. —¡Maravilloso! Es lo mejor. La música clásica aviva mi cuerpo y mi mente. —Si tuviera que elegir entre tantas canciones, esta sería la definitiva: los violines, el piano, el cambio de tono de lento a rápido. No sé cuánto tiempo había pasado, pero mis ojos empezaban a caerse. El murmullo de mi mente se desvanecía, y todo el ruido circundante comenzaba a nublarse. Estaba a punto de cruzar el umbral al reino de los sueños... o de las pesadillas, nunca se sabe. —Las cartas son parte fundamental de la música, no lo olvides. —No permitas que el sol toque a la Luna. —No me busques porque no me hallarás; no me divulgues porque tampoco lo sabrás. —Nada es casualidad, todo es inevitable. Dale este mensaje a tu amo y sabrá a quién va dirigido. Era una voz, pero no sabía de quién. Era muy confusa, pero muy repetitiva. ¿Quién será? ¿Cómo ha invadido mis sueños? No lo entiendo. Me desperté de golpe, como si algo me hubiera asustado. Aquella voz seguía resonando en mi mente, así que decidí grabarlo todo. Lo anoté. ¿Qué tipo de significado tiene? Nunca me había pasado algo así; no entiendo a qué se refiere. —Me duele mucho la cabeza. ¿Cuánto tiempo me habré quedado dormida? —¡Manifiéstate ante mí, tú que eres el Testigo! Una nube se esparció frente a mí y tres pequeñas figuras se presentaron, saludándome cordialmente. —Díganme qué pasó mientras yo estaba dormida. Uno de ellos dijo: —Mientras usted dormía, mi señora, solamente vimos cómo su cuerpo se movía, como si luchara con algo o alguien, pero nadie más entró a esta habitación. No sentimos presencia alguna. Entonces el segundo manifestó: —Simplemente oímos que se quejaba, pero su voz no era muy clara y solo manifestaba inquietud. Y el tercer miembro, con un tono algo despreocupado, dijo: —Mi señora Ruby Moon, le puedo asegurar que nada interrumpió esta sala, y por nuestro contrato, mentir sería arruinar nuestra confianza. Los observé a los tres, y cada uno manifestó lo que tenía que decir. —Está bien, sigan vigilando —ordené, y los tres se esfumaron nuevamente, fusionándose con el ambiente. Busqué en el camarote algún licor o una bebida que calmara de nuevo mi ansiedad. Al no hallar nada, tuve que tomar camino hacia el camarote donde había comida y bebidas para toda la noche. Llegué hasta allí y, para mi sorpresa, ¡ahí estaba el hombre cuyo cabello era tan brillante como el sol: Lucius Malfoy! Estaba sentado con otras tres personas, todos bebiendo y riendo, quizás hablando de magia o de asuntos de su congregación familiar. Entonces, recordé lo que me habían mi amo me hablo sobre Lucius;tenía mucho que ver con las grandes asambleas y las decisiones importantes del Ministerio de Magia, siendo eluna figura manipuladora a grandes rasgos en ese círculo. Tomé asiento, procurando mantenerme cerca de una ventana y alejada de la mirada de aquel hombre. Me habían traído una bebida preparada con un licor añejo de más de doscientos años. Contenía abundante hielo, combinado con la acidez del limón y la complejidad de exóticas especias mágicas, todo servido en una elegante copa con forma de dragón. Con mi mano derecha, sosteniendo la copa entre mis dedos, empecé a saborearla lentamente. Sentí cómo la mezcla de calor y frío se extendía por mi garganta, recorriendo cada rincón de mi cuerpo. A cada sorbo, el licor me embelesaba un poco, tejiendo una sensación de calidez y ligereza que poco a poco relajaba mi mente, disipando las preguntas y ansiedades. Al fin y al cabo, en Hogwarts encontraría todas mis respuestas y así cumpliría exitosamente con mi misión para mi amo. Terminé mi copa y, con un gesto a un camarero cercano, pedí una nueva bebida, esta vez algo más suave y aromático, quizás una infusión de hierbas mágicas con un toque de miel. Cuando llegó, su vapor cálido me envolvió y, al primer sorbo, sentí una oleada de calma que me recorrió. Era un alivio diferente, más profundo, que acunaba mi mente y la liberaba de cualquier tensión. Fue entonces cuando un recuerdo nítido afloró, una conversación con mi amo Eriol en uno de sus momentos más reflexivos. Su voz resonó en mi cabeza, serena y profunda: “Ruby Moon,” me decía con esa mirada que lo sabía todo, “la vida es complicada, llena de cosas que no esperamos. Pero hay algo que siempre será verdad: mientras yo esté contigo, mientras te proteja, nada malo te pasará. No importa qué tan difícil sea la situación o qué peligro te amenace, mi presencia te cuidará. Tu seguridad es lo más importante. Jamás lo olvides.” Mis ojos se empañaron de repente. Las palabras de mi amo resonaban con tal claridad que me transportaron a aquel día. Las lágrimas comenzaron a resbalar por mis mejillas, incontrolables. Recordé la primera vez que lo vi, cuando me encontró acurrucada en un rincón sombrío, cubierta de mugre y vistiendo harapos. Él, con una delicadeza que no esperaba, levantó mi barbilla con un dedo y, con el pulgar, limpió mis lágrimas sucias, una por una, mientras sus ojos irradiaban una compasión que jamás había sentido. El dolor de aquel recuerdo, mezclado con la nostalgia de su promesa, me invadió. Necesitaba algo más fuerte para acallar el nudo en mi garganta. Volví a hacer una señal al camarero. —Otra bebida, por favor —pedí, con la voz algo quebrada—. Pero que sea... amarga. Muy amarga. La copa amarga llegó, oscura y densa. La tomé sin dudar, el líquido áspero raspando mi garganta mientras lo bebía. Esta vez, la sentí diferente: un calor que me mareó un poco se extendió por mi cuerpo, como una niebla ligera que me quitó la tensión. No estaba completamente borracha, pero sí lo suficiente para sentirme más libre. Las preocupaciones de la noche se fueron, y una extraña ligereza me invadió. Sin pensarlo, solo por las ganas de hacerlo, mis labios se abrieron y una melodía suave empezó a salir. Mis versos fluyeron, un canto para ti, mi amado Eriol: Canto al Guardián de mi Alma Oh, mi Eriol, Eres la luz en mi oscuridad. El farol que me guía constantemente, la verdad. Me sacaste de un rincón sombrío, dando a mi vida un nuevo amanecer. Tu mano es fuerte, mi refugio inquebrantable. un consuelo tierno, curando mi dolor. En cada uno de tus gestos, en tu voz serena, e ncontré la calma, a paz que me llena. Maestro y guardián, mi lealtad es absoluta. i alma te pertenece. Por tu gran sabiduría, por tu inmensa bondad, mi corazón vibra en profunda gratitud. Aunque el mundo cambie, o el sol se ponga. Mi devoción por ti no desaparecerá. Eres mi pilar, mi ancla, mi única razón de ser, el dueño absoluto de mi corazón. Así que este canto, que el viento lo lleve. Hasta tus oídos, donde siempre resuene. Mi amor eterno, mi gratitud sin fin, por serlo todo para mí. Cuando terminé de cantar, me di cuenta de lo que había hecho. Un silencio total llenó el camarote. Todos me miraban: la gente normal y también los importantes, como Lucius Malfoy, cuya cara no pude entender. ¿Realmente había cantado en voz alta? Lo hice sin pensar, solo por la emoción y el alcohol, nunca creí que los demás me escucharían. La sorpresa me dejó sin palabras, y el impacto me apretó el pecho. Había mostrado algo muy personal de mí, algo que nunca quise que nadie viera, y mucho menos en un lugar y con gente así. —Vaya, qué hermosa voz tiene usted, mi estimada señorita —la voz pulcra y melódica de Lucius Malfoy cortó el silencio, resonando con una sorprendente cortesía que me puso aún más nerviosa. Permítame invitarle una copa en nuestra mesa. Sería todo un honor. Un calor incómodo subió por mi cuello hasta mis orejas. Con cada fibra de mi ser queriendo desaparecer, intenté mantener la compostura y respondí con la mayor cortesía que pude reunir, aunque por dentro me sentía completamente expuesta y mortificada: —Oh, gracias, Milord. Desconozco su nombre, pero no me puedo permitir eso en este momento. Me siento un poco apenada por este... descuido de mi parte. Por favor, discúlpeme. Con una última inclinación de cabeza, me disculpé nuevamente con los presentes y, con un “con permiso” general que incluyó a Lucius Malfoy, me retiré del camarote de comida. El camino de regreso al camarote de Luna se sintió más largo de lo normal, cada paso revelando el cansancio acumulado. Al llegar, la pequeña cama parecía un refugio. Me acosté junto a Luna, abrazándola con suavidad, sintiendo su calor reconfortante. La luna, desde la ventana, bañaba la pequeña habitación con su brillo plateado, envolviéndonos en una paz serena mientras me dejaba llevar por el agotamiento.
3 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)