ID de la obra: 341

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planificada Midi, escritos 253 páginas, 131.577 palabras, 23 capítulos
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Capítulo 23: El Fugitivo.

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Habían pasado algunos días desde que Sirius Black había escapado de Azkaban, y el mundo mágico estaba en pánico. Los Profetas matutinos gritaban titulares alarmantes: "¡EL ASESINO MÁS PELIGROSO DE NUESTRA ÉPOCA SIGUE PRÓFUGO!" y "¡MINISTERIO DECLARA ESTADO DE ALERTA MÁXIMA!" Los muggles también habían sido alertados, aunque con una versión cuidadosamente editada de la verdad sobre un "criminal extremadamente peligroso" que había escapado de una prisión de alta seguridad. Sirius apenas prestaba atención a la histeria que había causado su fuga. Su mente estaba enfocada en una sola cosa: encontrar a Harry Potter. En los últimos días había logrado establecer una rutina precaria pero funcional. La varita que había robado al guardia de Azkaban durante su escape había sido invaluable. Aunque no era su varita original y la magia se sentía torpe e incómoda, le había permitido conseguir comida mediante pequeños hechizos de confusión a comerciantes muggles, y crear refugios temporales en edificios abandonados. Pero la mayor parte del tiempo permanecía en su forma animaga. Como Canuto, un gran perro negro, podía moverse libremente por las calles sin levantar sospechas. Los años en Azkaban habían dejado su forma humana demacrada y reconocible para cualquiera que hubiera visto los carteles de "Se Busca" que ahora adornaban cada superficie disponible en el mundo mágico. Lo más importante era que había logrado seguir el rastro de Harry. El hechizo Señálame había sido su salvación. Aunque requería una conexión emocional fuerte con el objetivo, y Sirius ciertamente la tenía con el hijo de James, la magia seguía siendo imprecisa cuando se realizaba con una varita prestada. Pero había sido suficiente para llevarlo desde las remotas islas donde se ubicaba Azkaban hasta Londres, y de ahí a los suburbios donde aparentemente Harry pasaba sus vacaciones de verano. Era un sábado por la mañana cuando finalmente los localizó. Sirius, en su forma de Canuto, había estado merodeando por las calles residenciales durante horas, siguiendo la débil señal mágica que el hechizo le proporcionaba, cuando finalmente los vio. Un grupo de jóvenes salía de una estación de metro muggle, riendo y conversando animadamente. El corazón de Sirius se detuvo cuando reconoció la distintiva mata de cabello negro y desordenado. Harry. Pero no estaba solo. Sirius estudió al grupo con intensidad, memorizando cada rostro mientras los seguía a distancia prudente, manteniéndose entre las sombras y los callejones. Neville Longbottom estaba allí, y Sirius lo reconoció inmediatamente. Había visto suficientes fotografías en los periódicos durante los últimos meses, especialmente después de que él y Harry recibieran la Orden de Merlín de Tercera Clase. El chico había crecido considerablemente desde la última vez que Sirius lo había visto como bebé, pero tenía los ojos característicos de los Longbottom y una presencia más segura de la que Sirius recordaba de las descritas por Frank y Alice. También estaba la chica rubia que había abrazado a Harry en las fotografías del periódico. Si recordaba correctamente lo que había escuchado murmurar a los guardias de Azkaban, era una Greengrass. Parecía caminar cerca de Harry con una familiaridad que sugería una amistad cercana, posiblemente algo más. Había una chica de cabello tupido y castaño que Sirius no reconocía, pero por su forma de interactuar con el grupo, claramente era parte de su círculo íntimo. Y caminando muy cerca de Neville, casi pegada a su brazo, había una chica pelirroja que Sirius sí reconoció: Susan Bones. Los periódicos habían mencionado que había sido una de las víctimas rescatadas por Harry y Neville en algún incidente reciente. El grupo parecía completamente relajado, disfrutando de un día libre durante las vacaciones de verano. Vestían ropa muggle casual y se dirigían hacia lo que parecía ser el centro comercial local, charlando y riendo sin ninguna preocupación aparente. Sirius los siguió durante toda la mañana, manteniéndose lo suficientemente cerca para observarlos, pero lo suficientemente lejos para no ser detectado. Como perro callejero, podía moverse por lugares donde un humano llamaría la atención, y su forma animaga le daba una ventaja considerable para la vigilancia. Los observó mientras entraban y salían de tiendas, compartían helados en un parque cercano, y simplemente disfrutaban de ser adolescentes normales. La escena era tanto reconfortante como dolorosa para Sirius. Por un lado, ver a Harry aparentemente feliz y rodeado de buenos amigos le llenaba el corazón de alivio. Por otro lado, le recordaba todo lo que había perdido, todas las experiencias con Harry que nunca podría recuperar. Harry se veía saludable y seguro, muy diferente del niño maltratado que Sirius había imaginado durante sus años en Azkaban. Los Dursley claramente no lo habían destruido, y había encontrado su lugar en el mundo mágico. Pero Sirius también notó algo más: una madurez en los movimientos de Harry, una confianza que hablaba de experiencias que ningún chico de su edad debería haber tenido. Mientras continuaba siguiéndolos discretamente, Sirius se debatía internamente. Una parte de él quería acercarse inmediatamente, revelar la verdad sobre la traición de Peter Pettigrew, y reclamar su lugar como padrino de Harry. Pero la parte más racional de su mente le recordaba que era un fugitivo buscado por asesinato. Acercarse a Harry podría poner al chico en peligro. Necesito un plan, pensó mientras se ocultaba detrás de un contenedor de basura, observando al grupo sentarse en una banca del parque. No puedo simplemente aparecer y esperar que me crean. Necesito pruebas, necesito... Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando Harry de repente levantó la cabeza, mirando directamente en su dirección. Por un momento aterrador, Sirius pensó que había sido descubierto. Pero entonces Harry simplemente se encogió de hombros y volvió a su conversación con sus amigos. Casi, pensó Sirius, retrocediendo más profundamente en las sombras. Tengo que ser más cuidadoso. El grupo comenzó a moverse otra vez, dirigiéndose hacia lo que parecía ser un cine. Sirius los siguió, manteniéndose en las sombras, observando como compraban boletos y desaparecían en el interior del edificio. Durante las siguientes dos horas y media, Sirius esperó pacientemente en el callejón adyacente, ocasionalmente paseando como un perro callejero normal para no levantar sospechas. Su mente divagaba entre recuerdos fragmentados y planes a medio formar, pero siempre regresaba al presente cuando escuchaba voces o movimiento cerca de la entrada del cine. Finalmente, el grupo emergió, charlando animadamente sobre la película que acababan de ver. Sirius se posicionó estratégicamente para observar sus despedidas. Fue interesante ver cómo se separaban. Daphne y Susan se dirigieron juntas hacia el este, probablemente hacia alguna chimenea pública para usar la Red Flu, pensó Sirius. Era lo más lógico para dos chicas de familias mágicas que necesitaran regresar a casa de manera discreta. La chica de cabello tupido—Hermione, había escuchado que la llamaban—se despidió calurosamente del grupo y se dirigió hacia una parada de autobús muggle, claramente regresando a su hogar por medios completamente no mágicos. Lo que realmente capturó su atención fue que Harry y Neville permanecieron juntos, comenzando a caminar hacia el oeste por calles cada vez menos transitadas. Perfecto, pensó Sirius, siguiéndolos a distancia prudente. Finalmente puedo acercarme sin poner en peligro a los otros. Sirius siguió a los dos chicos durante aproximadamente veinte minutos, notando vagamente que el área se volvía progresivamente más industrial y menos poblada. Su mente, aún no completamente estable después de años en Azkaban, se concentraba intensamente en su objetivo inmediato: encontrar el momento perfecto para acercarse a Harry. No se dio cuenta de que estaba siendo guiado. Los chicos parecían caminar casualmente, pero sus rutas los llevaban sistemáticamente hacia callejones más estrechos y aislados. Ocasionalmente se detenían a conversar cerca de escaparates o semáforos, permitiendo que Sirius se acercara un poco más sin levantar sospechas, solo para reanudar su caminata cuando él se sentía cómodo con la distancia. Harry señalaba edificios ocasionalmente, como si le estuviera mostrando la zona a Neville, mientras que este asentía y hacía comentarios que Sirius no podía escuchar desde su distancia. Para cualquier observador casual, parecían dos amigos explorando un área nueva de la ciudad. Pero Sirius, con su mente fragmentada enfocada únicamente en seguirlos, no notó la precisión con la que navegaban las calles, o cómo sus "conversaciones casuales" siempre ocurrían en momentos que le permitían mantener el paso sin acercarse demasiado. Finalmente, los vio doblar hacia un callejón estrecho entre dos edificios de oficinas que parecían llevar años abandonados. Las paredes de ladrillo estaban cubiertas de grafiti descolorido, y el suelo estaba lleno de periódicos viejos y basura arrastrada por el viento. Sirius se acercó cautelosamente a la esquina, esperando verlos continuar por el callejón o tal vez detenerse a descansar. Pero cuando asomó la cabeza... El callejón estaba vacío. Su corazón se aceleró. ¿Dónde están? ¿Cómo pudieron desaparecer tan rápido? En un estado mental más estable, se habría detenido a analizar la situación. Habría usado su olfato superior como perro para detectar sus aromas, habría observado las posibles rutas de escape, habría considerado la posibilidad de una trampa. Pero la combinación de años de tortura mental en Azkaban y la intensidad emocional de finalmente encontrar a Harry nubló su juicio. En lugar de cautela, sintió pánico. No puedo perderlos ahora. No cuando estoy tan cerca. Se adentró más en el callejón, sus patas haciendo pequeños ruidos contra el pavimento húmedo mientras buscaba desesperadamente algún rastro de hacia dónde habían ido. Sus ojos de perro escanearon las paredes buscando alguna entrada oculta, algún hueco por el que pudieran haber escapado. Fue entonces cuando escuchó el sonido de pasos detrás de él. Se volvió rápidamente, solo para encontrarse cara a cara con Harry y Neville, ambos bloqueando la única salida del callejón. Sus varitas estaban en sus manos, pero no apuntando directamente hacia él—todavía. —Bueno, bueno —dijo Harry, su voz calmada, pero con una autoridad que no pertenecía a un chico de su edad—. Parece que nuestro amigo canino finalmente decidió acercarse. El corazón de Sirius se hundió mientras se daba cuenta de su error. Estaba atrapado, con la pared ciega del callejón detrás de él y dos magos jóvenes, pero claramente entrenados bloqueando su escape. Neville dio un paso adelante, manteniendo su varita baja pero lista. —Hemos notado que tienes un interés particular en nosotros —dijo, su voz sorprendentemente firme—. Has estado siguiéndonos durante todo el día con una dedicación que está bastante más allá de la curiosidad canina normal. Harry inclinó la cabeza ligeramente, estudiando la forma de Sirius con ojos que parecían demasiado conocedores para su edad. —Los perros normales no mantienen patrones de vigilancia tan organizados. No se posicionan estratégicamente para mantener contacto visual mientras evitan ser detectados. Y definitivamente no muestran el nivel de comprensión que has demostrado durante nuestras conversaciones. Merlín, pensó Sirius, ¿cuándo se volvieron tan observadores? ¿Qué tipo de entrenamiento han recibido? —Así que aquí está lo que va a pasar —continuó Harry, dando otro paso adelante—. Vas a transformarte de vuelta a tu forma humana, y vas a explicarnos exactamente quién eres y qué quieres con nosotros. Neville asintió, ahora levantando su varita hasta una posición más amenazante. —Y antes de que pienses en huir o en que no usaremos magia porque somos menores de edad fuera del colegio, debes saber que realmente no nos importa el Rastro del Ministerio en este momento. Estamos bastante seguros de que podríamos explicar el uso de magia defensiva contra un animago no registrado que nos ha estado acosando durante horas. La mente de Sirius trabajaba febrilmente. ¿Cómo saben que soy un animago? ¿Y cómo pueden estar tan seguros sobre las regulaciones del Ministerio? —Tienes aproximadamente treinta segundos para decidir si vas a cooperar —dijo Harry, su voz adquiriendo un tono más frío—. Después de eso, empezaremos a asumir que representas una amenaza que necesita ser neutralizada. Sirius se encontró en la situación más irónica de su vida: después de pasar doce años soñando con este momento, finalmente estaba cara a cara con Harry Potter. Pero en lugar de la reunión emotiva que había imaginado, se encontraba siendo interrogado a punta de varita por el hijo de su mejor amigo. ………………………………………………………………………………………………... Harry se despertó esa mañana con una sensación extraña en el estómago, como si algo importante fuera a suceder. No era inusual; sus instintos de su vida anterior raramente le fallaban, especialmente después de haber vivido veinte años en otro mundo antes de encontrarse en este cuerpo. Se vistió cuidadosamente con la ropa que él mismo había elegido durante sus salidas de compras con Andromeda: una camisa polo azul marino de corte impecable, pantalones chinos bien ajustados, y botas de cuero café que había insistido en comprar a pesar de las dudas de Andromeda sobre su "practicidad para un adolescente". Le quedaba todo perfectamente, pero sabía que se veía mayor de lo que aparentaba ser. Después de todo, tenía una mente de veinte años en un cuerpo de trece. Al menos ya no parezco el niño maltratado que era Harry originalmente, pensó mientras se peinaba. Su cabello había cambiado considerablemente en los últimos meses: menos rebelde, y en cierta luz parecía menos negro. Cuando se miró en el espejo, sus ojos mostraron esa extraña combinación que había desarrollado: a veces se veían verdes, otras veces marrones avellana, dependiendo de la luz. No sabía si su alma estaba gradualmente moldeando el cuerpo de Harry, pero los cambios eran innegables. El plan del día era simple: un día relajado en Londres muggle con sus amigos. Tanto él como Neville habían acordado encontrarse con las chicas para ir al cine y simplemente disfrutar de ser adolescentes normales por una vez. Aunque Harry nunca había visitado Inglaterra antes de poseer este cuerpo, se las arreglaba bastante bien para moverse por el mundo muggle gracias a su experiencia previa. Pero mientras esperaban el autobús que los llevaría desde la estación cercana a la mansión hacia el centro de Londres, Harry no pudo sacudirse la sensación de que este día sería significativo. Especialmente considerando las noticias que habían llegado hace apenas unos días, y lo que él había compartido con sus amigos más cercanos. Neville ya conocía el secreto de Harry desde hacía ya casi un año: que no era realmente Harry Potter, sino otra persona que había tomado posesión del cuerpo después de la muerte del Harry original contra Quirrell. Daphne también lo sabía, y ambos habían aceptado la extraña situación con una comprensión que Harry aún encontraba sorprendente. Cuando las noticias del escape de Sirius Black llegaron hace unos días, Harry había vuelto a confírmales lo que sabía. —Sirius Black es inocente —les había dicho sin preámbulos—. Peter Pettigrew fue el verdadero traidor. Sirius era el padrino del Harry original, y ha estado pudriéndose en Azkaban durante doce años por un crimen que no cometió. Sus pensamientos se detuvieron cuando llegaron al punto de encuentro acordado, parecía que habían llegado justo a tiempo ya que una cabellera dorada familiar se acercaba. Daphne llegó vestida con un vestido veraniego amarillo claro que hacía que su cabello rubio brillara bajo el sol matutino. Saludó a Harry con una sonrisa cálida y un abrazo amistoso, aunque había una cierta familiaridad en la interacción que sugería una conexión especial entre ellos. —Buenos días —dijo—. ¿Listos para un día completamente libre de magia y responsabilidades? Hermione llegó pocos minutos después, vestida con una blusa blanca y falda azul, su cabello tupido más controlado de lo usual. Tenía una mochila pequeña que probablemente contenía libros. —¡Harry! ¡Neville! —los saludó con entusiasmo—. He estado investigando sobre Sirius Blac... —Hermione —la interrumpió Susan con cariño, llegando en ese preciso momento—. Es un día libre. Nada de preocupaciones por traidores. Susan se había recuperado notablemente bien del trauma de la Cámara de los Secretos, y en gran parte se debía al excelente trabajo que había hecho madame Bones con su ayuda hacia su sobrina que estaba siendo crucial en su recuperación. —¿A dónde vamos primero? —preguntó Daphne—. ¿El centro comercial o la heladería? —Centro comercial primero —sugirió Harry—. Podemos explorar y luego decidir qué más hacer. Habían estado caminando durante aproximadamente veinte minutos cuando Harry comenzó a notar algo familiar en el aire. Entre los olores típicos de Londres había un aroma que reconoció inmediatamente: agua salada rancia, humedad profunda y penetrante, el olor de encierro prolongado mezclado con algo que solo podía describir como desesperación antigua. Harry intercambió una mirada significativa con Neville, quien había comenzado su propio reconocimiento visual del área. —Perro grande, negro, manteniendo distancia —murmuró Neville casualmente—. Ha estado siguiendo nuestro patrón de movimiento desde la estación de metro. Harry sintió una mezcla de anticipación y alivio. Finalmente. —Parece que nuestro invitado especial decidió aparecer —murmuró de vuelta. A diferencia de lo que cualquier observador exterior podría esperar, ninguno de los dos muchachos se tensó o mostró signos de alarma. En cambio, comenzaron un juego mucho más sutil: asegurarse de que su perseguidor no los perdiera de vista mientras simultáneamente verificaban que no hubiera interferencias indeseadas. —¿Aurores? —preguntó Neville discretamente mientras fingía examinar el escaparate de una tienda. Harry hizo un reconocimiento cuidadoso de los alrededores, buscando las señales que había aprendido a identificar: personas que se movían con demasiada intención, individuos que parecían estar monitoreando el área más que disfrutándola, patrones de comportamiento que no encajaban con la multitud civil. —No que pueda detectar —respondió—. Pero mantengámonos en áreas públicas por ahora. No queremos que ningún muggle bien intencionado llame a la policía sobre un "perro peligroso". Daphne, quien también conocía la situación, se mantuvo relajada pero alerta. —¿Qué tan cerca está? —preguntó casualmente. —Lo suficientemente cerca para mantenernos a la vista, pero manteniendo distancia de seguridad —respondió Neville—. Se comporta exactamente como esperaríamos que lo hiciera alguien que quiere hacer contacto, pero no sabe si es seguro acercarse. Durante las siguientes dos horas, convirtieron su día de descanso en un ejercicio sutil de comunicación no verbal. Harry y Neville ocasionalmente ajustaban su ruta para asegurar que su perseguidor pudiera seguir el rastro fácilmente, mientras que Daphne ayudaba distrayendo a Hermione y Susan de cualquier comportamiento que pudiera parecer extraño. El olor característico se mantuvo constante, confirmando que su objetivo no se había alejado. Ocasionalmente, Neville confirmaba contacto visual con gestos discretos. —Este lugar tiene una selección interesante de libros —comentó Hermione mientras exploraban una librería, completamente ajena a que Harry había elegido específicamente una tienda con múltiples salidas y vista clara de los alrededores. —¿Has notado que ese mismo perro aparece cada vez que cambiamos de ubicación? —preguntó Susan a Neville, quien asintió calmadamente. —Probablemente buscando comida —respondió, pero intercambió una mirada rápida con Harry—. Los perros callejeros a menudo siguen a grupos de personas esperando que alguien les dé algo. Era una explicación perfectamente razonable que no despertaría sospechas. —Deberíamos ir a la heladería pronto —sugirió Daphne—. Está en esa plaza abierta que mencionaste, ¿verdad Harry? —Exacto —confirmó Harry—. Será un buen lugar para relajarnos antes del cine. "Scoops & Dreams" estaba ubicada en una plaza peatonal llena de familias disfrutando del día soleado. Harry eligió una mesa que les daba vista clara de múltiples ángulos, pero esta vez no por paranoia sino por estrategia. —Este helado de vainilla francesa está perfecto —comentó Hermione, genuinamente relajada. El olor de su perseguidor se había intensificado, y Harry pudo ver ocasionalmente la forma canina manteniéndose cerca pero fuera de la vista directa de la mayoría de los transeúntes. —Se ve cansado —murmuró Neville, observando discretamente hacia donde había identificado a su objetivo—. Y demacrado. Ha estado viviendo en las calles durante días. —Probablemente hambriento también —añadió Harry—. No puede exactamente entrar a una tienda a comprar comida para perros. Daphne tomó un sorbo de su batido de fresa. —¿Cuánto tiempo más planean dejarlo seguirnos antes de hacer algo al respecto? Era una pregunta válida. Harry sabía que necesitaban crear una oportunidad para el contacto, pero también necesitaban hacerlo de una manera que no pusiera en peligro a las chicas ni alertara a las autoridades. —Después del cine —decidió Harry—. Necesitamos un plan más sólido, y el cine nos dará tiempo para coordinarlo sin parecer sospechosos. El cine local estaba presentando una comedia romántica que las chicas habían elegido. Harry no tenía objeciones reales; el contenido de la película era menos importante que la oportunidad que les daría. Una vez que se acomodaron en sus asientos—Harry y Neville estratégicamente ubicados donde podían hablar en susurros sin ser escuchados—comenzaron a planificar seriamente. —Necesitamos forzar un encuentro —murmuró Harry durante una escena particularmente ruidosa—. Pero de una manera que nos permita controlar la situación. —¿Y cómo proponés que hagamos eso? —susurró Neville de vuelta—. No podemos exactamente explicar cómo sabemos que es inocente. —Exacto. Tenemos que actuar como si no supiéramos quién es —Harry había estado considerando este problema durante días—. Lo confrontamos como si solo fuera un perro sospechoso que nos ha estado siguiendo. Le damos la oportunidad de transformarse y explicarse. —¿Y si no coopera? —Lo hará —Harry tenía confianza en esto—. Está desesperado por hacer contacto. Ha estado siguiéndonos durante horas cuando podría haberse ido en cualquier momento. Quiere hablar. En la pantalla, los protagonistas estaban teniendo una discusión sobre malentendidos y segundas oportunidades, lo que Harry encontró irónicamente apropiado. —Necesitamos un lugar aislado —continuó Neville—. En algún lugar donde no haya muggles pero donde también podamos usar magia si es absolutamente necesario. —Ese callejón industrial que vimos esta mañana —sugirió Harry—. Está en una zona abandonada, sin tráfico peatonal, y lo suficientemente ancho para que no nos sintamos atrapados. —¿Y cómo lo atraemos hasta allá? Harry sonrió levemente en la oscuridad del cine. —Esa es la parte fácil. Solo tenemos que separarnos del grupo y dirigirnos en esa dirección. Él nos seguirá. La parte difícil será hacer que coopere una vez que lo tengamos donde queremos. —¿Cuál es el plan si resulta que estás equivocado sobre él? Era una pregunta que Harry había considerado, aunque sabía que no estaba equivocado. —Entonces corremos muy rápido y llamamos a los aurores —respondió—. Pero no creo que sea necesario. Todo su comportamiento hasta ahora sugiere que quiere comunicación, no confrontación. Neville asintió lentamente. —Muy bien. Pero quiero que quede claro: al primer signo de agresión real, nos vamos. —Acordado —Harry sabía que era una precaución innecesaria, pero también sabía que no podía confiarse, las cosas no habían sido todas iguales al canon que recordaba, este era el mundo real y no un libro o película. Esperaba que Sirius fuera inocente pero no podía arriesgarse. Cuando salieron del cine, el plan estaba en movimiento. Las despedidas fueron naturales, pero Harry pudo notar la preocupación cuidadosamente oculta en los ojos de Daphne. —¡Fue una película encantadora! —exclamó Hermione—. Definitivamente deberíamos hacer esto más seguido. —Absolutamente —acordó Daphne, dándole a Harry un abrazo que duró un momento extra—. Ten cuidado —murmuró tan bajo que solo él con sus sentidos mejorados pudo escucharlo. —Recuerden que pueden enviarnos un mensaje si necesitan cualquier cosa —dijo, lo suficientemente alto para que sonara casual pero lo suficientemente específico para que tanto Harry como Neville entendieran que tenían apoyo disponible si lo necesitaban. Susan abrazó a Neville de manera similar. Las chicas sangre pura se dirigieron hacia el este, hacia las chimeneas públicas, mientras que Hermione se iba a una parada de autobuses para regresar a su casa. Harry y Neville comenzaron su caminata hacia el área industrial. —¿Listo para esto? —preguntó Neville una vez que se alejaron de la multitud. Harry detectó el sonido familiar de patas contra el pavimento aproximadamente una cuadra detrás de ellos. —Nos está siguiendo —confirmó—. Y no hay aurores a la vista. Es ahora o nunca. Se dirigieron hacia el callejón que habían identificado: aislado, con solo una entrada, pero lo suficientemente ancho para que no se sintieran atrapados. Lo más importante, estaba en un área completamente libre de muggles donde podrían manejar cualquier revelación mágica sin preocuparse por el Estatuto del Secreto. —Recuerda —murmuró Harry mientras se acercaban—. Actuamos sorprendidos cuando se transforme. Le damos la oportunidad de explicarse, pero mantenemos control de la situación. —¿Y si no se transforma inmediatamente? —Lo hará —Harry tenía completa confianza en esto—. Ha estado esperando esta oportunidad tanto como nosotros. Entraron al callejón y se posicionaron estratégicamente. Harry contra la pared lateral donde su olfato mejorado le daría ventaja, Neville con la mejor vista de la entrada. Ambos estaban ocultos y solo era cuestión de que Sirius pasara y se adentrara en el callejón. El olor a agua salada rancia y encierro prolongado se intensificó dramáticamente antes de que la forma canina apareciera en la entrada. El perro era exactamente como Harry había esperado: grande, negro, claramente inteligente, pero también exhausto y con una urgencia desesperada en sus movimientos. Harry y Neville se movieron para bloquear la salida, un movimiento coordinado, pero no inmediatamente amenazante. —Bueno —dijo Harry calmadamente—. Finalmente decidiste acercarte. Sacaron sus varitas pero las mantuvieron apuntando hacia abajo. —Has estado siguiéndonos durante horas —continuó Neville—. Eso está bastante más allá del comportamiento canino normal. Harry estudió al animal cuidadosamente. Lo que vio fue esperanza mezclada con cautela desesperada. —Los perros normales no mantienen patrones de vigilancia tan sofisticados —añadió Harry—. Ni muestran el nivel de inteligencia táctica que has demostrado. El perro se mantuvo inmóvil, claramente evaluando la situación. —Así que aquí está lo que va a pasar —dijo Harry, dando un paso adelante—. Vas a transformarte de vuelta a tu forma humana, y vas a explicarnos exactamente quién eres y qué quieres. Era el momento de la verdad. Harry sabía que Sirius cooperaría, pero tenía que actuar como si no estuviera completamente seguro. —Tienes treinta segundos —añadió Neville—. Después de eso, asumiremos que eres una amenaza que necesita ser neutralizada. Harry mantuvo su expresión seria, pero internamente estaba anticipando finalmente conocer al hombre que había sufrido tanto por un crimen que nunca cometió. ……………………………………………………………………………………………… Por un momento que se sintió eterno, el perro negro simplemente se quedó inmóvil, evaluando la situación con esos ojos demasiado inteligentes. Harry pudo ver el momento exacto en que el animal tomó su decisión. Con un movimiento fluido que hizo que tanto Harry como Neville dieran un paso atrás instintivamente—aunque ambos sabían que esto iba a suceder—el perro comenzó a cambiar. Sus huesos crujieron y se alargaron, su pelaje se desvaneció, y en cuestión de segundos, donde había estado el animal ahora se encontraba un hombre. Un hombre que se veía terrible. Sirius Black era reconocible por las fotografías de los periódicos, pero la realidad era mucho más impactante. Estaba demacrado hasta el punto de la inanición, su cabello negro largo y grasoso, su ropa—que parecía ser los harapos de lo que una vez fue el uniforme de Azkaban—colgaba de su esquelético marco. Pero lo más perturbador eran sus ojos: todavía brillantes con inteligencia, pero rodeados de la sombra de años de tortura psicológica. —Merlín —murmuró Neville, y Harry pudo escuchar que no estaba actuando completamente. Incluso sabiendo que esto iba a pasar, ver el estado de Sirius en persona era impactante. Harry se las arregló para mantener su expresión de shock controlado, aunque parte de su reacción era genuina. Una cosa era saber intelectualmente que Sirius había sufrido en Azkaban; otra completamente diferente era ver las consecuencias físicas de doce años de encierro con dementores. —Sirius Black —dijo Harry, su voz cuidadosamente controlada para mostrar reconocimiento y tensión—. El asesino en masa que escapó de Azkaban. Sirius levantó las manos lentamente, un gesto de rendición, pero sus ojos nunca dejaron el rostro de Harry. —No soy quien piensas que soy —dijo, su voz áspera por el desuso y la desesperación—. Bueno, sí soy Sirius Black, pero no soy el asesino que los periódicos dicen que soy. Neville mantuvo su varita apuntando firmemente hacia él. —¿Qué se supone que significa eso? Estuviste en Azkaban por asesinar a Peter Pettigrew y a doce muggles. Por traicionar a los Potter. Harry intercambió una mirada rápida con Neville. Era hora de comenzar el teatro que habían planeado. —¿Has venido a terminar el trabajo? —preguntó Harry, permitiendo que un tono frío entrara en su voz—. ¿A matar al hijo de los Potter como ayudaste a matar a sus padres? La reacción de Sirius fue inmediata y visceral. Se tambaleó como si Harry lo hubiera golpeado físicamente. —¡No! —exclamó, la desesperación clara en su voz—. ¡Nunca! James y Lily eran... James era mi hermano en todo excepto en sangre. Lily era la hermana que nunca tuve. Y tú... tú eres todo lo que queda de ellos. Harry sintió una punzada extraña de emoción que no esperaba—probablemente algo residual del cuerpo que habitaba—pero se forzó a mantener su papel. —Entonces explícame algo, Sirius Black —dijo, dando un paso adelante amenazantemente—. Si James era tu hermano, si los amabas tanto como dices, ¿por qué los traicionaste? ¿Por qué les dijiste a los Mortífagos dónde encontrarlos? Las palabras salieron con una intensidad que funcionaba perfectamente para su actuación. Aunque él personalmente no tenía conexión emocional con los Potter, estaba representando el papel del hijo traicionado, y además genuinamente quería ayudar a este hombre inocente y honrar la memoria del Harry original. —Dame una razón —continuó Harry, su voz bajando a un susurro peligroso que hizo que Neville lo mirara con sorpresa—. Una sola razón por la que no debería matarte aquí mismo por lo que les hiciste. El efecto en Sirius fue dramático. El hombre se dejó caer contra la pared del callejón, sus piernas aparentemente incapaces de sostenerlo más tiempo. —Porque no fui yo —susurró, las lágrimas comenzando a correr por sus mejillas hundidas—. Porque el hombre que realmente los traicionó ha estado viviendo como una mascota durante doce años mientras yo me pudría en Azkaban por su crimen. Harry sintió una oleada de satisfacción. Perfecto. Sirius estaba haciendo exactamente lo que necesitaba: contando la verdad completa. —Eso es conveniente —dijo Neville, siguiendo la señal de Harry—. Culpar a un hombre muerto que no puede defenderse. —¡Pettigrew no está muerto! —gritó Sirius con una desesperación que era imposible fingir—. ¡Él es el que está muerto! ¡Fue él quien cortó su propio dedo y se transformó antes de que pudiera alcanzarlo! Harry intercambió otra mirada con Neville. Estaba funcionando. —¿Transformarse? —preguntó Harry, fingiendo confusión—. ¿De qué estás hablando? Sirius tomó una respiración temblorosa, limpiándose las lágrimas con el dorso de su mano. —Pettigrew es un animago, como yo —dijo—. No registrado. Puede transformarse en una rata. Los tres... James, Peter y yo... nos convertimos en animagos durante nuestro tiempo en Hogwarts para ayudar a Remus durante las lunas llenas. Harry fingió sorpresa, aunque internamente estaba impresionado por lo completa que era la confesión de Sirius. —Éramos los Merodeadores —continuó Sirius, una sonrisa amarga cruzando su rostro—. James era Cornamenta, un ciervo. Yo era Canuto. Y Peter... Peter era Colagusano. —Estás diciendo que Peter Pettigrew puede convertirse en una rata —dijo Neville lentamente—. Y que fingió su muerte. —¡Exactamente! —Sirius se las arregló para ponerse de pie de nuevo, la urgencia dándole nueva energía—. Cuando me acorralaron esa noche, Peter gritó para que todos pudieran escuchar que yo había traicionado a James y Lily. Luego cortó su propio dedo, causó la explosión que mató a esos pobres muggles, y se transformó en rata antes de escapar por las alcantarillas. Harry tuvo que admitir que estaba disfrutando esto más de lo que debería. La actuación, el drama, la oportunidad de jugar al interrogador duro... era extrañamente satisfactorio. —Muy conveniente —dijo, su voz goteando escepticismo—. ¿Y se supone que debemos creer esto porque...? —¡Porque es la verdad! —Sirius parecía al borde del colapso total—. ¡Peter fue quien les dijo a los Mortífagos dónde encontrar a James y Lily! ¡Él era el Guardián del Secreto! Harry sintió alegría, toda la historia parecía ser como en los libros y películas, ahora debía seguir con su actuación. —Espera. ¿Peter era el Guardián del Secreto? Pensé que tú eras el Guardián del Secreto. Sirius asintió miserablemente. —Ese era el plan original. Yo iba a ser el Guardián del Secreto. Pero en el último momento, convencí a James de que cambiara. Dije que sería demasiado obvio, que Voldemort esperaría que el mejor amigo fuera el Guardián. Sugerí que usáramos a Peter en su lugar. La amargura en su voz era palpable. —Pensé que era brillante. Peter era el menos obviamente capaz de nosotros, el menos sospechoso. Nadie pensaría que James confiaría algo tan importante al... al más débil de nosotros. Harry pudo ver las lágrimas frescas en los ojos de Sirius. —Resulta que tenía razón sobre una cosa: nadie sospecharía de Peter. Incluyéndome a mí. El muy cobarde ya había cambiado de bando, y yo se lo serví en bandeja de plata. Harry mantuvo su expresión dura por un momento más, luego intercambió una mirada significativa con Neville. Era tiempo de llevar esto al siguiente nivel. —Es una historia muy elaborada —dijo finalmente—. Pero es solo eso: una historia. ¿Tienes alguna forma de probarlo? Sirius se veía desesperado. —Yo... si Peter está vivo, si está en su forma de rata... —Lo cual es conveniente porque las ratas se ven todas iguales —interrumpió Neville. —¡No! —Sirius se las arregló para recuperar algo de fuerza—. Peter tenía una marca distintiva. Le falta un dedo de su pata izquierda. El que se cortó antes de transformarse. Harry tuvo que admitir que ese era un detalle verificable, pero necesitaba presionar más. —¿Y cómo se supone que encontremos a una rata específica? ¿Revisamos todas las ratas de Londres? —¡Sé exactamente dónde está Peter! —exclamó Sirius—. Lo vi en el periódico hace unos días. El profeta tenía una fotografía de una familia que había ganado un sorteo para ir a Egipto. Los Weasley. Y ahí estaba él, en la foto, sobre el hombro de uno de los hijos. Harry y Neville intercambiaron miradas, esa era suficiente información para dejar de fingir. —Una rata gorda, probablemente bastante vieja para ser una rata normal —continuó Sirius desesperadamente—. Viviendo con una familia de sangre pura empobrecida que nunca sospecharía. Perfecto para alguien como Peter. —Espera —dijo Neville lentamente, su actuación comenzando a desvanecerse—. ¿Dijiste los Weasley? —Ron Weasley es nuestro compañero de cuarto en Gryffindor —dijo Harry, permitiendo que algo de su shock se mostrara—. Tiene una rata. Una rata vieja y gorda que... que le falta un dedo. La confirmación golpeó con un rayo de esperanza a Sirius. Se las arregló para ponerse completamente de pie, con nueva esperanza brillando en sus ojos. —¿Me creen? —preguntó, casi sin atreverse a esperar. Harry miró a Neville, quien asintió ligeramente. Era tiempo de terminar el teatro. —Queremos creerte —dijo Harry cuidadosamente—. Pero necesitamos estar seguros. Si realmente eres inocente... —Haré el juramento —interrumpió Sirius inmediatamente—. Cualquier juramento que quieran. Lentamente, muy lentamente para no alarmar a los muchachos, Sirius metió la mano en lo que quedaba de su túnica. Cuando sacó una varita—obviamente no la suya original, probablemente robada de algún guardia de Azkaban—mantuvo sus movimientos deliberadamente lentos y no amenazantes. —Juro por mi magia y mi vida —dijo Sirius, su voz firme a pesar de su estado físico—que nunca traicioné a James y Lily Potter. Juro que Peter Pettigrew es el verdadero traidor, que fingió su muerte y ha estado viviendo como una rata durante doce años. Juro que todo lo que les he dicho es la verdad. La magia selló el juramento con un destello dorado que rodeó a Sirius brevemente. Cuando no cayó muerto, la verdad fue innegable. Harry estaba a punto de decir algo cuando, de repente, sintió como si perdiera el control de su propio cuerpo. Sin su consentimiento consciente, se encontró moviéndose hacia adelante, dejando caer su varita, y envolviendo sus brazos alrededor de Sirius en un abrazo desesperado. ¿Qué demonios...? Era como si el cuerpo de Harry tuviera memoria propia, como si alguna parte residual del Harry original hubiera reconocido a su padrino y reaccionado instintivamente. Harry luchó por recuperar el control, completamente confundido por lo que estaba pasando. Sirius, por su parte, se quedó helado por un momento antes de que sus propios brazos se cerraran alrededor de Harry, abrazando al niño que había perdido doce años atrás. —Harry —susurró Sirius, su voz quebrada—. Mi pequeño Harry. Lo siento mucho. Lo siento tanto. Y entonces Sirius se quebró completamente, sollozando contra el hombro de Harry con doce años de dolor, culpa y pérdida saliendo en una oleada incontrolable. Harry finalmente logró recuperar el control de su cuerpo y se separó suavemente, sintiéndose extrañamente conmovido a pesar de su falta de conexión personal. Ver a un hombre tan completamente quebrado por injusticia y pérdida era profundamente impactante. —Está bien —dijo Harry suavemente, su voz completamente diferente ahora—. Te creemos. Y vamos a ayudarte. Neville recogió su varita y la guardó, haciendo lo mismo con la de Harry. —No estás solo ya —añadió Neville—. Tenemos adultos que pueden ayudar. Adultos que nos creerán y que tienen el poder para hacer algo al respecto. Sirius se limpió los ojos con el dorso de su mano, tratando de recuperar algo de compostura. —¿En serio? ¿Realmente van a ayudarme? —Sí —dijo Harry con convicción—. Deberíamos ir a la Mansión Longbottom ahora mismo. Augusta Longbottom, Andromeda y Ted Tonks están allí. Son adultos en los que confiamos completamente, y tienen las conexiones y el poder para ayudarte apropiadamente. —Ted es un abogado —explicó Neville—. Si alguien puede navegar el sistema legal para limpiar tu nombre, es él. Sirius se las arregló para esbozar una sonrisa débil pero genuina. —No puedo creer que esto esté pasando realmente. Después de tanto tiempo... —Bueno, créelo —dijo Harry—. Pero primero necesitamos sacarte de las calles antes de que los aurores o los dementores te encuentren. ………………………………………………………………………………………………... Harry miró a Sirius, quien seguía temblando ligeramente, ya sea por la emoción, el frío, o simplemente el agotamiento físico. Era obvio que el hombre necesitaba atención médica, comida, y un lugar seguro para recuperarse. —Dobby —llamó Harry en voz baja. Con el característico pop de aparición élfica, el elfo doméstico apareció inmediatamente, sus grandes ojos verdes brillando de preocupación al ver la situación. —¿Amo Harry necesita ayuda de Dobby? —preguntó el elfo, aunque sus ojos se habían posado cautelosamente en Sirius—. Dobby detecta a persona muy triste y muy hambrienta. —Necesito que nos transportes a la entrada de la Mansión Longbottom —dijo Harry—. Y también necesito que vayas preparando una comida nutritiva pero suave para nuestro... invitado. Ha estado sin comer apropiadamente durante días. Dobby asintió enérgicamente. —Dobby preparará sopa de pollo con verduras, pan fresco, y té caliente. Comida que sea fácil para estómago débil pero que dé mucha fuerza. —Perfecto —dijo Harry—. ¿Puedes llevarnos ahora? Dobby extendió sus pequeñas manos hacia Harry y Neville, quienes cada uno tomaron un brazo de Sirius. Con un pop más fuerte de lo usual—transportar a tres personas era más difícil—desaparecieron del callejón. Aparecieron justo fuera de las puertas principales de la Mansión Longbottom. Harry pudo sentir inmediatamente el hormigueo de las protecciones mágicas reconociéndolo y permitiéndole la entrada. Sirius miró hacia la imponente mansión con una expresión de asombro y algo que podría haber sido esperanza. —Harry —dijo suavemente—, no puedo agradecerte lo suficiente por esto. Harry se volvió hacia él, y su expresión se tornó ligeramente incómoda. —Sirius, necesito pedirte algo, y espero que entiendas por qué. —¿Qué es? —¿Te molestaría si te encadeno antes de que entremos? La expresión de Sirius se volvió confundida, pero no ofendida. —Te creo completamente —continuó Harry rápidamente—. El juramento lo demostró sin lugar a dudas. Pero las personas en esa casa... van a verte y van a reconocerte inmediatamente. Van a ver al Sirius Black de los periódicos: el asesino en masa, el seguidor de Voldemort que escapó de Azkaban. Neville asintió en apoyo. —Si entras sin restricciones, su primera reacción va a ser atacarte o llamar a los aurores inmediatamente. No van a darte la oportunidad de explicarte. —Pero si llegas claramente como nuestro prisionero —continuó Harry—, eso les dará un momento para pausar, para escuchar, para entender que tenemos la situación bajo control. Sirius consideró esto por un momento, luego asintió lentamente. —Es... es inteligente. Y tienes razón. Mi reputación me precede, ¿no es así? Harry sintió una punzada de simpatía genuina por el hombre. —Una vez que expliquemos la situación, una vez que todos entiendan la verdad, te quitaré los hechizos inmediatamente. Te doy mi palabra. —Confío en ti —dijo Sirius simplemente. Harry sacó su varita y lanzó un hechizo de ataduras suave pero visible. Cuerdas doradas aparecieron alrededor de las muñecas de Sirius, lo suficientemente flojas para ser cómodas pero lo suficientemente obvias para ser vistas. —Listo —dijo Harry—. Entremos. Caminaron a través de las puertas principales, y Harry sintió las protecciones escaneándolos. Por un momento se tensó, preocupado de que las defensas de la mansión pudieran reaccionar mal a la presencia de Sirius, pero aparentemente su estatus como "prisionero" de Harry era suficiente para permitir el paso. Neville guió el camino hacia la parte trasera de la mansión, donde sabía que los adultos estarían disfrutando del té de la tarde en el jardín. —¿Estás listo para esto? —le preguntó Harry a Sirius mientras se acercaban. —Tan listo como puedo estar —respondió Sirius, enderezando los hombros lo mejor que pudo en su estado debilitado—. Ha pasado mucho tiempo desde que tuve la oportunidad de explicar mi lado de la historia. El jardín trasero de la Mansión Longbottom era un ejemplo perfecto de elegancia inglesa tradicional. Augusta Longbottom estaba sentada en una silla de hierro forjado pintada de blanco, su sombrero impecable y su postura perfecta mientras sostenía una taza de té de porcelana fina. Andromeda y Ted Tonks estaban sentados en sillas cercanas, disfrutando de lo que obviamente había sido una tarde relajada. La escena era tan pacífica, tan normal, que Harry casi se sintió mal por lo que estaba a punto de suceder. —Buenas tardes —anunció Neville mientras salían de detrás de un seto ornamental. —¡Neville, Harry! —exclamó Andromeda con una sonrisa brillante—. ¿Cómo estuvo su cita con las chicas? Esperaba que— Sus palabras se cortaron abruptamente cuando vieron a la figura encadenada detrás de los muchachos. El efecto fue instantáneo y dramático. Augusta Longbottom dejó caer su taza de té, que se hizo pedazos contra el suelo de piedra con un estrépito que sonó extraordinariamente fuerte en el silencio repentino. Su rostro se había puesto completamente pálido. —¡Merlín santo! —gritó—. ¡Es Sirius Black! Andromeda se puso de pie tan rápidamente que volcó su propia silla, su mano moviéndose instintivamente hacia donde normalmente llevaría su varita. —¿QUÉ DEMONIOS ESTÁ PASANDO AQUÍ? —gritó, su usual compostura completamente desaparecida—. ¡Pensé que estaban en una cita con sus novias, no cazando a los criminales más peligrosos de Gran Bretaña! Ted fue el único que mantuvo algo de calma, aunque Harry pudo ver que sus nudillos estaban blancos de lo fuerte que agarraba su propia taza de té. —Chicos —dijo Ted con voz cuidadosamente controlada—, creo que necesitan explicar inmediatamente qué está pasando aquí. Augusta había comenzado a hiperventilar. —¡El asesino en masa! ¡En mi jardín! ¡Con mis chicos! ¡Por Merlín, casi me da un infarto! —Augusta, respira —dijo Ted firmemente, manteniendo su papel como la voz de la razón—. Los chicos están claramente ilesos, y obviamente tienen la situación bajo control. Se volvió hacia Harry y Neville con una expresión que era parte alivio, parte exasperación, y parte curiosidad profesional. —Ahora —continuó—, antes de que Augusta literalmente tenga un colapso y antes de que Andromeda comience a lanzar maleficios a diestra y siniestra, ¿podrían explicarnos exactamente cómo terminaron capturando al prisionero más buscado de Inglaterra durante lo que se suponía era una tarde relajada en Londres? Harry intercambió una mirada con Neville. Este era el momento crucial. Tenían la atención de todos, y por más impactante que hubiera sido su llegada, Ted había logrado crear un espacio para la explicación. —¿Recuerdan la conversación que tuvimos hace tiempo? —comenzó Harry, dirigiéndose principalmente a Augusta y Andromeda—. Cuando hablamos sobre el caso de Sirius Black, sobre las inconsistencias, ¿sobre el hecho de que nunca tuvo un juicio apropiado? Ted asintió lentamente, su expresión cambiando de alarma a interés profesional. —Dijimos que no tenía sentido que traicionara a sus mejores amigos —continuó Harry—. Que algo no cuadraba en toda la historia oficial. —Bueno —dijo Harry, su voz adquiriendo más fuerza—, ahora sabemos la verdad. Sirius Black es inocente. El verdadero traidor fue Peter Pettigrew. El silencio que siguió fue tan completo que Harry pudo escuchar a los pájaros cantando en los árboles cercanos. —¿Perdón? —dijo Augusta débilmente. Sirius, hasta ahora silencioso, finalmente habló, pero su tono cambió completamente cuando se dirigió a los Tonks. —Andy —dijo suavemente, usando el diminutivo familiar—, Ted, sé que esto debe ser un shock terrible. Doce años creyendo que su primo favorito era un asesino en masa... Su voz se quebró ligeramente. En ese momento apareció Dobby sin notar el ambiente tenso y dejo una gran bandeja llena de la comida que le había pedido Harry para Sirius. Durante los siguientes veinte minutos, mientras Sirius comia con sus manos encadenadas, Harry y Neville relataron toda la historia: cómo habían detectado a Sirius siguiéndolos, cómo lo habían confrontado, la confesión completa sobre Peter Pettigrew siendo un animago no registrado, el cambio de Guardián del Secreto en el último momento, y cómo Pettigrew había fingido su propia muerte. —Y está viviendo con los Weasley —concluyó Neville—. Ron tiene una rata vieja y gorda llamada Scabbers que le falta un dedo del pie trasero. Ted se había inclinado hacia adelante durante toda la explicación, su mente legal claramente trabajando. —Es... es una historia increíble —dijo finalmente—. Pero explicaría muchas de las inconsistencias en el caso original. —Hay más —dijo Harry—. Sirius ya hizo un juramento mágico ante nosotros para probar que dice la verdad. Estaría dispuesto a hacerlo de nuevo si ustedes lo desean. Augusta se las arregló para encontrar su voz. —¿Un... un juramento mágico? —Apostaría mi vida en ello —dijo Sirius inmediatamente—. De hecho, ya lo hice una vez hoy. Ted intercambió una mirada con su esposa y Augusta. —Si... si estás dispuesto a hacer eso... —comenzó Ted lentamente. —Absolutamente —respondió Sirius—. Pero necesitarán quitarme estas ataduras por un momento para que pueda usar mi varita apropiadamente. Los tres adultos intercambiaron miradas nerviosas. —Muy bien —dijo Ted finalmente—. Pero vamos a tener nuestras varitas preparadas. Harry deshizo el hechizo de ataduras con un movimiento de su varita. Inmediatamente, las tres varitas de los adultos se alzaron, apuntando directamente a Sirius. Sirius sacó lentamente su varita robada, manteniendo sus movimientos deliberadamente no amenazantes. —Juro por mi magia y mi vida —dijo con voz clara y firme—que todo lo que les he contado sobre la traición de Peter Pettigrew es verdad. Juro que nunca traicioné a James y Lily Potter. Juro que he pasado doce años en prisión por crímenes que no cometí. La magia envolvió a Sirius en un resplandor dorado, sellando el juramento. Cuando no cayó muerto, la verdad se volvió innegable. El efecto en los adultos fue inmediato y devastador. Augusta se dejó caer pesadamente en su silla, llevándose una mano al corazón. —Merlín santo —murmuró—. Todo este tiempo... Ted bajó lentamente su varita, su expresión profesional dándose paso a horror personal. —Doce años —dijo con voz hueca—. Doce años sin juicio, sin investigación apropiada... Pero fue la reacción de Andromeda la que más impactó a todos. Comenzó con un sollozo pequeño, casi silencioso, que rápidamente se convirtió en llanto completo. —Sirius —logró decir entre lágrimas—. Mi querido primo... has estado viviendo en el infierno durante doce años y nosotros... nosotros no hicimos nada. No cuestionamos, no investigamos... Se cubrió el rostro con las manos, sus hombros temblando. —Te abandonamos. La familia te abandonó. Yo te abandoné. Sirius se veía como si el llanto de Andromeda lo hubiera golpeado físicamente. —Andy, no —dijo suavemente—. No podías saber. Nadie podía saber. La evidencia en mi contra era... era perfecta. Peter se aseguró de eso. —¡Pero deberíamos haber sospechado! —exclamó Andromeda—. ¡Deberíamos haber sabido que tú nunca harías algo así! ¡Conocía tu corazón, Sirius! Ted se acercó y puso una mano consoladora en el hombro de su esposa, pero sus propios ojos brillaban con lágrimas no derramadas. —Lo que pasó fue una injusticia terrible —dijo con voz controlada pero emocionada—. Pero ahora que sabemos la verdad, vamos a hacer todo lo que esté en nuestro poder para corregirla. Miró a Sirius directamente. —Bienvenido a casa, Sirius. Y lamento profundamente que hayas tenido que esperar tanto para escuchar esas palabras.
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