Capítulo 1. El Sacrificio del Héroe.
4 de julio de 2025, 22:15
Capítulo 1: El Sacrificio del Héroe.
El traqueteo suave del tren marcaba el ritmo de mis pensamientos mientras contemplaba el paisaje que desfilaba por la ventana. Era una mañana más en mi rutina universitaria. Tenía mis audífonos Bluetooth puestos, la música fluyendo con familiaridad. Vestía mi camisa de cuadros habitual, pantalones de mezclilla y las botas color café que siempre usaba. Mi cabello, medianamente largo en la parte superior y desvanecido a los lados, lo llevaba peinado hacia atrás, en un estilo algo vikingo, como el de un personaje de cómic moderno. No había nada fuera de lo común… hasta que el mundo se disolvió.
La música se detuvo de golpe. Un mareo me atravesó el cuerpo, como si la gravedad hubiera dejado de funcionar. Todo se volvió blanco, cegador, y sentí una sacudida intensa. Cuando abrí los ojos, ya no estaba en el tren.
El aire era denso, vibrante, cargado de una tensión invisible. El cielo parecía turbio y nublado, y el suelo, agrietado como si hubiese sufrido una gran explosión. Estaba en medio de un campo arrasado por la batalla. No entendía nada. Todo a mi alrededor era confuso, como salido de un mal sueño.
Una bola de energía cruzó el cielo y explotó cerca de mí. Me arrojé al suelo instintivamente, sintiendo las piedras clavarse en mi costado. Un segundo ataque pasó zumbando sobre mi cabeza y me cubrí, jadeando. Otra explosión hizo vibrar el suelo bajo mis pies y caí, raspándome con fuerza el brazo y la pierna.
—¡Mierda! —gruñí, apretando los dientes por el dolor.
Sentí el ardor de las heridas, la presión en el pecho, la punzada en mi pierna. El dolor era real. Demasiado real. "Esto no puede ser un sueño... ¿verdad?"
Me incorporé con dificultad, adolorido, aturdido. Mis sentidos estaban saturados. El ruido de los combates, los gritos, el olor a ozono y tierra quemada… hasta que alcé la vista y las vi.
Dos criaturas flotaban en el cielo, envueltas en energía. Una era pequeña, brillante, con una forma redondeada y juguetona. Emitía un zumbido suave mientras se movía con agilidad. La otra… era alta, delgada, con extremidades largas y ojos púrpuras que despedían un aura de poder. Su sola presencia imponía. Ambas se lanzaban ataques con fuerza descomunal, haciendo retumbar la tierra. No sabía qué eran, pero su combate me dejó paralizado.
Entonces, vi a un joven corriendo hacia el centro del campo de batalla, gritando algo que no llegué a entender.
—¡Eh, tú, espérate! ¡No vayas ahí! ¡¿Qué chingados estás haciendo?! —grité, extendiendo la mano, tambaleándome.
Pero mis palabras se perdieron en el caos.
El chico se lanzó justo entre las dos criaturas. El choque de sus ataques envolvió al joven en una explosión de luz. Cuando el resplandor se desvaneció, él estaba de rodillas. Inmóvil. Cubierto de gris. Piedra.
Una figura amarilla chillaba junto a él. Pequeña, con cola en forma de rayo, soltando chispas de pura desesperación. Entonces alguien gritó:
—¡Ash!
Ese nombre… me estremeció. Lo conocía. Pero eso no tenía sentido. Nada de esto tenía sentido.
Miré a mi alrededor, como si necesitara confirmación de lo imposible. Y ahí fue cuando me golpeó de lleno la realidad: los Pokémon. No se veían como en la animación. Eran más... reales. Más crudos. Más vivos. Sus texturas, sus movimientos, la forma en que respiraban o gruñían… parecía que estaba viendo animales mutados, criaturas alienígenas salidas de una pesadilla. Algunos tenían una presencia tan inquietante que daban miedo de verdad. Incluso los entrenadores… tampoco eran caricaturas. Sus rostros eran humanos, marcados por el cansancio, el asombro o el horror. Tenían arrugas, sudaban, respiraban con dificultad. Ya no estaba viendo una serie animada. Estaba dentro de un mundo que se sentía auténtico. Terriblemente auténtico.
Las criaturas dejaron de pelear. La pequeña descendió con un zumbido suave. La otra, imponente, caminó lentamente hasta quedar en el centro del grupo. Su mirada púrpura se posó en cada uno… hasta que llegó a mí. Sentí un escalofrío. No habló. Pero una voz inundó mi mente.
—El valor de una vida… no lo entendí. Nací del deseo de controlar, de superar a todos. Fui creado por manos humanas, pero sin corazón. Solo el propósito de ser superior. Pero este humano… él me enseñó algo que jamás había considerado. Sin poder, sin defensa, se interpuso por los demás. No por deber… sino por amor.
La criatura, Mewtwo, prosiguió:
—Gracias a él, entendí que el poder real no es destruir. Es elegir salvar. Proteger. Sentir. La vida… no es una simple cadena de orden y obediencia. Es emoción. Elección. Sacrificio. Y ahora… entiendo su significado.
Me observó de nuevo. Su mensaje fue directo:
—Tú, humano extraño. No perteneces a este mundo, pero has sido llamado. No para ocupar su lugar… sino para continuar su propósito. Ash encendió una chispa. Tu deber es evitar que se apague. Mientras él duerma, tú deberás caminar.
Me hervía la sangre.
—¡¿Qué pendejadas estás diciendo?! —grité, temblando de rabia, dolor y miedo—. ¡¿Por qué yo?! ¡¿Por qué a mí?! ¡Ni siquiera sé dónde estoy! ¡Esto es una locura! ¡Esto no puede ser real! —mi voz se quebró—. ¡¿Quieres que siga los pasos de un héroe que acaba de morir frente a mí?! ¡Yo soy solo un estudiante! ¡Un tipo común! ¡No soy nadie! ¡Las cosas no deberían ser así! ¡En cualquier momento, las lágrimas de los Pokémon deberían revivir a Ash! ¡Así no era la historia!
Los demás me miraron en silencio, sorprendidos. Pero Mewtwo no apartó la vista. Su mirada no era fría. Era… compasiva.
—Eso es lo que tú recuerdas de tu mundo —respondió Mewtwo con calma, su voz resonando en mi mente como un eco—. Pero este no es un cuento, ni una animación. Aquí, la vida no sigue guiones. Aquí, incluso los milagros deben ser buscados. Tal vez aún existan. Tal vez no. Pero si han de ocurrir… alguien debe luchar por ellos. Precisamente por eso. Porque no buscas el poder. Porque dudas. Porque tienes miedo… y aun así estás aquí. Eso es lo que te hace digno.
Quise seguir gritando. Mentársela. Golpear algo. Pero mis piernas temblaban. Mi brazo sangraba. Todo dolía. Esto no podía ser un sueño. Esto era real. El terror era real.
Pikachu se acercó, con pasos lentos. Me olfateó, me observó. Luego se volvió hacia Ash y se tumbó a su lado. No se movería. Su lealtad estaba allí. Y eso… eso lo respeté.
Mewtwo alzó la vista.
—El mundo no está preparado para recordar esta tragedia. Borraré sus memorias. Pero ustedes, los cercanos… ustedes llevarán el peso.
Una ola de energía recorrió el lugar. Los entrenadores comenzaron a tambalearse, sus ojos vacíos por un instante. Solo nosotros quedamos conscientes.
Mew descendió flotando y lanzó una mirada triste. Luego desapareció en una esfera de luz. Mewtwo habló una última vez:
—Me llevaré a los clones a un lugar seguro, donde puedan vivir en paz. Buscaré una solución para el chico. No conozco una forma de revertir esto… pero la encontraré y ustedes deberían hacer lo mismo. Un milagro no nace de la inacción sino de la acción. Este mundo es muy vasto, tengo la esperanza de que en algún lugar exista un método de revertir lo sucedido.
—Lleven al joven a su hogar. A su madre. A su mentor. Allí empieza el camino.
Con un gesto, reparó parte del muelle destruido. Un pequeño barco apareció, con suministros y espacio suficiente para los presentes.
En la isla, encontramos a la enfermera, aún débil. Mewtwo había liberado a todos los entrenadores y había borrado su recuerdo del conflicto. Algunos despertaban confundidos, con una tristeza que no sabían explicar. La joven pelirroja nos ayudó a estabilizar la zona. El hombre fuerte parecía conocerla bien, y trabajaban con sincronía. Subimos todos al barco y partimos lo más rápido posible, queríamos alejarnos de ese lugar lo antes posible.
Durante el trayecto, no dejaba de mirar el cielo, las olas, mis manos. Nada de esto podía ser real. Me repetía eso en silencio. Pero el viento, el peso del ambiente, el aroma del mar… todo me decía lo contrario. Una y otra vez pensaba: Esto no puede estar pasándome.
...Un tiempo después...
Atracamos el barco cerca de la costa. Pueblo Paleta no estaba lejos, a solo unos kilómetros caminando desde la playa. El aire era cálido y salado, el cielo seguía nublado, pero sin lluvia. Iniciamos la caminata en silencio, atravesando campos verdes y caminos de tierra.
El viaje fue silencioso. El hombre fuerte cargaba la estatua de Ash con reverencia. La joven de cabello rojo caminaba a un lado, con la mirada baja y el rostro endurecido. Pikachu no se alejaba de su compañero ni un solo segundo. Aun con el paisaje sereno, el ambiente estaba cargado de emociones contenidas.
Hasta que la pelirroja rompió el silencio:
—¿Quién eres tú? —preguntó con firmeza, sin dejar de caminar—. Mewtwo dijo que este mundo te llamó. ¿Por qué? ¿Qué significaba eso de humano extraño?
Respiré hondo. Dudé. Pero algo en su mirada me exigía respuestas.
—No lo sé del todo —admití—. Solo… estaba en otro lugar. Al parecer en otro mundo. Y de pronto, aparecí aquí. No entiendo cómo ni por qué. Pero Mewtwo… me dijo que debía continuar lo que Ash empezó.
Ella me miró con una mezcla de duda y rabia. Luego desvió la mirada y se adelantó, dejándonos solos.
El hombre de piel morena la observó con pesar, luego se volvió hacia mí.
—Perdona su actitud. Misty es una buena persona, pero está dolida. Ash era muy importante para ella —dijo, extendiéndome la mano—. Yo soy Brock. Y ella es Misty. Fuimos compañeros de viaje de Ash por mucho tiempo.
Apreté su mano con fuerza y agradecimiento.
—Yo soy Miguel Salcido… pero mis amigos me llaman Mike —respondí con una sonrisa cansada.
Su tono era cálido, sincero.
—Es mucho para asimilar, lo sé. Pero no estás solo en esto. No del todo —añadió.
Seguimos caminando en silencio, cada uno con sus pensamientos.
Llegamos a un pequeño pueblo. Las casas eran sencillas, el aire cálido. Una mujer de cabello castaño salió de una de ellas. Su sonrisa se desvaneció al vernos. Corrió, gritó su nombre… y se derrumbó de rodillas frente a la estatua.
—¡Ash…! ¡Mi hijo…!
Brock la ayudó a sostenerse mientras el silencio nos envolvía. Un hombre mayor, de bata blanca, apareció en la puerta. Su mirada, al principio confundida, se transformó en puro horror al ver la escena. Y luego me vio a mí.
—¿Quién…? ¿Qué está pasando aquí?
Me adelanté un paso. Mi voz tembló.
—Debe ser el Profesor Oak… tenemos que hablar. Sé que suena imposible. Pero… vengo de otro mundo. Y esto… esto es real.
Y así, en medio del dolor, comenzó mi historia.